viernes, 17 de febrero de 2012

También a los Camioneros le Gusta


A ver, no sean mal pensados, digo que a los camioneros también les gusta, un sinfín de cosas como al resto de las personas. Cosa que descubrí recientemente, cuando viajando por la carretera, me dirigía a mi nuevo empleo, se accidentó mi pequeño auto. Realmente no fue gran cosa, que no se resolviera con un poco más de gasolina, por lo que cuando vi que se detenía ese monstruo de no sé cuantos ejes y otras tantas ruedas, me alegré, ya llevaba cerca de dos horas accidentado y aparte de que nadie más se había detenido, hasta ese momento, estaba comenzando a oscurecer.

De esa montaña con ruedas, se bajó Enrico, mucho más alto que yo, de gruesas espaldas, musculosos brazos, y velludo cuerpo. Le dio un vistazo al motor, me pidió que lo tratase de encender, y el veredicto final fue, se le acabó la gasolina. De inmediato se ofreció llevarme hasta la estación más cercana, y hasta prestarme un envase para cargar la gasolina si me hacía falta. Me pareció que demoraba un poco en subir a su camión, y fue que me di cuenta que se encontraba desconectado el vagón de carga, al subir me comentó, es que así vamos más rápido además se encuentra vacio. Durante el trayecto, me sentí bastante incómodo por su insistente conversación sobre el tema del sexo, pero únicamente con mujeres.

Por lo que cuando vi la estación de gasolina, me sentí bien feliz, pero después de cargar la gasolina, nuevamente me vi obligado a soportar su aburrida e insulsa conversación, única y exclusivamente sobre mujeres. No es que yo odie a las mujeres, no que va, todo lo contrario, pero todo tiene su momento y su lugar. 

Pero al regresar a mi auto y poner la gasolina en el tanque, por aquello de ser agradecido, le dije que no sabía cómo pagarle el gran favor que me había hecho. Cuando me di cuenta, que observaba de manera insistente mis nalgas. Realmente algo nervioso, comencé a despedirme, cuando él me comentó, que él sí sabía como yo podía pagarle el gran favor que él me había hecho. En ese momento me tomó por el brazo y sin decir palabra alguna, me condujo fuera de la carretera, hasta que ya no se podían ver, ni el camión ni mi auto.

Muerto de miedo le pregunté de qué se trataba eso, y él me respondió. Se trata de que pagues el favor que te he hecho. Yo inútilmente trataba de zafarme del agarre de su gruesa mano con la que me sujetaba por el brazo. Sin tener idea a que se refería. De momento lo escuché decirme, simplemente quítate el pantalón y los calzoncillos por las buenas, que yo me encargo del resto. Al escucharlo, si al principio estaba muerto de miedo, en ese instante me encontraba aterrorizado, como le iba a decir que no a ese mastodonte. Casi llorando le obedecí, deseando que me soltase aunque fuera por un segundo, para entonces salir corriendo. Pero como que él se lo imaginó, y en ningún momento me llegó a soltar.

Al principio, simplemente me bajé el pantalón, pero sin soltarme me dijo. No te hagas el tonto, te ordené que te los quitaras. Por lo que me saqué los mocasines que estaba usando, y de inmediato los pantalones y los interiores, quedándome desnudo de la cintura para abajo. De inmediato me dio un fuerte empujón, y fui a dar contra el tronco de un árbol caído, y casi de inmediato sentí que él se colocaba tras de mí. Bruscamente me separó las piernas, y de inmediato sentí su otra mano acariciando de manera brusca mis nalgas. Comencé a decirle que nunca había hecho eso, y como respuesta sentí una filosa navaja contra mi cuello, y la orden seca de que me quedase callado. Casi de inmediato, comencé a sentir, el fuerte dolor de la penetración atravesando mis nalgas. Lloré, grité, creo que hasta lo maldije. Hasta que su velludo cuerpo lo sentí completamente pegado sobre el mío, y su verga dentro de mi culo.

