viernes, 8 de junio de 2012
Orgamos prohibidos
Hola a todos, mi nombre es Arnulfo. Hace relativamente poco que conocí esta página y viendo lo común que es el incesto gay, hoy les contaré lo que he estado viviendo desde hace algunos meses.
Yo he vivido en los Ángeles California toda mi vida, pues mis padres se vinieron a vivir acá poco después de casarse, por lo que mis hermanos y yo hemos tenido una vida de cultura doble. Yo soy el menor de una familia de cinco.
Como es común en EEUU, todos nos fuimos de la casa a la universidad a los 18 años y desde entonces no hemos vuelto a vivir en la misma casa. Mi madre es una buena persona y mi padre ni se diga, es el mejor padre del mundo. Cuando éramos niños solía jugar béisbol con nosotros y nos llevaba al parque y todas las cosas que un papá modelo hacía.
Yo tengo 28 años y vivo solo en un departamento. He tenido relaciones tanto con hombres como mujeres, pero tengo que aceptar que solo llego al pleno orgasmo cuando soy penetrado por una buena verga, por lo que últimamente me he concentrado solo en hombres.
Físicamente soy alto, mido 1.85, y tengo el cuerpo de nadador, ustedes saben, ancha espalda, brazos y pechos robustos y cintura pequeña. Tengo pelo negro y piel morena. Trabajo como fontanero y mecánico.
Un día el verano pasado, recibí una llamada de mi padre diciéndome que tenía un problema con una tubería en su casa y me pidió mi ayuda. Yo sin duda fui de inmediato. Al llegar a mi antigua casa mi papá ya me estaba esperando. Él es un hombre de 1.75, 53 años, con el pelo y el bigote blanco, lentes y con su típica camisa, corbata y pantalón color caqui. Yo llegué y me estacioné, él me observó desde la puerta, con su cara benevolente, de padre orgulloso. Me bajé del auto con mi uniforme del trabajo, pues de ahí venía. Bajé mi herramienta de la cajuela y entré a la casa.
- Hijo, que bueno que le encontré, usted ya nunca se aparece por acá, ya me tiene muy olvidado- Me dijo mi padre hablándome de usted, una costumbre añeja, pues según él como ya somos adultos, nos merecemos ese trato. – No es que te tenga olvidado papá, es que ha habido mucho trabajo últimamente, por lo mismo de las vacaciones la gente va a arreglar su carro – respondí – ¿Y mi mamá no está? – No, usted cree. Se fue con su tía Mary a las Vegas, va a regresar como en una semana, ya ve como es su madre. – Si ya se, ¿Y quien te va a hacer de comer?, le hablaste a Laura (mi hermana mayor)- Pregunté mientras me refrescaba con un vaso de agua, aquel día hacía muchísimo sol.
- No, su hermana está muy ocupada, usted no se preocupe por su padre, que él se las sabe arreglar solo ok? – Me dijo dándome unas palmaditas en la espalda. ¿Y cual es el problema? – Pregunté cambiando de tema. – El baño de aquí abajo, la tubería se tapó, aparte de que las llaves del lavamanos ya no cierran bien, gotea y gotea todo el día- Me respondió él con su voz amigable – A pues ahorita lo solucionamos – Dije yo.
Me terminé mi vaso de agua y me dirigí al baño, que está al fondo del pasillo, justo antes de la puerta que lleva al jardín de atrás y a la piscina. Entré y después de un buen rato intentando con las maneras más sencillas, la tubería no cedía. Mi padre no dejaba de platicarme sus anécdotas de “Adivina a quien vi…” “Ya supiste que Don David…” Y demás. Mi padre era un señor muy conservador y tranquilo, siempre amable y jovial.
