jueves, 1 de marzo de 2012

El Barrigón de la Cerveza


Llevaba todo el día conduciendo y estaba realmente cansado. Debía buscar algún sitio para dormir si no quería quedarme frito encima del volante. Por si fuera poco, llovía cada vez más y no parecía que fuera a descampar. Eran más de las 10 y no sería difícil encontrar algún motel por aquello alrededores. De pronto, vi una luz a lo lejos y supuse que podía ser lo que estaba buscando. Pero al acercarme, vi que era sólo un bar. “Bueno, estiraré un poco las piernas y de paso me enteraré si hay algún motel aquí cerca!.- pensé.

Me bajé del coche y recorrí con rapidez los cincuenta metros que me separaban del bar. Era un lugar bastante tenebroso, con poca luz y demasiado humo. Apenas había media docena de personas, todos ellos hombres y la mayoría de ellos apoyados sobre la barra. Uno de ellos me llamó la atención. Tendría unos 30 años, pelo castaño y barba corta. Era muy corpulento y le sobresalía una voluminosa barriga. Sin lugar a dudas había invertido muchas horas de su tiempo en aquel lugar. La enorme jarra de cerveza que sostenía entre sus gruesos dedos le delataba. A pesar de tener un aspecto un poco desaliñado era un hombre guapo de verdad. Después de mirarle durante unos segundos, me acerqué al camarero.

- Buenas noches, una cerveza, por favor. Esperé unos segundos y pregunté.- ¿Podría decirme si hay algún motel o algo parecido cerca de aquí?

El camarero me miró con extrañeza y me contestó:

- El motel más cercano está a 40 millas hacia el sur.

- ¿Y no hay nada más cerca?

- No, lo siento. Hasta hace 2 años había un pequeño motel en el pueblo, cerca de aquí. Pero como pasa poca gente por aquí, tuvieron que cerrarlo.

- ¡Ya! .- cogí la cerveza y me la bebí en 2 tragos.- Bueno, pues tendré que seguir conduciendo. Gracias por todo.- Y tras pagar la cerveza, me dispuse a marcharme

- ¡Espere!.- escuché detrás de mí.

Me di la vuelta y pude comprobar que era el hombretón de la cerveza el que se dirigía a mí. Después de limpiarse la espuma con la mano, me hizo una señal con los dedos para que me acercara a él.

- Si está buscando habitación , puede quedarse en mi casa. Tengo una libre y supongo que no querrá seguir conduciendo a estas horas de la noche, con la que está cayendo. Además ese motel no es muy recomendable. ¿Qué me dice?

La verdad es que me quedé petrificado. Lo más lógico es que hubiera rechazado la proposición de aquel desconocido, pero había algo en él que me atraía enormemente, una atracción difícil de explicar. Tenía el aspecto de ser un verdadero bruto, un chico del campo que seguramente no tendría estudios y que se dedicaría a alguna labor del campo. Leñador, o algo así. Su gastada camisa de franela apenas podía ocultar sus poderosos brazos y su prominente barriga cervecera. Sus pantalones vaqueros también estaban muy gastados y dibujaban un enorme bulto en la entrepierna. Supongo que la visión de tanta masculinidad en estado puro hicieron que respondiera de aquella manera:

- Bueno, pues quizás tengas razón. ¿Cuál sería el precio de la habitación?.- pregunté con inocencia.

- No te preocupes por eso. Ven aquí y tomémonos una cerveza para celebrarlo. ¡2 jarras!.- masculló con su ronca voz.

Me senté junto a él y pude comprobar que de cerca era mucho más hermoso todavía. Me alargó su mano y cuando hubo atrapado la mía la estrechó con fuerza, una fuerza descomunal.

- Me llamo Mike.

- Phil.- respondí, con la mano dolorida por el apretón

- En mi casa estarás mucho mejor que en este motelucho de tercera. El único inconveniente es que tendrás que aguantar mis ronquidos. Y soltó una sonora carcajada.

- No sé, con el sueño que tengo, no creo que me entere mucho.- respondí, con una sonrisa de compromiso.

- Ya están aquí las cervezas.. Un brindis. ¡Por este encuentro!.- Y chocamos nuestras jarras.
La verdad es que Mike era un chico muy alegre. O a lo mejor es que había bebido mucho aquella noche. Después de aquella primera jarra llegaron 4 o 5 más. Ya no lo recuerdo. Mike me contó que trabajaba en una serrería y que cada noche iba a aquel bar a ahogar sus penas. Me contó también que estaba bastante cansado del pueblo y que cualquier día se iba a marchar a la ciudad, a buscarse una vida mejor. Parecía como si hubiera estado mucho tiempo deseando contar sus inquietudes a alguien y se había decidido a hacerlo a un desconocido. Yo le conté que era un viajante y que me pasaba toda la vida yendo de aquí para allá.

