viernes, 28 de septiembre de 2012

Hilillos de lubricante


Lo que ahora voy a contar me ocurrió ya hace algunos años, pero la recuerdo con mucho cariño, y ahora, después de tanto tiempo, como una de las mejores experiencias de mi vida, que ocurrió con mi tío Adolfo, un hombre entrado en carnes, muy velludo, alto, imponente a primera impresión; duro de carácter, estricto con la disciplina familiar y para colmo: ¡Homofóbico!

La tarde de mi relato ocurrió en pleno verano, yo andaba alrededor de los 17 años y ya me perfilaba como un tipo caliente, morboso y con una verga ya de considerables dimensiones. Mis padres tuvieron necesidad de salir de la ciudad y nos dejaron a mi hermana menor y a mí al cuidado de la tía Virginia, hermana de mamá y de mi tío Adolfo, su esposo. Yo tenía algo de temor, porque había quedado ese fin de semana salir con mis compañeros de la escuela y por mis primos de mi edad, sabía que mi tío no permitía salidas y menos regresos a deshoras. Yo no estaba acostumbrado a aquellas restricciones.

Mi tío me dijo cuando le comenté que iría a casa de mis amigos por unos apuntes, que él mismo me llevaría a recogerlos y que de regreso iríamos a conseguir algo para llenar el refrigerador. No me gustó nada la idea.
No me quedó más que aceptar y aguantar su presencia mientras yo, mintiendo les pedía a mis compañeros ya reunidos que me facilitaran algunos apuntes que para nada me hacían falta.

Pasado ese trago amargo, llegamos al super, compramos lo que hacía falta en la nevera y regresamos a casa.

Mi tía había salido, dejó una nota indicando que volvería tarde y mis primos justo esa tarde habían salido de excursión por todo el fin de semana, así que estábamos solos en la casa mi tío y yo. Pensé que de buena gana me iría con mis amigos en lugar de aguantar a mi tío viendo partidos de futbol que no me gustan y además, tomando cervezas como si se tratase de una competencia solitaria.

Más noche, estaba yo viendo la televisión cuando pasa mi tío del vestíbulo al baño; iba sin camisa, sin pantalón, sólo con un calzoncillo negro muy ajustado y fue cuando adiviné que estaba excitado.... intenté disimular mi curiosidad y mi calentura, nunca imaginé que lo vería en esas fachas.

Él se dirigió a mí y me dijo que hacía mucho calor y le urgía un baño fresco antes de irse a dormir, que le llevara una cerveza a la tina. Yo, engolosinado con su enorme bulto, sólo atiné a decir que lo haría enseguida. Él entró a la ducha.

Entré al baño con el encargo y mi tío sumergido en la tina de baño, sobaba frenéticamente su verga, se veía deliciosa, quizá por la oportunidad de ver vergas gordas y cabezonas desde mi más tierna edad, es que me he aficionado a ese tipo de herramientas viriles. Me encantan las vergas gordas, cabezonas y grandes.
Adolfo me preguntó si quería compartir la tina con él, que había suficiente espacio para los dos y yo le dije que me daba pena. Entonces él me dijo que si no había estado desnudo junto con otro hombre, que ese no era problema, que estábamos solos y que los dos éramos hombres, por lo que me ordenó quitarme la ropa y meterme con él.

Es obvio que cuando me quité mi trusa, mi verga estaba ya derramando finos hilillos de lubricante natural, la tenía muy dura y con ganas de que alguien la acariciara.

Mi tío Adolfo dirigió su mirada a mi armamento y me dijo que no estaba nada mal. Me preguntó si ya había tenido experiencia sexual con hombres o con mujeres, o que si sólo me masturbaba. Dijo que con eso que yo tenía haría felices a muchas personas. Le contesté que me daba vergüenza hablar del tema.

Él insistió, cuando yo ya estaba compartiendo la tina con él y me dijo que tuviera confianza, que a él le gustaba tocar vergas ajenas y que se la tocaran a él y diciendo y haciendo, su mano apretó fuertemente mi reata, poniéndome a mil, porque sentí un escalofrío recorrer toda mi espina dorsal.

Sinceramente, la sensación de estar desnudo en el agua es una de las mejores, con la corriente que se forma entre las piernas, y además, si es en una tina grande, compartida, con juegos aparentemente inocentes: mi tío empezó a jugar conmigo, me estiraba hacia él, se juntaba conmigo y en esos momentos, pude notar como su mano se deslizaba por la raja que separaba mis nalgas y sus dedos acariciaban mi culo. Yo estaba caliente al punto máximo.

Mi tío dijo que ya estaba bien de juegos, que el baño había terminado y que tenía deseos de irse dormir inmediatamente. Los dos salimos del agua, nos secamos muy bien y salimos del cuarto de baño, desnudos.... nuestras vergas seguían erguidas.

Al llegar a la puerta de su dormitorio, me preguntó si quería pasar un buen rato con él y yo le dije que estaba muy a gusto, pero que me iría a vestir porque podía llegar mi tía y preguntar por qué estaba desnudo. Él me dijo que no me preocupara, que mi tía cuando iba al sitio donde fue, siempre se tardaba y que él tenía que "despacharse" solito. No intenté descifrar el mensaje, pero luego supe que se refería a masturbarse metiendo dildos y consoladores en su culo habituado a ser penetrado.

Cuando me dijo que no me preocupara y comenzó a sobar su rica verga me pidió que me acercara, tomó mi mástil y con otra mano me acercó por las nalgas a su boca... empezó a subir y bajar el prepucio que cubre la cabezota de mi verga y luego chupó con entusiasmo inaudito.... yo casi no podía contener mi inminente corrida.... estaba muy caliente, pero mi tío me apretaba los huevos y dándose un respiro me decía, "Todavía no, papacito, guárdame tu leche, la quiero saborear".

Yo estaba sorprendido, jamás imaginé que a mi tío le gustara la verga, y su corpazo peludo y bien dotado me decía que era imposible, su enorme verga estaba hinchada, pero no me decía que se la tocara, él también dejó de tocarse.

Siguió mamando mi verga, luego se retiró, se puso en cuatro sobre la cama, me ordenó chuparle el culo y los huevos, lo hice porque mi calentura no aguantaba más y de pronto me ordenó que le metiera la verga en su agujero, que lo ensartara de un solo golpe.

Obedecí y sentí como su culo me apretaba la reata.... fueron dos o tres embestidas fuertes, agresivas, como él me lo pedía y luego se sacó, volvió a ponerse frente a mí, limpió mi verga y siguió chupándomela.... de pronto, solté chorros de mecos calientes que él bebió como alucinado y de su verga brotaban fuertes trallazos muy prolongados de un néctar blanco y cremoso de un olor delicioso..... tomó su propia leche con sus dedos y me embarró la cara.

Terminada esta acción, me dijo que teníamos qué bañarnos por separado y luego irnos a dormir. Que nada de lo ocurrido debía ser conocido por nadie. Que si yo platicaba algo, excusaba decirme lo que podría pasar.

Desde luego que nunca dije nada y es ahora, después de muchos años que lo comento con alguien. Él ya no existe, sus hijos son hombres formados y formales, mi tía es una anciana igual que mis padres.... nadie supo en la familia de aquella maravillosa tarde-noche con mi tío Adolfo.

En reuniones familiares, todos le recordamos como "un buen hombre".


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