Yo lo oía atentamente, pues mi padre siempre ha sabido llevar una buena conversación. Fue entonces cuando pensé que casi ningún hombre tiene esa cualidad, por lo menos no con los que yo había salido. Aparte la voz y tono de mi padre eran muy varoniles, pero al mismo tiempo dulces, algo que siempre se me hacía sexy en los demás. De repente volví a la realidad, pues había comenzado a comparar a mi padre con los hombres de mi pasado y me había dado cuenta de que mi padre tenía muchas cualidades que me volvían loco. Pero en aquel momento incluso me reí interiormente, pues era imposible que entre mi padre y yo pasara algo.
Estuve por una hora intentando, pero no logré nada, entonces tuve que tomar medidas drásticas. Como pude saqué la tubería y salió un chorro de agua llena de mugre que me manchó la cara y el uniforme.
- Jajajajaja! – Rió mi padre – ¿Que pasó señor, creo que ya logró destaparlo no? Jajajajaja – Se burló.
Yo me había tragado mucha agua y esta olía tan fuerte que me provocó asco. Por fin mi padre dejó de reír y me aventó una toalla. Yo me paré sin poder abrir los ojos, mojado por todos lados. Entonces choqué con mi papá, dándole la espalda. Mis nalgas quedaron a la altura de su ombligo. Sus suaves manos me tomaron por la cintura y me detuvieron.
- ¿A dónde va usted? ¡Suba a cambiarse, creo que todavía hay ropa vieja de usted, igual y encuentra algo! Es más, mejor báñese, porque apesta. – Me dijo en tono de burla.
Yo subí y busqué algo que ponerme. Encontré unas playeras viejas que había olvidado, pero comprendí que sería inútil cambiarme sin haberme bañado, así que le hice caso a mi padre y me bañé. Mientras lo hacía, seguía pensando en mi padre, comparándolo con los demás hombres de su edad y con los que yo había salido. Si bien mi padre no era un modelo, no era poco atractivo. Tenía ese sexy dejo de madurez que tanto me gustaba, aparte de que era responsable, varonil sin ser machista, detallista y considerado.
Su cuerpo no era perfecto, pero por lo menos no tenía panza y sus robustos brazos aún se dejaban ver. Sus dientes eran blancos y sus labios rosaditos etc. Yo volví a la realidad, ya llevaba casi media hora bañándome y mi pene estaba erecto. Traté de que quitarlo de mi cabeza, pero no podía, aquel día había visto a mi padre de una manera muy diferente. Salí como pude del baño y mi padre estaba en la sala, viendo TV. Yo sentía que tenía que salir de ahí, así que le dije a mi papá que iría otro día a terminar de arreglar el baño, él me dijo que estaba bien y me fui.
Ese día tuve una cita con un chavo atractivo en todos los sentidos. Se llamaba Evan y él si era de familia estadounidense. Él era perfecto, guapo, tenía mi edad, era simpático y demás, sin embargo yo no podía dejar de pensar en mi padre. Yo aprovechando la situación y al hermoso hombre que tenía a mi disposición, le propuse a Evan que fuéramos a mi casa y como era de esperarse terminamos teniendo sexo. Yo pensé que Evan me ayudaría a sacarme de la cabeza a mi papá, pero la verdad es que no. Evan era hermoso y la verdad sabía muy bien como coger, pero yo solo podía pensar en mi padre.
Cerraba los ojos e imaginaba que él era el que lamía mis pezones, el que deslizaba sus manos por mi cintura, el que me besaba el cuello, el que metía sus dedos entre mi pelo y lo jalaba. Yo por lo general soy activo, pero esa noche me dejé llevar y permití que Evan me penetrara. Sus hermosas manos dilataron mi agujero y su miembro de 20 cm. por lo menos fue devorado por mi ano casi virgen.
Mientras Evan hacía gala de movimientos y posiciones, yo no dejaba de pensar si mi padre cogería igual, los gestos de su cara y el sudor de su cuerpo al estar excitado etc. Ese día tuve un orgasmo sin precedentes. Fue tan intenso, tan extremo, tan increíblemente masivo que mi cuerpo se retorció en los brazos de Evan y mi pene descargó leche violentamente mientras yo gritaba de la excitación.
