Cuando tenía 18 años y poco dinero en el bolsillo no me podía resistir a hacer pequeños hurtos en los grandes almacenes. En aquellos tiempos no existían los dispositivos electrónicos de seguridad y para mí era un auténtico reto meterme algo en la cazadora sin que nadie me viera y sacarlo sin pasar por caja. A veces era más un divertimento que una necesidad.
Aquel día, como otros tantos, estaba en la sección de textil y vi unas gafas de sol muy guapas. Miré el precio y ¡uff! era demasiado para mí. Así que ni corto ni perezoso, las cogí disimuladamente y me las metí en la cazadora. Pero en ese mismo momento, noté una mano que me agarraba fuertemente por el hombre. El susto fue de muerte.
- Por fin, te pillé.- dijo una voz ronca, indicando satisfacción.
Sin haberme recuperado todavía de la impresión giré la cabeza y me encontré con un mastodonte imponente que me penetraba con su mirada y me sonreía maliciosamente. El vigilante jurado era un verdadero armario. Mucho más alto que yo y con una corpulencia que hacía sombra a cualquiera. Era moreno, con ojos oscuros y lucía una barba corta. Tenía cara de pocos amigos.
- Creo que por fin te he cogido con las manos en la masa. ¡Vamos! Te voy a dar un escarmiento.- y sin que me dejara decir nada, me empujó hacia un pequeño habitáculo, una especie de trastero con poca luz.
- Contra la pared. Abre esas piernas.- me ordenó con su profunda voz
A continuación me registró. Yo estaba muy acojonado, sólo de pensar en lo que me podría pasar. Aquel animal parecía fuera de sí y capaz de hacerme cualquier cosa. Por no hablar de la paliza que me daría mi padre, en cuanto se enterase. Su hijo, ¡un vulgar ratero!.
El vigilante hurgó dentro de mis bolsillos y, sin ningún rubor, me palmeó el trasero y el paquete. Luego me empujó hacia una silla destartalada que había por allí.
- Sabes que hace mucho tiempo que vengo siguiéndote. Siempre sospeché que era un ladrón y hoy, por fin, tengo la evidencia. Esto puede costarte caro...
- ¡Es la primera vez! ¡Se lo juro!
- ¡Bastardo mentiroso! Es la primera vez que te cogen. ¿Sabes que podría denunciarte?
- ¡No, por favor! ¡Deme una oportunidad! ¡Le prometo que nunca lo volveré a hacer! ¡Si mi padre se enterase, me mataría!.- le supliqué, casi llorando.
El vigilante se alzaba ante mí. Su paquete estaba a la altura de mis ojos y no pude dejar de darme cuenta del tamaño que tenía...
- Creo que necesitas un buen escarmiento para que no vayas cogiendo por ahí lo que no te pertenece.
- Hágame lo que quiera, pero no se lo diga a nadie. ¡Sería el fin para mí!
- O sea, que estás dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de que no te denuncie.- y empezó a dar vueltas a mi alrededor, lentamente. A pesar de mi nerviosismo, pude observar su enorme trasero, perfectamente marcado por el uniforme
- ¿Te gustaría chuparme la polla? Si eres un vulgar ratero, seguro que también vas por ahí chupando pollas por 4 duros.
- No, señor, no soy un chapero.
- Pues esta vez creo que no tienes elección.
Entonces, los ojos casi se me salen de las órbitas cuando el vigilante se bajó la cremallera del pantalón, y sacó al aire, su enorme polla. Era gorda y sin circuncidar, aunque el capullo asomaba, desafiante, entre los pliegues del prepucio. Era la polla más de macho que había visto en mi vida
- ¿Quieres chupármela o no?
- Haré lo que sea, si me deja ir, señor.
- ¡Así me gusta!..- rugió el vigilante
Estaba tembloroso, nervioso y muy caliente. Me dio un bofetón en la cara con su hinchado miembro. Debía tener casi un palmo de largo, y era realmente grueso.
- ¡Chúpala, niñato! Chupa la polla de un hombre de verdad.
Saqué la lengua y la pasé por la sonrosada cabeza del pene. La notaba caliente y esponjosa.
