lunes, 10 de septiembre de 2012

Mi cuñado y yo


Tengo 27 años y tengo tres años de casado. Nunca he aspirado a un estilo de vida que no sea el heterosexual, tener familia y cuidar de ella lo mejor posible. Es por ello que hasta este momento no había tenido ninguna experiencia sexual ni emocional con otro hombre.

Mi cuñado, Eduardo parece que tiene los mismo planes. Él tiene 25 años, y a su edad ya es todo un hombre casado y con dos preciosas hijas pequeñas que son las consentidas de toda la familia. Son mis sobrinas políticas, pero mi esposa y yo las tratamos y cuidamos como que si fueran también hijas nuestras. Eduardo estudia los últimos años de medicina y cuando se casó a los 21 años estaba apenas en los primeros años de su carrera. Después de esta desición, mis suegro se comprometieron a seguirlo manteniendo y ayudando, ya que su mayor ilusión era tener a su hijo médico, a condición que no abandonara sus estudios. Como es lógico, todos en la familia nos hemos visto implicados en una u otra forma a apoyar a Eduardo. Esto nos ha convertido en una familia muy unida, en la que incluso mis propios padres apoyan a las hijas de mi cuñado.

Al principio de todo esto, mi cuñado no me caía tan bien como ahora, pero con el pasar del tiempo, me he dado cuenta que es un tipo muy centrado en diversos aspectos de su vida. Mi propio hermano ha sido siempre un poco alejado de mí, así que veo a Eduardo como mi mejor amigo, nos llegamos a apoyar mutuamente como hermanos. Él, como yo somos tipos dedicados a nuestras familias y hogares. No somos parranderos, si no tranquilos, y puedo afirmar que cada uno ama y apoya a su cónyuge.

Debido a esta situación, Eduardo me empezó a atraer en otra forma desde hace algún tiempo. Él es un hombre atractivo y varonil, y me lo parecía más aún cuando lo veía en su rol de padre. Pensé que ya que iba a estar relacionado con él durante toda mi vida, debido a mi matrimonio con su hermana, lo mejor era que lo convirtiera en un buen amigo y por ello comencé a ayudarle más como a un hermano.

A veces, cuando Eduardo necesitaba algún dinero para comprarse un libro de la Universidad o algún efecto personal, él y yo nos reuníamos a tomar un café, conversar y luego yo le daba algún dinero. Me agradaba su personalidad y manteníamos sinceras conversaciones en las que de vez en cuando compartíamos confidencias que solo entre hombres de pueden dar. Mi esposa veía con muy buenos ojos la cercanía y apoyo que yo tenía con él, ya que ella siempre quiso que fuéramos buenos amigos.

Secretamente, yo deseaba que a Eduardo también le atrajeran los hombres de la manera como a mí. Claro que nunca había compartido con él esta faceta de mi personalidad, y dada su marcada personalidad heterosexual, jamás me había atrevido a hacerle ningún comentario al respecto. Pensaba que lo último que quería que me pasara es que no comprendiera mi secreta atracción hacia los hombres y se deshiciera toda mi vida familiar tan perfecta como la tenía. Lo había escuchado hablar sobre la homosexualidad de forma un poco alejada y peyorativa. Pero aún así guardaba la esperanza que él también quisiera ocultar detrás de una máscara de "hombría" alguna secreta orientación bisexual.

La oportunidad se presentó un día que Eduardo me llamó por teléfono, como lo solía hacer alguna veces, para comentarme que le hacía falta comprarse algunas cosas y me preguntaba si podría ayudarle. Como ese día yo no había ido a trabajar, quedamos en él llegaría a mi casa para poder recoger el dinero y tomarse un café conmigo, ya que yo me encontraba solo en casa.

Eduardo llegó a casa como a la media hora. Era las nueve de la mañana, así que yo me econtraba con unos shorts y una camiseta. Lo recibí con cordialidad, y nos sentamos a tomar una taza de café. Él iba vestido con un pantalón khaki y una camisa azul. Llevaba su mochila, ya que venía de la universidad. Se veía realmente bien.

Conversamos de muchas cosas, ya que él tenía clases hasta por la tarde. Le dije que se quedara conmigo hasta esa hora y que descansara. Que después yo lo llevaría a la Universidad (ya que él viajaba en autobús).

Le pregunté si no estaría más comodo si se cambiaba la ropa, que yo le podría prestar unos shorts y una T-Shirt, para que estuviera mas fresco y su ropa de casual no se le arrugara hasta sus clases de la tarde. Él me respondió que sí, y juntos nos fuimos a mi habitación, a buscar algo para que pudiera ponerse. Entramos al closet (que era de esos grandes), y le dí algo de ropa para que se la pusiera. Antes que me diera tiempo de salir del closet para que se cambiara de ropa, Eduardo seguía conversando conmigo y se comenzó a desvestir, por lo que no me podía ir, porque estabamos todavía hablando.

