miércoles, 28 de noviembre de 2012

Deseando a Papa

Hola mi nombre es Juan Manuel, tengo 20 años y soy gay. Este relato trata de mis mejores experiencias, las cuales fueron con mi padre, espero que les guste. (Es largo pero es bueno, lo garantizo). Mi papá siempre me llamó la atención, desde que era un niño y nos bañábamos juntos. Recuero que las últimas veces fueron cuando tenía 7 u 8 años, me fascinaba verlo parado frente a mi, bajo la regadera, con su cuerpo cubierto de jabón y ver como la espuma del shampoo descendía por su fornido torso hasta adentrarse en sus abundantes y tupidos vellos púbicos y luego salir deslizándose por sus enormes genitales. Mi padre es de los hombres del tipo tosco, rudo y muy macho.

 No es muy alto (de uno 1.69) de tes trigueña, cabello y ojos negros, cejas pobladas, y barba y bigote abundantes lo que lo hace ver muy varonil y masculino. Sus brazos y piernas son muy velludos; pero si de músculos bien definidos sobre todo sus bíceps y pantorrillas. Su pecho es muy robusto y está adornado en el centro por un grupo de pelos negros bien rizados; aunque tiene algo de panza, porque le encanta beber cerveza, se ve muy bien. 

En fin lo admiraba mucho y nos llevábamos muy bien hasta que entre en la adolescencia y me distancie. Pero eso no quiere decir que deje de pensar en él, al contrario pase mucho tiempo masturbándome fantaseando con él. Al regresar del colegio, por las tardes, almorzaba conmigo y luego se marchaba a tomar su siesta, así que aprovechaba y me escurría en su cuarto para poder verlo; ya que pasábamos las tardes solos (mi mamá trabajaba todo el día y mi hermano estaba en la universidad). Así era como podía mirarlo acostado sin arroparse, sólo usando un ajustado y pequeño calzoncillo que dejaba ver todos sus dotes. Su verga, no es muy grande de unos 17 cm, pero si es mucho muy gruesa y cabezona, incluso cuando no esta erecta; eso es lo más impresionante que tiene, su gordo y oscuro miembro junto con sus enormes y peludos huevos. 

Cuando cumplí 17 años pude igualar su tamaño; aunque nunca su grosor; por cierto yo a diferencia de mi padre e igual que mi hermano soy alto, delgado y blanco, no conté con la suerte de parecerme a él. Una de esas tardes, recuerdo que fue un jueves, al ir a espiarlo no lo encontré como de costumbre y sin saber la razón me quede parado en el marco de la puerta y di unas pasos adentro del cuarto justo cuando él salía del baño, y cual fue mi sorpresa, acababa de darse una ducha y estaba completamente desnudo con una toalla sobre los hombros. No pude evitar el desviar la mirada en varias ocasiones, como comprenderán, y él obviamente lo notó; se me acercó preguntándome que pasaba para que lo buscaba, yo no pude decir nada, estaba aturdido, luego me dijo con un semblante muy serio -ahora tengo que irme pero mañana quiero hablar muy seriamente contigo- hasta ese momento pude reaccionar sólo para decirle que estaba bien y poder bajar a mi recamara. 

Pasé el resto de ese día angustiado, atormentándome y pensando en que ya sabía que era gay y peor aun que lo espiaba mientras dormía. El viernes siguiente no pude concentrarme en el colegio y al volver a la hora de la comida apenas y pude probar bocado, esperando que me dijera algo terrible; pero no fue así, terminó y se fue. Por uno momentos pude tener algo de alivio, limpie todo y justo cuando iba a quitarme el uniforme me llamó, quise huir, al segundo llamado tuve que subir. Él estaba acostado, en calzoncillo, esperándome. Me pare en el borde opuesto de la cama sin decir nada cuando habló -hijo quiero saber si alguna ves te has masturbado- esa pregunta me sacudió de pies a cabeza, pensé en cientos de respuestas como: “sí, lo hago todo el tiempo y pensando en ti” pero no, la única respuesta que pude dar fue: “no” y nunca imagine que esa respuesta me serviría más de lo que imaginaba. Me miró fijamente y dijo -bueno vamos a remediar eso, quítate la ropa y acuéstate- eso me puso aun más nervioso y no supe que hacer; por lo que tuvo que repetirlo con un tono más fuerte, así que irremediablemente y a pesar de mi miedo lo hice. 

Hay estaba yo acostado en ropa interior a lado de mi padre. Se incorporo un poco y luego dijo -nuca hice esto con tu hermano mayor, por lo que contigo será diferente- acto seguido puso su robusta mano sobre mis genitales y comenzó a masajearlos muy despacio, yo no lo podía creer, cuando se me puso del todo dura me retiro el calzoncillo y la sujeto firmemente diciéndome -vaya que la tienes grande…ya me alcanzaste- mi cuerpo estaba helado de los nervios; pero mi verga estaba caliente de la excitación. 

Él comenzó a masturbarme despacio y mientras aumentaba el ritmo me agarraba los huevos fuertemente -mira hijo hay varias formas de masturbarse una es despacio y muy suave, o darle muy rápido o como a mi me gusta jalarla muy duro- le pedí que me las hiciera todas y eso hizo. No tarde mucho en correrme por completo. Fue increíble nunca pensé que una de mis fantasías se hiciera realidad. Luego se volvió a costar y me dijo que era su turno, que quería comprobar que había aprendido algo. 

Yo no me rehusé ni por un instante, me senté a su lado y por fin pude sujetar su enorme paquete, que para mi asombro no estaba ni un poco erecto, lo que implicaba que tendría que empezar de cero (lo que me agradaba aun más). Lo masajeaba muy efusivamente por lo que me detuvo y me dijo que primero fuera gentil; así fue que empecé hacerlo despacio, con mi mano derecha, mientras que con la izquierda acariciaba sus piernas y huevos. Hasta que puede sentir como empezaba a crecer y endurecerse en mis manos su asombroso miembro. Cuando llegó a su plenitud tuvo que quitarse el calzoncillo, por la incomodidad, y hay estaba su verga, completamente rígida y dura tanto que se le saltaban las venas y el prepucio se corría descubriendo su jugoso y gran glande. Tuve que luchar contra el impulso de mamársela, que era lo que más añoraba en el mundo.

