viernes, 24 de febrero de 2012

Baño Compartido

Hacía solamente unos días que estaba en la ciudad y me hospedaba en una pensión barata del barrio viejo. Una de esas pensiones con un solo baño por cada cuatro o cinco habitaciones. Una noche, regresaba a mi cuarto tras haber bebido algunas copas y, antes de irme a dormir, quise entrar en el lavabo.

Al abrir la puerta me encontré de frente con un osazo tremendo dándose una ducha. Parecía no haberse dado cuenta de mi presencia y aproveché para no perderme detalle de aquel cuerpo tan suculento que chapoteaba, bajo el chorro de la ducha. Debía medir cerca de 2 metros y pesar más de cien kilos. Lucía una espesa barba y todo su cuerpazo estaba cubierto por una extensa capa de oscuro vello. Por si fuera poco, una enorme polla sin circuncidar colgaba entre sus piernas. Una polla digna de un negro. Me quedé absolutamente embobado y noté que algo comenzaba a endurecerse entre mis piernas.

El gigante se dio la vuelta y me miró sonriente. No parecía sorprendido por mi presencia.

- Perdona, no sabía que hubiera alguien.- respondí, un tanto azorado.

- Tranquilo. Siempre es agradable recibir un visita inesperada. .- Y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro, mientras se acariciaba su descomunal aparato.- ¿Te gusta lo que estás viendo?

- Sí, mucho.- y casi sin darme cuenta, me llevé la mano al paquete que parecía querer reventar dentro de mis ajustados vaqueros.

- Pues vamos a un sitio donde podamos estar más tranquilos, no vaya ser que aparezca algún otro invitado inesperado. Por esta noche, contigo ya tengo bastante. Mi habitación es la número 9.

El osazo sacó su enorme corpachón de la ducha y poniéndose una toalla en la cintura me indicó la salida del cuarto de bañó. Salí sin rechistar y avanzamos en silencio por el pasillo de la vieja pensión. De pronto, sentí como su enorme mano agarraba una de mis nalgas y apretaba con fuerza mientras un murmullo de aprobación salía de sus labios.

Llegamos a su habitación y nada más entrar, aquella mala bestia me empujó sobre su cama, abalanzándose, a continuación, sobre mí. Debía pesar como unos 120 kilos, pero en aquel momento no me importaba nada, sería capaz de soportar hasta dos toneladas. Nuestras pollas se encontraron entre nuestros cuerpos y empezaron a restregarse entre sí. Mi verga, tan rígida que me dolía, se apretaba contra su duro vientre y podía sentir la masa dura y gordísima de su rabo.

Me dio la vuelta y me puso las manos sobre las nalgas y empezó a jugar con ellas, separándolas y abriéndolas, mientras con la punta de su dedo índice me hacia cosquillas en el agujero del culo. Mientras me tocaba de aquella manera acabó haciéndome girar la cabeza cubriéndome el cuello y la cara de besos apasionados y salvajes.

Después puso sus carnosos labios sobre los míos en un beso monstruosamente bestial. Sentí como me separaba los labios con la lengua y se insinuaba dentro de mi boca para acariciarme el paladar. Introducía su lengua en mi boca lo más profundamente que podía. Sentía como la saliva resbalaba por entre las comisuras de mis labios y se mezclaba con la suya. Hundía su lengua tan profundamente que por un momento creí ahogarme.

Mi cuerpo se inundó de un hormigueo placentero, sobre todo porque mientras tanto el animal se entretenía masturbándome viciosamente con de sus grandes manos. Era tanto y tan grande el placer que sentía que, inconscientemente, me agarraba a sus poderosos y fornidos hombros como si estuviera a punto de morir. Entonces, abandonando cualquier reserva, me atrajo hacia él con fuerza y me apretó, estrujándome contra sí. Mi cuerpo quedó atrapado contra la ardiente desnudez de su peludo pecho.

