jueves, 26 de enero de 2012

Debilidad por los osos


Buenas, tengo 18 años, mi nombre es Luis, soy de Venezuela y este es mi primer relato.

Soy un muchacho moreno claro, de pelo negro corto, no soy ni flaco ni gordo, más bien soy de contextura normal. Suelo jugar al fútbol de vez en cuando de allí he sacado unas buenas piernas y un trasero bien dotado. Las chicas me han dicho que soy guapo, y que mis labios y mi sonrisa son mi carta de presentación perfecta.
Hace aproximadamente 1 mes mis padres y yo tuvimos que mudarnos debido a un nuevo empleo de mi papá. Anteriormente vivía en una ciudad más o menos grande, allí llevaba viviendo desde que tenía memoria, por ende, en esa ciudad estaban mis amigos, mis estudios, mi familia, mis sonrisas, mis tristezas, mis triunfos, mis derrotas. Es decir, allí estaba mi vida. Desde un principio me rehusé al cambio de ciudad, sobre todo porque nos mudaríamos a un pequeño pueblo que quedaba a más de 14 horas de viaje. O sea, realmente la distancia era un problema y el cambio era definitivo. Por mucho que me quejé, no pude hacer nada y solo me quedaba esperar lo que venía.

VIERNES

Las horas de viaje las recorrimos en la camioneta de la familia. Ese día nos levantamos a eso de 4 de la mañana. Mi papá manejaba, mi mamá estaba sentada en el asiento del ‘copiloto’, justamente al lado, y yo iba en el asiento trasero.  Soy hijo único, lo cual la mayoría de las veces representa una gran ventaja pues no te estás peleando con otra persona todo el tiempo o porque, es cierto, la mayoría de las veces te complacen en casi todos los caprichos que puedas tener. Aunque por otro lado, hay veces que te gustaría tener a un hermano para poder contarle cosas que no te atreves a contarle a nadie más, es decir, hace falta ese toque de complicidad que solo los hermanos llegan a tener. Durante el camino hice de todo lo que se puede hacer en el asiento trasero de una camioneta. Me sentaba, me acostaba, comía cualquier aperitivo, mandaba mensajes de texto a mis amigos, revisaba las redes sociales, cantaba, dormía y dormía, pero me parecía que nunca íbamos a llegar. En la maleta de la camioneta solo llevábamos las sábanas, almohadas, manteles y los paños. Todo lo demás (Mesas, camas, adornos, etc.), mi padre se había encargado de mandarlo con una agencia de mudanzas, por lo tanto, al llegar ya debería estar todo en la nueva casa, en la casa que sería mi hogar de ahora en adelante.

Al fin, luego de tanto andar y antes que empezara a anochecer, empezamos a cruzar el pueblo. Aquel lugar era mejor de lo que esperaba, aunque tenía varias fachadas antiguas, estaban en muy buen estado, y todo lo demás, era bastante moderno y muy limpio. Pude ver el hospital, una comisaría, varias tiendas, pasamos por la plaza y frente a ésta, se levantaba una institución educativa (muy grande por cierto, imaginé que tenía ese tamaño puesto que era la única del pueblo.), mi madre me informó que allí estudiaría, pues el papeleo y la inscripción ya la había resuelto hace varias semanas. Me limité a sonreír aunque no tuviera ni una pizca de felicidad.

 Luego pasamos frente a un estadio de fútbol, otro de beisbol y por último una gran piscina techada. Seguimos andando y llegamos al lugar donde se encontraban todas las casas, a decir verdad todo quedaba muy cerca, por lo que seguramente podría ir caminando a cualquier lugar dentro del pueblo. Paramos frente a la casa, de dos pisos por cierto, y aunque no era tan grande como la que teníamos en la ciudad, seguía siendo de un buen tamaño. Bajamos de la camioneta y entramos a la casa. Me pareció bien espaciosa, sobre todo la cocina y la sala de estar, que quedaban en planta baja. Luego de ver la planta baja, el jardín y el patio, decidí subir a ver mi habitación.

