viernes, 10 de febrero de 2012

El electricista


Hola mi nombre es Luis,  y este es el comienzo de un nuevo relato.
Les invito a leer mi anterior relato para que se unan a la historia.

Luego de la experiencia con Roberto, el papá de mi nuevo amigo que vivía al lado, había quedado muy satisfecho, esa misma semana empecé las clases en el nuevo instituto a cursar mi último año. Los profesores no salían de lo normal, unos estrictos, otros despreocupados, en fin, profesores al fin. Ciertamente examinaba a cada uno de mis profesores (hombres), el único que puso a volar un poco mi morbo fue el de educación física. Alto, grueso y peludo, la combinación que hacía poner mi mente de cabeza. Digo ‘poco’ solo porque ya tenía un oso al lado de mi casa, que estaba dispuesto a estar conmigo sin dar muchos rodeos, el profesor por su parte, se veía muy ‘macho’ y aunque siempre he pensado que  ‘El ser macho no limita tus gustos sexuales’ es más, me atrevería a decir que los expande, el desgaste de coquetear e insinuarme de alguna manera para verificar que fuera gay me aburría, y en cierto modo, si salía mal, podía estar en juego mi reputación en el colegio, pues mis preferencias sexuales nada más la sabía Roberto, el oso que me quería, me lo demostraba y por si fuera poco, como mencioné en el relato anterior, me dijo que yo podía andar con quien quisiera, pues yo era joven y tenía que experimentar en mi vida. Mis compañeros eran bastante agradables, eran un grupo bien unido y me recibieron de buena manera, tanto que ese fin de semana me invitaron a la casa de uno de ellos ya que se reunirían y celebrarían por el inicio del año escolar. Yo acepte la invitación, así los conocería mejor y había uno que otro que me gustaba, ciertamente era la oportunidad de explorar el terreno.

La semana pasó, el viernes me terminaron de dar la dirección donde se haría la reunión y quedé en ir. Al llegar a mi casa llamé a Roberto para ver que hacía, me dijo que estaba libre y que su hijo no estaba, así que fui a su casa. Me dio almuerzo que había preparado y luego nos pusimos a ver tele y a hablar, le comenté de la reunión a la cual me habían invitado y se mostró alegre por mí, ya que me estaba adaptando bastante rápido al cambio de ciudad. El día siguió normal, luego en la noche fui a mi casa y dormí.

El sábado sentí que alguien tocaba la puerta de mi cuarto, aún medio dormido me levanté y abrí, era mi padre.
- ¿Aún durmiendo? – Me provocó decirle ‘¿Esperas de un muchacho se levante a las 7:30 am un sábado?’ pero no le respondí nada.- Bueno, ya no lo harás más, recuerda que el electricista viene a instalar las lámparas nuevas y a arreglar el problema que tenemos con los tomacorrientes viene hoy y no avisó a qué hora, así que debes estar pendiente. Tú mamá y yo saldremos a visitar a unos amigos del trabajo, llegaremos como a eso de las 6 de la tarde, luego te llevaremos a la reunión que nos dijiste.

- Perfecto…
- Cuídate, el dinero para que le pagues al electricista está en mi cuarto. Se lo das al terminar el trabajo. Pides comida a domicilio al mediodía y le das al electricista. Cualquier cosa me llamas, Dios te bendiga.

Mis padres se fueron y me quedé un rato tumbado en la cama, bajé y tomé algo de comer del refrigerador. Hice las asignaciones que me habían dejado del colegio y me puse a cargar una película en internet, que quería ver desde hace algún tiempo. Se hicieron las 11 del día y el timbre de la casa sonó, bajé y abrí la puerta de la casa. Tuve que contener mi asombro al ver al electricista, yo me había imaginado que era un señor mayor, pero no, allí frente a mí estaba un muchacho de 26 años, con barba de 4 días, de cabello rapado, facciones cuadradas, más o menos de 1,65 metros, con una braga de trabajador de blue jean un poco ajustada por donde se podían ver los vellos del pecho bien recortados.

