martes, 11 de diciembre de 2012

Caliente albañil


Me encontraba yendo a comprar unas cosas que me servirían para el día siguiente que sería 24 de Diciembre de 2010. Era sobre la acera justo terminando el mercado de Mérida ( En Yucatán, México ). Eran aproximadamente las ocho de la noche. Las calles estaban atascadas de gente. El lado de la calle por donde pasaba era de puros paraderos de las rutas y había igual mucha gente esperando la suya. Entre tantas personas que me tapaban el paso tuve que acercarme mucho a la pared, y había un chavo, yo le calculé unos 35 años y no me equivoqué. 

El chavo estaba pegado a la pared también esperando, era el único que se encontraba así, como si no tuviera prisa por abordar su transporte. Tenía la pierna flexionada con el pie apoyado en la pared, traía un pantalón de mezclilla y playera a rayas, con una mochilita colgando por un hombro. Con una mano se acomodaba la verga, bueno más bien se la estaba sobando porque de haberse estado acomodando solamente la verga hubiera sido rápido, sin embargo desde que lo divisé se la estaba tocando y estaba mirando hacia el lado contrario al que yo venía, por lo que me quedé mirando cómo se agarraba el paquete.

Me pareció muy caliente la manera en que se la agarraba sobre el pañalón por lo que al estar justo junto a él me le quedé mirando descaradamente lo que hacía y le dije en voz baja –orale, mira nomás. El chavo por supuesto me escuchó y me miró algo sorprendido. Bueno, eso creo. La gente estaba obstruyendo mi paso por lo que me dio tiempo de mirarle a la cara.

Él me miró fijamente también. Era de mi gusto, de pelo algo descuidado, cejas muy pobladas, bigote bien tupido y sombra de barba saliendo. A mi me gustan los tipos así, normales, hetero, o de apariencia al menos, nada de fashion ni muy cuidados.

 La forma en que me miró me pareció cachonda y supuse también le gustó lo que dije. Pareció un momento largo pero no lo fue realmente, pronto la gente me abrió paso y ya no quería yo irme de ahí. Así que caminé tan solo unos diez pasos pero me detuve adelante junto a un aparador que tenía una especie de barandal para sentarse. Volteé hacia atrás y el chavo me seguía viendo, había bajado el pie de la pared y ya no se tocaba la verga, pero se notaba un ligero bulto como a medio despertar. Me di cuenta de ello y me excité. El chavo no esperó más y comenzó a caminar hacia donde yo estaba. Yo estaba al final del ventanal y él en cambio se sentó al inicio de éste. Me miraba medio sonriendo como saludando en silencio.

 Yo sé que este tipo de hombres son entrones, la mayoría de los que trabajan como albañiles o de algún oficio por el estilo con bien cogelones, mientras tengas un buen culo, son capaces de cogerse igual a un hombre que una mujer. Eso lo he comprobado muchas veces. Y eso me gusta, que no tienen tabúes ni se rompen la cabeza. Yo soy ínter pero éstos hombres me gusta para que me cojan porque son bien machos. Aunque luego les contaré que me han tocado unos que resultaron lo contrario… pero igual la pasé de pelos. Regresando al relato, yo llevaba un pantalón de algodón gris de mi uniforme y como me quedaba más o menos justo le di un poco la espalda para que pudiera apreciar mi trasero y me paré de una manera para que se marcaran un poco más mis nalgas.

Al voltear el chavo me las estaba viendo fijamente y le sostuve la mirada hasta que me miró a los ojos de nuevo. Me senté en el barandal y él se acercó a mi sentándose de nuevo. –Hola, esperas alguna ruta? Le pregunté. –Sí, la que va a Vergel. –Cómo te llamas? –Nancho. –Qué onda, tienes comezón “ahí”? Pregunté, y él bajó la mirada sonriendo sin responder. –Vas para Vergel entonces, si gustas te puedo dar un ride, yo voy por ahí, te alcanzo en la avenida principal. –No, ya no tarda en pasar la ruta. –Cómo, si yo voy por ahí, no es mejor un ride que pagar el bus?. 