Se quitó la camisa, y dejó ver un hermoso pecho y abdomen velludos, además de su ancha espalda. Luego sin pensarlo dos veces, se quitó los zapatos y el pantalón, mostrando un bikini blanco con rayitas verticales color café. Debajo del bikini se apreciaba un hermoso bulto donde se apreciaba la forma cilindrica del Pene y los huevos colgantes que contenía. Por abajo del bikini salía una abundante selva de pelos que se dirigían hacia arriba, al ombligo, y hacia las fuertes y musculosas piernas.

En ese momento me dijo Eduardo: -Te acepto el short, pero no la camisa... hace demasiado calor.

Tenía razón: estabamos en pleno verano, y a medida que se acerca el mediodía, la temperatura se eleva hasta casi 33 grados centígrados.

Eduardo se puso el short y sin camisa (lo cual me deleitaba) bajamos a la terraza de la casa. En ese momento yo también me quité la camisa diciendo era cierto que hacía mucho calor.

Nos sentamos ante la mesa de la terraza y continuamos conversando sobre diversos temas: las últimas noticias, sobre su carrera, sobre sus hijas, etc. Entonce encendí un cigarrillo y comencé a fumarlo. Le ofrecí cigarrillo y él en lugar de tomar uno de la cajetilla, me extendió la mano para que yo le diera el que me estaba fumando y tenía en mis labios. Lo cual sentí como un gesto de aprecio y mucha confianza en mí. Verlo a él con el torso desnudo, fumando un cigarrillo, me iba excitado poco a poco. Observaba de reojo como sus vellos en el estómago hacía círculos concénticos. Me encantaba ver también sus velludas axilas. Eduardo como muchos estudiantes universitarios, tenía como tres días de no rasurarse así que la ligera barba que tenía, lo hacía ver muy varonil.

Yo tampoco me vería mal. Aunque no soy tan velludo como Eduardo, sí tengo peludo el abdomen. No somos flacos, si no de cuerpo atlético. Mi cara es atractiva, ya que no tengo facciones duras y al contrario de él, yo sí me acababa de rasurar la barba.

Le pregunté entonces: -¿Quieres una cerveza?

A lo que me respondió que sí. Un momento más tarde, ambos estabamos compartiendo una cerveza y cigarrillos, además de una amena charla.

- Gracias- me dijo. - Solo contigo puedo relajarme tomandome una cerveza y fumando. Con mi familia no lo hago. Tú comprendes, mis hijas.

Asentí. Le dije que a mí también me agradaba compartir con él de esos placeres de la vida.

Comenzamos a hablar sobre lo que nos gustaba vestir. Yo le pregunté si él vestía de esos uniformes de cirujano cuando estaba en el hospital. Él me dijo que sí, y me comentaba como le gustaba usar ese traje y las batas blancas de médico. Yo le decía que ya muy pronto sería un médico graduado y bromeaba como él se convertiría en el médico de la familia.

Antes de arrepentirme le pregunté casi inocentemente:

- ¿De que marca es ese calzoncillo bikini que llevas puesto hoy?

Me dijo la marca y donde lo había comprado.

Se ven muy cómodos, le dije. Tal vez me compro unos de esos.

Él comenzó a hablar sobre como le gustaba ese tipo de ropa interior. - Es como si no llevaras nada puesto- me dijo.

En ese momento se puso de pié y me dijo: - el corte es muy cómodo - y bajándose el short, me enseñó de nuevo su bikini. En ese momento se me subió la sangre a la cabeza al ver de nuevo su hermoso bulto y su pubis peludo que se adivinaba por debajo de la tela blanca.

Tú de cuales usas?. Boxers, le contesté.

Y ya que él me estaba enseñando su ropa interior, yo también me puse de pie, me bajé el short y le enseñé mi boxer.

Y para mi sorpresa me dijo: - A ti te quedaría muy bien usar bikini. Tienes un buen bulto. Me he fijado cuando usas jeans.

Nunca pensé que Eduardo me hubiera dicho eso. Quería decir que él se fijaba en mí y en mi entrepierna. Él lo decía de forma natural, sin ninguna duda, y parecía muy sincero.

Pero lo que me dijo después me calentó la sangre en las venas.

- ¿Quieres probarte este bikini para saber como te queda?

- Si quieres. Le dije.

La siguiente fue una escena que solo había visto en mis fantasías. Eduardo se quitó el bikini, quedándose desnudo y descubriendo tal como yo me la había imaginado una verga deliciosa de unos 15 centímetros sin erección y unos enormes huevos peludos que colgaban en libertad. El pubis estaba poblado de pelos y tenía una media circuncisión que hacía que la mitad del glande quedara de fuera.