- ¿Y de mujeres, qué?- me inquirió, mientras hacía un gesto significativo moviendo los brazos con los puños cerrados. 

- Es menos de lo que cuentan.- respondiendo, tratando salir del paso y ocultar mis verdaderas apetencias.

Así seguimos hablando durante una hora o más. La somnolencia del sueño había dejado paso un ligero estado de embriaguez provocado por las copiosas jarras de cerveza.

Viendo que cada vez le prestaba menos atención, Mike se dio cuenta que la velada se estaba alargando demasiado.

- Supongo que te estoy aburriendo con mi charla y tú estarás muy cansado.- Sacó el dinero para pagar la última ronda y levantando su enorme corpachón, me invitó a salir.

Cuando se dio la vuelta, pude comprobar que su trasero era tan colosal como el resto. Su raído pantalón dibujaba 2 enormes nalgas. Con la visión de aquella hermosura no tenía más remedio que seguirle.

Salimos a la calle. Había dejado de llover, y hacía bastante calor.

- Vivo cerca de aquí y podemos ir andando.

Durante el camino apenas hablamos. Mike no pudo evitar soltar un sonoro eructo

- Disculpa, pero creo que esta noche he bebido demasiada cerveza.- y soltó otra de sus carcajadas.

Doblamos la esquina y llegamos hasta un pequeño bungalow. Mike se dirigió a la puerta y yo me detuve, sintiendo como si me hubieran engañado.

- ¿Es esta tu casa?..- pregunté, con cierto grado de temor.

- Sí, ya sé que no es un palacio, pero para mí es suficiente. Bueno, para mí y para ti.- me respondió con una sonrisa en su hermoso rostro.

Estaba claro que no tenía escapatoria. Estaba solo, medio borracho, en un pueblucho de mala muerte y con un mastodonte de 1,90 y 120 kilos que me invitaba a entrar a su guarida. Y la verdad es que estaba deseando quedarme a solas con él, para ver si pasaba algo o no.

Así que entré, un poco nervioso, porque no sabía lo que podría pasar. El interior de la chabola era tan pequeño como me había imaginado. Una pequeña cocina, algunos muebles viejos y una enorme cama. Aquella situación me estaba poniendo muy tenso, y no pude articular palabra, esperando que él tomara la iniciativa.

- Como puedes ver no tengo mucho que ofrecerte. O a lo mejor sí. Y en ese momento abrió su camisa de franela para ofrecerme su desnudo pecho.- Es todo tuyo.

No pude reprimirme ante semejante invitación y abrazándome a él empecé a lamer aquel desmesurado pecho. Mi lengua atrapó uno de sus duros pezones, mientras mis manos acariciaban el voluminoso y duro vientre de Mike. Empezó a suspirar, con la respiración cada vez más entrecortada, mientras me rodeaba con sus robustos brazos.

Después de que hubiera degustado sus pezones, alcé mi cabeza y subiendo mi lengua por su cuello, llegué hasta su boca. Sus labios eran grandes y poderosos y al juntarse con los míos atraparon vorazmente mi lengua, fundiéndonos en un salvaje beso. Su aliento tenía un fuerte sabor a cerveza, pero en aquel momento se convirtió en el mejor de los afrodisíacos. De pronto se separó de mí y con una amplia sonrisa me dijo.

- Lo estaba deseando desde el momento en que entraste en el bar.

- Yo también, campeón. Esto es mucho mejor que el más lujoso hotel

- Quítate la camisa.- me ordenó con su ronca voz, mientras bajaba sus manos a ambos lados de mi cintura, provocándome una nueva sacudida con el roce de su pecho. Uniendo la palabra a la acción, tiró hacia arriba y me sacó la prenda. Con los brazos en alto, la dejó caer al suelo y me apretó contra su pecho mientras emitía un ahogado gemido.

Mientras empezaba a lamer su sudoroso cuello, mis manos bajaban por su espalda, y se colaban bajo su pantalón. No llevaba calzoncillos y mis manos atraparon sus fornidas nalgas y empezaron a apretarlas, tratando de abarcarlas en su totalidad. Mi polla estaba cada vez más dura y podía notar que a mi oponente también le estaba creciendo algo entre las piernas. Mike aflojó un poco la presión de su abrazo, y una mano se dirigió presurosa a mi cinturón y a mi bragueta. Enseguida, sus gruesos dedos liberaron mi polla para volver a atraparla cerrándose sobre ella. Dio un paso hacia atrás, y mientras mis manos atrapaban sus gruesos pezones color ciruela, completamente erectos, lo que le produjo un escalofrío de placer, me miró con una sonrisa y tras soltarse la bragueta dejó caer sus gastados vaqueros. Bajo su vientre apareció una polla gruesa, sin circuncidar, dura como un mástil y desafiante

Volvió a acercarse a mí y empezó a besarme otra vez, con más violencia si cabe. Sus labios absorbían los míos y nuestras lenguas culebreaban una sobre otra mientras su áspera barba y su bigote me acariciaban el rostro.

