viernes, 22 de junio de 2012
Todo queda entre Familia
Desde hace algunos años, tuve la maravillosa oportunidad de conocer a un tío de mi esposa; un hombre que me despertó especial atracción pues coincidía exactamente con mis preferencias: maduro de 52 años, de tipo europeo, gordo de unos 90 Kg, con unos bigotes muy gruesos y canosos, además de un pecho y barriga cubiertos de una alfombra de pelos plateados y muy lisos. Desde entonces, cada vez que coincido con él en alguna reunión familiar, sólo verlo me produce excitación, me provoca quedarme extasiado admirándolo, pero obviamente no es posible hacerlo abiertamente pues me haría quedar en evidencia.
Puedo decir que siempre ha existido buena química con él y nos hemos llevado muy bien, incluso en ocasiones en que nos tomamos algunos tragos me ha demostrado especial afecto, al punto de darme algún abrazo amistoso o poner su mano en mi hombro, lo cual disfruto como no puede imaginarse nadie y con las ganas de que no deje de tocarme para continuar sintiendo ese calor de su piel en la mía. Sin embargo, al finalizar esos tan agradables ratos, al no suceder nada más... debía terminar masturbándome con divinas fantasías en las que el protagonista era el tío.
Así pasaron varios años hasta un día en que yo estaba pasando por el frente de su casa sin ningún plan en concreto, y decidí tocar la puerta y entrar con la excusa de saludarle. Por suerte, se encontraba solo viendo televisión, y nos pusimos a conversar frente al televisor. Me invitó un trago, que por supuesto acepté. Después de un rato noté que de vez en cuando me miraba discretamente de reojo a la vez que con cierta malicia se acomodaba aquel bulto que cada vez se veía más grande. Yo estaba algo nervioso y mi ritmo cardíaco aumentaba a la vez que sentía un cosquilleo en mi estómago y un creciente palpitar en mi ano, pues nunca antes había estado en esa situación con él; con ganas de brincarle encima, pero al mismo tiempo no atreverme a hacerlo, pues podría estar yo equivocado.
De pronto se levantó a buscar dos tragos y al tomar mi vaso me agarró la mano con algo de disimulo; luego al traerme el trago se colocó a mis espaldas y pasó su brazo por encima de mi hombro dejándome sentir su respiración en mi cuello. Eso fue letal para mi y no pude contenerme y acariciar su mano velluda al tomar el vaso. Ya era evidente, no teníamos nada que esconder y en ese momento comenzó a meter su otra mano por la abertura de mi camisa acariciando mi pecho y masajeando suavemente mis tetillas mientras hacía pasar sus bigotes por mi cuello y orejas, que luego empezó a morder y a acariciar con su lengua. Allí me volteé atrapando sus gruesos bigotes y su boca con mis labios sedientos de sexo y solté mi vaso para ponerme de pie y entonces abrazarlo de frente. Nos comenzamos a besar como tanto lo había deseado en mis fantasías; sentía su lengua moviéndose dentro de mi boca y de allí le fui abriendo su camisa botón a botón mientras él se desabrochaba su pantalón que repentinamente calló al suelo, quedando expuesto a mi vista aquel impresionante bulto que sus interiores no eran capaces de ocultar. Terminé de quitarle su camisa y estaba ante mi, aquella imagen de macho lleno de pelos y canas desde el cuello hasta los pies. Comencé a acariciar y disfrutar de ese pecho peludo que tanto me excita y fui bajando mis manos hasta tocar el premio que deseaba y que se encontraba dentro del interior. Pude palparlo entre mis manos; sentir su grosor y su calor, y luego le saqué el interior completamente y me agaché ante él para besárselo y mamarlo e introducirlo completamente en mi boca hasta tocar mi garganta. Es imposible describir el disfrute que sentía chupándolo y metiéndolo y sacándolo de mi boca.
Después me levanté y terminé de desvestirme. Continuaba disfrutando al pasar mis manos por su pecho. Comencé a chupar sus tetillas mientras él con su dedo húmedo en saliva masajeaba mi ano e iba introduciéndolo poco a poco. Luego lo sacó, y con la ayuda de un poco de crema lubricante lo introdujo de nuevo y luego fueron dos y hasta tres, mientras los movía dentro de mi. Ya casi gritaba de excitación. Yo mordía su pecho, besaba su boca, agarraba sus nalgas, sus piernas peludas y su barriga mientras desesperadamente pasaba mi lengua y mi cara por su pecho.
