domingo, 2 de diciembre de 2012

Un poco sucio, muy excitante


En unas prácticas de campo, una mezcla de sudor y sexo hicieron de mi mejor amigo el objeto de mi deseo.
Me llamo Diego, tengo 24 años y hace un par de años tuve una experiencia muy interesante, llena de morbo, la cual repaso una y otra vez cuando me chaqueteo.

Estudié ingeniería ambiental, y en una de mis prácticas fui con tres compañeros a una comunidad en la sierra a reparar unas cuestiones de riego, bueno, íbamos dos hombres y dos mujeres, acampamos por 4 días cerca del lugar de trabajo, era abril, el clima seco y caliente. El momento ideal para rediseñar el riego para el verano.

Llevamos dos tiendas de campaña, en una dormirían las niñas y en la otra mi amigo Sergio y yo. Sergio es uno de mis mejores amigos desde que empecé la carrera, es un tipo promedio, 1.73 o 74, moreno, complexión media, muy varonil, velludo, extrovertido y abiertamente gay. Conocemos mucho de nuestras vidas respectivamente, más de una vez nos habíamos visto desnudos pues un tiempo fuimos al mismo gimnasio.

A pesar de que es muy atractivo, nunca lo había visto de otro modo, siempre como amigo… hasta el tercer día de nuestro campamento. Al despertarme, él estaba afuera buscando sus zapatos, eran casi las 7 am, metió su cabeza a la tienda para ver si ya me había despertado, aspiró, hizo una mueca graciosa y dijo –No mames, creo que nos urge un baño, esta madre apesta! – Sergio es uno de esos tipos a los que las malas palabras le quedan muy bien. Y tenía razón, dos días trabajando bajo el sol, ya no podían disimularse con desodorante. Le dije:

-Vamos al pueblo a ver dónde nos podemos bañar-

-Pero primero necesito orinar, regreso- dijo

Me levante y le dije que lo acompañaba, orinábamos como a diez metros del campamento, porque aún había cierto pudor con las compañeras. Mientras orinábamos, me llegó un olor conocido, no era desagradable pero lo suficiente para notarlo a un metro de distancia, hice el gesto de olfatear y volteé a ver a Sergio, el me dijo:

-Cabróoon, huele a pito!- Se llevó los dedos a la nariz y sonrió –Es el mío!

Noté un poco de vergüenza en su cara, quise aligerar la situación sonriendo y le dije:

-Yo ando igual, de verdad nos urge el baño-

Respondió: -Si wey, ayer me la jalé en la noche pero me dio miedo salir por el papel-

-Ja ja, que marica- le dije, de repente entendí que se había masturbado a escasos 30 centímetros de mí, eso me calentó un poco. –Y si no tenías papel, dónde los echaste?-

Se levantó un poco la playera y vi que en sus pelos del abdomen había restos de semen, me quedé sin palabras, hasta que dijo –Fíjate cabrón, te estás meando wey- y se empezó a reir. Ahora el apenado era yo, se me paró el pito de ver sus pelos llenos de semen, su vello púbico perfecto y su trusa azul con una manchita de orina; yo seguía orinando con una erección, y como ustedes saben, sale para todos lados. Terminé, y lo seguí hacia las tiendas, las niñas ya estaban recogiendo sus cosas organizando el día, se veían muy frescas, mientras Sergio y yo apestábamos y nos veíamos bastante sucios. Les comentamos lo de buscar un lugar para bañarnos, aceptaron con gusto comentando que su dotación de toallitas húmedas estaba por terminarse. (Toallas húmedas!... Por qué no lo pensé?)

Fuimos a continuar el trabajo, pesadísimo, recogimos muestras, pozo tras pozo, todos con muy poca agua, lodo y aguas negras, que era el problema a resolver. Llegó la hora de la comida y no terminábamos aún, una familia nos ofreció algo para comer, pero con la sequía no tenían suficiente agua para que pudiéramos bañarnos, nos ofrecieron una bandeja para los 4, “primero las damas” ocuparon un poco de agua para asearse y nos dejaron menos de la mitad, suficiente solo para lavarnos lo más necesario. Seguimos con el trabajo hasta que empezó a oscurecer y regresamos al campamento.

