Llevaba 2 semanas esperando a que el carpintero viniera a ponerme el nuevo armario. Había hablado con él varias veces por teléfono y siempre me ponía alguna excusa para no ir. Por eso desconfiaba que apareciera a la hora que me había indicado en nuestra última conversación. Pero a las cuatro en punto sonó el timbre y di un suspiro de alivio, porque por fin parecía que iba a cumplir su palabra. Lo que no me imaginaba era que me esperaban otras agradables sorpresas.
Abrí la puerta y me encontré con la amplia sonrisa del carpintero. Era un hombre moreno, de unos 35 años, de estatura media. Estaba bastente calvito y tenía una cara redonda que lo hacían muy atractivo. Era un hombre corpulento, gordito podríamos decir, pero bien proporcionado. Llevaba ropa de mahón y la abertura de su chaqueta dejaba ver un pecho amplio y velludo, que parecía no tener fin. La verdad es que mi polla dio un respingo de alegría al contemplar aquel hombre tan hermoso. No era un superhombre de esos que aparecen en las revistas, pero tenía algo que lo hacía terriblemente atractivo y sexy.
- Por fin he llegado. La verdad es que estoy muy atareado y he tenido que retrasar bastantes trabajos.- me dijo a modo de justificación.
- Está bien, pasa.- le contesté mientras no dejaba de observarle atentamente.
Entró por el pasillo con sus materiales y pude observar que tenía un hermoso trasero, grande y redondeado. Le ayudé a traer las últimas piezas del armario y se puso a montarlo, sin perder tiempo. Hacía mucho calor y al poco de empezar con su trabajo, el carpintero empezó a sudar. La visión de su piel humedecida por el sudor me puso todavía más caliente. Mientras montaba el armario le eché una mano poniendo a su alcance las herramientas que necesitaba en cada momento. Cada vez que se acercaba a mí podía percibir su fuerte olor a sudor. La verdad es que olía como un verdadero macho.
- Creo que hoy hacer más calor que nunca. Será mejor quitarse lo que sobra..
Y mientras me sonreía, empezó a desabrocharse la parte superior de su ropa de trabajo. Su peludo pecho y su prominente barriga fueron descubriéndose, al mismo tiempo que el se deshacía de su chaqueta. Tenía unos brazos poderosos, forjados por el duro trabajo diario y sus peludas axilas chorreaban sudor. Su espalda era tan enorme como su pecho y no tenía vello. Su piel brillaba por efecto del sudor. Me pidió una toalla para secarse el sudor y yo se la di con muchísimo gusto. El carpintero extendió sus brazos y se secó el sudor, mientras yo no podía quitar ojo de aquel hermoso espectáculo. Creo que el carpintero se había dado cuenta de ello y no dejaba de sonreírme mientras se restregaba cada uno de los rincones de su cuerpo.
El carpintero siguió con su trabajo y en ese momento se agachó delante de mí para hacer unos remaches. Al colocarse en esa postura sus pantalones cedieron mostrando la parte superior de sus slips y, a su vez, estos cedieron, para mostrar algo más. Sus dos colosales nalgas asomaban por encima del slip y también se podía ver el peludo canal que las unía. Mi boca hacía agua y mi polla no podía resistir más dentro del pantalón.
Sin pensármelo dos veces, acerqué mi mano a su trasero y empecé a acariciar el canalillo de su culo. El carpintero, al sentir mi mano, dio un salto y se puso de pie. Se dio la vuelta con cara de pocos amigos y se acercó a mí. La fiereza de su rostro me asustó y di un paso atrás, pensando que aquel animal me iba a soltar una hostia. Gruñendo me agarró del cuello de la camisa y acercó su rostro al mío.
- ¿Qué hostias te has creído, maricón de mierda? Vengo a trabajar a tu casa y empiezas a meterme mano. Me dan ganas de partirte la cara y darte una paliza, pero...
Y en ese momento me guiñó un ojo y agarrándome del cuello atrapó mis labios con los suyos y nos enzarzamos en un salvaje beso, mientras nuestros cuerpos se fundían en un abrazo. Así estuvimos durante un rato, que a mí me pareció interminable, comiéndonos la boca, devorándonos la lengua y los labios.
De pronto, el carpintero se separó de mí y me dijo con una amplia sonrisa dibujada en sus labios:
- Desde que he atravesado esa puerta, estaba deseando que esto ocurriera.
Estaba tan caliente que no tuve tiempo de responderle. Hundí mi cabeza en su enorme pecho y empecé a recorrer su peludo y sudoroso pecho con mi lengua. Su piel tenía un sabor salado por el sudor, y estaba realmente delicioso. Poco a poco fui descendiendo por su vientre, que era bastante voluminoso pero que estaba duro como una piedra. Incrusté mi lengua en su ombligo y me dediqué a devorarlo.
