domingo, 29 de septiembre de 2013

Mi primo y yo nos convertimos en amantes

Hola a todos, quisiera contar una reciente experiencia que he tenido y que sólo de recordar me pone a mil.

Hace poco, por razones que no vienen al caso, me tocó compartir habitación de hotel con un primo mío. Este primo en cuestión es de mi edad, y recuerdo a menudo algunas experiencias homosexuales muy lights que tuvimos de adolescentes: tocamientos, jugueteos …, incluso una vez llegué a besarle tímidamente en la polla.

Sin embargo, todo eso quedaba muy lejano, cuando un acontecimiento familiar nos reunió en un hotel; y al viajar ambos, ya casi cercanos a los cuarenta, sin nuestras respectivas mujeres e hijos, nos tocó compartir una habitación doble.

Cuál sería nuestra sorpresa al ver que nos habían asignado una habitación con una única cama de matrimonio. Pensamos reclamar al hotel, pero dado que llegamos ya tarde y cansados decidimos compartir la gran cama sin más problemas.

Sin embargo, ya próximo el amanecer, me desperté con cierta sensación de incomodidad. Cual no sería mi sorpresa al descubrir que mi primo estaba acostado de medio lado con su brazo y su pierna derecha sobre mí, que dormía bocarriba. En tal postura, su rostro se encontraba apoyado en mi hombro, frente a mí. Se veía que dormía placidamente. Pero esta situación reactivó mis recuerdos, y yo, que siempre he tenido fantasías eróticas con hombres, muchas de ellas con mi primo recordando nuestra juventud, me sentí profundamente excitado, y decidido a no desperdiciar semejante oportunidad estudié cuidadosamente la situación y sus posibilidades.

Ni que decir tiene que una tremenda erección se manifestó de modo inmediato. Así que animado por semejante estado de las cosas decidí pasar a la acción. Le susurré:

- Javier! Psss.

Ante su falta de respuesta empecé a meditar sobre qué hacer: tocarle la polla, masturbarme, besarle…

Decidí empezar por un beso, mientras me acariciaba mi supertenso rabo. Fue un beso suave, en los labios; sin lengua ni nada excesivo. Simplemente le besé suavemente en los labios. Fue una sensación excitante. Mi polla estaba a mil. ¡Había besado en los labios a un hombre! No me lo podía creer. Javier no respondió, así que decidí seguir adelante en mi escalada de homosexualidad recidiva.

El siguiente beso fue algo más largo e intenso. Igualmente sin lengua y sin presionar su boca, pero ya fue algo más que un mero roce de labios.

En ese momento se despertó.

No sabía que iba a pasar. Supongo que a ningún tío le gusta despertarse abrazado a otro hombre y además descubrir que el maromo le está morreando. Javier me miró. Puso cara de sorpresa. Me miró más. Puso más cara de sorpresa. No se apartó. No alejó su rostro del mío.

- ¿Me acabas de besar o estaba soñando? – Me dijo.
- Te acabo de besar. No sé por qué. Pero te acabo de besar.
- Ah.
- ¿Te ha gustado?
- Creo que sí.
- ¿Quieres que lo haga otra vez?
- No sé. No. Bueno sí. No sé. Si tú quieres – Lo dijo como queriendo dejarme la responsabilidad. Como si la cosa no fuera asunto suyo.
- Bueno, pues voy a hacerlo de nuevo – le dije.

Así qué volví a besarle. Fue un beso parecido al anterior. Intenso, sin lengua, de unos segundos interminables. Sus labios estaban cálidos y carnosos. La sensación fue muy erótica e intensa.

- ¿Qué tal?
- No sé, no ha estado mal

A todo esto, seguíamos muy juntitos, casi abrazados, susurrando como dos amantes.

Decidí seguir adelante.

