Era una tarde lluviosa a finales de agosto, el mes más caluroso del año, así que la lluvia nos caía de maravilla, estos días me ponen nostálgico y melancólico pero de un modo extraño y deliciosamente feliz, como recordando un gran amor que nunca tuve y haciendo de mi memoria el huésped perfecto para historias de amor prohibidas.
Tomé el periódico del día anterior y me fijé en una noticia sobre un accidente ocurrido en la madrugada. Inmediatamente se dibujó en mi rostro una mueca de asombro y un frío recorrió toda mi espina dorsal, vi las fotos ¡y era el carro del padre de pe-peludo! ¡No podía creerlo! Era demasiada coincidencia, estaba convenciéndome a mí mismo de que era un error cuando continué leyendo y vi que en negritas venía marcado: José Luis Villegas joven accidentado y muy grave internado en el hospital general.
La sangre se me fue a los pies y los sentía de plomo, no podía moverme y mi respiración se volvió agitada, dentro de la penumbra que en ese momento era mi mente, reaccioné y tomé el auto para el hospital general.
Al llegar el ambiente me abrumó, había unos familiares de Pepe llorando inconsolablemente, sentados en unas bancas afuera del segundo cuarto de traumatología, donde llevan a los pacientes de choques y accidentes, reconocí a su madre y le pregunté que como estaba –mal- me dijo sollozando,
-Charly, (como me dice de cariño la mamá de Pepe) parece ser que el auto que lo chocó comprimió su auto, y el asiento le quebró la espalda además de muchas fracturas en otras partes del cuerpo, ¡los doctores piensan que no volverá a caminar!-
En ese momento mis fuerzas me abandonaron y quise caer al suelo a llorar, pero me contuve, me repuse como pude porque además quería verlo pero me dijeron que en unos minutos más lo llevarían al quirófano a practicarle una seria y complicada operación.
Las horas fueron eternas, y para animarme mientras esperábamos como había salido de la operación, me puse a pensar en Pepe antes del accidente, su cuerpo fuerte y macizo, peludo y lleno de vigor, incluso pasó por mi mente el incidente en donde él y su amigo tuvieron sexo conmigo, a pesar de que no era un buen recuerdo debido a la tristeza que me dio el saber que solo sería sexo con el y nunca amor, incluso ese recuerdo me parecía dulce en estos momentos.
Cuando por fin salió el doctor, solo pude recoger fragmentos de su conversación con sus Padres: múltiples fracturas, futuro incierto…lo siento. A partir de ese momento decidí que siempre estaría con él, aunque el no quisiera, iba a animarlo y ayudarlo en su recuperación, no sabía como pero iba a hacerle sentir mejor.
Pasó una semana y por fin salió de terapia intensiva y pude verlo, estaba acostado en su cama con un aparato que le presionaba la cabeza con unos tornillos y bajaba hasta su cuello, tenia una de esas batas de hospital abiertas en el frente, y su hermoso pecho peludo al descubierto, tenía algunos golpes en la cara, pero aún así me pareció el hombre más guapo de esta tierra. Cuando me vio su expresión cambió de triste a enojado, e inmediatamente le dijo a su madre que no quería verme, yo contrariado no tuve más remedio que salir del cuarto sin siquiera decir un: ¡hola! ¿cómo te sientes?.
Tres días después recibí una llamada telefónica de su madre diciéndome que Pepe se quería disculpar conmigo, que aún no aceptaba su condición y le daba miedo no volver a caminar y por ende estaba frustrado y malhumorado. Un vuelco me dio en el corazón y dejé mi clase para ir a verlo al hospital. Esta vez su actitud fue otra y hacia el esfuerzo por sonreír y ser amable, platicamos por espacio de 15 minutos, y poco después su madre tuvo que salir a hablar con la enfermera así que me quede a solas con él.
-Carlos… comenzó a decir, yo, quiero disculparme por lo que te hicimos, en serio yo…
¡Hey, olvídalo no pasa nada, le interrumpí, ahora debes de concentrarte en ponerte bien, te esperan unos días difíciles, tienes que echarle ganas a la terapia física ¡tienes que ponerte bien!-
En ese momento soltó el llanto y una ternura profunda se apoderó de mí, quería abrazarlo así que me acerqué y lo abracé, él descargo todo su pecho en lágrimas y lamentos lastimosos, cuando pudo calmarse me dijo – gracias por haber venido, me gustaría que siguieras viniendo si puedes-
-Claro que lo haré, le dije sonriendo, verás que pronto podrás levantarte de esa cama-
Pasaron los días y las semanas, haciéndole bromas, llevándole presentes, cantándole e incluso una vez me disfracé de payaso para hacerlo reír hasta que lágrimas brotaban de sus ojos.