ÉL sonreía con timidez y bajaba siempre la cabeza. Lo cual me hizo sentir que yo debía ser quien lleve la batuta y ya no sentí miedo en hablarle claro… -Con quién vives? –Solo. –Ah si? Y tu familia? –Mi esposa vive en Teya con mis suegros, cuido aquí en Mérida una casa y también le hago chambas de albañilería. –Ah que bien… Oye Nancho, te llamas Nancho no? –Sí. –Nancho dime, que te parecen mis nalgas, te gustan? –Sí… dijo de nuevo bajando la cabeza. –A mi me gustan tus piernotas, tu bigote… mira que grandes manos… y se ve que eres bien caliente. Él solo se reía y movía las piernas como nervioso.

 Me gustó sentirme dueño de la situación, cuando generalmente es al revés. Me puse de pie y le dije que el coche estaba a una calle estacionado. –Qué, entonces nos vamos ya?. Se puso igual de pie dijo sí con la cabeza. –Vamos, está por ahí… Caminamos hacia el estacionamiento, olvidé lo que tenía que comprar pues no era más importante que esto. Al caminar me fijaba de su bulto que ya había regresado a estado relajado. Le abri la puerta y nos dirijimos hacia su casa. Me indicó la ruta y en el camino platicamos del tráfico y de cómo encontró trabajo en la Ciudad. Llegamos. –Aquí es, puedes meter el coche. Me dijo. Se bajó del carro enseguida y abrió la puerta encendiendo solo la luz de la terraza de aquella casa. 

La sala solamente tenía un sofá-cama, una mesa y un refrigerador. Me enseñó las habitaciones mientras comentaba de nuevo que él es el velador. Me dio algo de miedo pensar en que lleguen los dueños pero dijo que ellos viven en Cancún. Luego parecía que su timidez se esfumaba poco a poco. –Ando bien puerco, salí a la calle desde las dos de la tarde y no me he bañado.

 Se quitó la camisa y la luz que venía de los cuartos iluminaba su torso semi velludo. –Estás en muy buena condición Nancho, haces ejercicio también no? –No. Te dije que soy albañil también y atrás estoy construyendo las escaleras para el segundo piso. –Tú solito? –Sí, el dueño no quiere pagarle a ningún chalán. –Pues mejor no? Así quedas más bueno. Me reí y él también. –Y qué, te vas a bañar ahora? –Pues no sé, creo que si, antes que haga frio. –Oye camarada, y si vives solo en Mérida, cómo le haces cuando tienes ganas de coger?. –Solo me cojo a mi vieja cuando voy cada mes al pueblo. –Orale, qué aguante, pero no creo que no te salgan viejas aquí que te tiren el calzón. –No… -Pero como no, pues que nadie se fija en esto…? Le dije acercándome de frente a él y con los dedos le acariciaba los pelos de su ombligo que se perdían dentro del pantalón. Él miraba al frente pero no sostenía la mirada. Le apretaba los brazos y el pecho. –Pero si estás bien duro cabrón, estás bien bueno.

Él no se movía y tenía las manos en los bolsillos. Eso para mi era permiso para seguir tocándole. Así que me aventé a tocarle el bulto masajeándolo. –Y también de “aquí” supongo andas bien… -Mas o menos. –Ah si? Puedo ver? Dije y sin esperar respuesta comencé a quitarle el cinto y luego le abrí el pantalón. Tenía puesto una trusa creo que era blanca, pero se veía algo sucia, lo que me calentó más. Nancho solo miraba lo que le hacía sin decir nada. Se apartó de mi y se pegó a la pared bajándose hasta las rodillas el pantalón. Le admiraba las gruesas y velludas piernas abiertas, la trusa sucia y manchada de haberla usado varios días, el bulto de su verga semi erecto. Me agaché frente a su paquete y acerqué la nariz. 