- Buenos días, mucho gusto, mi nombre es Damián, soy el electricista ¿Me estabas esperando, cierto?
- E…e…sí, sí, mucho gusto, soy Luis, pasa adelante.- Le di la mano y pude notar que estaba cubierta te una capa de vellos abundante.

Damián entró con una caja de herramientas, le ofrecí agua, le mostré la casa y también las cosas que debía arreglar. Damián era bastante guapo, tenía ese aspecto rudo, era un poco bajo pero musculado, tenía una espalda ancha y unos brazos a juego. Pero lo que más me tenía loco era su trasero, era redondo y se veía bien firme. Tenía una voz áspera, muy seductora a decir verdad. Le dije que yo estaba a la orden, que si quería le podía ayudar en lo que tenía que hacer, me dijo que con gusto aceptaba mi propuesta, para así terminar más rápido. 

Estuvimos hablando mientras buscaba las herramientas y nos dirigimos a la cajetilla donde se encuentran los principales circuitos de la casa, están resguardados en una especie de ‘casita’ hecha de bloques , con un techo y puertitas para resguardarlos, Damián se agachó ya que estaban muy abajo allí fue donde se puso en cuatro para poder ver mejor los circuitos y pude admirar todo su trasero, deseaba pasar mis dedos por aquella braga que mantenía prisionero a aquél jugoso trasero, Damián estuvo trabajando un rato allí luego fuimos adentro de la casa a arreglar unos tomacorrientes. Ya se habían hecho la 1 de la tarde, el calor estaba insoportable, ya que los aires acondicionados no prendían porque Damián había quitado la electricidad de toda la casa para poder trabajar sin preocupaciones, yo estaba sudando, pero me deleitaba con el cuerpo de Damián, estaba bañadito en una capa de sudor y en una oportunidad, al ver que una gota recorría su frente, pasé mi mano suavemente por su rostro quitando aquella gota de sudor.

- Gracias.- Dijo Damián, sonriendo.- Sudo demasiado, es un problema desde que estoy en la adolescencia.
- Tranquilo, yo también sudo mucho, sobre todo la parte baja de la espalda jaja.- Dije volteándome y subiéndome un poco la franela mostrándole la parte baja de mi espalda adornada con dos huequitos, que se ven muy sexis.

- Vaya que sí.- Dijo Damián pasando uno de sus dedos por esa parte de mi cuerpo y bajando un poquito más hasta la parte donde empezaba la rayita de mi trasero. En ese momento, supe que era cuestión de tiempo para que sucediera lo que deseaba.
- Si quieres te quitas esa braga, digo, si tienes mucho calor, yo no tengo problema.

- ¡Gracias Luis! El calor me está cocinando jaja.- Mientras dijo esto, se bajo el cierre frontal de la braga dejándome ver todo aquél pecho bien formado cubierto por una capa de vellos recortados y adornado con dos pezones rosaditos hermosos. Lastimosamente se la dejo hasta las caderas. Pero podía ver toda su espalda bien trabajada. Realmente estaba hecho un Dios. Siguió trabajando mientras yo le pasaba las herramientas y le ayudaba a hacer una que otra cosa. Llamé y pedí la comida a domicilio, ya eran como las 2, Damián me dijo que fuésemos montando las lámparas mientras llegaba la comida, le busqué la escalera y él se montó a hacer su trabajo. Él estaba de espalda a mí, me lo comía con la vista desde abajo, deseaba aquél trasero, no aguante más y estando todavía Damián montado en la escalera, tomé su braga que estaba por su cintura.

