miércoles, 26 de septiembre de 2012

Fuerza y un Vigor


Yo quería jugar en primera división viste, ser un crack del fútbol argentino, aparecer en las revistas, ganar mucha plata, muchos dólares, ser transferido al exterior, juntar mucha mosca y comprarle una casa a mi vieja que ya bastante trabajó, lavando ropa ajena, planchando ropa ajena, cuidando hijos ajenos.

Y no era fácil si uno viene de un hogar tan humilde donde se come salteado, se duerme con otros siete hermanos en una pieza y no hay plata para sueños como los míos. Pero yo jugaba bien al fútbol, era el mejor del pueblo donde vivíamos, la pelota de fútbol era mi hermana, mi amante, mi mina más preciada y la rompía jugando.
Yo quería ser diez de Boca Juniors y de la selección Argentina de fútbol y jugar en el Milán o el Barcelona o el Real Madrid, con los grandes jugadores y sabía que tenía pasta para llegar. Mido 1,74, peso 66 kilogramos, soy flaco pero fibroso, con piernas gruesas y bien marcadas y hago mucha gimnasia y me gusta entrenar y quiero ser crack de fútbol y nada ni nadie me va a parar.
Soy morochito, de piel trigueña, como buen santiagueño (de la provincia de Santiago del Estero, al Norte de la Argentina) y me gusta mirar y quedarme callado mientras los otros hablan.

Cuando llegué a las inferiores de Deportivo Pellegrini Central, me ofrecieron vivir en la casa para jugadores de mi edad, que el club tenía en el pueblo de Plátanos a 30 kms. de nuestra sede y aunque me costó mucho dejar a mi vieja en la villa con mis nueve hermanos y lloré cuando me despedí de la tita, la Lorena, el Oscarcito, la Negrita, el Esteban siempre con mocos en la cara, las mellizas Irina y Sarina, la Luisa y el Juan Facundo, me pareció tocar el cielo con las manos ir a un lugar con privacidad donde tuviera una cama para mí, un baño compartido sólo con mi compañero de cuarto, calefacción y buena comida todos los días.
En ésa época tenía una novia, la Vanesa, que dejé sin remordimientos porque no la quería de veras y sólo la buscaba cuando caliente necesitaba una paja de sus manos maestras y bien putas.
A los 17 años y medio yo era un pajero de varias pajas diarias y ahora tendría un poco más de privacidad para echarme polvos tranquilos y largos, llenos de mi leche adolescente.
Al llegar me hicieron bañar con un jabón desinfectante, ni que tuviera sarna y me hicieron revisar por un médico que me tocó los huevos y me puso un dedo en el culo el muy hijo de puta, diciendo que eran análisis de rutina. Rutina te daría yo, abusador degenerado...

Me gustaba la quinta, la casa, el campito donde se practicaba fútbol, las aulas donde me enseñaban a la mañana, para que pudiera terminar la escuela primaria y las duchas calientes y reparadoras al fin de la jornada.
Lo que no me gustó desde un principio fue mi compañero de cuarto, Juanma Deterran tiene 18 años, es rubio, de piel bastante blanca, abuela alemana y abuelo ruso blanco, ojos verdes y pestañas largas, muy largas. El pibe es lindo y se cree lindo y mira a todo el mundo como si fueran animales de segunda y a mi como una cucaracha santiagueña. Si puede me echaría insecticida para envenenarme.
Apenas si nos hablábamos, él se consideraba el nuevo Silvio Marzolini con su mechón rubio y sus ojos verdes, con su velocidad para correr y su manejo de la pelota que debo reconocer es bueno, auque al tipo le tenía bronca y no nos podíamos ver. Además, mujer que lo veía se ponía bizca de tanto que les gustaba a las hembras. No sé que le verían las minas.

Yo me levantaba una hora antes que él para ocupar el baño, porque si él me ganaba de mano, tardaba horas en salir, mientras se bañaba, afeitaba y no sé que carajos hacía...
Parecía gozar con mi apuro, hasta que decidí dormir menos y entrar antes lo que le debe haber causado mucha rabia. El primer día me quedé un rato largo bajo la lluvia caliente de la ducha y él me abrió la puerta indignado y me vio en bolas por primera vez.

Me iba a decir algo, me vio el pedazo y dijo algo que no escuché y cerró la puerta. Debo aclararles que la naturaleza me dotó con una de ésas pijas que a veces aparecen en revistas pornográficas, una pija grande, casi de circo de variedades, que me mide 24 por siete, que era la admiración de mi novia y comentario obligado en las largas horas de siesta con los amigos.
Por la tarde, cuando volvi de la escuela, me sorprendió que Juanma me saludara amablemente y que en lugar de su buzo de gimnasia estuviera en shorts, en unos cortitos que nunca le había visto y que le marcaban el bulto y el culo como si fuera a propósito.