 Estuve masturbándolo largo rato, con movimientos duros e intercalándolos con movimientos más suaves y rápidos; hasta que con un fuerte suspiro terminó, su semen salía en incontables chorros que lo bañaron todo, incluso algunos llegaron hasta su espesa barba negra. Al acabar todo me dijo que nos diéramos una ducha para limpiarnos. Estando bajo el agua su verga ya estaba flácida; pero la mía aun no, estaba súper excitado de poder verlo y estar tan cerca de él. Me miró y dijo -¡anda! parece que no se te baja, pues que esperas para masturbarte otra vez para que se te pase- al ver que yo no conseguía lograrlo; me agarro de un arrebato y me puso contra, él dándole la espalda, y usando una mano me sujetaba del abdomen y con la otra me masturbaba. Esta vez fue mejor, ya que el poder sentir su cuerpo rozando el mío y sus abundantes vellos púbicos acariciando mi trasero me puso aún mucho más excitado que antes; tanto que no me contuve y le agarré las nalgas y se las apretaba incansablemente en cada movimiento, para luego acabar en un increíble orgasmo.

 Pasaron un par de días desde ese suceso y las cosas como si no hubieran ocurrido. Yo no tenía el valor de iniciar el tema y como él parecía no tener interés me desanimaba aun más; pero no quedaría tranquilo hasta que lo logrará de nuevo, y tuve mi oportunidad. Una noche que él volvía de sus salidas a beber yo me desperté, eran como eso de las doce, salí y lo ayude a entrar el carro (como hacia de vez en cuando) y a instalarlo en el sofá de la sala. Le quite los zapatos y la camisa y cuando le desabroche el pantalón aproveché y metí mi mano por debajo de su calzoncillo y empecé a manoseársela toda; pero él me sujeto y me dijo que no, que me fuera a dormir. 

Yo tuve que acceder y retirarme humillado y avergonzado a mi cuarto. Pero hay no acabaría la cosa, o no, eso no. Transcurrió una semana después del incidente fallido, cuando tuve mi segunda oportunidad y esa vez estaba decidido a conseguirla. Era un sábado, mi mamá y mi hermano avisaron que se quedarían a dormir en la casa de mis tíos, por lo que estaríamos solos; pero no contaba con que mi papá se fuera a beber esa noche; así que tuve que esperarlo largo rato. Cuando entró lo ayude a subir las escaleras (le dije que no podía dormir), lo acosté y le quite la ropa. Al estar sólo con los pantalones, me senté en la horilla de la cama y le dije: “se ve muy estresado, una buena masturbada lo relajará”, él me miro en silencio y luego accedió, aunque de no muy convencido. Me subí a la cama y le baje el pantalón y el calzoncillo hasta las rodillas y comencé mi faena de acariciarlo hasta que su poderosa verga alcanzara todas sus dimensiones; estuve largo rato masturbándolo con mi mano derecha mientras que con la izquierda frotaba los vellos de su ingle y luego le manoseaba sus peludos huevos. Al ver que no conseguía que terminará, él me pidió que desistiera -parece que hoy no hay suerte, mejor déjalo así- me dijo; pero esa no era mi intención; así que lo vi fijamente y le conteste: “le prometí que se relajaría y eso haré” y sin permiso o previo aviso me metí su verga en la boca y comencé a succionársela, y como no hubo resistencia alguna proseguí con confianza y muy motivado (porque al fin podía saborear el enorme miembro de mi padre). 

Tenía un olor muy fuerte que me excitaba y un sabor indescriptible que variaba entre salado y dulce, cuando salía un poco de líquido pre-eyaculatorio, me fascinaba. Él gemía y suspiraba y cuando no se pudo contener me decía -que bien se la mamas a tu padre…no te detengas, sigue chupándosela a tu padre- lo que me ponía a mil. Mientras se la mamaba de arriba a bajo me aferraba de sus gruesas piernas y él pasaba sus manos por mi cabeza empujándome para que me la metiera toda (lo que era difícil). 

Cuando dejaba de mamársela se la lamía como a una paleta de chocolate, dándole mordidas en el glande. Luego pasaba mi lengua por la base venosa de su miembro y después le chupaba los redondos y macizos huevos uno por uno. Cuando se me secaba la boca volvía a chupar su verga para humedecerme los labios y lengua, y poder continuar. Cuando él sentía que se venia me avisaba para que me detuviera. En una ocasión subí por su torso y comencé a chuparle el abundante pelo en pecho, me encantaba sentir como se encolchaban sus vellos en mi lengua.

 Después pasaba a sus redondos y oscuros pezones que estaban rodeados de más vellos negros bien rizados por la excitación, les daba tiernos besos y salvajes mordidas. Luego comencé a bajar por su estomago para detenerme en su ombligo y chupar los pelos que tiene en esa área y luego descender aún más hasta su ingle y retomar la labor de mamar su verga, que con tanto placer se había puesto más gruesa y caliente que antes. Llegó un momento en que no pare de succionar y su semen empezó a salir en numerosos y espesos borbotones de tibia leche, que no deje escapar, ni tan solo una gota. Su semen sabia delicioso y lo contuve un buen tiempo entre mi lengua y labios para saborearlo más. 

Después me incorpore, él me miro me agradeció (como si no hubiera sido nada en particular) y luego se puso a dormir; yo no lo podía creer, tuve que ir a mi cuarto a darme una gran masturbada para bajarme la calentura que traía; pero en el fondo no me quejaba en lo absoluto. A los días no pasó nada y lo sentía algo raro, parecía que tenía algún tipo de remordimiento; así que decidí dejarlo todo atrás y no perturbarlo más. Aunque lo que paso después me dejo en duda. Me dijo que si terminaba bien ese semestre me recompensaría; así que me puse a estudiar y lo conseguí. 

El día que le entregue mis calificaciones me felicitó con un fuerte apretón de mano; pensé eso era todo, que fiasco, pero otra parte de mi me decía que no tratara de hacer nada malo, que no lo molestara más. Pero esa noche, para mi sorpresa, él fue a mi cuarto a despertarme, como a eso de las dos de la madrugada; yo aun estaba algo dormido cuando lo vi parado frente a mí con una gran sonrisa. Él se acercó, puso su mano sobre mi cabeza y me dijo -esta verga es tu recompensa, ¡anda! que esperas para chupármela- Me senté al borde de la cama quedando justo frente a él, “es increíble mi padre quiere hacerlo; así que no lo decepcionare” pensé mientras pasaba mis mano por sus piernas y luego las subí hasta meterlas por debajo del corto bóxer que usaba. Con mi mano derecha se la sujetaba firmemente y le daba suaves movimientos y con la otra frotaba sus tupidos vellos. 