Poco a poco su golosa lengua llegó a mi pecho, a mi ombligo, y empezó a juguetear con mi capullo, mi rabo y mis huevos. Mis dedos se crisparon sobre sus cabellos cuando, de una sola acometida, se metió toda la verga en la boca, húmeda y ardiente. Su bigote me acariciaba la base de la polla, y la barba me producía un irresistible roce en los huevos; cuando se retiraba, sus gruesos labios jugueteaban ensalivando todo el miembro.

Pronto un dedo fue a hacerle compañía a mi polla en aquella jugosa cavidad, y al poco comenzaba a lubricar mi ojete con una saliva fluida y cálida. Su grueso dedo comenzó a abrirse paso en mi culo, que intentaba rechazarlo involuntariamente. Facilitando su labor, me abrí de piernas y me agaché, aprovechando para volver a asir aquellos pezones, que me tenían fascinado. Con un decidido empujón, que me hizo aspirar aire entre los dientes violentamente, Mike logró su propósito, y mientras mi esfínter se contraía espasmódicamente, el dedo comenzó a buscar su objetivo. Creí derretirme cuando empezó suavemente a masajearme la próstata; al tiempo, mis manos apretaban, retorcían, masajeaban y exprimían los pezones y todo el pecho de mi velludo amante, que dejaba escapar entrecortados gemidos.

Agachándome aún más, comencé a retirar mi polla de su boca para mordisquearle el cuello, mientras mis manos empezaban a bajar y subir por su espalda, llegando hasta sus redondas nalgas. Mejilla con mejilla, notaba como nos empapábamos el uno al otro con nuestro sudor, facilitando el roce. Con un movimiento de tornillo, Mike extrajo su dedo de mi culo y se dejó caer en el enorme colchón boca abajo, con la cabeza a mis pies.

Sus manos se escondieron un momento bajo el pubis y colocaron entre las piernas su polla gruesa, redonda y jugosa. Me arrodillé y mi lengua empezó a mordisquear su cuello y a recorrer su sudorosa espalda, peinándole el vello a lametazos. Al llegar al culo, empecé por propinarle algún ligero mordisco mientras mis manos jugueteaban recorriendo el interior de sus muslos, asiendo al fin aquella deseada polla, caliente y gruesa, acariciando sus huevos o asiendo las manos de Mike, que yacían a sus costados aparentemente inertes hasta que se cerraban sobre las mías.

Entonces me eché hacia atrás, recorrí el surco de su espalda con mi polla, separé sus nalgas hasta divisar su rosado ano y sin previo aviso hundí profundamente mi lengua en aquel apetecido agujero. Mientras mi nariz, profundamente hundida en el surco entre sus huevos y su culo aspiraba una bocanada de olor a sudor, a semen y a mi propia saliva, sentí como mi lengua abría el primer anillo de músculos. Mike se contrajo violentamente, pero enseguida reaccionó apretándome la cabeza contra sus nalgas con una mano, mientras con la otra intentaba llevar hacia delante su polla, que ya no resistía la forzada postura. En el momento que alzaba su culo para colocar aquel increíble miembro en su sitio, le hundí la lengua lo más que pude, y aproveché para deslizar mi pulgar, que se hundió en aquella carne tierna mientras los otros cuatro dedos intentaban asir sus gruesos cojones.

-¡Diossss! –gritó- Cómeme el culo, cabrón, cómemelo, suplicó.

No tuvo que decírmelo dos veces. Me coloqué a sus espaldas mientras él se ponía a cuatro patas. Mientras le hundía la nariz en el culo, comencé a chuparle los huevos, a subir y bajar con mi lengua por su ano y la base del pene. Ayudándome con las manos, conseguí tragarme sus huevos, que casi me ahogaban. Cuando ya no podía más, abrí la boca, los dejé resbalar entre mis labios y me apliqué a succionar, lamer, y penetrar a lengüetazos aquel estrellado pliegue. Mientras, aferraba sus pezones, enredando mis dedos en el vello del pecho y la barriga, cuando no aferraba su gruesa polla. Cuando sentí que su ano palpitaba, abriéndose y cerrándose, y que su poderosa verga empezaba a rezumar un líquido claro y suave con el que le rebozaba todo el glande, supe que había llegado el momento de ensalivarme la polla. Con las manos húmedas del sudor de los dos y de la primera leche de Mike cubrí mi miembro; un salivazo certero empezó a bajar por el culo de mi amoroso osote, y presioné con mi capullo sobre su ojete.