- ¡Dios! ¡Cómo me estás poniendo, cabrón!. .- gimió el carpintero.
Sin perder tiempo empecé a desabrochar los botones de la bragueta de su pantalón de mahón. Un fuerte olor a macho empezó a impregnarlo todo. Su enorme paquete empezó a asomar entre los botones cubierto por un blanco slip. Agarré con mis dientes la prenda interior y tirando hacia abajo conseguí liberar su tranca y sus pelotas. Su polla no era muy larga, pero sí muy gruesa, coronada por un hermoso capullo circuncidado. Sus pelotas también eran grandes y estaban cubiertas por una gruesa mata de pelo.
- ¡No esperes más! ¡Cómeme el rabo! .- me imploró.
Acerqué mi lengua a su capullo y empecé a chuparlo suavemente, degustando cada centímetro de aquel dulce manjar. Poco a poco fui introduciendo aquel hermoso pedazo de carne en mi boca, hasta que lo atrapé por completo. Apenas me cabía en la boca y estaba a punto de atragantarme, pero no por ello lo solté. A continuación empecé a bombear sobre su tarugo, que recorría arriba y abajo por el interior de mi boca. Al mismo tiempo, liberé mi polla de la prisión de los pantalones y empecé a manipularlo suavemente.
Después de succionar su pollón durante varios minutos, el carpintero se dio media vuelta y me ofreció su hermoso culo. Agarré con mis manos sus dos poderosas nalgas y las separé hasta dejar a la vista una peluda raja. Pasé unos mis dedos por la raja hasta llegar al ojete, que se contrajo al notar la presencia de un extraño. Pero no por ello me detuve y empecé a follar su culo con mi dedo, que poco a poco fue introduciéndose en la caliente caverna. El carpintero empezó a gemir de placer, pidiendo más. Escupí sobre el agujero y a continuación un segundo dedo acompañó al primer explorador. Al sentir la entrada del segundo intruso el carpintero dio un pequeño gritito, pero no por ello dejo de implorarme:
- ¡No pares! ¡Fóllame el culo! ¡Quiero tu polla dentro de mí!
Le di una fuerte palmada en el culo, mientras le decía:
- ¡Ahora mismo me tendrás dentro de ti!
Su agujero estaba suficientemente húmedo y abierto. Puse mi polla sobre sus nalgas, y a continuación lo deslicé hacia abajo buscando su cálido agujero. Cuando me hube situado en la entrada de la cueva, di un fuerte golpe de riñones y mi polla entró dentro de aquel semental. Puse mis manos sobre su interminable espalda y empecé a cabalgarlo como un potro salvaje. No podía creerme que me estuviera tirando a aquel pedazo de bestia. Era como si un sueño imposible se hubiera hecho realidad. Los dos estábamos sudando como auténticos cerdos, pero nos daba igual.
- Espera un poco. Quiero que me folles cara a cara.- me dijo, obligándome a parar en mi cabalgada.
Se dio media vuelta y se tumbó sobre la mesa de la cocina. A continuación abrió sus poderosas piernas y elevándolas, colocó sus pies sobre mis hombros. Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro.
- Puedes seguir, campeón.
Sin rechistar, volví a meter la polla en su agujero y seguí cabalgando, con más ímpetu si cabe. El rostro del carpintero se contraía cada vez que recibía una de mis embestidas, pero no de dolor, sino por el intenso placer que le producía. Mientras yo continuaba entrando y saliendo de su corpulento cuerpo, él agitaba su grueso pollón, sin descanso. De pronto, noté que la leche quería salir de mis huevos, disparada hacia el exterior. En ese momento aceleré el ritmo de mis embestidas, mientras gritaba:
- ¡Me voy a correr!
- ¡Yo también!- contestó él.
Así los dos nos corrimos a la vez. Yo derramé toda mi leche en lo más profundo de sus entrañas, mientras él soltaba un espeso chorretón de semen que empapó su vientre y su enorme pecho. Exhausto por el esfuerzo, me dejé caer sobre él y subiéndome a la mesa empezamos a besarnos, con pasión, impregnados en nuestro propio sudor.
- ¿Ha estado bien, verdad? .- me preguntó con una sonrisa maliciosa.
- Ha sido el mejor polvo que he echado en mucho tiempo. Ha sido increíble.- le contesté. Por cierto... ¿Cómo te llamas?
- Me llamo Gorrotxategi, pero todo el mundo me conoce por “Gorro”.
- Encantando de conocerte. ¿Quieres darte una ducha para quitarte todo este sudor?
- Sí, pero con una condición. Que nos duchemos junto.
- ¡Qué cabrón eres!.- y le di una fuerte palmada en el trasero.
Así que nos duchamos juntos. Lógicamente echamos otro polvo memorable y esta vez fui mi culo el que probó las excelencias de su grueso pollón. Desde luego, había merecido esperar tanto a que viniera el carpintero.
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