 Me gustó mucho, pues tenía baño propio, aparte de eso, había un gran espejo al lado del armario. Ocupaba un amplio espacio en la pared. Bajé y mis padres me dijeron que era hora de desempacar todo, y de armar lo que hiciera falta. Yo me sorprendí, pues esperaba que hiciéramos todo eso el día siguiente, por lo tanto protesté. La casa tiene 3 habitaciones, 1 recibidor, 1 comedor, 1 cocina, 1 sala de estar, 1 sala tipo estudio y 1 habitación de oficina. Por lo tanto, arreglar todo ese día, me parecía absurdo, una estupidez. Lo que me desorientó fue la respuesta de mi padre: “No te preocupes, tendremos manos extras, vine la semana pasada y algunos vecinos de por acá se han ofrecido para ayudar”. En ese mismo momento sonó el timbre de la casa.

- ¡Voy! Un momentico. – Respondió mi mamá mientras abría la puerta.

Por la puerta entraron cuatro señores como de 40 y tantos años, también tres señoras y de último, un muchacho, yo le calculé 24 años y desde que lo vi, admito que me flechó. Mientras los invitados se presentaban yo no hacía otra cosa que mirar a aquel muchacho. Hasta que se acercó a mí.

- ¡Hola! Mucho gusto, un placer. –Dijo mientras me mostraba una de las sonrisas más hermosas que había visto en los labios de un hombre. Verdaderamente era una sonrisa cautivadora, dejaba ver todos sus dientes blancos y parejos, enmarcados por unos labios de ensueño, delgados arriba y un poco más carnosos abajo. Me perdí en su mirada, tan negra como la noche, tan penetrante que sentía que me leía la mente. Sus cejas del grueso y delineado perfecto. Llevaba una barba de dos días, que agregaban ese toque ‘descuidado pero sexi’. Su cabello, negro y liso, llevaba el corte que es como una pequeña cresta, de esas que se hacen últimamente los futbolistas, todo encajaba perfectamente en aquel rostro que me inspiraba confianza y otras cosas más.
- ¡Hola! El gusto es mío. –Respondí observando cada detalle de su rostro mientras estrechábamos las manos, las cuales me recibieron con una calidez increíble. Note que era muy grande y cubierta por una fina capa de vellos, al igual que su brazo.

- ¿Cómo te llamas?
- Luis ¿Y tú?

- Robert, vivo justo al lado ¿Qué edad tienes? Veo que nuestros padres se están llevando muy bien.- Dijo él mientras sonreía y señalaba a un señor un tanto barrigón que hablaba con mi padre, me había dado cuenta que el señor también era muy guapo. Su rostro todavía guardaba facciones hermosas, así como esa gran sonrisa que había heredado su hijo.

- Jajaja sí, ya lo veo. Tengo 18 años, no hace mucho que los cumplí.

- ¡Vaya qué bien! Quisiera volver a esa edad Jajaja. Yo tengo 25.- Un año más del que le calculé yo.- Espero que mi edad no sea un obstáculo y que lleguemos a ser tan buenos amigos así como nuestros padres, veo que van en buen camino jajaja.- Volvió a señalarlos, ya mi padre, el papá de Robert y los otros vecinos tenían cada uno, una cerveza en la mano y estaban conversando vivamente.

- Jajaja por mí no hay problema.
- Luis, anda a la camioneta y baja las cosas que están en la maleta y las subes a tu habitación, si quieres le dices a Robert que te acompañe.- Dijo por encima de la conversación mi mamá.
- ¡Vale mamá! espero que no te moleste acompañarme Robert.- Le dije.
- No te preocupes, para eso vine, para ayudarte.