Entonces yo también me quité mi boxer. Mi pene casi del mismo tamaño que el de eduardo y mis bolas colgantes, no tan peludas como las de él, pero sí grandes; quedaron en libertad también. Eduardo me dio su bikini. Yo me lo puse, y el esbozó una ligera sonrisa cuando vió como me quedaba.

- ¿Sabes? Me dijo. - Cuando uso bikini, me siento más hombre.

Después de un instante dijo: - ¿Ves como sí te queda bien? Dejame ver si no de presiona demasiado.

Y entoces puso su mano derecha en mis huevos con el pretexto de ver si el bikini me ajustaba bien. Comenzó a palparmelos. Entonces mi pene se endureció como de rayo al ver a Eduardo desnudo y acariciando mis testículos sin ninguna vergüenza.

Al ver esto, Eduardo levantó lentamente la cara para quedar frente a mí, y sin pensarlo, me dio un profundo e inolvidable beso en la boca.

Permanecimos como dos minutos besandonos lentamente. Sentía como su barba rozaba con mi piel, excitándome aún más. Puse mis manos en sus nalgas y las acariciaba lentamente mientras continuabamos besándonos.

Sentía el calor de su pecho con mi pecho. Sus pelos rozándo mi piel. El sabor del tabaco y cerveza me confirmaban que besaba a otro hombre, algo que solo había soñado en mis fantasías.

Pronto comencé a sentir la dureza de su verga en mi pierna. Yo también la tenía dura. Eduardo metió su mano debajo del bikini y comenzó a acariciar mis huevos.

Me bajé el bikini para que se liberara mi verga de la prisión de tela que la encerraba. Ambos nos acariciabamos los huevos mutuamente, y nos agarramos nuestros penes erectos.

Cuando terminamos de besarnos, Eduardo me dijo: - Siempre quise hacer algo con otro hombre, pero nunca supe si a ti te gustaría también.

Claro que me gusta - le dije. Solo que no había encontrado con quien hacerlo.

Entonces nos fuimos a una pequeña habitación que hay en mi casa y que usamos como "cuarto de huéspedes". Estaba en penumbras por la cortina que tenía la ventana, y tenía una pequeña cama y una mesa de noche con una lámpara.

Entonces Eduardo se sentó en la cama con las piernas abiernas y el pene bien erecto. Yo me arrodillé frente a él y comencé a basarle los peludos huevos. Se los lamía lentamente de arriba abajo, y le mordisqueba con suavidad el escroto. Olía en medio de su maraña de pelos su esencia masculina y eso me excitaba aún mas. Luego comencé a lamerle la verga de arriba abajo como quien saborea un delicioso helado.

Eduardo echaba su cabeza hacia atrás disfutando lo que yo le estaba haciendo. Me acariciaba el cabello de la cabeza, pero no me presionaba, ya que estaba extasiado disfutando lo que yo le estaba haciendo.

Comencé a mamarle el pene. De arriba abajo. Sentía la cabeza de su glande en mi garganta, y procuraba tragarme con gula toda esa hermosa y dura tranca que tenía en mi boca. Con su miembro adentro de mi boca, le pasaba la lengua y él daba gemidos intensos de placer. Mientras tanto le acariciaba las bolas con una mano, sitiendo la forma colgante de sus testículos y sus fuertes y torneadas piernas.

Le mamé por un buen rato, después de eso, le besé lentamente el abdomen, los torneados pectorales, le mordisqueaba las tetillas y me excité mucho besandole las axilas y sintiendo el aroma y el sabor de su sudor de hombre en medio de su abundante vellosidad.

Entonces yo me puse de pie y fue Eduardo el que sentado en la cama, me empezó a mamar el pene. Lo hacía con ansias y a la vez con ternunra. Me acariciaba las nalgas y mis huevos. Sentía el calor de su boca y el juguetón movimiento de su lengua en mi glande completamente descubierto adentro de su boca.

Después de esto, me besó el pecho, el cuello, y regresamos a darnos un largo y profundo beso en la boca, donde intercambiamos los sabores que cada uno había extraído del otro.

Entonces Eduardo me dijo: - Quiero que me la metás por el ano. Siempre he deseado sentir una verga adentro de mi culo.

Y diciendo esto, se puso boca abajo en la cama, levantando las nalgas hacia mí y abriendose el trasero con ambas manos. Pude observar un negro agujero apretado, pero atrayente.

Sobre la mesa del cuarto, había un frasco de crema para la piel que mi esposa había dejado. Lo tomé, y aplicando una generosa porción en mi mano, se lo esparcí en el ano a Eduardo, para hacer más facil mi penetracion en el caliente agujero.