Esa noche dormí abrazado a Evan, sin embargo, sabía por qué mi orgasmo había sido tan intenso. Seguramente la maestría de Evan era un factor, pero el determinante había sido que no dejaba de pensar en mi padre.
Desperté como a las 8 de la mañana y vi el atlético cuerpo de Evan a mi lado. Sus hermosas facciones y su tersa piel rozaban lo femenino, pero su ancha espalda, pecho, brazos y abdomen esculpidos como si hubiera sido a mano lo hacían masculino. Me pregunté por qué teniendo a aquel hermoso hombre junto a mí, no podía dejar de pensar en papá. A los pocos minutos de que yo me levanté lo hizo él, nos bañamos juntos, pero no estaba de humor para nada sexual, así que nos limitamos a arreglarnos y quedamos de vernos después.
La semana transcurrió normal. Yo, por miedo a que no me pudiera contener si veía a mi padre, envié a un compañero a que arreglara el desperfecto del baño y desde entonces ya habían pasado dos días sin saber ni hablar con él. Sin embargo el viernes recibí una llamada a mi casa en mi celular. Respondí lo más tranquilo que pude. La cálida voz de mi papá llegó a mis oídos.
-¿Bueno? – Señor, ¿Está muy ocupado?- Dijo la voz de mi padre – No papá ¿Qué pasa? – Pues mire, hablaba para invitarlo a la casa hoy en la noche. Fíjese que hoy hay partido de baseball y como su madre aún no regresa pues pensé en invitarlo a usted y a su hermano a cenar y ver el partido ¿Qué dice? ¿Ya tiene planes? – No – dije titubeando… – ¿A qué hora es el partido? – Empieza a las 7, tráigase lo que quiera para cenar, su hermano va a traer todo lo necesario para preparar hot cakes, pero si usted quiere otra cosa pues no hay problema. – Está perfecto, nos vemos hoy en la noche. – Muy bien, bye.
Colgué el teléfono. Tenía la respiración agitada y mis manos sudaban. Era increíble lo que sentí al oír a mi padre hablar; solo su voz bastó para que mi mente pensara en sus hermosos ojos, sus maduras, pero delicadas manos, sus labios; obviamente mi pene tuvo una erección y decidí darle a mi cuerpo lo que necesitaba. Fui al baño de mi trabajo y me jalé la verga en nombre de mi padre, en nombre de ese progenitor tan hermoso que la vida me había dado. Me corrí abundantemente y entonces lo supe. Me había enamorado de mi propio papá.
El día trascurrió más que normal. Llegué a mi casa a eso de las 4. Comí algo y me dispuse a arreglarme. Me bañé y rasuré, dejándome esa barbita de candado que a mis amantes tanto les fascina. Me puse una playera morada de manga corta que me quedaba un tanto untada, para acentuar mis bíceps y mis pectorales. Me puse unos jeans con tiro alto, para que mi trasero (que está muy bien) se notara más y unas sandalias. Me perfumé y lavé los dientes, en pocas palabras me arreglé lo mejor que pude, pues esta vez era a mi padre a quien quería impresionar.
Subí al auto y manejé hasta la casa de mi padre, haciendo solo una parada en una tienda de vinos para comprar el wishky favorito de mi papá. En la vinatería varios chicos y no tan chicos me flirtearon. Había un señor exquisito que se me insinuó y un joven que me habría cogido sin pensar, pero aquella noche era de mi papá. Llegué a mi casa como a eso de las 7:15. Bajé del auto y me acerqué a la puerta. Respiré hondo y timbré. A los segundos mi hermano Rafael apareció y abrió.
- ¡Que onda cabrón! ¡Hasta que te dejas ver! – Me dijo mi hermano abrazándome. Mi hermano y yo somos muy distintos. Él siempre fue más robusto que yo, topando en la gordura. Su piel es más blanca que la mía y mide como 1.75. Él y yo no nos vemos muy a menudo, pues aunque vive en los Ángeles casi nunca está, pues su trabajo lo hace viajar mucho.