-Te voy a follar, Mike – musité en su oído mientras sentía que el anillo se abría dándome la bienvenida-, te voy a follar...

-Échame tu leche, joderrr...

Sujetándole las caderas, empujé lentamente, notando como las carnes se abrían a su paso. Mike dio un respingo, separó las piernas todo lo que pudo y arqueó la espalda.

-Métem... ¡Ah! Antes de que terminara de decirlo, le clavé la polla hasta las entrañas, y pude ver como el vello de su espalda se erizaba. Entonces empecé a sacar la polla hasta que el esfínter se abría para dejar pasar el capullo, y volviendo a introducirla entera desde ese mismo punto, primero más despacio, después cada vez más rápido, mientras sus huevos basculaban hasta chocar con los míos.

Dispuesto a aprovechar aquella racha de suerte al máximo, no me permití correrme así. Sin sacar la polla, hice que Mike se tumbara sobre el colchón, le cerré las piernas y comencé a bombear cada vez más dentro, mientras le abrazaba los hombros desde atrás para clavarle aún más contra mi miembro. Rodamos por el colchón hasta ponernos de costado, y entonces pude volver a sentir su verga entre mis manos. Su grosor y su calor me hicieron sentir que la estaba desaprovechando, así que me aparté y dejé que Mike rodara hasta quedar boca arriba. Al segundo siguiente, aquel impresionante cilindro de carne palpitante estaba en mi boca, casi desencajando mis mandíbulas, y podía sentir como su rosado capullo golpeaba mi campanilla.

Mike comenzó a follarme la boca con fuerza, y mientras mis dedos cogían el relevo de mi ardiente y algo dolorida polla, entrando y saliendo de su culo al mismo ritmo que él entraba y salía de mi boca. Poco a poco fui acercándome de nuevo a su ardiente ojete. Puse sus velludas piernas sobre mis hombros, y forzando la espalda al máximo conseguí empezar a introducir de nuevo mi capullo, mientras el suyo seguía atrapado en mi boca, donde la lengua lo recorría en todas direcciones.

Pronto vi que aquel goloso osote tenía auténtica hambre de polla: sus piernas se abrieron para luego doblarse y atraerme hacia sí, y volví a introducirme hasta el fondo. Aunque estaba bastante gordo, era muy ágil para moverse en la cama. La nueva postura me permitía explorar rincones nuevos dentro de su culo, y pronto di con un punto que ofrecí cierta resistencia. Cuando mi capullo llegaba ahí, Mike ponía los ojos en blanco, y una fuerte contracción de su esfínter atrapaba la base de mi miembro. Deslicé mis piernas alrededor de su culo hasta quedarme sentado, y con un fuerte abrazo lo atraje hasta sentarlo sobre mi regazo. Su fenomenal barriga rozaba mi pecho, y cuando le mordí un pezón, apretó fuertemente mi cara contra su torso con un gemido de indudable placer.

Entonces me cogió las manos, se las puso sobre su pecho, y me tumbó en el colchón para cabalgarme a placer. Mientras seguía tironeando de sus pezones y jugando con su polla, podía ver como la mía entraba y salía de su culo, sus huevos azotaban los míos a un ritmo cada vez más rápido. El espectáculo de aquel oso gozando en su plenitud, la boca entreabierta, sudoroso y jadeante, empalmado hasta la saciedad, con una gota de leche a punto de derramarse por encima de su brillante capullo, destrozó mis últimas resistencias.

-¡Me corro, tío! ¡Me corro! –le avisé jadeante- ¡Hostias, tío! ¡Me...

-¡Yo tambiénnnnn! -me interrumpió, a la par que un incontenible chorro de leche blanquísima, caliente y salada me salpicaba la cara, la boca, el pecho y la barriga. A punto de perder la conciencia, en un último espasmo, vi como Mike, al recibir en su interior la explosión de mi semen, se llevaba las manos a la cabeza y golpeaba violentamente con el codo una repisa de la pared sobre la que descansaba una desordenada fila de botes. Aquella mala bestia no dejaba de bramar y cuando hubo vaciado su depósito, dejó caer su corpachón sobre mí, abrazándome con fuerza. El rudo animal se transformó en un tierno niño grande y a los pocos minutos empezó a roncar, como ya me había advertido. Pero yo estaba tan cansado, y tan satisfecho, que aquellos sonoros ronquidos fueron como una nana para mí y me dormí plácidamente entre los brazos de mis osote barrigón.



1 comentario:

  1. me encantaria un macho asi como mike, el osote barrigon, que quiera cogerme y dejarme su leche en mi culo, si hay alguno mirando esto de buenos aires que me escriba a chaser4topbear@outlook.com

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