Una tarde de domingo en que estaba indolente y algo desanimado me decidí a pasar un rato en la sauna que hay cerca de casa. Iba con un cierto pesimismo sobre las posibilidades de encontrar algo interesante, ya que las últimas veces me había aburrido bastante.
No es que hubiera mucha gente pero, a primera hora de la tarde, es cuando se aprecia más movimiento. Tras ducharme y hacer una ronda por las dependencias, pasé por la sauna para entrar en calor. Como no había nadie que llamara mi atención, al poco tiempo me cambié a la sala de vapor. Aquí sí que había una gran actividad al amparo de la escasa iluminación. Me abrí paso entre cuerpos desnudos que se tocaban y abrazaban. Tanteé algunos culos y, a mi vez, recibí manoseos en mi polla. Fue a partir de aquí que empecé un no parar contra todo pronóstico.
Fui a dar con un conocido de otras ocasiones. Un tipo guapetón, gordote y barbudo, cuya especialidad son los besos y las mamadas. Le atraen los maduros, así que, cuando nos encontramos, siempre tenemos nuestro rato de disfrute. Entre apretujones nos enlazamos y besamos, mientras le pellizcaba los pezones, lo que le pone muy caliente. Se agachó para chuparme la polla con la maestría que lo caracteriza, pero no tardé en hacer que se levantara porque no quería ir demasiado rápido. Volvimos a los besos y, entretanto, uno más bajito se arrodilló y se puso a chupárnoslas alternativamente. En la vorágine existente, el barbudo acabó apartado y el arrodillado se concentró entonces en mi polla. Era una de esas bocas virtuosas que dan un placer enorme y dan ganas de dejarse ir. Pero el pobre, entre en calor y los empujones, estaba medio ahogado y me dijo que tenía que salir. Encantado como estaba con su saber hacer, no pude menos que decirle: “Ya te pillaré luego”.
Yo también opté por tomarme un respiro y me abrí paso hacia la puerta. En esa zona hay un poco más de luz y pude ver que acababa de entrar un gordito que me gustó. Le eché mano y él me correspondió. Se notaba que iba muy salido y enseguida estábamos besándonos y sobándonos los bajos. Me propuso que fuéramos a una cabina, cosa que acepté encantado. En el exterior pude apreciar mejor lo apetitoso que estaba. Algo bajo, tenía unas formas redondeadas deliciosas, con más vello en brazos y piernas que en el resto del cuerpo. Cara rasurada que mezclaba seriedad y picardía. Cuando íbamos a escoger una cabina, me dijo que había venido con su pareja y si no me importaba que se añadiera. Aunque desconocía cómo sería el otro, no quise contrariarlo, así que fue a buscarlo. Era un tipo delgado no muy de mi gusto, pero en realidad intervino muy poco, limitándose a mirar tumbado e incitarme a hacer disfrutar a su hombre. Éste y yo nos quedamos de pie abrazados y besándonos con deseo. Él me ofrecía su cuerpo tan atractivo y repetía conmigo todo lo que le iba haciendo. Lo acariciaba y apretaba sus ricas tetillas que luego mordisqueaba. Me ceñía a él y alcanzaba su culo que estrujaba a dos manos. Su polla gorda y dura era toda una tentación y no me resistí a chupársela con ansia. Luego hizo que me echara recostado sobre el cuerpo de su pareja para darme una mamada. Pero mi excitación se centraba en gozar de su cuerpo, de modo que volví a ocuparme de su polla con chupadas y frotes. Aquí intervino el otro instándome a que hiciera que se corriera y, ante su atenta mirada, lo masturbé hasta que se vació. Los dos muy satisfechos abandonaron la cabina y yo salí también en busca de una ducha reconfortante.
Como aún mantenía mis energías intactas, me di una vuelta por el cuarto oscuro. No había demasiada actividad pero, en un recoveco, me agarraron la polla. Antes de llegar a reaccionar, me hizo gracia la presentación: “Soy el pequeño de antes”. Sin duda se trataba del que había iniciado la exquisita felación en el vapor. Y nada podía apetecerme más en aquel momento que volver a entregarme a su boca. Para mayor comodidad le propuse que fuéramos a una cabina. Efectivamente era bajito pero muy bien proporcionado y, sobre todo, de lo más servicial. Hizo que me tumbara y retomó su sabia mamada que me subía la excitación al máximo y me ponía la piel de gallina. Avisé de que me venía y ya, con unos hábiles pases de mano, quedó rematada la faena. Por su parte, también necesitaba desfogarse y su opción fue echarse sobre mí y restregar la polla por mi vientre, que no tardó en quedar empapado. Cariñosamente me limpió con su toalla y pasamos a las duchas.
Habría sido un buen remate para una tarde que empecé con cierta desgana, pero la cosa no iba a quedar ahí… y sigo con el relato. Subí al vestuario y encontré, vistiéndose para marcharse, al barbudo conocido con el que sólo había contactado al principio. Se rió porque no le había escapado mi actividad de ese día, esperando que en otra ocasión le dedicara más atención. Conociendo lo salido que era, resultaba evidente que tampoco él habría estado ocioso. Charlamos un rato y, cuando se fue, me quedé vagando por las dependencias del local.
Inesperadamente, porque no lo había vuelto a ver y pensé que ya se habría marchado con su pareja, me tropecé con el gordito que tanto me había gustado. Una atracción mutua hizo que empezáramos a sobarnos y, a renglón seguido, nos metiéramos de nuevo en una cabina, esta vez solos. Se repitieron las caricias, achuchones y mamadas, tal vez más calmados pero no menos ardientes. Por fin me pidió que lo masturbara, cosa que hice de mil amores pues me encantaba manipular su polla mientras disfrutaba con el tacto y con la vista de cuerpo tan apetitoso. Se corrió de nuevo y ya nos despedimos, con la esperanza de volver a coincidir en el futuro.
Pensaba ya en marcharme, con la visita suficientemente amortizada, pero aún seguí remoloneando sin rumbo fijo. Entré en la sauna, donde sudaban los últimos en llegar. Me llamó la atención un individuo robusto de mediana edad. Ya lo había visto en otra ocasión, pero no parecí interesarle. Sin embargo ahora noté que, al sentarme cerca de él, se abrió discretamente el taparrabo y dejó ver parte de su intimidad. Como había otros en el cubículo, me limité a captar el mensaje y, sin ganas de coger demasiado calor, salí. De todos modos me quedó el gusanillo, lo que hizo que siguiera demorando mi partida.
Al cabo de un rato pasé a curiosear por el cuarto oscuro, donde apenas quedaba ya nadie. Pero de repente se me acercó una sombra que casi me aplasta contra la pared. Por su volumen no dudé de que se tratara del que se había insinuado en la sauna. Me sometió a un buen sobeo que no pude menos que corresponder. Dócil a mi destino de aquella tarde, lo invité a pasar a una cabina. Me tumbé lánguidamente a verlas venir y él, que tenía intactos sus apetitos, tras amorrarse a mi polla, se fue colocando sobre mí hasta alcanzar la posición del 69. No pude menos que corresponder con una mamada, bien agarrado a su culo. Así fuimos probando distintas variantes, que consiguieron revivirme las ganas de un nuevo desahogo. Lo supo captar porque, besándome por todo el cuerpo, me la iba meneando con suavidad pero con firmeza. Al fin me corrí y quedé exhausto. Él, por su parte, debió preferir reservarse para otra presa, por lo que dimos por acabada la sesión.
Esta vez sí, después de reconfortarme bajo la ducha, di la visita por concluida. Y pensar que esa tarde estuve a punto de quedarme en casa…
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