Nuevamente fui bajando mi boca y al llegar a su cintura me sorprendió al voltearse y decirme que chupara su ano y le metiera la lengua; que lo hiciera volar de excitación. Luego le pasaba mi barbilla que estaba sin afeitar y lo raspaba con los bellos de mi cara, mientras con mi mano lo masturbaba disfrutando de aquel impresionante güevo de 20 cms., de cabeza muy roja, grande y esponjosa.
Me dijo: “Quiero cojerte, quiero que sientas un macho dentro de ti como yo sé que siempre lo has deseado desde que nos conocemos. Lo sé porque yo también lo he deseado”. Entonces me acosté boca arriba y abrí mis piernas para presentarle mi culo y le dije que era todo suyo. Se arrodilló frente a mi y colocó la cabeza ardiente de su pene justo tocando mi ano y comenzó a introducirlo poco a poco con una maestría inigualable. Después lo sacó un poco y lo volvió a introducir un poco más profundo. Así lo hizo un par de veces hasta que lo introdujo completamente haciéndome sentir el roce de sus vellos con mis nalgas y sobre todo aquel gigantesco palomón dentro de mi. Comenzó a sacarlo y meterlo bombeando cada vez mas fuerte mientras yo disfrutaba aquellas arremetidas de toda la fuerza de su güevo contra mi culo. Yo le pedí que diera mas y mas mientras con mis manos apretaba su pecho y él con sus grandes manos me apretaba las piernas. Yo sentía que me iba a reventar por dentro y allí comenzó a dar unos fuertes y roncos gritos mientras yo sentía que su miembro se dilataba una y otra vez dentro de mí al derramar toda su leche caliente. El comenzó a masturbarme y sin tardar mucho me hizo acabar a chorros que cayeron en su pecho peludo. Que exquisito fue eyacular con su paloma dentro de mi culo; es indescriptible.
Luego, al ver aquel pecho peludo mojado con mi propia leche, comencé a pasar mi lengua y a saborearla hasta que él atrapó mi boca con sus labios. Nos volvimos a besar largamente y en un abrazo me frotaba mi pecho contra el suyo y luego se acostó sobre mí abrazándome con gran ternura. Yo sentía la calidez de su cuerpo que me abrigaba y me consentía, y así nos quedamos completamente relajados.
Al pasar un rato así, comenzó nuevamente a pasar su lengua por mis orejas, a besar mi cuello y bajando lentamente besó, chupó y mordió mi pecho que raspaba y pinchaba con sus gruesos bigotes. Yo también comencé a acariciar su cabeza y a pasar mi lengua por su cuello y en muy poco tiempo ya estábamos los dos experimentando una nueva erección. El continuó bajando y comenzó a mamar mi güevo; a succionarlo, a lamerlo como si fuese un exquisito helado disfrutando de los residuos de leche que quedaban. Sentía que me lo quemaba con el calor de su boca. Me hizo poner de rodillas “en cuatro”, y tomando un tubo de leche condensada, comenzó a derramarla por mis nalgas y después sobre mi ano para entonces pasar su lengua por él y después introducirla moviéndola rápidamente para excitarme y hacerme sentir los pinchazos de sus bigotes ricos. Allí se volteó y colocándose de rodillas me dijo: “Ahora mételo tú, quiero ser tuyo, que me disfrutes y sientas como mi culo te quema”. Allí me coloqué a sus espaldas y comencé a penetrarlo poco a poco mientras apretaba sus hombros con mis manos y acariciaba su espalda. Recuerdo que me decía que le diera duro mientras se erguía y movía el culo en forma circular.
Lo abracé y con mis manos, apretaba su pecho, y le daba y le daba hasta que no aguanté más y le acabé adentro. Allí comencé a masturbarlo con mi güevo dentro de él, hasta hacerlo acabar sintiendo como al hacerlo tenía contracciones de su ano que apretaban mi güevo. Luego se terminó de acostar en el piso boca abajo y yo sobre él besando su cuello y haciendo caricias sobre su espalda, para luego colocarse baca arriba y culminar en un fuerte y apasionado beso.
Desde entonces, cuando descubrimos la verdadera química que había entre ambos, no desperdiciamos el momento en que podamos estar juntos y repetir estos encuentros tan placenteros en una ardiente intimidad que nadie puede imaginar, pero es real y siempre repetible...
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