Cuando se le paró completamente se quitó todo, dejando el campo libre para empezar. Primero lo masturbe por unos momentos y luego comencé a mamársela lentamente con grandes chupetadas y lengüetazos; él se aferraba a mí mientras gemía y suspiraba con cada movimiento, y yo usaba mi manos para masajearle el culo y aumentar la excitación. Después de un rato me pidió que le chupara los huevos, que eso le gustaba mucho (y a mi también me fascinaba el poder sentir esas enormes bolas peludas en mi boca), lo hacia hasta que me pediera regresar a chuparle la verga y recoger más líquido pre-eyaculatorio. Estuve así hasta que me detuvo y me pidió que me acostara -ahora es tu turno- me dijo.

 Luego se subió sobre mí y me quitó la camiseta y calzoneta que tenia puesta; y como se imaginarán ya la tenia totalmente dura y muy sensible; así que cada ves que la succionaba el placer era increíble, la mamaba súper bien, como si no fuera la primera vez que lo hiciera, le encantaba saborearla con la lengua y los labios; por lo que se la restregaba todo el tiempo por toda la cara; el poder sentir los pelos de su barba y bigote rozarme la verga me hacía gemir como nunca antes. 

Cuando le rogaba que se detuviera, aprovechaba y me lamía por debajo de los huevos, descendiendo aún más hasta llegar a mi ano; que ya comenzaba a lamer con deliciosos movimientos circulares muy intensos, para luego empezar a meter uno de sus dedos, el placer que mi padre me estaba dando era indescriptible. Después fueron dos dedos. Yo ya no lo resistía, le pedía que me la metiera de una vez. Se detuvo por un momento -A ver entonces, si puedes aguantar la verga de tu padre- me dijo, mientras se hincaba frente a mí para sujetarme y abrirme bien las piernas.

 Comencé a sentir como su gorda verga entraba en mi culo poco a poco, muy despacio; experimentaba un intenso calor que se extendía dentro de mí. -Parece que hasta ahora aguatas, veamos si puedes con todo- terminado de decir esto la introdujo completamente de un solo, podía sentir sus vellos rozándome y el golpe de sus huevos en cada movimiento. Me aferraba a sus hombros y espalda, y me mordía los labios para no gritar. Él me veía fijamente con una mirada que nunca olvidare, era un deseo por poseerme que lo llenaba de placer. Sus envestidas eran brutales, lentas pero con movimientos fuertes y secos; podía sentir que me desgarraba y le decía entre gemidos: “sí papi rómpeme el culo, sí…papi” con cada jadeo que daba cobraba mas fuerza y vigor. 

La excitación era inmensa, estaba en la gloria. No pude alcanzarlo y termine antes, llenándome todo el pecho de semen; al ver esto me pidió que le diera un poco y eso hice, tomaba con mis dedos todo lo que podía y se lo daba en la boca. Él lo chupaba sin detenerse por un instante -que rico semen...apuesto a que quieres un poco- así que me dio a probar durante un intenso beso, su lengua se enredaba con la mía pasándome mi semen y su saliva. Cuando no pudo contenerse más aumento el ritmo de las envestidas y con un rápido movimiento la sacó y me hinque frente a él con la boca bien abierta para recibir su semen, los chorros eran incontables, me salpicaban toda la cara y cuerpo, y algunos entraron directo en mi boca.

 Cuado el último chorro cayo en mi lengua me dio otro beso y caímos rendidos uno al lado del otro, abrasándonos. Me dijo que lo que había pasado esa noche fue lo más intenso que había experimentado. Y desde entonces soy el amante de mi padre casi todas las noches me visita y me da de su tibia leche; pero esas son otras historias.


Las visitas del tío Sergio


Quedóse a dormir mi tio Sergio en casa y como mi recámara de dos camas, después de la boda de mi hermano, era para mi toda, al llegar de la universidad me dijo mi padre: - va a dormir tu tío en la cama de tu hermano; nomás no te pedorrees, cabrón. Saludé al tío, que se quedó platicando con el jefe y yo me fui a dormir. Me bañé y me metí a la cama: llevaba nomás puestos unos calzoncillos negros pero mi verga hacia sentir su presencia a través de la tela con una erección nocturna: la cabeza roja de sangre rozaba la fibra sintética con un roce que era goce. No me la chaquetié por respeto a la presencia de mi tío y ya me estaba quedando dormido cuando entró él y se comenzó a desvestirse a la luz anaranjada y cálida de la pantalla.

Primero se quitó la camisa dejando ver un velludo y poderoso tórax; luego de doblar la camisa y colgarla doblada en el respaldo de la silla, procedió a quitarse el pan- talón y aparecieron dos potentes piernas fuertes y peludas; los ojos se me cerraban por el sueño cuando me percaté que también se despojaba del calzón y de la camiseta: un bello pecho, ancho y velludo y una verga en todo el esplendor de su erección...¿la mía había provocado la suya? pues ahora la suya provocaba la mía...y si sacando mi mano de entre las sábanas agarrara esa poderosa verga...veloz deseché la tentación pero no pude erradicar el pensamiento y es que se trataba de la verga mas perfecta que yo había visto en mi vida: del matorral espeso y negro brotaba como columna nervuda y su glande perfecto resplandecía unos dos centímetros arriba del ombligo. Bien que mi tío se dió cuenta de mis espionajes, así como de mi erección y de mi sorpresa: estaba boca arriba y no pude disimular las palpitaciones de mi cálida verga y de sus intentos por levantar las sábanas. Mi tío se acostó, me dio las buenas noches y nos dormimos pronto.

Al día siguiente me levanté antes que él, me bañé y mientras me vestia observé otra carpa que se levantaba impertérrita en la cama de mi tío. Mi tío dormía o hacía que dormía, Al principio creí que mi tío había puesto una regla y movido de la cu- riosidad, al levantar un calcetín del suelo, alcé la sábana de mi tío por los pies y atisbé adentro, ¡caray! lo que vi me dejó perturbadamente sorprendido: una verga esplendida que surgía de dos enormes esferas negras de espesos matorrales; cuando bajaba respetuosamente la sábana mi tío movió un pie y al mirar su cara creí distinguir una apenas dibujada sonrisa. Luego me fui a la universidad. En la noche cuando llegué del juego de basquet mi padre me advirtió: - no prendas la luz; tu tío ya duerme.- ¿duerme? ¡cuál dormir! estaba asechando el cabrón en la oscuri- dad como león sobre su presa. Con la luz que daba de afuera por una ventana vi que la sábana le cubría hasta debajo del ombligo señalando el camino de pelos negros ensortija- dos el nacimiento de esa verga que en la mañana había divisado. - buenas noches, tío. - ya no me digas tío, ni me hables de usted; dime Sergio...¿de donde vienes? - yo le plati- qué del juego mientras me desvestía hasta quedar en calzón y camiseta. Entonces me dijo: - ¡quítate también el calzón y la camiseta! ¡quiero ver si no eres puto! es sano dormir desnudo.- y aspiró el final de su cigarro. Mientras lo apagaba me apresuré a desvestirme para meterme a la cama porque ya sentía yo venir una erección en toda su gozosa fuerza..