Volví a besarle, esta vez sin pedirle permiso, esta vez con lengua. No se resistió. Mi lengua entró en su boca, se entrelazó con su lengua. Me gustó su sabor. Era muy distinto a besar a mi mujer. Sabía a hombre. Me sentí tremendamente excitado, femenino. La cosa se fue calentando hasta el punto de terminar en un morreo bestial. Con lengua, mezclando salivas, abrazándonos y restregándonos. Nos separamos.

- Uffffff – dijo Javier
- Uffffffffffffffffff- dije yo – ¿qué tal?
- No sé, me ha molado un huevo ¿es que somos homosexuales o qué?
- Y yo que coño sé. Lo único que quiero es seguir.
- ¿Qué hacemos?
- Lo que surja – Y me lancé sobre él.

Seguimos besándonos, abrazándonos. Le metí las manos dentro del pijama y él a mí. Nos sobamos el culo, la espalda, nos restregamos.

Entonces le tumbé bocarriba y le dije:

- Déjame mamártela.
- Soy todo tuyo.
- Javier, no te puedes imaginar como he deseado esto.

Así que se tumbó bocarriba en la cama y yo le quité la camisa del pijama. Empecé a besarle el cuello, los pezones, el vientre. Seguí bajando hasta llegar a mi objeto de deseo. Le baje los pantalones. Nos miramos. Sus ojos decían: “Sí, sí, chupámela por favor”. Así que decidí no hacerle esperar.

Miré su polla, tantas veces deseada por mí. Se la toqué, le descubrí el capullo. La olí. Mmmmmmmmmmmm que olor a macho. Acerqué mi lengua, junté punta con punta, lengua con polla, noté la atracción. Qué bien olía ese rabo, ese macho. La lamí, la besé. Le miré los ojos. Ardía de deseo.

- Chupámela ya cabronnnn.

La metí en mi boca y se la mamé como tantas veces había soñado, como en tantos videos porno había visto. Estuve como cinco minutos mamándole la polla, acariciándole, besándole en la boca, hasta que se corrió.

En cuanto noté que se venía, volví a meterla en mi boca. Se la chupé hasta hacerle eyacular. Lo hizo en mi boca. Como tenía que ser. Como yo deseaba. Recibí su semen y lo degusté. Mmmmm qué manjar. Que sabor y olor, que textura. Fue impresionante.

Javier cayó exhausto. Nos abrazamos. Nos besamos.

- ¿Qué tal? – le dije
- Ufffff. Ha sido increíble. Mi mujer jamás me dio tanto placer. No me lo puedo creer, me has dejado correrme en tu boca.
- Sí, y ha sido un placer.
- Bueno, ahora me toca a mí ¿no?
- Eso creo – dije, y me tumbé bocarriba.

Al cabo de diez minutos y de correrme en su boca, ambos nos acostamos desnudos, juntos, abrazados, y nos quedamos dormidos.

Nos despertamos tres horas después. Un beso de buenos días fue mi forma de recordarle que algo especial había pasado y que no quedaría en una anécdota. Su respuesta, una actividad intensa con su lengua en mi boca y su mano asiendo mi verga me confirmaron que para él había sido tan bueno como para mí.

Javier me pidió que pasáramos a algo más atrevido. Así que decidimos hacer el amor por primera vez. Yo le pedí que me dejara ser la mujer y él aceptó con gusto. A Javier no le convencía la idea de que yo le follara, y la verdad, tampoco yo tenía especial interés. En cambio, sólo el imaginarme que mi primo me hiciera mujer me volvía loco. Así pues, no hubo discusión, desde ese momento, él sería el macho y yo la hembra.

Nuestro primer polvo fue espectacular. Me senté sobre su verga lubricada con crema corporal hasta que noté sus testículos en mi culo. Lo que sentí al notar su polla dentro de mi cuerpo y su semen inundando mis entrañas fue indescriptible. Desde entonces llevamos una doble vida: primos para la sociedad, marido cariñoso (él) y mujercita sumisa (yo) en la intimidad.

Pablo.


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