- Vamos, rodea con esos dulces labios de mozalbete mi polla. ¡Oh, sí! ¡Chupa, delincuente, chupa! ¡Chúpame la polla!
Subí y bajé mi cabeza, a lo largo del pene del vigilante, excitado por el calor y la fuerza de su hinchada carne. Él me agarró por los rizos y me hincó el miembro en la garganta. Por un momento me dieron arcadas hasta que se apartó un poco, para no ahogarme.
Liberó sus peludas y gruesas pelotas de sus calzoncillos.
- Voy a dejarte lamer mis pelotas, quiero que me las comas.
Lamí sus cojones, bañándolos con mi saliva.
- Cómete mis huevos
Logré meter en mi boca sus huevazos, y los giré por dentro. Después los mordisqueé y relamí. Eso sí que le puso como una moto.
- Ahora vuelve a dedicarte a mi polla.
Loco de pasión y ardiente de deseo, me abalancé sobre su grueso pene. Pasé la lengua a todo lo largo, y luego me lo tragué entero, hasta lo más hondo. Esta vez no tuve arcadas. Y, a pesar de mi inexperiencia, seguí tragándome su pijo, hasta que sentí como la punta me rozaba las amígdalas. Su densa pelambrera me hacía cosquillas en la nariz.
Su polla estaba tan dura como una piedra y la metía y sacaba de mi boca, perforándome hasta la garganta. Mi propia polla tenía espasmos dentro de mi calzoncillo, pero me dije que tenía que hacerle correrse a él, antes que correrme yo. Primero el deber, y luego el placer.
- Lo estás haciendo bien para ser un principiante, chaval. Sigue chupándomela...¡Eso es...me voy a correr!
Fieros borbotones de semen de vigilante estallaron dentro de mi boca. Y la explosión de su pene fue el gatillo que hizo estallar el mío. Me manché los pantalones de pegajosa corrida. Luego, después de soltar mi carga, me quedé sudoroso y jadeante.
- ¿Te has corrido, cabroncete?
- Sí, señor.
- Déjame ver. Ponte en pie.
Me desabrochó los tejanos y me bajó los calzoncillos. Mi polla estaba aún erecta y cubierta de semen.
- Tienes un buen aparato, je , je.- comentó mientras se pasaba la lengua por los labios.
- Pues cuando estoy realmente caliente, se pone aún mayor antes de correrme.
- Una polla de hombre en un chaval, y delincuente...
- Esto...¿puedo irme ya, señor agente?
- Humm....estás metido en un buen lío y no voy a dejarte escapar, ahora que te tengo bien agarrado. Ni hablar. Inclínate hacia delante. Déjame ver tu culo.
Me agarró las manos y me empujó la cabeza hacia delante. Luego entreabrió mis nalgas.
- Parece que tienes un ojete apretado. ¿Seguro que eres virgen por ahí?
- Si, señor.- respondí atemorizado.
Hurgó en mi agujero con los dedos. Nunca antes me había dado cuenta de lo sensible que tenía el ano: se estremeció, como con vida propia, ante su toque. Noté una cosa fría y dura que me tocaba la raja. No podía ser su polla, así que mirando por encima del hombro vi que era su porra.
- No me haga daño.- supliqué
- Podría violarte con esta porra.
- Oh, no, por favor. ¡Me moriría!
- Relájate. Por esta vez, utilizaré mi cipote.
- ¡Pero si no quiero que me dé por el culo!.- Grité asustado.
- Claro que quieres, a todos los mariconcetes como tú les gusta que se la metan por detrás. Además, te prometo que mi polla te volverá loco.
- Por favor, señor: haré cualquier cosa, pero no me dé por el culo...no lo soportaría.
El mastodonte me agarró del pelo con violencia y tiró hacia atrás. Acercó su boca a mi oído y me dijo:
- Quieres hacer el amor con un hombre de verdad, pero tienes miedo a no poder aguantarlo. ¡Madura chaval! La vida es jodidamente dura y que saber hacerle frente. Mereces un escarmiento por ser un ladronzuelo de poca monta.
- ¿Qué es lo que te mereces, delincuente?
- Un castigo, señor
- ¿Y cómo quieres que te castigue?
- Dándome por culo, señor.- respondí, y sumisamente, me incliné sobre el escritorio, mientras le ofrecía al vigilante el rosado agujero de mi ano virgen.