Entonces me llamó: - Ven acá, pendejete, no tengas temor, tu y yo somos machos pero vamos a jugar un rato con estos instrumentos que nos dio la sabia Naturaleza para gozar y sentir chido..- yo tenía mis manos tratando de tapar lo manifiesto: mi ereccion plena.- a ver déjame ver eso que tratas de esconder, déjame adivinar, que será, que será..- y de pronto sentí su fuerte mano agarrar mi verga, que a su contacto respondió palpitando como corazón recién arrancado de una presa mayor. Poco a poco me fue atrayendo hacia él, agarrado como estaba de mi atributo, alzó las sábanas y me metió junto a él mientras me mandaba callar con un suave shshsh. Mi corazón palpitaba con fuerza y había perdido la lengua. Cuando me tuvo a su lado me fue urgando desde el pecho hasta los testiculos. Mi verga amena- zaba con explotar y de su ojo destilaba la crema preparatoria. entonces me alzó y me sentó sobre sus fuertes piernas de tal modo que mi verga quedó sobre la suya derramando ese hilillo de precum sobre su rojo glande que me pareció un hongo maravilloso. Ayudado de las dos manos frotó mi verga sobre la suya y me hizo que las dos resbalaran una sobre otra produciendome tal placer. Apoyé entonces mis manos en su velludo y for- nido pecho. Así estuvimos un rato jugando al resbalón hasta que sintió que me iba a venir y entonces me dio una orden: - chúpame las tetillas, cabrón - Ni tardo ni perezoso baje el rostro encendido hasta la altura de su pecho, de su tambor madera bellisimo tórax y res- tregué mi nariz en la pelambre negra sorbiendo olores machos, sudor y semen.

Cuando mi nariz topó con la meta, veloces los labios chuparon esa tetilla y luego suavemente la mor- dizquearon haciendo gemir a mi tío. Cuando le tocó el turno a la otra, estaba ya tan enar- decido que la raspé con entusiasmo con la lengua. Su doble y largo gemido de gozo me calentó aún más. Para esto mi falo había ido a parar entre sus muslos velludos y con un lento movimiento de arriba a abajo la masajeaba. Y cuando ya no pude aguantar mas la inocente y se hinchaba para descargar su leche, mi tío tensó los músculos de las piernas y me vine con un fuerte suspiro. Recosté mi cabeza sobre su bellísimo pecho y me aca- rició el pelo sudoroso. Cuando me reponía sentí bullir la sierpe enorme debajo de mi pe- cho. Instintivamente fuime deslizando hacia abajo hasta que mi nariz estuvo a la altura de su ombligo. Ya su verga ingente había dejado su huella de precum sobre mi pecho. Con mi nariz toqué el frenillo del glande. -¡Lámela!- fue su súplica. Puse suavemente mis labios sobre ese hongo enorme saboreando por primera vez dicha riquisima crema. Con la saliva que fluia de mi boca devoré el glande y ahí me detuve: no habia cupo para más. Con mi lengua masajie la roja cabeza durante un buen rato escuchando los gemidos de placer de mi tío; luego con mi incipiente bigote raspé el frenillo. Mi verga erecta en su plenitud era masajeada por sus robustas piernas. Entonces ambos alcanzamos el para- íso: yo me vine entre sus rodillas al mismo tiempo que recibía el diluvio de leche y miel sobre mi cara.

Apenas alcancé a cerrar los ojos y recibí los chizguetes en mi boca, en mis ojos, en mi pelo. Después de venirse con sus potentes brazos me subió hasta él y me besó y me lamió saboreando su propio semen. Descansé exhausto sobre su mullido pecho ambos embarrados con la esencia del macho, felices, somnolientos. Descabezamos un sueñito reparador y nos metimos los dos debajo de la regadera. Me enjabonó todo el cuerpo y mi pelo que había quedado pegajoso con su semen. Cuando con el jabón llegó hasta mi verga y mis huevos el enjabonamiento se convirtió en delicada caricia, luego se hincó ahí debajo del chorro de agua y comenzó a lamer mis huevos haciéndome gemir y provocándome la terceras erección, luego devoró mi verga justo para dejar verter la tercera descarga de mi semen...¡bendito sea mi tío Sergio y sus esporádicas visitas! El me había abierto nuevos horizontes a mi sed de placer: además del incomparable sabor de la mamada, ese resbalar de vergas con el aceite del precum. Por esos años yo tenía una novia con la que casi diario cogía o en su boquita me venía, pero una que otra noche recordaba al tío y deseaba su visita. Y así fue...un día que llegué muy noche a la casa encontré un recado de mi padre: TU TIO SERGIO DUERME EN TU RECAMARA NO HAGAS RUIDO. Con saltos de regocijo abrí la puerta y el cabrón de mi tío me estaba esperando y como había oído mi entrada a la casa ya me tenía preparada una espléndida erección.

Me desvestí como de rayo, me metí a su cama donde me esperaban sus fuertes brazos. Me hinqué entre sus piernas abiertas y me quedé admirando un rato la bella columna de carne maciza coronada con ese rojo hongo que destilaba de su ojo un hilillo de crema. La saliva llenaba mi boca cuando escuché -Toda tuya, cabrón-. Entonces con mis dos manos agarré ese poste de carne y lo restregué en mi pecho con su vello incipiente, y en mis tetillas hasta hacerlo gemir de deleite; luego con mis manos uní ambas vergas (la mía era un poco menor que la de mi tío) y aprovechando el precum hice resbalar la mía sobre la pista aérea que era su enorme verga, y ese roce pi sin fin me llevó de nuevo al éxtasis divino ¡dos vergas que huían de la ley del túnel para al- canzar el gozo supremo merced a su libertad de troncos macizos flotantes sobre un río!