Salimos y tomamos las cosas que estaban en la maleta, eran 4 cajas grandes. Robert se apresuró y tomó tres de las cajas. Me dejó una sola, yo le pregunté que me pasara otra a mí, pero argumentó que estaba bien, que no me preocupara y que solo lo guiara porque no sabía donde quedaba mi habitación. Yo lo guié por la casa, subimos las escaleras y abrí la puerta de mi cuarto. Entré yo primero y luego él con toda aquellas cajas. Yo puse la caja a un lado y mientras él se detenía a poner las cajas en el suelo, pude observarlo detalladamente.
Robert a sus 25 años estaba hecho un Dios. 

Medía 1,85 metros aproximadamente, su piel era blanca, pero tostada por el sol, parecía como si llevara un bronceado siempre. El día de la mudanza cargaba una camiseta interior o franelilla bien ajustada color negro, y se le marcaba su pecho bien formado y aquellos pezones duritos, cubierto con una capa de vellos recortados. Su espalda era ancha y con pecas. Sus brazos eran grandes y formados al igual que sus manos, también con una capa de vellos. Llevaba un ‘mono’ o pantalón de hacer ejercicios (Parecido a los que utiliza Rocky Balboa en la película), que dejaba mostrar el paquetón que se gastaba, al igual que el trasero redondito que tenía. Yo estaba bien caliente de solo verlo agacharse mientras colocaba las cajas en el piso.

- Listo Luis, creo que ya está todo bien. Me gusta este espejo, es bastante grande. Puedo verme todo jajaja.- Dijo mientras hacía poses frente de él en forma de chiste. Yo me reía, pero verdaderamente me lo estaba comiendo con los ojos, claro, sin él saber que lo hacía.

- Jajaja si, es muy grande, a mí también me gusta mucho. Por cierto ¿Qué haces Robert? ¿Estudias?

- No, por ahora estoy trabajando en el hospital como camillero ¿Sabes? Esos que se encargan de mover las camillas en el área de emergencia del hospital del pueblo, y de vez en cuando me encargo de manejar la ambulancia. Tengo diferentes turnos cada día, en los ratos libres nado un rato en la piscina que queda poco antes de llegar acá o si no me voy al gimnasio ¿Y tú? ¿Qué tienes pensado hacer aquí en el pueblo?

- Que bien, yo entraré a mi último año del colegio en el instituto que queda por la plaza. Mis ratos libres ya veré en que invertirlos.- Respondí.

- Bueno, ya sabes que estoy disponible aquí al lado, te llevaré a conocer el pueblo y te presentaré a algunos amigos.

- ¡Perfecto! Así podré adaptarme  más rápido.

- ¿Te gustaría ir mañana a mi casa? Tengo una consola de videojuegos y seguro que te gustan, los varones tenemos debilidad por éstos aparatos jajaja. Además, tengo un computador con internet, así que mientras esperas que te pongan el servicio a ti, puedes ir a la casa y utilizarlo, seguro que deseas hablar con tu novia.- Me sonrió él.

- ¡Vale! Seguro, aunque no tengo novia, me interesa la idea de utilizar un rato tu computador.- Respondí.
- ¿En serio? Bueno seguro aquí no tardaras en encontrar una novia tan guapa como la mía. Aunque aún así, no puedo evitar serle infiel jajaja – No me sorprendió escuchar esto, era obvio, pues no creo que ninguna mujer y apuesto que algunos hombres, no podrían resistirse a estar con él.

- Jajaja ojalá.
- ¿Eres virgen Luis?- Preguntó él con tono de indiferencia.
- Emmm…- No sabía que contestar, estaba allí, con un hombre que seguramente había tenido miles de relaciones a esa edad, mientras yo, aún no había tenido mi primera experiencia con otra persona.- S…Si, si, no he tenido relaciones aún.
- Eso pronto dejará de ser así – Dijo mientras sonreía.- Te conseguiré a una chica bellísima.- Lo que Robert no sabía era que yo lo quería era a él.

