viernes, 22 de junio de 2012
Mi primera Experiencia Cine
Hace 10 años, cuando contaba 30 años de edad, me era muy difícil conseguir tener relaciones con personas de mi mismo sexo. No porque no lo deseara, sino porque me embargaba mucho miedo y vergüenza. Razón por la cual, siempre buscaba paliar esta situación a través de las películas porno.
Se podría afirmar que mi primer amante fue John Holmes y otros actores pornos de la gran pantalla. Al principio iba al Cine Central, cerca de la Av. Urdaneta. Pero un día se agotaron allí las entradas, por lo que me vi obligado a ir al Cine Urdaneta, cerca del Diario El Nacional. Me aterraba la idea de ir a ese cine ya que se comentaba que lanzaban puñales con liguita, pero al constatar que aquello no era cierto, me hice cliente del lugar, yendo a ver cualquier película cada dos meses…
Al principio éramos una parranda de hombres vacilándonos una tiradera en pantalla, pero un tiempo después me di cuenta que la acción no solo se perpetraba en la pantalla sino que también sucedían cosas en las butacas.
Sólo se veían inicialmente personas masturbándose, después alguno que le metía mano a otro y finalmente, después de mucho tiempo, se comenzó a practicar sexo oral "in situ". Por supuesto mis miedos no me permitían participar en tales acciones; sin embargo, siempre estaba pendiente de observar cualquier movimiento raro, a mi alrededor, para vacilármelo en silencio.
Un día me dije: "chamo es hora de que dejes la soquetadas y participes aunque sea metiendo mano". Claro está, sentía unos deseos terribles, pero al final el miedo y la desconfianza me paralizaban. Siempre me decía: "Chamo, no hay nada que valga la pena y el riesgo, si vas a pecar hazlo con un carajo que realmente justifique el riesgo". Así fue como una tarde que el cine se encontraba full de personas, los tipos iban y venían por los pasillos, entraban al baño, salían, volvían a pasear por lo pasillos, etc; entonces vi, entre la oscuridad del cine, al hombre más interesante que se podía uno imaginar que fuera a ese lugar. Por supuesto era un oso. Se trataba de un tipo de estatura media (presumo que 1,75 m), cuerpo musculoso, velludo, barba poblada pero bien cortada, tenía una franela de rayas horizontales que se le entallaba muy bien en sus pectorales y vestía blue jean. El corazón se me aceleró notablemente. Lo seguí con la vista hasta ver que se sentaba como en 6 filas más atrás que yo.
Raudo, y con la determinación de que ese si era un buen ejemplar, me levanté y caminé por los pasillos buscando el sitio exacto donde él estaba sentado.
Tuve tan buena suerte, que a pesar de lo lleno que estaba el cine, había un puesto desocupado a la derecha de este ejemplar.
Una vez apoltronado a su derecha como todo un macho tranquilo, se inició el cortejo más extraño y "sui generis" que alguien se pueda imaginar. Primero comencé rozando su pierna como el que no quiere la cosa. Lo hice una, dos, tres veces, muchas veces. Me di cuenta que ante los tropezones no manifestaba ningún rechazo, por lo que dejé mi pierna en constante contacto con la suya. Luego posé mi mano sobre mi pierna y la fui deslizando suavemente hasta entrar en contacto con la suya. Realicé varios toquesitos y entonces la gloria: Comenzó a presionar su pierna contra la mía como gato consentido. Con este gesto sabía que estaba en mi misma onda. Mi mano comenzó a desplazarse por todo su muslo, un roble duro, bien formado. Como pude acaricié su brazo velludo, también muy fuerte.
La contextura de él era fuerte pero no fibrosa, musculosa pero con ese toquesito de grasa muy bien distribuida que le da una sensación de "Churrasco llanero", mas apetitoso aún. Mi mano (gélida y temblorosa) pronto se posó sobre el bulto de la entrepierna. Quizá mi emoción, nervios o lo que sea, hizo sentir en mi mano aquel volumen que plenaba toda mi palma. Pronto y casi con
desesperación intenté bajar el cierre de su pantalón, en verdad se me hacía difícil bajarlo, fue entonces cuando él en un acto de suma consideración lo abrió y se sentó de tal manera que me fue muy fácil meter mi mano dentro del pantalón y tocar por vez primera el pene de alguien.
En verdad fue la gloria, aquel pene era grueso, grande y muy suave. Lo palpé con nervio y mucha curiosidad. Recorrí desde el inmenso glande hasta los testículos, que con pasmosa habilidad había podido brotarlos a través del cierre. Acaricié una vena muy gruesa que cruzaba parte de su miembro. El levantó su brazo para que yo colocara el mío por debajo de su axila y así facilitar mi contacto. Fui recorriendo cada centímetro del pene, palpando el grosor que me impedía que las puntas de mis dedos se unieran. La piel recorría suavemente todo aquel volumen irregular. A ratos levantaba mi mano y tocaba su fuerte pectoral.
Estabamos tan juntos que todo su cuerpo emanaba un perfume ligeramente ácido que me excitaba cada vez más. Su respiración se hacía diferente a medida que movía mi mano rítmicamente a lo largo de aquel monumento. De pronto me susurra al oído: "Vamos a un hotel". En aquel momento se me fueron los tiempos, miedo y excitación se mezclaba y no podía decidir. El cuerpo me pedía a gritos que le dijera que si, pero la razón me decía que no.