Al año de su última visita a mi casa, llegué a conocer el rancho donde vivía el tío Sergio. Por medio de mi padre, me invitó a pasar unos días en su hacienda del Breñal. Con esta invitación resulte ser el primer sobrino oficialmente invitado. La hacienda era un viejo casco muy bien restaurado y acondicionado en el que vivía, trabajaba y medraba el soltero más discutido y rebelde de la familia.

Cuando llegué al rancho me recibió un muchacho fornido y sumamente velludo que me ayudó a subir mi maleta hasta la habitación que había asignado mi tío y que estaba al lado de la suya, según me indicó Omar, que así se llamaba el oso peludo. Omar ostentaba una barba muy poblada y bien cortada, unos bigotes espesos de un color entre rojizo y castaño. Me informó que mi tío llegaría hasta las 7:00 PM: había ido a arreglar un asunto de pago de impuestos en la cabecera municipal. Omar se puso a mis órdenes: ¿me gustaría tomar un baño de poza?. A quince minutos de la hacienda había una de limpias aguas aunque algo fría. En el camino me platicó que la poza tenía una leyenda y que llevaba el nombre de la poza del ahijado.

Me contó que según las historias del pueblo había una vez un muchacho que no encontraba padrino para hacer la primera comunión y que desesperado pronunció estas palabras: "si el diablo quisiera ser mi padrino...". El muchacho se fue a bañar a dicha poza y cuál no sería su sorpresa que de pronto se le presentó un forastero bien parecido, muy fuerte y velludo, que se desnudó y se metió a la poza con él. El muchacho entonces sintió que el agua fría se calentaba y al hacérselo notar al cholo éste le respondió: "pues como no se va a calentar si mi fierro esta al rojo vivo...ven y tócame aquí" el muchacho dejó que le condujera la mano hasta el pecho del fornido forastero poblado de abundante vello. El muchacho bajó la mano hasta agarrar la verga y sintió que su mano se quemaba de lo caliente que estaba. Y el diablo fue su padrino. Al llegar a la poza me desnudé y me zambullí en ella, y aunque bastante fría me borró el cansancio del viaje.

Omar me siguió y después de nadar un rato le pregunté que donde se había dejado el diablo agarrar la verga. Me llevó hasta una roca sumergida totalmente pero a poca distancia de la superficie y ahí nos sentamos a platicar. Desnudos completamente como estábamos intimamos y a pesar de la refracción del agua clara me di cuenta que su verga estaba en erección. Omar era un oso perfecto: tenía vello en todo su cuerpo y en la zona púbica era tal el matorral negro que aun así era difícil esconder su roja cabezona verga. "¿A poco se te paró la verga con esta agua tan fría?" A esta pregunta el me respondió con una invitación: "¿Quieres tocarla? ¡Adelante!" Mi mano ni tarda ni perezosa buscó y agarró la verga sumergida, que resultó no ser tan corta y que efectivamente a pesar del agua fría despedía un calor sabroso. Mi mano se distrajo acariciando ese maravilloso instrumento.

El puso su ancha mano sobre mi pecho y pellizco suavemente mis tetillas, luego la bajó hasta agarrar mi verga más en explosión que en erección y así nos estuvimos un buen rato callados gozando nuestro tacto de las formas y texturas de nuestras vergas duras como la piedra en la que estábamos sentados. Mi sabia mano buscó y halló los huevos escondidos y los acunó dejando que el rudo vello hiciera cosquillas en la palma. De pronto Omar se hincó sobre la piedra sin permitirme que dejara el preciado objeto que apretaba mi mano de tal manera que salió a flote recreando mi vista. Vi que sus ojos me suplicaban hiciera los honores al instrumento y mi boca se acercó hasta la cabeza de la verga y la llené de besos apasionados....hasta sentir, muy pronto para mi placer, un baño de rico semen en mi cara agradecida; mientras saboreaba esa crema, fuerte como era me agarró y me sentó sobre su verga que aunque acababa de eyacular seguía dura como helada paleta; la punta de su bella verga husmeaba curiosa la entrada de mi temeroso culo cuando de pronto me vino la imagen de mi tío a la cabeza. Acaricié el abundante vello de su pecho fornido y di un salto fuera de la poza. "Perdóname Omar pero no vaya a ser que llegue mi tío..." El se sonrió maliciosamente: "No te preocupes de Sergio.

El comprende. Me debes una lechada de las tuyas...y si es en mi boca, mucho mejor" Regresamos a la hacienda de mi tío, me bañé y el calor sabroso de la tarde me hizo quedarme dormido desnudo sobre la colcha de la cama. Pasaron más o menos dos horas de sueño reparador... Una mano, a la vez delicada y callosa sentí se posaba sobre mi espalda. ¡Mi tío estaba ahí! Había oscurecido. El sobresalto que me provocó su mano llegó hasta mi verga llenándola de cálida sangre. Aunque a medio oscuras pero alcancé a vislumbrar su silueta despojándose de los pantalones, así que permanecí boca abajo abrazado a las tibias almohadas y un estremecimiento recorrió mi espalda tensando brazos y piernas mientras apretaba mis nalgas a la vez llamando al que se desvestía de su última prenda. La espera se me hizo eterna, tal era la sed que mi cuerpo sentía de su velludo y cachondo cuerpo. Primero sentí en mi espalda morena y desnuda el suave cepillo de su negro y abundante vello del pecho, al mismo tiempo que juntaba su barba rasposa y olorosa a tabaco y sudor a mi mejilla. Ninguna palabra vino a enturbiar tal celestial momento.

Un caliente rodillo de carne maciza se posó suavemente sobre mis nalgas apretadas y firmes clausurando la dulce barranca. En realidad esa verga parecía decir: "déjame tan sólo descansar...no pretendo ir más hondo". Sentí su vello todo erizarse dulcemente sobre mi piel tibia, desde las pantorrillas hasta la barba: todo mi cuerpo envuelto en su cálido vello se transfiguraba de segundo en segundo haciendo palpitar a mi verga sobre la colcha. Estaba en el Jardín del Paraíso, cobijado por el vello de un macho muy macho. Luego se irguió un poco y comenzó a rasparme y a masajearme con su barba y su bigote mis brazos y mis manos. Luego con ese magnífico cepillo me raspó sabrosa- mente la espalda. Luego se dio la media vuelta con el rostro hacia mis pies e hizo igual trabajo sobre mis nalgas apretadas que con tan dulce raspado cedieron su tensión y se ablandaron recibiendo en premio suaves mordidas en toda su hemisférica extensión.