Terminamos de desempacar mientras seguíamos hablando de todo un poco. Ambos intercambiamos números de celular y quedamos en que el día siguiente iría a su casa. Cenamos con unas pizzas que encargaron y todos se fueron a dormir a sus casas. Subí a mi habitación, abrí la ducha mientras pensaba en Robert. No era la primera vez que me un hombre me gustaba, ya había pasado muchas veces, pero al ser gay reservado y serio nunca nadie ha sospechado de mi orientación sexual. Me las he llevado muy bien con mis novias, y las personas dicen que adoran mi sonrisa. Nunca había pasado de tener fantasías con hombres, todas las relaciones sexuales se desarrollaban en mi imaginación. Con Robert no pensé que llegara a pasar algo, pues me había dado a entender que era heterosexual y de paso, si fuera así, era imposible que yo fuera su tipo, pues él era musculoso y entregado al gimnasio, algo un poco contrario a mí. Decidí solo llevar la cosa como una amistad, con tal, me inspiraba confianza y me gustaba observarlo cuando estábamos juntos. Mi nueva vida había empezado y no iba nada mal.

SÁBADO

Eran las 9:00 de la mañana cuando me levanté, me cepillé los dientes y bajé a la cocina. Allí encontré una nota de mis padres que decía “Luis, hemos salido a comprar unas tuberías que hacen falta para una conexión del agua, nos dijeron que el almacén queda fuera del pueblo. Llegaremos mucho después de la hora de almuerzo, hay comida en la nevera. Ve a la casa de Robert y pregúntale si te puede prestar unas brochas para pintar las paredes que faltan y también unas herramientas. Que nos disculpe la molestia.” Leí la nota y busqué algo de comer, luego subí a mi cuarto, me puse una pantaloneta (short), una franelilla, mis zapatos deportivos viejos y salí de casa. El calor que estaba haciendo era increíble, me paré frente a la casa de Robert y toqué el timbre. Al rato salió él con su uniforme del hospital.

-¿Cómo estás Luis? Pasa.
- Bien Robert, gracias.
Entramos a su casa. Es era muy espaciosa y con adornos modernos, lo cual la hacía notar bien elegante. Nos sentamos en un sofá blanco.
-Como verás Luis, voy de salida, me llamaron urgente del hospital ¿Qué ha pasado?
- Si, ya veo, disculpa la molestia, es que quería saber si me podías prestar algunas herramientas y unas brochas que hacen falta en la casa, para terminar de arreglar los detalles.
- Claro, por supuesto, pero de verdad tengo mucha prisa, mira lo que vas a hacer. Allá en aquel cuarto- Dijo mientras señalaba una puerta- Están las herramientas y otras cosas más, puedes tomar de allí lo que desees y luego las traes cuando termines ¿Vale?
- Perfecto, no te preocupes, gracias.
- Tranquilo, mi padre está dormido, si se levanta le dices que yo te di permiso. Chao.
- Ok, gracias de nuevo Robert.

Robert salió de la casa y me dejó allí solo. Me levanté y lo primero que hice fue investigar un poco la casa. Era grande y amplia, tenía adornos por doquier. Pasé por la cocina y por la biblioteca, al salir casi me da un infarto. Bajando las escaleras venía el padre de Robert, lo cual no me impresionaba tanto, sino más bien era porque iba totalmente desnudo. Yo estaba inmóvil viendo aquella escena, hasta que se percató de que yo estaba allí.

- ¡Hey! ¿Quién eres tú? – Preguntó él.

- E…E…Disculpe, soy el hijo de los nuevos vecinos, Robert me dijo que podía tomar unas herramientas prestadas, él tuvo que irse rápido al hospital.- Dije asustado.
- ¡Oh! Cierto, discúlpame tú, mira como he salido, es que he pensado que no había nadie en casa. Mi nombre es Roberto.- Siguió bajando las escaleras.

- Mucho gusto, el mío es Luis.- Dije mientras él se acercó y nos estrechamos las manos.
- Bueno, iré a tomar algo a la cocina y luego subiré a bañarme. Estas como en tu casa.
Roberto siguió a la cocina y luego subió mientras lo perdía de vista.