- ¡Pues tú cabrón que casi nunca estás!- Dije yo entrando a la casa. Al entrar vi a mi sobrino, un niño de solo 3 años llamado Andrew y también vi a Nick, el novio de mi hermana que tiene toda la facha del estadounidense promedio (alto, rubio, blanco y musculoso). – ¿Dónde está mi papá? – Pregunté al ver que no estaba con los demás en la sala. – Está arriba, ahorita baja. Ven siéntate, el partido ya comenzó. – Me dijo Rafa.
Yo hice lo que me pidió, escondiendo la botella de wishky. Pasaron como 5 minutos y fue entonces cuando escuché a papá bajando las escaleras. Me puse nervioso al instante, pero me puse más nervioso aún cuando lo vi. Se veía joven y moderno. Traía unos zapatos color camello con unos pantalones caquis y una camisa azul. Su cara amigable de siempre, pero lo que me sorprendió fue que se había pintado el bigote y el pelo. Ahora no eran blancos, sino castaños, como lo eran años atrás. Sin duda se veía apuesto.
Lo saludé con un abrazo fuerte y él hizo lo mismo, sentándose a mi lado. Ahí le pregunté por qué se había pintado el pelo y me respondió que quería verse más joven para cuando mi madre regresara de las Vegas.
Vimos el partido de las manera más común, gritando y emocionados con cada carrera. Yo al lado de mi padre veía su madura cara sonreír y gritar. En la sexta entrada mi padre propuso comenzar a hacer los hot cakes y obviamente me propuse ayudarle. En la cocina, solo a unos metros de distancia de la sala, mi padre y yo nos pusimos a platicar como siempre lo habíamos hecho, al mismo tiempo que los demás seguían emocionados viendo el partido. Mientras preparábamos todo, no podía dejar de admirar a mi padre de vez en vez, cuando él no me veía. Aquel día fue el primero que analicé a mi padre en detalle; observé sus brazos de nuevo, robustos, gruesos, coronados en unas manos delicadas, casi femeninas. Su trasero era pequeño, pero compacto y paradito, sus ojos eran tan amigables, su plática era tan fácil de llevar, tan envolvente; lo analicé como lo hago regularmente en los clubs o en los bares cuando algún chavo interesante se me acerca.
Cenamos placenteramente, tomamos algunas otras cervezas, vimos final del partido y como a eso de las 11 mi hermano Rafa se fue al ver que Andrew ya estaba dormido en uno de los sillones de la sala; Nick también se fue, quedándonos solos mi padre y yo.
Me sentía muy complacido de que todo saliera como yo quería, debo confesar que hasta ese momento yo solo quería quedarme solo con mi padre para platicar a nuestras anchas, para conocerlo mejor y hacerle preguntas más privadas, y al mismo tiempo que él me preguntara todo lo que quisiera. Ya solos, mi papá me dijo que le ayudara a recoger todo. Recogimos la mesa entre los dos, dejando todo reluciente, cuando terminamos, recordé la botella de wishky que había escondido y la saqué, diciéndole a mi papá que si quería brindar.
-¿Cómo? ¿Usted ya toma? – Me dijo como si le sorprendiera, yo reí. – Como si no lo supieras – le dije sirviéndole un trago – tu hijo ya no es un niño. – Jajajajaja. Pues hasta donde yo se, usted podrá ser un adulto, pero para mí siempre va a ser un niño, pero ¡salud!- Dijo mi padre, y juntando nuestros vasos tomamos el trago. – ¿Quieres otro? – Pregunté. -Si, ya viste lo que me encontré – Respondió el dirigiéndose a la sala. – ¿Qué? – Los álbumes de cuando ustedes eran niños – Jajajajaja. Todavía los tienes, hace años que no los veía –
Y como era de esperarse, comenzamos a ver todas las fotos, recordando momentos de nuestra niñez. Me encantaba que mi papá me contara las anécdotas, me encantaba saber que con mi padre no tenía nada que explicar, él me conocía, sabía mi pasado, lo que me daba miedo y me gustaba, mis éxitos y mis derrotas, todo. La botella de wishky se acabó y ya eran las 12:30 para entonces. Ambos estábamos sentados en la sala, juntos, mi papá se paró al baño y al regresar se quejó de un dolor en la espalda y en el cuello, según él por el trabajo y la edad.