Poco a poco empezó a bajar por mi pecho, suavemente, lamiendo cada recoveco de mi pecho y acariciándome con su espesa barba. Así llegó hasta mi entrepierna. Una vez allí, abrió su boca y se tragó toda mi polla, lanzándose en un movimiento frenético de succión hasta que mi capullo estuvo en lo más profundo de su garganta. Yo empecé a seguirle el ritmo con las caderas.

Abrió de nuevo sus gruesos labios y en medio de un grito de placer, noté que mi polla se hundía y resbalaba dentro de aquella boca acogedora y llena de caliente saliva. Bajando y subiendo la cabeza muy poco a poco, aquel semental me bombeaba rítmicamente la polla con un placer y una entrega que debía ser igual de intenso que el que yo estaba experimentando. Tenía la polla llena de saliva que resbalaba desde la punta de mi capullo hasta los cojones. Creía que iba a correrme y le hice una señal para que parara.

- ¿Estás a punto de correrte, eh? Bien, pronto podrás correrte todo lo que quieras, pero primero vas a probar mi pollón.- dijo, con su ronca voz.

Me volvió a colocar boca abajo y antes de que pudiera darme cuenta de lo que pasaba, sentí como una de sus grandes manos caía sobre mis nalgas El primer golpe repicó sobre mi culo y me provocó un escozor que arrancó un gemido, pero sin dejarme tiempo para suplicar siguió golpeándome las nalgas con sus expertas manos.

- Esto es para que vayas relajando los músculos del culo. Ya sabes lo que espera

Después empezó a lubricarse su tremendo tarugo con su saliva y yo hice lo mismo con mi culo para facilitar la penetración tan deseada. Me colocó a cuatro patas y con la cara reposando sobre los brazos, en una posición que me hacía sobresalir el culo al máximo, arrodillado tras de mí me separó las nalgas y muy tiernamente pasó su húmeda lengua por mi agujero. Este se encontraba ahora mucho más flexible y distendido. Estaba preparado para ser follado por aquella mala bestia.

Apoyándose sobre mis nalgas, que se abrían acogedoras ante él, me la clavó de un solo golpe. La violencia de la penetración me hizo caer sobre la barriga lanzando un grito. Al moverme había hecho salir, sin querer, la enorme polla brillante.

- ¡Estate quieto!.- y me azotó otra vez en el trasero para que me tranquilizara.

Hizo un suspiro de impaciencia y me volvió a colocar en posición adecuada empezando de nuevo la operación. Me cogió por los muslos, me penetró muy poco a poco, pero metiéndome todo el glande entero y empezó a moverse con mucho más brío, haciéndome gritar de dolor.

Una vez clavado su descomunal miembro en mi trasero, me abrazó por la cintura y me besó en la parte posterior del cuello mientras que con sus caderas presionaba fuertemente dentro de mi culo. Con todo su polla dentro de mí, comenzó a cabalgarme como un auténtico toro. Me agarraba las nalgas con sus fuertes manos curtidas por el trabajo duro, para ayudarse a entrar y salir de mi agujero dolorido. Cada vez que me perforaba con aquel incansable pistón sentía un placer indescriptible, ya que al mismo tiempo me masturbaba como sólo él sabía hacerlo. Siempre había deseado ser follado por un osote así de corpulento y dotado de una polla tan colosal.

Yo le pedía más y más y él me daba toda la fuerza de su verga, cada centímetro lo clavaba en mi culo ansioso con toda su dureza. Me daba unas embestidas bestiales, como si fuera una taladradora. No pude aguantarme más y exploté soltando un intenso chorro de leche caliente. El osazo comenzó a cabalgarme más deprisa hasta que soltó un estruendoso rugido que debió escucharse en todos los rincones de aquella vieja casa. Aquel rugido vino acompañado de una salvaje corrida en mi interior. El oso se sacó la polla y la aporreó contar mis nalgas para soltar los últimos estertores de semen.

Después de aquello nos tumbamos en la cama, abrazados, y nos quedamos plácidamente dormidos. Nunca en mi vida tuve un sueño tan placentero.

PINONE



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