Ahora su verga poderosa descansaba sobre la unión de mi nuca y la espalda. Era capaz mi piel de sentir la humedad de su precum. Luego su barba bajó hasta los muslos raspándolos más violentamente hasta llegar a mis pantorrillas. El excelente trabajo alcanzó los pies: ahora su verga tocaba con la punta roja el final de la espalda y el principio de las nalgas. ¡ay, tío mío! ¡cuán sabia es tu verga, tu vello, tu boca...! Eres el maestro de todos los osos buenorrones que transitan por el mundo! Cuando su verga nervuda llegó a la cumbre de mis dos nalgas que se habían vuelto a apretar, fue sentir el baño de semen sobre de ellas que venirme al mismo tiempo mi verga apretada sobre la colcha. Mientras mi verga sollozaba su crema espesa un hilillo de semen de mi adorado tío bajaba hasta mi tetilla izquierda. Y apenas era el recibimiento que me daba mi tío...¿Qué me esperaba para los siguientes días?

Espero les haya gustado mi historia con mi tío Sergio. Es real y aun continuamos haciendo todo esto. Tiene la verga más rica del mundo y un cuerpo fenomenal. Escríbanme a susanaweaver@yahoo.com


Mis mejores Vacaciones


Cuando tenía 12 años pasé unas de las mejores vacaciones de mi vida. Ya en ese entonces sabía que yo era un poco diferente al resto de mis amigos. Me llamaban la atención otros muchachos, e incluso ya desde antes, con un primo de mi edad había jugado un juego inventado por él que consistía en perseguirnos uno al otro y el que era perseguido, al ser alcanzado, se le agarraba el pene y no se le soltaba hasta que chiflara una tonadita. Recuerdo que el juego era bastante inocente, pero yo lo jugaba con excesivo deleite, y disfrutaba mucho agarrando el pequeño pene de mi primo tanto como que él me agarrara el mío. Incluso a veces fingía no poder chiflar de la risa, cuando en realidad lo que quería es que me siguiera tocando.

Pues bien, mas o menos por aquel tiempo mis padres me enviaron a pasar las vacaciones de verano con una hermana de mi mamá y su marido, que tenían una tienda de abarrotes en una pequeña ciudad. La tienda daba frente a la calle y ellos vivían en la parte posterior. A escasos metros de su casa pasaba un río que era pura diversión para mí, por lo que la idea de pasar allí el verano me encantó. Por otra parte, los tíos no habían tenido hijos, por lo que eran bastante permisivos y no andaban cuidándome todo el tiempo, por no hablar de que se la pasaban trabajando en la tienda todo el día y yo podía vagar a mis anchas sin nadie que me vigilara.

Por si todo eso fuera poco, apenas llevaba una semana con ellos cuando un día, a media mañana, al entrar a la casa sorprendí a mi tío desnudo, tomando una ducha con la puerta del baño abierta. Me quedé mudo. Nada de lo que hubiera visto o imaginado se comparaba con aquel espectáculo. Mi tío era un hombre como de 40 años, bastante guapo y viril, de piel apiñonada y muy tostado por el sol. Tenía un cuerpo recio y fuerte, completamente cubierto de espeso vello negro.

Mi tío no se dio cuenta de que lo estaba mirando, y dándome la espalda se enjabonaba mientras el agua corría por su cuerpo. Tuve una erección inmediata, y hubiera dado cualquier cosa por que mi tío se girara y pudiera verlo de frente, pero antes de que eso sucediera él cerró la llave del agua y tomó una toalla en la que se envolvió antes de que pudiera ver algo más. Salí rápidamente sin que él se diera cuenta. A partir de ese momento, su imagen en el baño se me hizo una obsesión.

Había una pandilla de niños con los que solía jugar, sobre todo en el río, donde nadábamos casi a diario. Yo vivía en un estado de perpetua excitación. Ninguno usaba traje de baño, todos nos metíamos en truza, que al mojarse se transparentaba completamente. Casi siempre terminábamos luchando en el agua, toqueteando nuestros cuerpos mutuamente, con juegos que ahora puedo ver eran bastante sexuales.

De cualquier forma, mi verdadero interés era mi tío, pero él era el tipo más normal del mundo y apenas si me prestaba atención. Al no tener hijos no estaba muy acostumbrado a vivir con niños, y aunque ya tenía 12 años, él me seguía viendo como un niño solamente. Sin embargo, me daba cuenta de que a Román si le prestaba mucha atención. Román era un muchacho como de 16 o 17 años que les ayudaba a mis tíos en la tienda, y era el hermano mayor de algunos de los niños con los que yo jugaba.

Román era bastante guapo. Rubio, de ojos azules y cara de ángel. Su cuerpo espigado de adolescente y un aire serio y trabajador lo hacían igual de inaccesible para mí. Varias veces traté de hacerme amigo de él, pero Román casi no tenía tiempo de platicar conmigo, porque mis tíos lo ocupaban todo el día, sobre todo mi tío, que siempre andaba con él en la camioneta de un lado a otro. Me hubiera encantado acompañarlos, pero rara vez me dejaban. En la única ocasión en que lo hice, noté que mi tío tenía mucha familiaridad con Román, tanta que hasta me sentí celoso del muchacho, pues yo quería esa atención para mí.

Después de dos semanas, acechando a mi tío para verlo aunque sea por unos instantes mientras se bañaba o se cambiaba, lo cual logré en muy contadas ocasiones, mi tía me dijo que debía salir de viaje por dos semanas, dándome a escoger entre acompañarla o quedarme con mi tío. Por supuesto elegí quedarme.

Esa primera noche sin mi tía casi ni dormí, ideando la forma de acercarme a espiar a mi tío. Me quedé despierto tan tarde, que de madrugada y en absoluto silencio entré en su recámara. Mi tío dormía en calzones, sin taparse con nada debido al calor. Me demoré mirándolo todo lo que quise. Estaba boca abajo roncando suavemente y me asomé entre sus piernas flexionadas, mirando sus nalgas y sus huevos, aplastados por su propio peso y cubiertos únicamente por la blanca truza. Esperé hasta que se giró boca arriba, y el bulto de su sexo bajo los calzones capturó toda mi atención. Después de casi una hora me fui a dormir, masturbándome enseguida, con las imágenes de mi tío aun frescas en mi memoria.