Le dije que si quería yo podía masajearlo, claro que lo hice para poder tocar a mi padre y verlo en menos ropa. Él accedió, supongo que por no conocer mis intenciones. Le dije que se sentara en una de las sillas del comedor y que se quitara la camisa. Hice lo mismo, quedando él con el torso desnudo y yo con mi playera interior negra, ajustada a mi cuerpo, y también me quité las sandalias. Acomodé una silla detrás de la silla de mi padre y, tomando su cuello como si fuera un trofeo lo comencé a masajear con un aceite que mi papá había traído. Decidí que si aquella noche no podría besar y hacer el amor con mi padre entonces al menos mis manos le darían tanto amor como pudieran.
Lo acaricié como lo hacía cuando besaba a alguien, primero su cuello y luego sus hombros, la presión era la adecuada y mi padre comenzó a sucumbir. Cerró los ojos y se relajó; yo seguía descargando mis ansias por medio de mis manos. Eché la cabeza de mi padre hacia atrás para ahora masajear su pecho; entonces vi su carita de ángel, con los ojos cerrados y sus labios rosaditos haciendo una expresión de paz increíble. Mis aceitosas manos se deslizaban por su piel, dejándola brillosa. Fue entonces cuando lo vi y me quedé pasmado.
Debido a que yo soy más alto que él, vi sus pectorales, su abdomen y, claramente abultando su pantalón, una erección prominente. Esa fue la señal que necesitaba, fue como un detonador. Mi verga estaba también a mil. Me dejé llevar y tomando el que aún hoy es el mayor riesgo de mi vida, acerqué mis labios a los de mi padre y lo comencé a besar. En un inicio, fui solo yo el que hacía todo, pero solo fue cuestión de segundos para que él respondiera. Fue un beso tan lleno de ternura y paz, para mí fue como beber agua fresca. Duró unos minutos, en los cuales mi verga creció a tal punto que me dolía, prisionera en mi pantalón.
Me separé de mi papá y lo vi a los ojos. Al principio él me vio inexpresivo, pero al instante se levantó de su silla y, sentándose sobre mí, me besó de nuevo. Esta vez el beso no fue tierno, fue sensual. Nuestras lenguas se cruzaron hasta lo más profundo. Mis manos acariciaban su espalda y lo atraían hacia mí. Él metía sus dedos en mi cabello. Duramos así unos minutos. Cuando el beso terminó, la cara de mi papá cambió. Se puso rojo, y se levantó de la silla.
-¿Qué pasó? – Pregunté yo. – ¿Cómo que qué pasó? ¿Qué no sabe que eso está mal? – Me dijo, tartamudeando.
Salió caminando rápido del comedor, con la intención de ir al segundo piso, pero para entonces yo ya no iba a dejarlo ir. Me le acerqué y pasé mi brazo por su torso desnudo. Lo presioné a mi cuerpo, asegurándome de que sintiera la erección que tenia. Le susurré:
- Por favor papá. Lo amo. Quiero estar con usted…
Y al ver que no hacía nada, comencé a lamer su cuello, a besarlo, mientras con mis manos pellizcaba sus tetillas. Lentamente sentí como comenzó a rendirse y comenzaba a acariciar mis brazos, mientras suspiraba. Se volteó a los segundos y nos fundimos en un beso francés. Esta vez el sentimiento fue desesperado, era como si ambos quisiéramos llegar lo más profundo con nuestras lenguas, sus desesperadas manos entraron por debajo de mi camiseta y la levantaron, desnudando mi torso. Sin esperar ni un segundo, papá comenzó a lamer, besar y morder mi pecho, cubierto de un fino vello, justo como el suyo.