Roberto debía tener unos 40 y tantos años y por lo que acababa de ver era un completo oso. Es de tez blanca. Tiene el cabello casi rapado, con una barba bien cuidada. Es bastante grueso, más no gordo como tal. Todo el cuerpo está cubierto de vellos gruesos, pecho, panza, piernas, todo. Mide como 1,90 aproximadamente con unas manos, brazos y piernas bastante grandes, en realidad, todo él es muy grande. Ya que estaba desnudo también pude observar su pene, era gordo y grade, aún dormido sobre aquél par de huevos que colgaban cubiertos por muchos vellos. Su trasero no se queda atrás, está levantado y redondo, mucho más grade que el de su hijo. Esa escena que acaba de ver me puso a mil completamente. Tenía ganas de ver más.

En mi cabeza se desarrolló un plan así que fui al cuarto de las herramientas, tomé lo que me era necesario y lo escondí. Mi idea era subir al cuarto de Roberto y decirle que si él podía ayudarme a buscar las herramientas ya que no las encontraba y así poder verlo cuando saliera del baño. Sin pensarlo dos veces subí y me dirigí al cuarto donde se escuchaba la ducha del baño, me detuve un momento en la puerta, ya que estaba medio abierta y se podía ver un poco adentro del cuarto. Luego llamé.

- ¿Señor Roberto?- Dije con voz temblorosa.
- ¿Sí? Dime hijo ¿Qué deseas?- Escuché decir a Roberto dentro del baño.
- Es que me preguntaba si usted me podía ayudar a buscar las herramientas que faltan, ya que no las encuentro.
- Por supuesto hijo, espérame un momento mientras salgo del baño.

- Ok, no se preocupe, aquí estaré.- Mientras dije esto, abrí la puerta del cuarto completamente, me quité los zapatos, pasé y me senté en la cama. Era un cuarto grande. Solo dos colores resaltaban en el cuarto, el negro y el blanco. Los estantes eran de madera negra pulida y todo lo demás era blanco. Todo el piso del cuarto estaba cubierto por alfombra blanca, por eso fue que me quité los zapatos. Su cama era muy cómoda y grande, con sábanas blancas. El cuarto olía a canela, ese olor nunca lo olvidaré. Pude ver varias cosas tiradas es el piso, como zapatos, un desodorante, jeans, medias pero lo que más llamó mi atención era unas páginas de revista que se asomaban bajo la cama. Imaginé que eran revistas porno de mujeres desnudas. Inmediatamente la tomé y se me detuvo el corazón al ver que era una revista porno de gays, ya que traía a un hombre musculoso desnudo en la portada metiéndose un dedo por el culo. Solté rápidamente la revista y la metí bajo la cama. En ese mismo momento Roberto salió del baño y al parecer se sorprendió un poco de que yo estuviera dentro de su cuarto, pero luego adoptó un expresión normal.

- Entonces Luis ¿Qué tal te ha parecido mi casa? – Dijo mientras se quitaba el paño que llevaba en sus caderas y lo pasaba por su cuerpo secándose las gotas de aguas que aún le quedaban en el cuerpo.
- E…E…Bien, muy bonita ¿Tiene esposa Señor? – Dije nervioso mientras lo veía secarse.
- Vaya pregunta, pero no, no tengo, la madre de Robert se fue hace mucho tiempo. Desde entonces he tenido solo aventurillas jajaja ¿Y tú tienes novia? – Se colocó el paño en la cintura y se sentó a mi lado.
- No, no tengo señor.
- No me digas “señor”, me haces sentir muy viejo y feo. Además eres muy guapo, disculpa que te lo diga.- Dijo mientras ponía su mano en mi hombro y sonreía. Tenía la misma sonrisa que su hijo.
- ¿Feo? Eso no lo creo…- Me sorprendí cuando dije eso. Mi lado pícaro salió, sabía que Roberto era homosexual por esa revista, pero ese coqueteo podría llegar a otra cosas ¿De verdad estaba preparado?
Roberto sonrió aún más, se levantó de la cama y se dirigió a una gaveta.