Una de las compañeras sacó una botella de un vino de frutas popular en esa región y con la fogata y el vino, comiendo unas galletas que nos sobraban, resultó una muy improvisada lunada, muy agradable. Mientras Sergio y las niñas cantaban y bromeaban, me metí a la tienda a cambiarme los zapatos. Con tanta actividad y tan pocos cuidados, mis pies también apestaban, me puse a buscar mis calcetines y vi la maleta de Sergio, un impulso fue suficiente para meter la mano y lo primero que encontré era esa trusita que me había calentado tanto en la mañana. Lo primero que hice fue llevármela a la cara, olía justo como esperaba, una combinación de olor a pene sin circuncidar, sudor de huevos y de culo, deliciosa. Se me paró de nuevo , empecé a sobármela sobre el pantalón cuando una de las chicas preguntó por mí, ya había pasado un rato, guardé sus calzones en mi maleta y salí con los zapatos aún sin amarrar.

Sergio me dijo: -Qué pedo Dieguín, andas ganoso verdad?-

Creí que había notado algo de lo que pasó en la tienda, fingí no saber de qué hablaba y le pregunté a qué se refería.

-Traes el pito parado cabrón!-

-Pues qué fijado wey!- contesté

Él solo sonrió, de una manera extraña, casi seductora, pensé que era por todo el vino que había tomado él, o lo que había tomado yo, no sé. Nos metimos a las tiendas para dormir, pensé en calentarlo y tener algo de acción, era mi amigo de siempre, sin embargo, ya lo estaba viendo con deseo. Me quité el pantalón y me acosté boca arriba con las manos debajo de la cabeza, abrí un poco las piernas, lo observaba para ver si volteaba a verme. Él se cambió la playera por una sin mangas y se puso un short, nuevamente traía una trusa pequeña. Se le veía muy bien, se marcaban perfectos su pene y sus testículos y por supuesto sus nalgas, que ahora me parecían más atractivas que nunca. Se recostó boca abajo, apoyado en sus codos, mientras se quitaba el reloj, estaba muy cerca de mí, vi su boca, esos labios hermosos, su barba de tres días y sus ojos expresivos…Qué bonito es mi amigo! Pensé, con razón hay tantos y tantas tras de él. Volteó a verme a los ojos, se me erizaron todos los vellos, sentí un hueco en el estómago, si me acercaba lo suficiente podría besarlo, sería delicioso, sentí como mi pene empezaba a crecer, mi escroto se tensaba. Él sonrió y dijo:

-Baja los brazos cabrón, apestas!-

Sentí un escalofrío, de vuelta a la realidad, se me bajó la calentura, no lo podía creer… me sentí ofendido, estaba ofreciéndome a él y me dice esas cosas! Recobré la cordura, ese tipo de comentarios eran típicos de él, era mi amigo, el de siempre, no tenía razones para esperar otra cosa de él. Sonreí y le dije:

-Pues tú no hueles a rosas ehh!- me reí

El empezó a reir también y se abalanzó sobre mí, riendo me dijo –Claro que sí, huelo a rosas- y puso su axila en mi cara mientras me inmovilizo con su peso, -Huéleme- yo forcejeaba en riéndome mientras pasaba mi nariz por sus pelos de la axila, se quitó un calcetín y lo puso en mi nariz, decía –Qué rico huelo!- Lo abracé con las piernas y lo tumbe, quedé encima de él, hubo un silencio mientras nos veíamos a los ojos, respiró profundamente, suspiró y de nuevo me sentí como adolescente, mariposas en el estómago, sonreí y le dije –Hueles a pitooooooo!

Nos acostamos bromeando y para calentar el asunto, empecé a hablar de sexo con él, apagué la lamparita que teníamos a me acerqué disimuladamente a él, hablamos de la edad en que empezó a masturbarse y temas relacionados, yo tenía una erección total y me sobaba el pene mientras platicábamos a oscuras, de repente dejó de hablar, se había quedado dormido y yo calientísimo, esperé un rato, acostado, pensando en cómo en unas cuantas horas, mi mejor amigo se había vuelto una obsesión, saqué el calzón que le había robado y me masturbé con muchas ganas y con cuidado de no despertarlo, me vine a chorros en mi mano, tampoco había pensado en el papel, tenía mucho semen en mi palma y no tenía con que limpiarlo, me quité el calcetín y me limpie con él. Me quedé dormido con una gran sonrisa.