- Quítate esto ¿No tienes calor? Si quieres te busco algo más cómodo.- Dije mientras bajaba poco a poco su braga.
- Vale.- Dijo sonriendo. Le quité la braga y quedó en unos calzoncillos blancos ajustados y en sus botas de trabajo. Sus piernas estaban totalmente depiladas, eran bastante gruesas y fuertes, estaba que ardía. Damián siguió trabajando así en calzoncillos, mientras yo estaba perdido en aquél calzoncillo blanco que estaba transparentado por el sudor que se acumulaba en la parte de sus huevos y en toda la raya de su trasero. Quería mordérselo. Damián se inclinaba y hacía que su trasero quedara muy cerca de mi rostro. Se iba a bajar de la escalera y puse una mano en su trasero, colocando mi dedo índice en su raja, mientras con la otra le quitaba la herramienta que tenía en la mano y se termino de bajar.

- ¿Listo?-Pregunté sonriendo como si lo que estuviera haciendo era lo más normal del mundo.
- Creo que aún falta una cosa.- Dijo acercándose a mí, me tomó por las caderas y me besó. Yo puse una mano en su espalda sudada y otra en su trasero cubierto por ese calzoncillo. Su lengua exploraba cada rincón de mi boca. Me pegó de la pared. Iba en serio. En ese momento sonó el timbre de la casa y me detuve, imaginé que había llegado la comida que había pedido hace rato. Nos detuvimos mientras él se quedó en la sala y yo fui a atender al señor que tría la comida, le pagué y llevé la comida a la cocina.
- ¿Tienes hambre?- Le pregunté.
- Pero de otra cosa.- Y me volvió a besar frenéticamente.
- Y…Ya va, ya va. Vente.- Dije mientras lo tomé de uno de sus brazos y subimos la escaleras hasta llegar a mi cuarto, allí el me quitó la franela y mi pantalón para luego tumbarme en la cama poniendo todo su peso sobre mí.

Me besaba de una forma violenta. Me mordía los labios y eso me excitaba aún más. Yo  metía mis manos por debajo de su calzoncillo y jugaba con sus nalgas. Besaba riquísimo, mientras él me acariciaba el cabello. Quería devorármelo todo. Damián bajó por mi pecho, mordiendo mis pezones, chupándolos de una manera alucínate. Siguió bajando por mi abdomen el cual besaba y llegó hasta mi bóxer, bajándolo poco a poco besando mi pubis depilado, mi pene saltó y chocó en su rostro, él lo tomó con sus dos manos y lo lamió desde mis huevos hasta el glande, un corrientazo recorrió mi cuerpo y gemí. 

Metió todo mi trozo en su boca mientras que con una de sus manos también me pajeaba, esa combinación me puso a gemir y 5 minutos después estaba que explotaba, él vio mi rostro y paró, quería que yo siguiera disfrutando. Damián se volteó y se puso en cuatro yo me levanté y pasé mi lengua por encima de su calzoncillo, por toda aquella superficie que cubría su raza, enfocándome encima de su hoyito y sus huevos, el olor que desprendía era asombroso, una mezcla de sudor y virilidad, estaba por comerme aquél culazo. Bajé poco a poco su calzoncillo y separé sus nalgas, quedó a la vista una raja limpiecita que terminaba en un exquisito agujero cerradito, olí toda aquella parte, para luego pasear mi lengua y mi boca por aquél rico trasero. 

Le daba pequeños mordiscos en su agujero y Damián gemía de una manera que hacía que yo me excitara más. Con la punta de uno de mis dedos empecé a darle masajes en su hoyo en forma de círculos, hasta que le metí la punta de mi dedo y poco a poco se lo metí entero. Damián sonreía. Luego le metí otro dedo, ya eran dos, empecé un mete-saca suave.
- Métemelo por favor.- Dijo Damián entre gemidos.

Tomé mi pene, apoyé el glande en su entrada y poco a poco fue entrando mi carne en él. Lo ensarté completamente y lo abracé por la espalda. Quedamos así por un rato, luego empecé un mete-saca lento, poco a poco fui aumentando la velocidad hasta que iba a un ritmo bastante rápido. Damián gemía y sin poder hacer más, me corrí dentro de él. Lo abracé nuevamente y le di un beso en el cuello. Damián se sacó mi pene de su agujero y yo lo acosté en la cama. Empecé a darle besos por todo su pecho, jugué un poco con sus pezones, a los cuales le daba pequeños mordiscos. 