Y arrodillado atrás de él, tomé mi verga endurecida con la mano, y pasándosela de arriba abajo en la abierta rajadura del culo, se la fui metiendo poco a poco. Lo penetré completamente. Eduardo pujaba y gemía de dolor. Me decía - ¡Cabrón! ¡¡Me está ardiendo como no había ardido nada antes en mi vida!!! ¡Seguí así.... metémela más!

Tener a Eduardo indefenso de rodillas, mientras me lo estaba clavando con mi pene, me hacía sentir poderoso y calientísimo. Mientras lo estaba cogiendo por atrás, le acariciaba la espalda a ratos, y en otro momento, lo masturbaba. Su miembro no había bajado la ereccion y estaba muy mojado ya por el líquido pre seminal que le salía.

Un rato después, Eduardo se dio la vuelta y saqué mi pene de su ano. Estaba boca arriba enfrente de mí y yo aún estaba arrodillado en frente de sus piernas. Comenzo a masturbarme desesperadamente. En ese momento, yo dí un grito de placer, y abundandes chorros de semen salieron disparados de mi verga, cayendo en el abdomen, el pecho y la cara de Eduardo. Mi caliente leche parecía no terminar y parte de ella seguía saliendo. Eduardo se pasó los dedos por la leche que le había caído en la cara y en el pecho, y se los llevó a la boca, saboreando mi esperma, con una pícara sonrisa.

Entonces, bajé rapidamente a la verga de Eduardo y me la tragué completamente. Se la mamé con desesperación, y no tardo en fluir un abundante río de esperma que me tragué casi completamente, con excepción de lo que resbalaba por las comisuras de mis labios. Sentí mi interior inundado por el caliente y viscoso líquido y lo saboreé como un delicioso néctar masculino.

Continuamos besándonos y acariciandonos todo el cuerpo. Intercambiamos los sabores de nuestro semen gracias a los profundos besos que nos dábamos.

Coversamos como habíamos disfrutado la experiencia, y como nunca antes habíamos descubierto que nos atraíamos. Eduardo me contó que al igual que yo, ama a su esposa, pero su atracción por los hombres, no había desaparecido cuando se casó con ella y formó su familia. Que los hombres le gustaban como amigos, y que como yo, él prefería un estilo de vida heterosexual, pero eso no quería decir, que no tuviera deseos de disfrutar con otro hombre que lo comprendiera de su sexualidad.

Era la relacion perfecta. Ninguno de los dos podría nunca hacerle saber a la pareja del otro la relación más alla de la amistad que teníamos, porque a nadie le convenía.

Eduardo me decía en tono de broma: - Después de hoy, cabrón; no voy a poder sentarme en una semana. Por tu culpa. Y se reía con ganas.

- Tenías mucha leche en esas bolas, cuñado - Le decía yo. No alcanzaba a tragármela toda.

- Tú sabes que con niños en casa, no siempre se puede hacer nada. A veces se enferman, hay que cuidarlos, o siemplemente estamos muy cansado. Es por eso que venía muy caliente hoy - Me dijo.

Después de este episodio, Eduardo y yo nos hicimos más amigos aún. Teníamos algo en común que nos unía más. Nuestras familias se alegraban y estimulaban nuestra cercanía. A veces mi esposa me pedía que saliera mas seguido con Eduardo para relajarme y "hacer cosas de hombres", como ir a tomar un par de cervezas, ir a ver el fútbol al estadio, etc. Obviamente, ella pensaba que mientras yo estuviera con Eduardo, no le podría ser infiel a ella, pues él estaría vigilante. Claro que es así. No necesito serle infiel. Tengo una familia a la que amo, y un amigo que me comprende más de lo que cualquier amigo me haya comprendido en mi vida. Como siempre, le ayudo a Eduardo en lo que puedo con su familia y su carrera.

Nuestros encuentros sexuales con Eduardo han continuado. Nos hacemos uno al otro cosas que nuestras mujeres no saben hacerlas como a nosotros nos gustaría. ¡Claro! Hay que ser un hombre para comprender que es lo que se quiere y se necesita. El sexo con mi esposa es dulce, tierno, cariñoso; pero el sexo entre Eduardo y yo, es un ejercicio entre iguales que saben lo que le gusta al otro que le hagan. Un ejercicio atlético masculino. Me imagino que eso es lo que se vivía en las olimpiadas de la antigua Grecia, cuando los atletas que se ejercitaban desnudos compartían más que las pruebas de resistencia.

Hace unos días me enteré que mi esposa está esperando nuestro primer hijo. Estoy loco de contento... Al fin mi sangre se perpetua en las venas de mi primogénito. Claro que Eduardo estará allí como nuestro médico de familia, y ayudándome a ser un buen padre.


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