Yo estaba en la gloria, dirigiendo su cabeza con mi mano y sintiendo su voraz lengua humedeciendo todos mis pectorales. Me empujó contra la barra de la cocina y extendiendo mi cuerpo sobre ella, me vio. Nuestras miradas se encontraron. Ambos respirábamos entrecortadamente; me preguntó:
- ¿Estás seguro de esto? – Me cuestionó, sin decirme de usted. – Soy tuyo – Respondí, usando las únicas palabras que podían expresar lo que sentía.
Esa noche quería que me poseyera, quería que me convenciera que ningún hombre en la tierra existía. Me lanzó una mirada cómplice y me tomó la mano, la cual yo apreté, luego él la besó. Como si se tomara su tiempo, me levantó, solo para acostarme en la mesa del comedor. Entonces traté de quitarme el pantalón, pero me detuvo.
- Espera… luego nos encargamos de eso…
Fue a la cocina y al ver con lo que volvía, supe entonces que aquella noche sería de lo mejor. Las mermeladas y jaleas, la crema batida, el chocolate líquido y todo con lo que habíamos cenado los hot cakes. Me reí y él sonrió. Tomando la crema batida me hizo una miradita pícara. Tomó uno de mi pies y le puso crema, para después lamerla. Sentí su lengua caliente entrar entre mi dedos, besarlos, lamer la planta, y el tobillo. Hizo lo mismo con el otro pie. Yo, apoyado en mis codos para verlo mientras lo hacía, admito que estaba tan excitadísimo, pues la situación era tan sensual y la boca y labios de mi padre hacían un trabajo exquisito en esa zona de mi cuerpo, tan inexplorada hasta entonces.
Dejando mis pies, tomó la mermelada y con uno de sus dedos, embarró mi abdomen. Estaba fría, contrastaba con el clima y nuestros cuerpos. La lamió, de cada uno de mis cuadritos. Metió su lengua a mi ombligo y hasta mordió esa zona que queda arriba del pantalón. Sentí sus labios explorándome y besándome, estaba disfrutando cada uno de los segundos que transcurrían, a merced de su madura boca.
Se levantó e iba a tomar la miel cuando yo me incorporé y haciendo un nudo con mis piernas alrededor de su cadera lo aprisioné. Tomé el chocolate y metí un chorro a mi boca, para después besar a mi papá, quien se nutrió del mejor beso sabor a chocolate que debió de haber experimentado. Nuestras vergas quedaron unidas, aunque nuestros pantalones aún las aprisionaban, ambas duras y paradas como astas. Sin soltar a mi papá del nudo con el que lo aferraba me balancee hacia atrás y quedé de nuevo recostado.
Decidí que era mi turno, tomé la botella de miel y tomando a mi padre por los hombros los acosté a mi lado sobre la mesa. Ahora con el robusto cuerpo de mi progenitor a mi lado, puse miel en sus tetillas. Las lamí como si fueran paletas. Mi papi gemía y presionaba mi nuca contra su velludo pecho. Lamí la derecha y la chupé hasta que estaba durita. Puse también un poco de miel en el dedo de mi mano izquierda y lo llevé a su boca; él lo lamió con una maestría y una gula que me hizo imaginar lo que haría después con mi verga, que aún estaba debajo de mi pantalón de mezclilla. Seguí con su tetilla izquierda, no sin antes darle un rico beso y besar también la línea de vellos blancos que corría entre sus dos pectorales.
- Me gusta cuando me las muerden – Me dijo suspirando. – Por supuesto papi – Le dije y le mordí suavemente la tetilla izquierda, alternando con besos y chupadas.