- Bueno, me pondré un poco de ropa, ya que me has visto desnudo ya dos veces y no quiero que te molestes jajaja.- Dijo.
- ¡No! No…- Dije un poco apenado por el tono que lo había dicho.- no hay problema, ésta es su casa, y si usted gusta andar desnudo por mí no hay problemas.

Roberto me miraba con curiosidad, luego sonrió y se quitó el paño que cargaba en la cintura. Poco a poco se acercó a mí, hasta que nuestros rostros quedaron a 3 centímetros.

- ¿Qué viniste a buscar Luis?- Dijo casi en susurro.
- E…E…disculpe- Dije mientras bajaba la mirada, tenía miedo y vergüenza de que Roberto se hubiera enterado, obviamente de mi plan.
Roberto subió mi cara con uno de sus dedos en mi quijada. Mientras con la otra me acarició la cara.
- No tengas miedo Luis, aquí no va a pasar nada que no quieras. Estoy consciente que eres un niño aún, que no tienes la mayoría de edad, pero es normal que sientas esto,- Dijo mientras con uno de sus dedos tocaba la parte de mi pecho donde se supone está el corazón.- y por eso no hay que tener miedo.
- S…Sí, pero, pero de verdad usted me atrae mucho y ¿Quién mejor para tener mi primera relación que alguien que me gusta?- Dije mirando sus ojos.
- ¿Primera relación? Vaya Luis, el problema es aún mayor.- Tomó mis dos manos y las junto con las de él.- Yo soy mucho mayor que tú, si te hago algo, puedo pagar las consecuencias y son muy graves, créeme.
- Lo sé, pero si nadie se entera de lo que puede pasar aquí hoy, no habrán consecuencias.- Dije ahora mirando fijamente sus labios.
- ¿De verdad quieres hacerlo?
- Sí.
- ¿Entonces será un secreto entre nosotros, cierto?
- Espero que sí.
- Haré que tu primera vez, sea inolvidable.

Con sus dos manos me tomo de la cara y me besó. Era la primera vez que besaba a un hombre y a decir verdad, besaba mejor que las chicas con las que había salido. Nuestras lenguas no chocaban, danzaban, como si estuvieran al mismo compás, quería descubrir cada espacio de su boca y eso era lo que estaba haciendo. Pude notar que tenía un poco de sabor a cigarrillo, lo cual me gustaba aún más. Separamos los labios y nos miramos por un segundo. 

Luego empecé a besar aquella barba que me traía loco. Roberto me detuvo, me quitó la franela y se acostó bocarriba en su cama, totalmente desnudo como andaba. Yo me monté encima de él y seguí besando su cara, fui bajando por su cuello donde se alojaba un aroma que me excitaba mucho. Roberto sonreía y tenía los ojos cerrados, él me acariciaba la espalda y el cabello. Yo seguía bajando hasta su pecho donde saboreé todo, sus vellos se empapaban con mi lengua, quería lamerlo todo. Llegué hasta sus pezones y los chupé, le daba peños mordisquitos, hacía movimientos circulares con mi lengua y cada vez se ponían más duros. Se escuchaban sus pequeños gemidos y yo sentía ya su pene morcillón en mi entrepierna. 

Roberto subió sus brazos y se agarró de la cabecera de la cama, así que llegué a sus axilas y las lamí desesperadamente, éste había sido mi fetiche de toda la vida, y ahora lo estaba cumpliendo con aquellas axilas peludas. El aroma a macho que desprendían me ponía como loco, realmente lo deseaba. Seguí bajando dándole pequeños besos por el abdomen y un camino de vellos me guiaba. Llegue a su vello púbico que desprendía un olor a macho hasta que tropecé con su verga ya erecta, medía como 19 cm y era bastante gruesa, la tomé con mis dos manos y sentí el calor, así como también las grandes venas que recorrían aquella verga.