Un día me contó que ninguno de sus amigos le había llamado, y que sólo una ex novia vino a verlo una vez, pero que jamás regresó. Le daba gusto verme casi todos los días, me había convertido en su único amigo, pero a mi me daba miedo ser eso: solo un amigo. Aun así me decía a mi mismo, que valdría la pena, si nunca surgía nada entre nosotros, si podía verlo caminar de nuevo. Soy una persona bastante optimista, siempre le veo el lado bueno a las cosas, y algo me decía que Pepe volvería a caminar, así que le regalaba libros de motivación personal y espiritual, siempre le decía que declarara que algún día saldría por su propio pie de ese lugar, y eso siempre le sacaba una sonrisa.
Los doctores checaban su progreso y siempre se sorprendían de los avances que Pepe presentaba a cada momento, pronto llegó el tiempo de terapia física, enseñarlo a ponerse de pie y a dar sus primeros pasos otra vez.
Ya podía estar sentado en silla de ruedas y eso lo ponía feliz, su espalda estaba haciéndose cada vez más fuerte y recuperándose.
Un día se me hizo tarde para ir a verlo porque tuve un examen en la universidad, y cuando llegué su cama estaba vacía, una enfermera me dijo que estaba en las regaderas y que insistió en bañarse solo pero que si yo llegaba pasara a ayudarle.
Entré al cuarto de las regaderas y estaba semidesnudo con una toalla cubriéndole solamente los genitales, regulando el agua caliente de las manijas, sentado en su silla de plástico.
Cuando me vio entrar una enorme sonrisa dibujó su rostro, -¡hola que bueno que viniste! Estaba pensando que ya no vendrías ¿me puedes ayudar?- claro repliqué nervioso por verlo desnudo de nuevo.
En cuanto se quitó la toalla un espasmo recorrió mi cuerpo y comencé a excitarme, yo sabía que él se daba cuenta que me ponía cachondo el poder verlo desnudo, siempre lo supo.
Su verga estaba semi erecta y más peludo que nunca, fue cuando me di cuenta que Pepe, se recortaba un poco el vello de su cuerpo, pero ahora estaba totalmente en su estado natural.
Con una sonrisa me dijo que cerrara con seguro la puerta, así nadie podría molestar, titubeando le pregunte – ¿molestar? ¿Que vamos a hacer?, tu sabes que vamos a hacer, tengo muchas ganas de que me la chupes, me dijo jalándose la verga, sus huevos colgaban hasta la silla de plástico y se veían relajados y enormes.
Me quité lo más que pude de mi ropa y me hinqué a mamarle la verga, el chorro del agua caía sobre nosotros, le tomaba los huevos con una mano mientras mordisqueaba delicadamente la cabeza de su pene, pasaba mi lengua por sus ingles peludas, y de vez en vez subía hasta sus pezones rosas y duros, cubiertos de vello negro.
Le pasaba la lengua por su pecho mojado, y él subía los brazos a la nuca para saborear sus axilas peludas, regresaba a su verga y la tomaba delicadamente en mis manos y lamía todo su tronco como si fuera un caramelo, viéndolo a los ojos, le lamía los testículos y con cada pasada de mi lengua él se retorcía de gusto y de placer –ooohh si así nene, pasa tu lengüita por mis bolas- eran sus palabras casi tartamudeando por el placer, sus huevos tenían unos pelitos largos y muy gruesos eran en realidad unos huevos muy peludos.
Sentado en la silla de plástico se inclinó tanto hacia abajo y abrió tanto tus piernas por la mamada de huevos que le estaba dando, que su culo lleno de pelos quedó expuesto a mis ojos, titubeando un momento bajé por ese camino de pelitos de su escroto hasta su ano con mi lengua, y a él pareció no importarle, en cuanto llegué ahí me puse a pasar la punta de mi lengua en círculos por los pliegues de su culito, él solo jadeaba y bufaba como toro, y me decía que se sentía poca madre, tenía los ojos cerrados y los brazos detrás de su nuca con la boca abierta y jadeando de placer, le estaba dando su primera mamada de culo y tenía un sabor a limpio delicioso, ya que se había enjabonado todo su cuerpo, su verga parecía querer reventar la tomaba con una mano y la aventaba contra su abdomen rebotando hacia mi de lo dura que estaba, y todo esto sin dejar de mamar su culo.
Me tomó de la cabeza y me dijo que parara porque todavía faltaba lo mejor.