Desperté y Sergio ya estaba afuera platicando con las niñas. Salí, saludé ayudé a recoger unas cosas que habíamos dejado tiradas y le dije a Sergio que iba a orinar, que regresaba, me pidió que lo esperara y empezamos a caminar, ya un poco alejados me dijo:

-Wey, llevo tres días sin cagar-

Me pareció un comentario innecesario, pero le pregunté el por qué…

-Ya ves, son bien pinche miedoso, el baño ese de la cabaña estaba lleno de arañas y no me dieron ganas, y cagar aquí en el campo, como que no se me antoja-

Le dije: -Pues si quieres vamos más lejos, igual y ya te animas-

Respondió –Va wey, espérame- corrió por papel y regresó mientras yo terminaba de orinar. –Ja ja, ahora tu eres el que huele a verga, cabròn-

Le saqué la lengua en un gesto de aceptación y empecé a caminar, luego de 200 metros más o menos me dijo: -No wey, ni tengo ganas, mejor me espero-

-Estamos lejos de las niñas- dije – me quiero chaquetear, ahorita los alcanzo-

Volteó a verme y dijo: -Te quedaste con ganas después de embarazar a tu calcetín- Vio mi cara de vergüenza y sorpresa, dijo –te escuché. Y hoy vi tu calcetín junto a mis calzones-

Me puse rojo, pero de repente veo que se baja el short y se lo quita, se quita la trusa y vi que traía el pene durísimo, nunca lo había visto erecto, unos 18 centímetros, gordísima, cubierta por el prepucio, unos vellos abundantes pero perfectamente recortados, acercó su trusa a mí y dijo – Si quieres te puedes masturbar de nuevo con mis calzones-

No pude más, lo tomé como una invitación y lo besé, desesperadamente, frotaba mi cuerpo al suyo, yo también estaba erecto, empecé a lubricar, le besé el cuello y le alcé la playera, él subió sus brazos para que se la quitara, me fui directo a sus axilas, olían a sudor y desodorante, me calentaba más y más, mojé sus pelos y me restregaba en ellos, besé su pecho peludo, y me quité la playera. Sentía todo su cuerpo , comenzó a besarme y morderme los pezones, me dijo –Va, una de cuates, no?- yo no respondí, me fui directo a su vergota, le corrí el prepucio, olía a machín, empecé a mamársela con ganas mientras el me agarraba la cabeza y me la empujaba despacio, lo sacó de mi boca y me empujó hacia sus huevos, igualmente olían muy bien, se los chupaba uno y uno, lo ensalivé todo lo que pude, hasta sentir la boca seca, me levanté y el se acercó a mi pene, igual retrajo mi prepucio y comenzó a chupar, sentía sus dientes y su lengua, era muy bueno en eso, me volteó y comenzó a chuparme el culo, ya me sentía en las nubes.


Me incliné para que tuviera un mejor acceso, seguía chupándome y yo me retorcía de placer, se levantó y lo besé, olía a mi culo, y yo a sus huevos, los dos olíamos a sudor y eso me tenía muy muy caliente. Se detuvo un momento y puso una cara seria, dijo – Dieguín, yo no cojo sin condón- le dije que tampoco lo había hecho nunca, lo conozco y se que es muy cuidadoso al respecto, igual que yo, y no podía desaprovechar el momento, le pedí que confiara en mi como yo en él, unos meses antes nos habíamos analizado y era seguro, me volteé y puse su pene en mi ano.

Empecé a empujar hacia atrás hasta que entró toda, se sentía perfecto, empezó a darme despacio y después con fuerza, iba alternando movimientos, me besaba la espalda y yo no quería que terminara, siguió dándome un rato, accidentalmente se salió de mí, creí que lo penetraría yo, pero se sentó en la playera, se limpió en pene con un poco de papel y se echó saliva, entendí la indicación, me senté en su pene, sentía sus huevos en mi trasero y estaba lleno por completo con ese pene, empecé a brincotear sobre él, mientras me masturbaba, empecé a tener un orgasmo, y llené su pecho peludo de semen, mi reacción fue lamerlo, le limpié todo y le di un beso, con todo mi semen, él lo recibió con gusto y sacó su pene, me fui directo hacia el, comencé a chuparlo rápidamente hasta que me avisó que estaba por eyacular, sentí cada chorro en mi garganta, tragándolo como iba saliendo, hasta que le dejé el pene limpio. Me recosté sobre su pecho unos minutos, nos levantamos y nos vestimos. Le agarré sus nalgas y dije: -lo único que me faltó-


Entramos a la tienda para cambiarnos y me dijo –Cuando regresemos, va otra de cuates, no?

Es mi mejor amigo y ahora, ha sido mi mejor amante.

Gracias por su atención.


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