 Bajé la piel de aquel mástil y pude admirar el glande rosadito circundado. Lo masturbé con una mano mientras con la otra masajeaba sus huevos calentitos. Roberto gemía y se pasaba la lengua por sus labios así que decidí que era el momento de probar aquel pedazo de carne. Saqué mi lengua y lamí desde la base hasta el glande, estaba medio salado, pero me gustó, así que metí en mi boca tanto como pude de aquella gruesa verga peluda. Chupé como si se me fuera la vida en ello, estaba deleitado con ese exquisito sabor, mientras que mis manos pellizcaban sus pezones. Él gemía como loco.

- Ah, Ah, Ah Luis que rico lo haces, tenía tiempo sin una mamada.

Así que yo seguía, quería que Roberto terminara exhausto de tanto placer. Le chupé la verga un buen rato, luego la saqué de mi boca y me dispuse a chupar sus enormes huevos, me metía uno por uno en mi boca, el sonreía y gemía de placer. Roberto me tomó del rostro y me subió hasta su cara y me dio un gran beso, luego me acostó y empezó a besarme todo el cuerpo, lamer cada parte de mi torso, yo estaba encantado, sentía el cosquilleo que me hacía sentir su barba en mi cuerpo.

 Tomó mis pantalonetas y me las quitó, solo quedé en bóxers. Olió mi paquete morcillón, y lamió por encima del bóxer, yo estaba disfrutando como nunca, era la primera vez que lo hacía con alguien, y ese alguien era el oso de Roberto. Me bajó el bóxer y metió mi verga de 17 cm en su boca, yo estaba extasiado, si hay algo parecido a ir al cielo, eso debe ser una buena mamada, yo gemía sin parar, Roberto con una de sus manos me metió un dedo en la boca para que lo chupara y con la otra mano fue bajando mucho más hasta llegar a mi orificio, me daba masajes en mi hoyo y de vez en cuando metía la puntica de su gran dedo. Yo estaba llegando al cielo, realmente estaba tendido en la lona de la lujuria.

- Ah, Ah, v…voy a acabar, Ah, Ah.
- Tranquilo, haz lo tuyo Luis.- Dijo Roberto.
Así fue como un gran chorro de semen llenó la boca de Roberto, luego otro y por último uno más. Roberto se lo tragó todo, siguió chupándome la verga hasta tragar todo el líquido. Él subió y me estampó otro beso, de verdad que Roberto sabía hacer lo suyo, sobre todo besar y mamar; besaba muy rico, exploraba cada rincón de mi boca. Sabía un poco salado, me imaginé que era por mi propio semen. Nos miramos fijamente y sonreímos.

- Por cierto, se me ha olvidado preguntar ¿Eres activo o pasivo?- Pregunto Roberto.
- En realidad no sé porque ésta es mi primera vez como te dije, pero me encanta mirarle el culo a los hombres, por eso pienso que soy más activo que pasivo.- Dije.
- Perfecto, porque yo soy pasivo.

Yo me sorprendí, estaba allí con un oso hermoso, como siempre había deseado y de paso que también era pasivo. Me encantaría mamarle el hoyo fue lo que pensé. Roberto se volteó y se puso en posición de perrito, dejando su culo muy cerca de mi cara, no aguanté la tentación y tomé aquellas nalgas con mis manos y las masajee, estaban cubiertas por vellos muy finos, luego con un dedo recorrí desde arriba su raja, sentía aquellos dos cachetes muy calentitos hasta que llegué a su hoyito y se lo acariciaba en forma de circulo. Roberto mientras tanto se daba una buena paja. Yo moría por probar su agujero así que puse una mano en su cuello para que se inclinara un poco para que su agujero quedara mejor posicionado y para que sus nalgas se separaran. Así que con todo despejado pasé mi lengua rápidamente por su hoyito, enseguida a Roberto lo recorrió un escalofrío acompañado de un pequeño gemido. Sonreí y con mis manos acariciaba sus tetillas mientras que mi lengua recorría su agujero. Le daba besos, mordisqueaba levemente y trababa de penetrarlo con mi lengua, me dediqué mucho tiempo a esto y Roberto no hacía más que gemir y decirme que no parara. Me encantaba ese culo, definitivamente era activo, no podía imaginarme una cogida sin dar un buen beso negro y una penetrada.