- ¿A un hotel? - le pregunté.
- Si a la vuelta de la esquina hay uno.
- ¿Y… no es peligroso? - interrogué de nuevo.
- No vale, para nada - me respondió.
Dudé por mucho rato. En verdad estaba aterrado. Pensaba: ¿y si después me asaltan, y si es una trampa, y si está enfermo?, ¿y si quiere mas que una mamadita?. Pero como les digo, a veces la carne manda sobre la razón, entonces le dije que si…
Nos encontramos a la salida del cine.
Señores, el tipo estaba mejor de lo que se veía con la escasa luz del cine. Era un tipo de aproximadamente 37 años, totalmente velludo. Ese vello que es suave y no tan abundante, pero que cubre todo el cuerpo. Tenía una cara muy agradable, una sonrisa realmente hermosa.
- Mucho gusto de nuevo, me llamo Antonio - le mentí.
- Igual, me llamo Guillermo.
- ¿Es seguro el hotel ese? - pregunté.
- Si vale, ya vas a ver.
Llegamos a un hotelucho del centro, mas feo que pegarle a la madre. Nos dieron una habitación y una vez en ella: Ayyyyy Dios mío!!!!!!, mi primera vez sería inolvidable.
Cuando cerré la puerta, él estaba muy cerca de mi, me voltié y lo primero que hicimos fue besarnos profundamente. Sentir su fuerza, su calor, su olor fue una experiencia fascinante. Sentir aquella barba cuidada y suave en mi cara. Nunca antes había besado a un hombre y pude descubrir lo excitante que era. Con pasos cortos nos fuimos acercando a la orilla de la cama. Yo estaba desesperado por ver aquel cuerpo desnudo; sin embargo, me contuve y él solo se quitó la franela.
Verga… su pecho era velludo como sus brazos. Un vello suave, adherido al cuerpo, hermoso por demás. Lo abracé y besé cada palmo de su pecho. Mis labios al contacto con sus tetillas me hacían sentir una pequeña corriente eléctrica. Quería acelerar las cosas y a la vez ir muy lentamente. Yo me apresuré y me quité la camisa y el pantalón quedando en interiores.
El se acostó, después de lo cual se quitó los pantalones sobre la cama. Yo le guindé su ropa en un perchero que tiene la habitación. Me pidió que prendiera la TV, así lo hice, después de lo cual apagué la luz. Al regresar a su lado ya se había quitado los interiores. Que estampa tan hermosa. Tenía su pene erecto colocado en dirección hacia las dos del reloj. Aquello era un miembro grueso, no circunciso, con apenas un poquito de frenillo que hacía que la boca del pene se medio presionara una vez que uno lo tomaba. No estaba equivocado, una gruesa vena le recorría parte del pene. La cabeza era grande y de un color rosado muy hermoso que contrastaba con el vello castaño en toda esa área.
Me terminé de desnudar y me abalancé sobre él.
Besé su cuerpo, su cuello. El roce de sus tetillas en mis labios me volvía loco; fui bajando por su pecho, su abdomen, hasta llegar a su miembro. Debo confesar que me daba mucho miedo, nunca había mamado uno y no sabía si lo haría bien (del riesgo por cualquier enfermedad ni me acordaba)…
Lo masturbé un momento y cuando lo sentí bien duro, me lo introduje en la boca lentamente. Que placer!!!. Sabía muy bien. Un hilito de lubricante le salió y se mezcló con mi saliva dando la posibilidad de recorrer su pene con mucha facilidad y placer. Hice girar su miembro alrededor de mi cavidad bucal y lengua, acción que sabía el placer que causaba ya que, en una oportunidad, una novia me lo había hecho. En ese instante gimió con mucho placer lo que me dio confianza en seguir experimentando. Luego llevé su pene a lo más profundo que pude dentro de mi garganta (en verdad casi vomito) y empecé a realizar movimientos como para tragar. Siento que esa última acción lo terminó de volver loco, ya que gemía con mucha fuerza y sentía que su pene se hinchaba aún más en mi boca.
Lo succioné con más fuerza y mas, y más, hasta que un chorro de leche tibia me explotó en la boca. Yo no me lo pude tragar, sino que dejé que toda ella saliera de mi boca al tiempo que lo masturbaba con frenesí. Su cuerpo se contorsionaba dejando ver sus grandes músculos que se tensaban en sus piernas, brazos y pecho; gemía con tanto placer que en lo que lo abracé y mi pene entró en contacto con su cuerpo, sin ninguna manipulación y al observar a este macho con los ojos cerrados del placer… yo también acabé en el acto.
Después que eyaculé me sentí muy nervioso, comenzaron los estúpidos remordimientos, miedos, temores. Conversé un ratico, pero inmediatamente me vestí y nos fuimos.
Me dio un teléfono y nunca lo llamé. Han transcurrido diez años, mis experiencias han aumentado y todavía recuerdo a Guillermo, el tipo mas sabroso que me he podido encontrar en la vida y que dejé escapar…
Fin.-
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