El olor era exquisito. Quise preguntarle por cuantos días había usado la trusa pero no lo hice para que no sintiera pena, al fin y al cabo era algo súper caliente nomás para mi. Me pasé untándole la nariz y los labios absorbiendo ese rico aroma. Nancho se llevó los brazos a la nuca y vino el colmo de la excitación: -No mames Nancho, solo eso me faltaba, qué ricas axilas tienes, qué peluditas están. Yo que muero por las axilas muy velludas y Nancho teniendo todo eso que a mi me ponía a mil. Ya no sabía a qué parte de su cuerpo prestarle más atención. Él se miró las axilas e hizo un gesto de darle igual, no sabe que hay hombres con este fetiche por las axilas peludas. Pero las caricias de mi nariz en su paquete surtieron efecto de inmediato porque ya se le marcaba una buena verga debajo de la trusa. Él andaba desesperado por recibir lengua en la verga porque bajó las manos , se masajeó la verga y se bajó la trusa. Yo le volví a subir la trusa y él se quedó sorprendido. –Espera Nancho, espera… 

Le saqué únicamente los huevos por un lado de la trusa y los olí y los besé. Nancho levantó la cabeza como mirando al techo pero con los ojos cerrados y suspiró. Le separaba un poco las piernas para besarle igualmente la ingle y de nuevo los huevotes, algo velludos también. –Te gusta Nancho? Y solo respondía moviendo la cabeza de arriba abajo. Ya luego de calentarle los huevos con la lengua ahora sí le bajé la trusa y dejé fuera su verga bien rica. Qué bien armado andaba Nancho, Su verga un poco más grande que la mía, entonces habría de medir unos 18 cm, de grueso regular, jugosa y con el prepucio a la mitad de la cabeza. Le volví a cubrir la cabeza y me la metí en la boca para bajarle con la lengua de nuevo la piel. Me la sacaba y la olía de nuevo. Me puse de pie y le dije –Ahora sí Nancho, déjame comerte las axilas. Él abrió de nuevo los ojos y extrañado solo puso las manos en la nuca. Enseguida me llegó a la nariz el aroma a sobaco de macho. Acerqué la nariz y con la lengua empezaba a rozar sus pelos. Yo aspiraba profundamente y le comía las axilas con tanta hambre. 


Nancho solo me miraba fijamente y se masajeaba la verga por ratos jalándosela. Empezó a gemir y tuve que detener las jaladas que se daba. –Eso déjamelo a mi, todavía no te vengas… No quieres algo más?. Nancho no respondía casi a nada, pero su mano la retiró de su verga y la posó en mi trasero. –Te gustan mis nalgas? –Sí. –Las quieres?. –Si. –Qué les quieres hacer?. –Besarlas. –Yo también quiero, y si quieres te las puedes comer. Con el rostro de lujuria se apartó de la pared y me pegó a mi con el pecho contra ella. Se pegó atrás de mi y rodeándome con sus manos buscaba desabrocharme el pantalón. Yo mismo lo desabotoné sin bajármelo para que él lo hiciera. Torpemente me lo bajó hasta las rodillas y le salió un –Mmmm… Yo llevaba una trusa tipo tanga que agradecí haber escogido sin querer para ponerme es día. Nancho se agachó y me besaba las nalgas. Yo las paraba más y no tardó en bajarme la trusa para meter enseguida su nariz en mi trasero. Me las abría yo mismo para que pudiera meter su lengua y sentir la calentura y humedad que eran una delicia. Se puso de pie y me jaló de un brazo hacia el sofá-cama. 

Me quité antes el pantalón y la trusa por completo y me acosté en el sofá con las piernas abiertas. Nancho se hincó en el piso para comerme el culo que yo me abría para sentir aún más adentro cómo me cogía con su lengua. Nancho gemía en voz más alta. –Te gusta mi culo? Te gusta comértelo? Méteme la lengua más… Así por un largo rato hasta que me dijo –Te la voy a meter. Yo de un brinco me levanté, me puse rápidamente el pantalón y le pedí chance de salir al coche por un condón. Él preguntó para qué. –Si camarada, sino, pos no me puedes coger. Le respondí. Y salí en un dos por tres por mis condones de reserva que llevaba en mi mochila. 