Se la barnizaba con mi saliva y luego le soplaba, arrancando escalofríos de su cuerpo. Él mientras tanto me acariciaba la espalda hasta que llegó a mis nalgas. Las tomó con fuerza, una con cada mano. Las abría y las cerraba y de vez en cuando me daba una nalgada. Yo ya no podía más, al terminar con sus pezones sabía que vendría el plato fuerte: su verga.
Ansiaba con ver esa hermosa tranca, su textura, su tamaño, su color; quería conocer la verga que me había dado la vida y agradecérselo al por mayor, así que me volteé para que mi cara quedara frente a su paquete, en forma de 69. Bajé lentamente el cierre y abrí el pantalón caqui. Una trusa blanca estaba frente a mí. La palpitante verga de papá estaba bajo ella y me rogaba que la sacara, pero aún no era tiempo. Pasé mi nariz por todo su bulto y percibí el olor a líquido preseminal. Estaba calentito y duro. Con mi nariz y di un par de lengüetazos haciendo que él se excitara aún más. Manipulé su bulto, en el cual, se notaban dos enormes huevos, grandes como pelotas.
- ¡Hazlo hijo, dale felicidad a tu papi!- Gritó… – Lo que diga usted – Le respondí yo y liberé su miembro.
Era hermosa, justo la verga que me había imaginado en mis sueños más eróticos y que tantos años había buscado. Morena y venosa, recta, de una anchura razonable, sin circuncidar. Debería medir unos 19 cm y dos hermosos huevos debajo de ella, cubiertos por su prepucio peludo, me hicieron recordar a la mía, La similitud era enorme. Me detuve un momento a admirarla.
- Se parece a la tuya, ¿verdad bebé?– Me dijo en un tono pícaro – El otro día que vino a arreglar el baño lo espié mientras se la jabonaba. – Si papi – Le dije – Es preciosa. – Cómasela mijo… hace mucho que su mamá no le da ni una rozadita a la verga de papá-
Y sin responderle, lo hice, poniendo toda mi experiencia en ello. Ya había tenido muchas vergas en mi boca antes, pero esta era sagrada. Con cada mano, masajeaba un huevo, ayudándome del aceite de masajes que se encontraba cerca. Mi lengua, cuidadosamente se metió entre su prepucio y su glande, llenando de saliva cada pliegue, para después introducírmela, lentamente hasta que topó con mi garganta. El cuerpo de papá se tensó al instante, señal de que mi trabajo estaba saliendo bien. Continué mi mamada. Papi comenzó a hacer un movimiento con su pelvis, como si me estuviera follando por la boca, cosa que yo sin duda permití; esa noche yo sería el juguete de papá, su sexoservidor, sus deseos eran órdenes.
Estaba yo dejando que papá me ahogara con su tranca cuando sentí algo increíble. Mi verga había sido liberada también y sin pedir permiso, papá la comenzó a besar, a chupar, a lamer, manosear. Admito que el ver la cara de papá, su linda tez, aquel rostro apacible que tantas veces me acompañó a la escuela desencajado del placer y tragarse mi verga hasta que la hacía desaparecer, me encendió. Yo seguí con mi mamada, pero vi que papá se estaba comenzando a agitar demás; el orgasmo se acercaba. Sin embargo, mi mente tenía otro plan, no quería que esto terminara aún. Dejé mi felación y me incorporé bajando de la mesa. Papá me vio como desubicado.
- ¿Qué pasó mi amor? – Y se sentó en la mesa.
Yo le hice señas de que me siguiera. Él sin esperar corrió a alcanzarme, y yo me fui hasta el patio de atrás y salté a la piscina, dejando mi ropa tirada en el pasillo. Él hizo lo mismo. Ni el agua hizo que se nos bajara la calentura. Al salir, nos besamos, y nuestras manos exploraron todos nuestros pliegues.