- Tienes un culo delicioso, con ano pequeñito y rosado, que hay que abrir, que debe ser desvirgado por una buena polla como la mía.
- Hágalo, señor.- imploré, cada vez más impaciente.
El vigilante rugió y se colocó un preservativo en la polla. Todo aquel preparativo le había puesto el pijo duro como una barra de acero.
Tomó mi propio semen, que aún manchaba mis calzoncillos, y me lo metió por el agujero del culo. Iba a ser enculado por primera vez, y con mi propio semen como lubrificante. Acercó su boca a mi raja y añadió a la mezcla lubrificante una par de buenos escupitajos. Yo tenía miedo a mirar había atrás, por no ver el tremendo tamaño de su erección.
- ¿Dispuesto para ser follado, chaval?
- Sí señor.
Me abofeteó las nalgas con su aparato sólo para que me enterase de lo grande y duro que era lo que me iba a meter dentro. Luego frotó mi raja con su polla envuelta en un condón. La notaba como un palo, un palo que me fue abriendo el ojete...
- Metámela dentro, señor.
Su gigantesco pene agrandaba mi agujero, y, poco a poco fue entrando en la cavidad. Noté como si me hubiera arponeado.
- Es demasiado grande y estoy demasiado seco.¡Me va a matar!
Se quedó un momento quieto y me dio unas fuertes palmadas en las nalgas. Relajé el culo, y los músculos de las nalgas dejaron de estar contraídos. Estaba repleto con la picha del vigilante. Seguro que no hubiera notado mayor o más dura su porra.
Al poco, desapareció el dolor de la penetración y, cuando comprendí realmente que iba a ser follado por primera vez, y que quien me iba a follar era un tío tan bestia como aquel, de mi pene empezó a escaparse un hilillo de líquido preseminal.
Moví el culo y empecé a ayudarle echándome hacia atrás.
- Jódame bien jodido. Jódame con su enorme y dura polla.
Fue empujándome lenta, pero profundamente, con golpes de riñón que me abrían el culo. Tenía el agujero ardiendo. Me daba por culo como si fuera una máquina de follar, un Terminator sexual. Y cuando ya tuvo mi culo bien colocado, me alzó y empezó a perforarme como un martillo neumático.
- ¿Te gusta, eh, delincuente? No me sorprende: a todos les gusta mi polla. Y la verdad es que ni una puta puede recibirlo como lo hace el culo de un chaval, una vez que lo he relajado.
- No puedo creer que realmente me esté pasando esto – musité – que me esté dando por culo todo un machote de vigilante como usted.
- Disfrútalo, chaval. Y esto sólo es el principio. Con un culito caliente y apretado como el que tienes, vas a tener el ano lleno de polla todo el resto de tu vida.
Me estremecí y gemí, mientras aquel animal me perforaba el culo. Estaba empapado de sudor y me encantaba notar el roce de su uniforme, de sus correajes de cuero contra mi cuerpo desnudo. Sus grandes y peludas pelotas golpeaban contra las mías, más suaves y pequeñas.
- Prepárate cabronazo, porque estoy a punto de dispararte.- me avisó entre jadeos.
Juro que pude notar como el flujo de semen surgía dentro de sus pelotas. Su polla estaba tan hincada dentro de mi culo, que la punta me golpeó la próstata e hizo, que a mi vez, también soltase mi descarga. Y los labios de mi agujero se agarraban frenéticamente a su pijo, mientras él escupía ardientes chorros de semen.
Su pene se desinfló un poco y se deslizó hacia fuera. Se quitó el condón y soltó las últimas gotas de su descomunal corrida sobre mi espalda, mientras me aporreaba con su tranca.
Una vez hubo descargado las marmitas, volvió a meterse la polla en los pantalones del uniforme.
Aún sin recuperarme de mi corrida, el vigilante volvió a agarrarme violentamente por la cabellera, y me dijo con un tono de voz solemne:
- Si te vuelo a atrapar robando, te vas a enterar de lo que es bueno. Esto sólo ha sido una muestra de las cosas que te podría hacer...no sé si me entiendes....