-Quítate la trusa y agáchate parado dándome la espalda quiero dedearte ese culito- me ordenó, inmediatamente hice lo que me pidió y comenzó a meterme un dedo húmedo en mi colita, yo gemía lo mas bajo que podía y movía mis nalgas en círculos alrededor de su dedo, pronto me metió dos y me decía que mi culito blanco con mis dos grandes nalgas sin pelos lo excitaban mucho, y que también le excitaba mucho ver mi agujerito rosado con pelitos alrededor, me pidió que así como estaba me sentara poco a poco en su verga, yo tenía miedo de lastimarlo así que lo hice con mucho cuidado, pero al estar totalmente penetrado hasta sus huevos me abrazó y me apretó contra él.
Yo tuve que moverme de arriba abajo cogiéndome yo solo con su gran pene dentro de mí, el por su parte me apretaba las nalgas, me mordía el cuello, me decía obscenidades al oído, me decía que siempre que yo pasaba por su casa lo ponía caliente y que se había masturbado miles de veces pensando en penetrarme, jalarme de los cabellos y hacerme gritar, que se moría de ganas de hacerme suyo y fue que aquel día con su amigo Ricardo que me obligaron a tener sexo con ellos, que se dio cuenta lo mucho que gozó con su verga enterrada en mi culito, y mi cara de dolor y placer que puse al penetrarme profundamente con su gruesos 22 cms.
- ¡Me la estás aguantando toda! Todas las viejas que me he cogido lloran cuando les meto la mitad de la verga y ya no quieren continuar, y tú te la estas tragando toda- me dijo al oído casi susurrándome.
Me movía cada vez más fuerte hasta que comenzó a venirse dentro de mi, -ahhhhhh me vengo ¡me vengo!- Y en ese momento pellizco mis pezones y recargó una mejilla contra mi espalda mientras me mordisqueaba, cuando me saqué su verga no podía creer la cantidad de semen que me escurría por las nalgas, habían sido más de tres meses sin soltar su descarga cremosa.
Al instante yo mismo tuve un orgasmo, vaciando mi semen por completo en la regadera de ese cuarto de hospital.
Estaba feliz esta vez había sido muy tierno y cariñoso, incluso sentí en algunas ocasiones sus labios en mi hombro y espalda mientras me cogía.
En ese momento me incliné para darle un beso en la boca y él me rechazó volteando su cabeza, y me dijo –nada de besos, yo no puedo besarte- me dijo en un tono serio -¿y entonces que fue esto? ¿Otra cogida y nada más verdad? Le reclamé molesto, penetrarme no te da asco pero besarme si, ¿sabes que? No puedo ser tu juguete sexual y un día te cases o andes de novio con una mujer, ¡no voy a poder soportarlo! Discúlpame pero no puedo vivir con eso- me vestí rápidamente y lo dejé desnudo sentado en su silla de plástico.
Decidí olvidarme de él que al final de cuentas él sin ninguna dificultad haría lo mismo y se recuperaría, y reharía si vida con una mujer de nuevo.
Yo hacía mi vida lo mejor que podía entre clases, trabajo y exámenes se me iba el tiempo, aún así en las noches extrañaba su aroma masculino, su sonrisa torcida, su barba de tres días, su cuerpo masculino y velludo y sobre todo su simple compañía.
Su madre me mantenía al tanto de su situación y pronto comenzó a decirme que ya aguantaba más tiempo de pie solo sin ningún tipo de apoyo, o que ya daba sus primeros pasos en la sala de recuperación física. Sin querer darme cuenta pasó el tiempo otros seis meses para ser exactos, y yo estaba seguro que Pepe ya estaba casi recuperado por completo.
Había sido casi un milagro que Pepe hubiera resistido tanto y que su recuperación hubiera sido casi completa en tan pocos meses, me daba gusto saberlo bien y haciendo su vida normal de nuevo.
Un sábado por la tarde decidí hacer un poco de bicicleta en un lugar cerca de mi casa donde había una pista, estando ahí reconocí un hombre alto y moreno con unas piernas musculosas vistiendo un short de licra de ciclista dirigirse hacia mí.
-Hola Carlitos, me dijo sonriendo, era Ricardo el amigo de Pepe, hola ¿cómo estás? Bien gracias, ¡que milagro verte! Me dijo sonriendo aún más con sus dientes perfectos, en ese momento me di cuenta de lo guapo que el amigo de Pepe era.