- ¡Ya quiero ser tuyo papi! – Le imploré liberándome de sus labios
Lentamente nos fuimos a la parte menos profunda de la alberca, una parte que apenas tiene 20 cm de profundidad. Ahí me hinqué y me aferré al borde de la alberca, dejándole mi culo al aire a mi papi. Él, metió su lengua, separando mis nalgas duras y redondas. Grité de placer al sentir su escurridiza saliva entrando a mi ano.
- Grita, me excita que griten mis amantes – Me dijo morbosamente – ¡Dámela papi, fóllame, castígame, hazme tuyo, quiero ser tuyo ya!
Mi papá, después de hacerme gozar con su lengua, metió tres dedos en mi ano, que ya no aguantaba más. Estaba a punto de desmayarme, y de venirme, pero me contuve, sabía que lo mejor aún estaba por venir.
Sentí a mi papá hincarse y atraer mi culo hacia él, tomándome de la cintura para, sin pedir permiso ni avisar, comenzar a penetrarme. Fue tan intenso el sentimiento que ni gritar pude, quedé pasmado, solo me retorcí, pero papá no pensaba tenerme piedad, me tomó de nuevo y esta vez me hizo suyo de un solo empujón. Mi culo se abrió tras la tremenda embestida y yo, volviendo en mí, grité desgarradoramente, pero el dolor había pasado, y ahora el placer tomó su lugar. Un entra y sale me indicó la verga de papá, y yo lo seguí mientras el agua de la alberca hacía pequeñas olas a nuestro ritmo.
- ¿Quieres que te folle de una manera que nunca olvidarás? – Hazlo.
Me tomó por los hombros hasta que ambos quedamos con los torsos unidos. Y entonces, como, en un acto de destreza genial, papá me taladró el culo veloz e increíblemente, su verga entraba y salía de mi tan rápido, y yo me sentí tan suyo, tan a su merced. Llevé mi cabeza hacia atrás, mientras mi papá me abrazaba para que yo no me cayera de las descomunales embestidas. Mi oído quedó a escasos centímetros de su boca. Entonces me susurró.
- Así, justo en esta forma, follé a tu mamá el día en que te concebimos a ti…
Esa fue la gota que derramó el vaso. Yo no pude más y le dije que me venía, él tomó mi pene y lo comenzó a masturbar.
- Me fascinan las nalgas como las tuyas… así, apretaditas y redondas… quiero que así las tengas siempre ¿ok? – Sus palabras morbosas me hacían volar. – ¡Papi, ya no aguanto!
Mi verga explotaría en cualquier momento al compás de su mano firme y su verga entrando furiosamente en mi culo.
- Ok, pequeño zorrito, ya ha sido suficiente, luego me darás tu culo otra vez ¿Dónde quieres que me venga bebé? – Me preguntó… – ¡En mi culo! ¡Bautízame el culo… es tuyo ahora! ¡No se lo voy a dar a nadie más que a ti de nuevo!
Y dicho esto nos besamos, yo me corrí en su mano y él, llenó mi culo de leche calentita. Nos vinimos abundantemente y yo me sentí el ser más feliz del mundo.
Esa noche mi papá y yo sellamos un compromiso secreto. Pasamos todo el fin de semana encerrados en la casa, desnudos y conquistándonos en todos los sentidos. Hicimos el amor más de 10 veces, en el baño, en la cocina, en la sala, en la escalera. Desde ese día, José, que es como lo llamo ahora, es el único hombre de mi vida. Él me dice que yo lo hago sentir joven, amado y atractivo de nuevo. Ahora vivimos juntos, pues mamá lo abandonó al poco tiempo de que esto sucedió, aunque nunca se dio cuenta de lo nuestro. Somos una pareja feliz, y yo, soy muy dichoso al dormir todos los días en los brazos de papá, sabiendo que su alma y su cuerpo son solo míos.
Espero que les haya agradado este relato. Hasta luego.
Autor: y3
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