No hay, que decirlo, en un par de días, en cuanto dejó de escocerme el culo, ya estaba de nuevo en el centro comercial, llevando a cabo mis pequeños hurtos, esperando que el vigilante me atrapase y volviese a castigarme.
Aquel día, como otros tantos, estaba en la sección de textil y vi unas gafas de sol muy guapas. Miré el precio y ¡uff! era demasiado para mí. Así que ni corto ni perezoso, las cogí disimuladamente y me las metí en la cazadora. Pero en ese mismo momento, noté una mano que me agarraba fuertemente por el hombre. El susto fue de muerte.
- Por fin, te pillé.- dijo una voz ronca, indicando satisfacción.
Sin haberme recuperado todavía de la impresión giré la cabeza y me encontré con un mastodonte imponente que me penetraba con su mirada y me sonreía maliciosamente. El vigilante jurado era un verdadero armario. Mucho más alto que yo y con una corpulencia que hacía sombra a cualquiera. Era moreno, con ojos oscuros y lucía una barba corta. Tenía cara de pocos amigos.
- Creo que por fin te he cogido con las manos en la masa. ¡Vamos! Te voy a dar un escarmiento.- y sin que me dejara decir nada, me empujó hacia un pequeño habitáculo, una especie de trastero con poca luz.
- Contra la pared. Abre esas piernas.- me ordenó con su profunda voz
A continuación me registró. Yo estaba muy acojonado, sólo de pensar en lo que me podría pasar. Aquel animal parecía fuera de sí y capaz de hacerme cualquier cosa. Por no hablar de la paliza que me daría mi padre, en cuanto se enterase. Su hijo, ¡un vulgar ratero!.
El vigilante hurgó dentro de mis bolsillos y, sin ningún rubor, me palmeó el trasero y el paquete. Luego me empujó hacia una silla destartalada que había por allí.
- Sabes que hace mucho tiempo que vengo siguiéndote. Siempre sospeché que era un ladrón y hoy, por fin, tengo la evidencia. Esto puede costarte caro...
- ¡Es la primera vez! ¡Se lo juro!
- ¡Bastardo mentiroso! Es la primera vez que te cogen. ¿Sabes que podría denunciarte?
- ¡No, por favor! ¡Deme una oportunidad! ¡Le prometo que nunca lo volveré a hacer! ¡Si mi padre se enterase, me mataría!.- le supliqué, casi llorando.
El vigilante se alzaba ante mí. Su paquete estaba a la altura de mis ojos y no pude dejar de darme cuenta del tamaño que tenía...
- Creo que necesitas un buen escarmiento para que no vayas cogiendo por ahí lo que no te pertenece.
- Hágame lo que quiera, pero no se lo diga a nadie. ¡Sería el fin para mí!
- O sea, que estás dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de que no te denuncie.- y empezó a dar vueltas a mi alrededor, lentamente. A pesar de mi nerviosismo, pude observar su enorme trasero, perfectamente marcado por el uniforme
- ¿Te gustaría chuparme la polla? Si eres un vulgar ratero, seguro que también vas por ahí chupando pollas por 4 duros.
- No, señor, no soy un chapero.
- Pues esta vez creo que no tienes elección.
Entonces, los ojos casi se me salen de las órbitas cuando el vigilante se bajó la cremallera del pantalón, y sacó al aire, su enorme polla. Era gorda y sin circuncidar, aunque el capullo asomaba, desafiante, entre los pliegues del prepucio. Era la polla más de macho que había visto en mi vida
- ¿Quieres chupármela o no?
- Haré lo que sea, si me deja ir, señor.
- ¡Así me gusta!..- rugió el vigilante
Estaba tembloroso, nervioso y muy caliente. Me dio un bofetón en la cara con su hinchado miembro. Debía tener casi un palmo de largo, y era realmente grueso.
- ¡Chúpala, niñato! Chupa la polla de un hombre de verdad.
Saqué la lengua y la pasé por la sonrosada cabeza del pene. La notaba caliente y esponjosa.
- Vamos, rodea con esos dulces labios de mozalbete mi polla. ¡Oh, sí! ¡Chupa, delincuente, chupa! ¡Chúpame la polla!