Al día siguiente me levanté tarde, y ya mi tío estaba trabajando en la tienda, con Román como única ayuda. Esa noche me volví a quedar despierto, para espiarlo de nuevo, pero cuando se suponía que ya debería estar dormido, vi una sombra salir de su recámara. Me paré inmediatamente y vi que mi tío se había levantado. Sin pensarlo más, lo seguí sigilosamente. Se dirigió a la tienda y entró en la bodega, donde yo sabía que dormía Román. Más decidido que nunca, esperé unos segundos y me acerqué hasta la pequeña ventana de la bodega, tratando de no hacer ruido. La luz de farola iluminaba tenuemente la bodega, y me permitía ver mas o menos bien la pequeña cama donde Román dormía.

Mi tío llegó hasta los pies de la cama. Se quedó mirando el cuerpo casi desnudo de Román, que también dormía solo con la truza puesta. La mano velluda y fuerte de mi tío se empezó a deslizar por las piernas blancas del muchacho, llegando hasta sus nalgas. Se las acarició por varios segundos, metiendo finalmente la mano bajo la truza para acariciarle la raja, los glúteos, y finalmente, el ano.

Los calzones de mi tío mostraban para entonces un enorme bulto debajo. La silueta gorda y erecta de su pene se dibujaba claramente y decidido, lo vi tomar la truza de Román entre las manos y deslizarla hacia abajo, dejando al muchacho completamente desnudo. Con el movimiento, Román despertó, y mi tío le indicó que se quedara callado. Román no hizo ningún intento de luchar, por lo que supuse que no era la primera vez que sucedía, aunque tampoco se veía contento. Puso cara de resignación y cerrando los ojos escondió la cara en la almohada. A mi tío eso no le importó. Rápidamente se quitó los calzones y se montó sobre la espalda de Román. Con sus gruesas y peludas piernas separó las del muchacho y abriéndole las pequeñas y blancas nalgas con las manos procedió a penetrarlo.

Al parecer, Román estaba demasiado apretado, porque por más intentos que hacía, la verga de mi tío nomás no entraba en el agujero del muchacho. Los gestos de dolor en la cara de Román me indicaban que los intentos de mi tío estaban lastimándolo mucho, y mi tío insistía cada vez con más ahínco. Finalmente, el propio Román estiró una mano hacia atrás y tomó la verga hinchada de mi tío, dirigiéndola hacia el punto correcto, mientras alzaba las nalgas para lograr la posición adecuada. La verga debió entrarle entonces, porque lo vi morder la almohada con desesperación, y el culo gordo y peludo de mi tío empezó a subir y bajar sobre el larguirucho cuerpo de Román.

Comencé a masturbarme. Mi tío se cogía a Román salvajemente, y el chico, crispado de dolor se aferraba a las sábanas, dejándose usar solamente, sin disfrutar para nada con todo aquello. Hubiera cambiado de lugar con él sin pensarlo dos veces, y la mera idea fue suficiente para hacerme venir casi al instante. Regresé a mi recámara antes de que mi tío terminara, y pocos minutos después lo vi pasar silenciosamente frente a mi puerta, para escucharlo roncar poco después.

Al día siguiente me propuse hacer todo lo posible para que mi tío se diera cuenta de que yo estaba más que dispuesto a coger con él. Pero todo fue en vano. Mi tío me ignoraba como siempre y esa noche terminó de igual forma que la noche anterior, con mi tío montando al reticente Román, que con todo y su disgusto tuvo que darle acomodo a los 18 centímetros del peludo y grueso pito de mi tío.

Después de volver a masturbarme mientras los veía coger empecé a idear un plan para lograr mi objetivo.

A la mañana siguiente abordé a Román y le dije que sabía perfectamente lo que hacía por las noches con mi tío. El muchacho palideció, y trató de explicarme que no lo hacía por gusto, que mi tío era un cochino, que aprovechaba las salidas de mi tía para cogérselo, con la amenaza de correrlo si no accedía, y que como necesitaba mucho el trabajo, se había visto forzado a aceptar sus eventuales cogidas. Entonces le dije que debía pedir permiso para faltar una semana, o de lo contrario le contaría todo a mi tía. Muy a su pesar lo hizo. Mi tío se puso como loco, le negó el permiso, le dijo que estaba solo en la tienda y necesitaba su ayuda, pero yo le prometí a mi tío que lo ayudaría en su ausencia, y finalmente Román se marchó, dejándome a solas con mi deseado tío.

El primer día sin Román no pasó nada. Hice mi mejor esfuerzo en la tienda y poco a poco mi tío se fue calmando al ver que de verdad yo podía ayudarle. En la noche esperé despierto por si a mi tío se le ocurría que también yo podría aliviar sus demás necesidades, pero al parecer no se le ocurrió. Decidí forzar las cosas un poco y no perder más tiempo.

Al día siguiente la jornada de trabajo fue igual. Para la tarde, después de hacer las cuentas y cerrar la tienda nos fuimos a cenar y ya más tarde a dormir. Ahora mi tío se veía más inquieto, y supuse que ya andaba con ganas de sexo otra vez. Esperé a que se acostara y entonces fui a su recámara. Estaba acostado leyendo, con los calzones como única vestimenta. Me relamí de gusto al poder admirar de cerca su cuerpo velludo y fuerte. El deseo recorrió mi cuerpo y seguí adelante con mi plan.

Le dije a mi tío que no me sentía bien, que al parecer estaba empezando a resfriarme, y que mi madre en esas ocasiones acostumbraba ponerme un supositorio muy efectivo para prevenir el resfriado, pero que no podía ponérmelo yo solo. Mi tío me creyó todo, y le di entonces el paquete de 5 supositorios de glicerina que había comprado esa tarde. Eran de adulto, los más grandes que encontré en la farmacia y mi tío abrió el paquete y sacó uno de ellos.

Me acosté en su cama boca abajo, pendiente de su reacción. Mi tío se puso a mis espaldas y al ver que yo no hacía ningún movimiento me bajó los calzones él mismo. Mis nalgas pequeñas y firmes ya prometían en ese entonces llegar a ser un culo masculino y apetitoso. Vi que a mi tío se le iluminaba la mirada, pero controlándose procedió a abrirme las nalgas. Mi culito rosado y apretado era un pequeño ojito que requería su atención. Mi tío mantuvo mis nalgas separadas y acomodó el supositorio en mi pequeño agujerito. Moví un poco el culo al sentir la punta del supositorio y mi tío lo empujó suavemente. Me quejé un poco, de placer, pero haciendo creer a mi tío que era de dolor, y él trató de hacerlo más despacio todavía. Miré disimuladamente su entrepierna, y para mi satisfacción me di cuenta que su verga ya estaba más que erecta, aunque mi tío trataba de esconderla. Alcé más las nalgas, logrando que me entrara un poco más y que mi tío pudiera admirar mi culo extendido y abierto. El me mantuvo las nalgas separadas, apretándolas y soltándolas, obligando de esa forma que el supositorio entrara lentamente y excitándose con eso tanto como yo.