- ¡Métemelo Luis, de una vez!- Gritó entre gemidos Roberto,
Yo escupí su agujero y luego tomé mi verga y puse el glande en su puerta. Poco a poco fui entrando en aquel hoyo estrecho, me encantaba esa sensación. De un solo golpe entré y lo abracé mientras Roberto contenía un grito de dolor. Lo besé por el cuello, por su espalda y con mis manos recorría todo su cuerpo peludo. Cuando el agujero de Roberto se acostumbró a mi verga, empecé el mete-saca que había visto mucho tiempo en los videos porno, intensificando cada vez más mi velocidad, Roberto también movía su trasero se una manera que me hacía ver estrellas. Le di por un buen rato nuestros cuerpo sudaban y yo lo besaba por toda la espalda y sentía sus vellos húmedos. Tomé la verga de Roberto y lo pajeaba según mis embestidas. Yo estaba a punto de acabar así que pajee más rápido a Roberto para acabar los dos juntos, entonces así de pronto, llené el interior de Roberto con mi esencia, mientras él manchaba toda la sábana de su cama. Lo abracé por la espalda y el sonreía, estuvimos un buen rato así hasta que mi verga sin erección salió de su agujero. Ambos permanecimos acostados viéndonos frente a frente el me sonrío y con un dedo quitó el sudor de mi frente.

- ¿Qué tal te pareció?- Me pregunto Roberto
- ¿Tú qué crees? Ha sido lo mejor que he hecho en mi vida.
- ¿En serio? Jajajaja bueno, puedes venir aquí cuando quieras, no solo a tener sexo, sino a compartir conmigo cualquier cosa que desees.
- Por supuesto Roberto. Siempre que pueda vendré.
- ¿Esto quedará en secreto cierto? Mi hijo aún no sabe nada de mi orientación sexual.
- Claro Roberto, mi familia tampoco lo sabe. Espero que ambos guardemos bien nuestro secreto.- Le Dije.
- Tranquilo Luis, ahora cierra los ojos y descansa un poco. Por cierto es el mejor beso negro que me han dado.
- Gracias por todo Roberto, de verdad me ha gustado muchísimo. Tu culo es mío de ahora en adelante- Dije mientras me acerqué más a él  y mi cara quedó cerca de su pecho y axila. Roberto me abrazó con sus brazos peludos y allí nos quedamos dormidos.

Ese día me fui a mi casa muy feliz, el papá de mi nuevo amigo me había introducido al mundo del sexo y fue muy bueno. Las cosas con Roberto no acabaron allí, pues siempre cuando podía, iba a su casa, ambos habíamos inventado la excusa de que Roberto sería mi asesor de matemáticas gracias a que era muy bueno en ellas, así que nadie sospechaba de mis incursiones en su casa. Además, era muy buen amigo de su hijo por lo tanto allí tenía otra excusa para ir a su casa. 

Lo de Roberto y yo no solo se limitaba al sexo, puedo decir que siempre me han gustado los osos, en cuanto a lo físico, y de paso era muy buen conversador y teníamos gustos parecidos (Ambos somos cinéfilos y nos encanta leer), por lo tanto vemos películas, discutimos sobre libros leídos, entre muchas otras actividades, por ende, habían días en que nos reuníamos y no teníamos sexo, solo nos encantaba sentir la compañía del otro. 

Roberto y yo habíamos desarrollado más que una relación sexual, más que una amistad, habíamos desarrollado una relación de cariño y mucho afecto. A mí, me encanta mi oso, por lo que es cuando está conmigo. De éste relato, ya hace un mes y no he de decirles mentira, he tenido otras experiencias con otros hombres luego de ésta cogida (Con los del nuevo colegio), pero Roberto está de acuerdo, según él, debo vivir mi vida y disfrutar todo lo que ella me traiga, aunque esos encuentros los dejaremos para relatos venideros. Espero sus comentarios.


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