Subí y bajé mi cabeza, a lo largo del pene del vigilante, excitado por el calor y la fuerza de su hinchada carne. Él me agarró por los rizos y me hincó el miembro en la garganta. Por un momento me dieron arcadas hasta que se apartó un poco, para no ahogarme.
Liberó sus peludas y gruesas pelotas de sus calzoncillos.
- Voy a dejarte lamer mis pelotas, quiero que me las comas.
Lamí sus cojones, bañándolos con mi saliva.
- Cómete mis huevos
Logré meter en mi boca sus huevazos, y los giré por dentro. Después los mordisqueé y relamí. Eso sí que le puso como una moto.
- Ahora vuelve a dedicarte a mi polla.
Loco de pasión y ardiente de deseo, me abalancé sobre su grueso pene. Pasé la lengua a todo lo largo, y luego me lo tragué entero, hasta lo más hondo. Esta vez no tuve arcadas. Y, a pesar de mi inexperiencia, seguí tragándome su pijo, hasta que sentí como la punta me rozaba las amígdalas. Su densa pelambrera me hacía cosquillas en la nariz.
Su polla estaba tan dura como una piedra y la metía y sacaba de mi boca, perforándome hasta la garganta. Mi propia polla tenía espasmos dentro de mi calzoncillo, pero me dije que tenía que hacerle correrse a él, antes que correrme yo. Primero el deber, y luego el placer.
- Lo estás haciendo bien para ser un principiante, chaval. Sigue chupándomela...¡Eso es...me voy a correr!
Fieros borbotones de semen de vigilante estallaron dentro de mi boca. Y la explosión de su pene fue el gatillo que hizo estallar el mío. Me manché los pantalones de pegajosa corrida. Luego, después de soltar mi carga, me quedé sudoroso y jadeante.
- ¿Te has corrido, cabroncete?
- Sí, señor.
- Déjame ver. Ponte en pie.
Me desabrochó los tejanos y me bajó los calzoncillos. Mi polla estaba aún erecta y cubierta de semen.
- Tienes un buen aparato, je , je.- comentó mientras se pasaba la lengua por los labios.
- Pues cuando estoy realmente caliente, se pone aún mayor antes de correrme.
- Una polla de hombre en un chaval, y delincuente...
- Esto...¿puedo irme ya, señor agente?
- Humm....estás metido en un buen lío y no voy a dejarte escapar, ahora que te tengo bien agarrado. Ni hablar. Inclínate hacia delante. Déjame ver tu culo.
Me agarró las manos y me empujó la cabeza hacia delante. Luego entreabrió mis nalgas.
- Parece que tienes un ojete apretado. ¿Seguro que eres virgen por ahí?
- Si, señor.- respondí atemorizado.
Hurgó en mi agujero con los dedos. Nunca antes me había dado cuenta de lo sensible que tenía el ano: se estremeció, como con vida propia, ante su toque. Noté una cosa fría y dura que me tocaba la raja. No podía ser su polla, así que mirando por encima del hombro vi que era su porra.
- No me haga daño.- supliqué
- Podría violarte con esta porra.
- Oh, no, por favor. ¡Me moriría!
- Relájate. Por esta vez, utilizaré mi cipote.
- ¡Pero si no quiero que me dé por el culo!.- Grité asustado.
- Claro que quieres, a todos los mariconcetes como tú les gusta que se la metan por detrás. Además, te prometo que mi polla te volverá loco.
- Por favor, señor: haré cualquier cosa, pero no me dé por el culo...no lo soportaría.
El mastodonte me agarró del pelo con violencia y tiró hacia atrás. Acercó su boca a mi oído y me dijo:
- Quieres hacer el amor con un hombre de verdad, pero tienes miedo a no poder aguantarlo. ¡Madura chaval! La vida es jodidamente dura y que saber hacerle frente. Mereces un escarmiento por ser un ladronzuelo de poca monta.
- ¿Qué es lo que te mereces, delincuente?
- Un castigo, señor
- ¿Y cómo quieres que te castigue?
- Dándome por culo, señor.- respondí, y sumisamente, me incliné sobre el escritorio, mientras le ofrecía al vigilante el rosado agujero de mi ano virgen.
- Tienes un culo delicioso, con ano pequeñito y rosado, que hay que abrir, que debe ser desvirgado por una buena polla como la mía.