Entré desvistiéndome de nuevo sin perder tiempo. Me acosté boca arriba en el sofá y le pedí se montara sobre mi cara para mamarsela de nuevo. Me entendió a la perfección y de nuevo ya me estaba bombardeando la cara con su vergota, sus huevos golpeando en mi barbilla y su peludo pubis tapándome la vista para verle la cara de gusto que ponía. Incluso lo tenía que detener con la mano porque por ratos me mandaba a guardar tan profundo su verga que me asfixiaba. Me detuve y él bajándose de mi cara, se hincó en el sofá para irme apuntando su herramienta hacia mu culo. Yo con el condón abierto en la mano me incorporé para colocárselo. –Listo, ahora si, méteme todo ese animal, hasta las bolas!. Me levantó las piernas y llevé las rodillas a la altura del pecho como bebé cambiándole el pañal. <br /><br />
Nancho observaba mi culo y hacía un ruido con la boca como si estuviera comiendo algo picante, ya saben cómo. Cerré los ojos cuando sentí la cabeza untándose en mi orificio. La untaba por mis nalgas y de nuevo en el hoyo y así lo hizo por un rato. Mi culo es algo velludo y pareció no solo no importarle, tal vez hasta le gustó porque lo miraba fijamente mientras me untaba su vergota. 

Luego me tocaba el hoyo con un dedo y lo introducía de repente, lo que me hacía brincar de gusto. Hasta que ya se decidió y la presión de su cabezota fue inmediata. Apenas sentí la presión y ya tenía media verga adentro del culo. –Aahh!! Exclamé de dolor, un dolor instantáneo, porque enseguida metió el resto hasta que sentí sus pelos rozándome todo el trasero y se quedó quieto mirándome a los ojos. Yo sonreí y él empezó a bombear con fuerza, no hubo estocada suave, puro embestir con fuerza. Por cada estocada yo tiraba un –Ah! Y Nancho respiraba con fuerza, como si le costara cogerme. –No mames Nancho que vergota te cargas!. –Te gusta así?. –Si Nancho, así, dame duro, acábate mi culo. –Me gusta tu culo cabrón. –Pues demuéstramelo!. Y con eso que le dije le daba aún mas duro a las estocadas. Me quitó las piernas del pecho y se acostó sobre mi aún con la verga adentro.

 Me rodeó con sus brazos y me besaba, lamía mi cuello y pecho. Lo tomé del pelo suavemente para invitarlo a un beso, al que enseguida respondió metiéndome la lengua en la boca, sintiendo su bigote en mi nariz y raspándome la cara. Qué rico besaba Nancho. Mientras de mi culo entraba y salía su gran verga. Mi cara y cuello estaban ya llenos de besos, lamidas y mordidas de Nancho, me sentía feliz de estar mojado por él. Nancho parecía que nunca iba a venirse porque me cogía con tantas ganas y fuerza, que hasta ya me veía pidiendo en silencio que se detuviera. Por supuesto no se detuvo, me cogía duro y tupido mientras me mamaba las tetas y el cuello. 

De vez en cuando me mordía los pezones lo que me ocasionaba dolor. Pero cómo detenerlo si a la vez era algo que experimentaba que regularmente no me sucede. Y era super rico. De repente Nancho empezó a chuparme las tetas más intenso y jadeaba más fuerte. Le pregunté si ya se iba a venir y sin responderme me miró a los ojos. Hice que se saliera de mi e hincado de frente a mi se empezó a jalar la verga vigorosamente. Jadeaba en voz alta y me miraba a los ojos. Sus bolas parecía se arrancarían de lo rudo que se agitaban… Hasta que de un “Ahhh” acabó tirándome su leche en mi. Luego se echó encima de mi y me besaba despacio. Para mi esta fue una gran noche de sexo, con un tipo como los que me gustan, y les digo, una vez más comprobé que éste tipo de hombres son los más calientes y disfrutan el sexo intensamente. Esos me gustan…


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