Finalmente terminó de meterme todo el supositorio, pero yo empujé hacia fuera y casi logré sacármelo por completo. Mi tío impidió que se escapara completamente y volvió a metérmelo, de tal forma que ambos nos calentamos más todavía. Le dije que con su dedo me lo empujara profundamente para que ya no se saliera y él estuvo encantado de hacerlo. Su dedo, más largo y grueso que el supositorio tocó mi ano y yo suspiré de placer. Me lo empezó a meter lentamente y yo me acomodé contra su mano, alzando la grupa hasta que todo el dedo estuvo dentro.

Mi tío para entonces ya estaba bastante excitado. Se agarraba el miembro casi sin darse cuenta, respirando de forma afanosa y entrecortada. Entonces le dije que sentía que por dentro el supositorio parecía querer salírseme, y que su dedo no entraba tan profundo como debería, que buscara otra cosa que meterme, más larga, para poder empujarlo más hondo. Apenas si pudo contestarme. Me dijo que no podía imaginar qué cosa serviría para eso, y yo alargando una mano le agarré su pito largo y grueso. Algo como esto, le dije.

Ya no me contestó. Se quitó los calzones inmediatamente y su verga peluda y grande saltó libre y dura. Casi ni tuve tiempo de admirarla como me hubiera gustado. Mi tío se puso a mis espaldas, decidido a darme el remedio que le estaba pidiendo y con un goce inmenso lo sentí acomodarlo entre mis nalgas y poco después empujar con fuerza para abrir mi culito apretado y ansioso de recibirlo. La sensación fue tal y como la había soñado. La verga caliente y dura traspasando mi carne, abriéndome con dolorosa pero deliciosa fuerza, empujando, forzando, y yo cediendo, comiendo, aceptando su voluntariosa entrada, acoplándonos en algo más allá de toda descripción.

Mi tío me dejó ir la verga completamente, y yo la acogí hasta sentir su peludo vientre rozando mi espalda, hasta que sus huevos golpeaban entre mis piernas y su jadeo cadencioso me hizo saber lo mucho que estaba gozando. Me esmeré en que notara la diferencia entre coger con alguien que no lo desea, como Román, y alguien como yo que disfrutaba y agradecía tenerlo en mis entrañas.

Esa noche me cogió dos veces más, ya sin la necesidad de hacerle el cuento del supositorio, y cada una de ellas fue algo espectacular para mí.

Los días siguientes fueron todos un juego que nunca voy a olvidar. Durante el día, trabajando en la tienda, yo no perdía oportunidad para meterle mano a mi guapo tío. Me escabullía bajo el mostrador mientras él atendía a algún cliente y le bajaba la cremallera de los pantalones. Encontraba entonces su gordo pene dormido entre la maraña de pelos negros y lo lamía como si fuera una deliciosa paleta. Mi tío disimulaba con el cliente y yo no lo soltaba hasta lograr que su verga estuviera tiesa y goteando de excitación. Entonces lo dejaba y él se apresuraba a terminar con el cliente mientras yo me iba a la bodega y un minuto después, entre los sacos de azúcar y las cajas apiladas lo dejaba bajarme los pantalones y meterme el pito exigente y duro entre mis nalgas y terminar cogiendo de prisa, antes de que otro cliente reclamara su atención.

Yo a él no me lo cogía nunca, aunque si me dejaba juguetear con su culo, lo cual me fascinaba. Tenía un par de redondas y masculinas nalgas, velludas y duras, y su ano oscuro rodeado de pelos era algo que me encantaba acariciar. Me dejaba tocárselo y a veces meterle un dedo. Una noche me dejó meterle uno de los supositorios que había utilizado para seducirlo y tuvo que confesar que la sensación era deliciosa. En la tienda, para provocarlo, a veces le agarraba las nalgas sin que nadie se diera cuenta. Eso lo excitaba, aunque procuraba ocultarlo. Trataba siempre de sorprenderlo. En una ocasión en que platicaba con un cliente, me puse a su lado, y sin que la otra persona se diera cuenta deslicé mi mano por la parte trasera de su pantalón, llegando hasta sus nalgas. Mi tío me miró, pero no me dijo nada para no delatarnos delante del cliente. Mi mano descendió entre su raja velluda hasta tocar el aro caliente de su entrada trasera. Le metí un dedo y mi tío sólo se acomodó un poco mientras tragaba saliva y me miraba alarmado. El cliente no se iba y aproveché para meterle un segundo dedo. Cuando finalmente se marchó mi tío me arrastró hasta la bodega. Su erección era de campeonato. Me la metí en la boca completamente y se la mamé mientras volvía a meterle un par de dedos en el culo y su leche caliente y melosa inundó mi garganta. En venganza, en cuanto terminé la mamada mi tío me dio la vuelta y me bajó los pantalones, dejándome el culo desnudo. Mirando a su alrededor buscó en el almacén y regresó con una gruesa y larga zanahoria. Protesté entre risas, pero me la metió hasta que mi lleno y dilatado agujero parecía reventar. Eso volvió a calentarlo y cambió la zanahoria por su igualmente grande y grueso vergón, y el cambio entre la dureza del vegetal y la caliente herramienta de mi tío fue grandioso.

Las noches en la casa fueron variadas. Me cogía en el baño mientras nos duchábamos juntos, en la sala me sentaba sobre su verga dura mientras mirábamos televisión y yo empalado pretendía seguir la trama del programa. Pero lo mejor siempre fue en su cama, donde dimos vuelo a la imaginación y disfrutamos del sexo tanto como quisimos.

Al regresar mi tía, y volver también Román, llegó el fin de mis vacaciones. Todavía pasé un par de días más con mis tíos, pero las cosas ya no podían ser iguales. Camino de la estación para regresar a mi casa, mi tío me hizo prometerle que regresaría el próximo verano. Y yo cumplí esa promesa todos los años. Aún hoy, casi 15 años después, todavía de vez en cuando encuentro el tiempo y la oportunidad para hacerle una rápida visita a mi tío y revivir aunque sea un poquito la magia de aquellas vacaciones.

Autor:Altair7@hotmail.com




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