- Hágalo, señor.- imploré, cada vez más impaciente.
El vigilante rugió y se colocó un preservativo en la polla. Todo aquel preparativo le había puesto el pijo duro como una barra de acero.
Tomó mi propio semen, que aún manchaba mis calzoncillos, y me lo metió por el agujero del culo. Iba a ser enculado por primera vez, y con mi propio semen como lubrificante. Acercó su boca a mi raja y añadió a la mezcla lubrificante una par de buenos escupitajos. Yo tenía miedo a mirar había atrás, por no ver el tremendo tamaño de su erección.
- ¿Dispuesto para ser follado, chaval?
- Sí señor.
Me abofeteó las nalgas con su aparato sólo para que me enterase de lo grande y duro que era lo que me iba a meter dentro. Luego frotó mi raja con su polla envuelta en un condón. La notaba como un palo, un palo que me fue abriendo el ojete...
- Metámela dentro, señor.
Su gigantesco pene agrandaba mi agujero, y, poco a poco fue entrando en la cavidad. Noté como si me hubiera arponeado.
- Es demasiado grande y estoy demasiado seco.¡Me va a matar!
Se quedó un momento quieto y me dio unas fuertes palmadas en las nalgas. Relajé el culo, y los músculos de las nalgas dejaron de estar contraídos. Estaba repleto con la picha del vigilante. Seguro que no hubiera notado mayor o más dura su porra.
Al poco, desapareció el dolor de la penetración y, cuando comprendí realmente que iba a ser follado por primera vez, y que quien me iba a follar era un tío tan bestia como aquel, de mi pene empezó a escaparse un hilillo de líquido preseminal.
Moví el culo y empecé a ayudarle echándome hacia atrás.
- Jódame bien jodido. Jódame con su enorme y dura polla.
Fue empujándome lenta, pero profundamente, con golpes de riñón que me abrían el culo. Tenía el agujero ardiendo. Me daba por culo como si fuera una máquina de follar, un Terminator sexual. Y cuando ya tuvo mi culo bien colocado, me alzó y empezó a perforarme como un martillo neumático.
- ¿Te gusta, eh, delincuente? No me sorprende: a todos les gusta mi polla. Y la verdad es que ni una puta puede recibirlo como lo hace el culo de un chaval, una vez que lo he relajado.
- No puedo creer que realmente me esté pasando esto – musité – que me esté dando por culo todo un machote de vigilante como usted.
- Disfrútalo, chaval. Y esto sólo es el principio. Con un culito caliente y apretado como el que tienes, vas a tener el ano lleno de polla todo el resto de tu vida.
Me estremecí y gemí, mientras aquel animal me perforaba el culo. Estaba empapado de sudor y me encantaba notar el roce de su uniforme, de sus correajes de cuero contra mi cuerpo desnudo. Sus grandes y peludas pelotas golpeaban contra las mías, más suaves y pequeñas.
- Prepárate cabronazo, porque estoy a punto de dispararte.- me avisó entre jadeos.
Juro que pude notar como el flujo de semen surgía dentro de sus pelotas. Su polla estaba tan hincada dentro de mi culo, que la punta me golpeó la próstata e hizo, que a mi vez, también soltase mi descarga. Y los labios de mi agujero se agarraban frenéticamente a su pijo, mientras él escupía ardientes chorros de semen.
Su pene se desinfló un poco y se deslizó hacia fuera. Se quitó el condón y soltó las últimas gotas de su descomunal corrida sobre mi espalda, mientras me aporreaba con su tranca.
Una vez hubo descargado las marmitas, volvió a meterse la polla en los pantalones del uniforme.
Aún sin recuperarme de mi corrida, el vigilante volvió a agarrarme violentamente por la cabellera, y me dijo con un tono de voz solemne:
- Si te vuelo a atrapar robando, te vas a enterar de lo que es bueno. Esto sólo ha sido una muestra de las cosas que te podría hacer...no sé si me entiendes....
No hay, que decirlo, en un par de días, en cuanto dejó de escocerme el culo, ya estaba de nuevo en el centro comercial, llevando a cabo mis pequeños hurtos, esperando que el vigilante me atrapase y volviese a castigarme.
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