A medida que él continuaba bombeando su verga dentro de mí, no sé cómo ni por qué, comencé a mover mis caderas, aunque el dolor aun era fuerte, tras ese dolor comencé como a disfrutar de lo que me estaba sucediendo. Su boca me chupaba y mordisqueaba mis orejas y cuello, haciendo que mi cuerpo se quebrase, sus gruesas manos me sujetaban fuertemente por la cadera, pegando insistentemente su cuerpo al mío. Por un buen rato me mantuvo así, dándome por el culo salvajemente. 

Hasta que retirando su verga de entre mis nalgas, me tomó por el cuello, obligándome a que se lo mamase. La fuerza de sus manos era tal, que pensé que si me oponía fácilmente me hubiera roto el cuello. Por lo que sin oponer resistencia, terminé con su verga entre mis labios, chupándosela hasta el mismo momento en que se vino dentro de mi boca.

Después de eso, simplemente se retiró, dejándome, tirado en el suelo, con mi culo adolorido y casi todo mi rostro lleno de su leche. Por unos momentos pensé en ir a la policía sin perder tiempo, pero la misma naturaleza de lo que había terminado de suceder, me llenaba de vergüenza, que dirían los policías, me creerían, o simplemente se burlarían de mi, que pensarían mis conocidos al enterarse de me habían comido el culo, de seguro no faltaría quien insinuase que yo provoqué la situación. Por lo que después de limpiarme con mi propio interior, decidí mantener silencio con respecto a todo lo sucedido.

Aun me encontraba al lado del árbol caído donde todo había sucedido, sin ponerme los pantalones, cuando comencé mentalmente a repasar todo lo que me había pasado, y a medida que recordaba cómo sus gruesos dedos exploraron mis nalgas, como su instrumento comenzó a meterse dentro de mi culo, y como me había obligado a que se lo mamase, comencé de manera casi involuntaria a masturbarme.

 El solo reciente recuerdo de su boca mordiéndome la nuca y su lengua jugando con mis orejas, me excitó a tal grado que terminé por venirme. Al principio no lo quería aceptar, pero en el fondo sabía que eso me había gustado. Así que aunque con mi culo algo adolorido, me puse mis pantalones, y me encaminé a mi auto. Fui poco a poco conduciendo, por el temor de volver a encontrármelo en la carretera, llegué a la casa que había rentado, y al día siguiente, procurando no pensar en lo sucedido, comencé a trabajar como encargado de recursos humanos de la firma para la que presto servicios. Pero cuál no sería mi sorpresa, cuando la secretaria me informa que uno de los empleados deseaba hablar conmigo, y resultó ser el velludo camionero. Al verme se puso pálido, lívido, de su boca apenas se le podía entender lo que decía. Por lo visto me había reconocido como yo a él, cuando la secretaria nos dejó a solas, el chofer casi se desploma.

Fue cuando le saludé como si fuéramos muy íntimos y viejos amigos, lo que en parte se puede decir que era cierto. Lo único que se me ocurrió en ese instante, fue cerrar la puerta de mi oficina por dentro, mientras que él permanecía sentado con ambas manos tapándose el rostro, probablemente arrepintiéndose de lo sucedido. Hasta que yo, me agaché frente a él, dirigí mi mano a su entre piernas, bajé la cremallera de su pantalón y con la misma ante su sorpresa, extraje su dormido miembro. De inmediato lo coloqué entre mis labios y en cosa de segundos, ya lo tenía bastante duro dentro de mi boca. 

Por un corto instante se lo seguí mamando, hasta que sin decir palabra, dejé de hacerlo, di media vuelta y apoyé mis manos sobre el escritorio, al tiempo que me bajé los pantalones. En cosa de segundos el camionero me volvió a penetrar, y aunque el dolor fue similar al de la primera vez, no dejé de mover mis nalgas, y disfrutar de todo lo que hasta ese instante me seguía haciendo, hasta que con fuerza él me apretó contra su cuerpo, al momento de venirse dentro de mi culo.

En parte se puede decir que estábamos a mano, después de que sin saber que decir se retiró, llamé a la secretaria y pedí su expediente. Si es cierto que al principio, yo fui víctima de él, desde ese segundo encuentro él se ha convertido en una especie de esclavo mío. Porque no hay cosa que yo le pida que me haga, y que él no me complazca.

Autor: Narrador narrador (arroba) hotmail.com


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