Me sorprendí a mi mismo, calentarme por la visión de mi compañero de cuarto semi desnudo. Nunca me habían interesado los hombres o por lo menos yo no lo recordaba.
Esa noche se bañó y salió al cuarto envuelto en un toallón que le marcaba el bulto en forma exagerada.
Me pareció que el tipo estaba caliente y con la pija parada, pero desvié la mirada y me puse a pensar en el entrenamiento del día siguiente.

Fué el día que el entrenador me dijo que corriera más, que no me estaba esforzando y que si no mejoraba me iban a echar y mandar de nuevo a la provincia.
Cuando terminó el entrenamiento, me fuí a mi cuarto y me puse a llorar. El Juanma llegó después y me preguntó que me estaba pasando y le dije que extrañaba.
Eso nos pasa a todos, me dijo.
Sí, claro que extrañaba, como no echar de menos a mi pobre vieja y hermanos, pero en realidad para ser sinceros no quería volver a la miseria y al hambre. Yo quería ser jugador de fútbol.

El Juanma, se mostraba un poco más amable, pero siempre parecía como que se exhibiera ante mi. Que manía de andar casi en bolas o en bolas todo el día por el cuarto.
Yo adopté casi la misma costumbre y aunque me sentía medio puto por hacerlo, también andaba siempre en calzones adentro del cuarto.
A Juanma le gustaba poner la música a todo volumen y bailar temas de Ricky Martín, en ésos shorts cortitos que no contenían su bulto descomunal, ni sus nalgas redondas y fuertes.

Me molestaba el ruido pero no verlo bailar, el alma se me estrujaba, el culo se me hacia arena y la pija comenzaba a erguirse, viendo su cuerpo tan hermoso moverse al compás de la música. El pibe me gustaba a rabiar y éso me hacía sentir raro, como admitiendo mi condición de puto. Y cómo debía considerarme si ése pibe me calentaba?. Pero el guacho no me daba bola, apenas si me hablaba y cuando lo hacía era para criticarme.
Un día nos peleamos y nos fuimos a las manos y tuvieron que separarnos para que no se enterara el director técnico que me la tenía jurada. Es que me sacó de las casillas cantando una vieja canción del cantante santiagueño Leo Dan, que sabía me daba rabia porque lo ridiculizaba.
El me dio varias patadas y yo le pegué en los huevos con mucha furia y él me dio una piña en la cara y yo otra en el vientre y una en la boca y cuando nos separaron estábamos sangrando los dos.
Cuando volví a la pieza, al rato me largué a llorar otra vez. Me iban a echar y mi sueño de vestir la camiseta del 10 se haría humo y debería volver a la provincia a compartir la miseria con todos mis hermanos y mi mamá. Y era un llanto muy largo el mío, por el padre desconocido, los juguetes negados, las alegrías nunca conocidas, la vida que se me estaba escapando de las manos.
Juanma vino después y se entró a bañar enseguida, tenía la cara hinchada y una venda en la boca y casi no se dio cuenta de que yo estaba ahí llorando. Cuando salió del baño encendió la luz y me vio ahí tirado como arpa vieja, apagó la luz y se acercó a mí y me preguntó si estaba bien y yo lloraba y me pidió perdón y yo seguía llorando y se arrodilló al lado mío y me acarició la cara golpeada y el ojo en compotas, me besó en la frente y yo seguía llorando. Después se acostó a mi lado, en mi misma cama y me siguió consolando, con besos chiquitos, me abrazó como nadie nunca me había abrazado y aún recuerdo su aliento a goma de mascar, cuando me dió un beso largo en los labios y ahí dejé de llorar.
¿Qué pasa?, me dijo mientras acariciaba mi cara, mi cuello y me secaba las lágrimas con un pañuelo de papel y yo le dije que...
No soy de ésos.....
¿Qué ésos? Preguntó él.
Los que se la comen.
A éso le tenés miedo? Preguntó él.

A mi ¿me tenés miedo? me desafió él.
No, respondí envalentonado
Y él me besó nuevamente en la boca y metió su lengua entre mis labios vírgenes, acarició mi cuerpo, busco mi pija y la sobó un largo rato y me chupó los huevos y el culo y me mamó la verga como yo no creía que se pudiera y yo le decía que parara que me iba a morir, que no aguantaba más, que iba a estallar y me saltó la leche casi hasta la araña del techo,

Con una fuerza y un vigor nunca vistos, él se largó a reír y yo con la boca hinchada traté de reírme pero no pude, porque sentí su pija en mis piernas y su boca en mi culo y ésa sensación de sentirme desnudado y abierto ante una boca que te conmueve, ésa necesidad de fundirme con alguien que vino después, cuando con saliva y con paciencia me la metió hasta el fondo y ya adentro se movía de un lado al otro de mi orto dilatado, bombeaba, bombeaba, gemía, decía palabrotas, me abría el corazón, me calmaba el llanto, me llenaba de vida, me pedía perdón y acababa bien adentro, con una fuerza, una espesura y una calentura de ésas que no se olvidan y que se mantienen guardadas en la memoria del cuerpo que no se revela a casi nadie o a nadie.

Estraido de: http://elamantedepapa.blogspot.mx




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