- ¿Qué has hecho? Le pregunté, pues trabajando todo normal, ahora que vuelvo a verte recordé aquella noche contigo, ¿sabes? No te he olvidado ni he olvidado lo que te dije, quiero ser tu pareja- yo estaba sonrojado y halagado por su propuesta encontrando las respuestas correctas en mi cabeza, cuando de entre las gradas un joven con un bastón se acercó a nosotros.
Era Pepe enfundado también en un short de licra presumiendo su enorme bulto entre sus peludas piernas, en ese momento Ricardo cambió su cara a una molesta, -Rica, ¿puedes dejarme un rato a solas con Charly? – Le dijo Pepe, y Ricardo se despidió de mí de mala gana y asintiendo se dirigió de nuevo a las gradas.
-Hola Carlos, ¿cómo estás?, bien le dije algo serio, tú te ves muy bien me da gusto que estés recuperándote muy bien, ¡Gracias! Me siento muy bien y pronto dejaré este bastón para siempre, yo, quiero decirte que… en ese momento lo interrumpí, no hay nada que decir me dio gusto verte de nuevo- y tomando mi bicicleta di unos cuantos pasos hacia la salida,-¡Espera! Me dijo sosteniendo mi brazo derecho, no sé que me pasa, pero he pensado muchísimo en ti y quiero decirte, que desde ese día que estuvimos en las regaderas del cuarto de hospital, algo cambió y… yo no quería dejarlo continuar y le dije: mira Pepe, no revuelvas más las cosas yo estoy bien ahora así como están las cosas, dejémoslo así tu nunca serás para mí ya me quedó claro, sólo quieres cogerme de nuevo y no quiero que vuelvas a lastimarme-
- Esta vez no será así, mira, yo me recuperé gracias a ti, porque me enseñaste muchas cosas me demostraste que me quieres y bueno, pues me hacías reír y quiero eso de nuevo, últimamente me he dado cuenta de muchas cosas, este accidente me sirvió para cambiar mi vida y mi forma de ser, y también cambió mi manera de ver mi sexualidad-
-Pues no te creo, le dije mirándolo enfurecido, la gente no cambia de la noche a la mañana, no quiero enamorarme de ti ¡para que luego descubra que me engañas con una mujer o incluso con otro wey!-
Tomé mi bici y pedaleé lo más rápido que pude, Ricardo al verme tomó su bici y trató de alcanzarme, pero sólo escuché que Pepe le gritó algo y no los vi más.
Muchos de ustedes tal vez piensen que exageré y que debí quedarme y aceptar su propuesta de intentar algo, pero si alguna vez han vivido una situación parecida, sabrán que con una persona que ha sido heterosexual toda su vida y de pronto cambia así como así no es mucho de confiar, ya que son personas muy inestables que en cualquier momento pueden dejarte por una mujer sin explicación alguna así sin más. Y yo no estaba dispuesto a vivir eso nunca.
Mis días en ese entonces eran aburridos y melancólicos, hay una canción del grupo Lu llamada “la vida después de ti” lo cual habla perfecto de los sentimientos que yo tenía en aquel momento, de desesperanza, de fantasmas del pasado y tristeza por un amor que no pudo ser.
Estaba como de duelo, nada me apetecía nada me llamaba la atención, Ricardo fue a buscarme varias veces a mi casa y Pepe dejaba recados en mi celular, pero a ninguno de los dos quería atender, incluso pensé que de nuevo planeaban obligarme a tener sexo con ellos, a estas alturas los tachaba de mentirosos y de hipócritas.
Esa noche decidí irme a un bar con unos amigos y emborracharme hasta decir basta, quería despejar mi mente y olvidarme de Pepe y de Ricardo, no quería estarlos comparando y mucho menos ponerme a pensar en quién me convenía porque aunque todo apuntaba a que Ricardo en verdad tenía buenas intenciones, era a Pepe a quien yo quería.
Mis amigos me hacían bromas diciéndome que me tenían como Pancho Villa, con un viejo en cada orilla (la rima original es con dos viejas en cada orilla, por supuesto) ya medio ebrio estas bromas me causaban mucha gracia, pero en el fondo sabía que la situación no ameritaba reír.
Estaba tan borracho al final de esa noche que un amigo mío me ofreció dormir en casa de sus padres con él, acepté porque estaba cerca del bar y aparte no quería manejar en ese estado.
Mi amigo me contaría después que toda esa noche solo hable de Pe-peludo de cómo me había hecho suyo en dos ocasiones y de que estaba perdidamente enamorado de él, que lo odiaba y lo amaba al mismo tiempo y que después de hacerme el amor no podía ser ya de nadie más.
Cuando llegué a mi casa a la mañana siguiente un extraño paquete me esperaba en la entrada de mi puerta.
Continuará…
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