Le subí uno de sus brazos y lamí aquella axila que desprendía un olor a macho alucinante, seguí bajando por su costado, tomé sus caderas y fui bajando por su pubis, sentía sus vellos recortados haciéndome cosquillas. Agarré su tronco, lo olí y me metí su glande en mi boca, sabía riquísimo, subía y bajaba. Su pene era muy grande y venoso, no me cabía completamente en la boca. Chupé aquél pedazo de carne como si se me fuera la vida en ello. Damián solo gemía y gemía. Tomó mi cabeza y me hizo subir hasta su rostro para fundirnos en otro beso. Era bastante rudo, y eso me gustaba. Me tomó de la cadera y me hizo sentarme poco a poco en su tranco, era la primera vez que me iban a penetrar, acostumbraba a desempeñar el papel de activo, pero bueno, como dicen por ahí ‘Siempre hay una primera vez’. Fue sentándome poco a poco en su tronco, yo sentía como si me estuviera reventando por dentro. En un solo movimiento, Damián hizo que me sentara completamente, sentía los vellos de su pubis haciéndome cosquillas en los huevos.

- Por favor, con cuidado.- Dije.
- Tranquilo, te gustará.
Empezó un mete-saca lento, a mi me ardía cada vez que lo hacía, pero luego de un rato, empecé a disfrutarlo. Metí uno de mis dedos en la boca de Damián y éste me lo chupaba. Damián empezó a moverse cada vez más rápido. Yo gemía sin pudor, sentía dolor y pasión todo junto. Yo lo cabalgué, demostrándole que yo también tenía control de la situación. Luego lo que sentí fui mi agujero lleno de una sustancia. Damián exhaló exhausto y yo sonreí placentero aún sentado en su pene. Damián cogió de su bolso un cigarro, lo encendió y me masturbó, me veía fijamente a los ojos, mientras yo gemía de placer mientras le pellizcaba los pezones paraditos. Al rato acabé en todo su pecho, y me acosté a su lado, el me abrazó.

- Espero que esto no salga de aquí, así como tampoco espero que te hagas ilusiones, pues tengo novia.- Me dijo mirándome fijamente.
- Tranquilo Damián, me lo imaginé y también espero que no cuentes nada.
- Tengo problemas con mi novia, y desde hace rato no cogía. No creas que soy marica.- Dijo un poco apenado, desviando la mirada.
- No digas nada Damián.- Dije mientras le acariciaba su rostro.- Gracias por escogerme a mí.
- ¿Cómo no escogerte? Si te mueves riquísimo.- Sonrió él.
Ese día quedamos tumbados un rato más en la cama, sudados. Damián encendió otro cigarro, mientras hablamos de mis preferencias sexuales, del fútbol, de sus novias y muchos otros temas. Damián era guapo, pero sinceramente solo lo había hecho conmigo porque tenía mucho tiempo sin coger. Él me dijo que había sido la primera vez que cogía con un hombre, pero yo estaba seguro que no era así, pues darme su trasero de una vez no es algo de un hetero. Sabía que ambos lo habíamos disfrutado. Fui a buscarle el dinero del trabajo que había hecho y luego volví al cuarto.
- Toma Damián, aquí está todo el pago.
- No hay mejor pago que lo que acabamos de hacer.- Dijo mientras se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla.- Quédatelos.

- No Damián, tú los necesitas más que yo.- Dije mientras metí el dinero en su bolso.
- Está bien, pero toma, te daré esto, espero que siempre recuerdes lo que acabamos de hacer.- Dijo mientras me dio el calzoncillo blanco que yo mismo le había quitado hace unas cuantas horas.- Aún puedes sentir mi esencia en el.
- G…gracias, siempre lo recordaré. Pero, esto no es un ‘Hasta nunca’ ¿o sí?
- Espero que no.

Tomé el calzoncillo y lo olí mientras lo veía irse. Era uno de los mejores regalos que me habían dado hasta ese momento.

Nos leemos en los comentarios.




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