sábado, 20 de octubre de 2012

El experto


Desde principios de año empezamos a masturbarnos mutuamente con mi primo. Lo hacíamos a diario y nos iniciamos una tarde cuando navegando por internet mirábamos fotos y videos de hombres haciéndolo entre ellos. De repente sentí la mano de mi primo Eduardo sobándome el bulto y no me resisití en lo más mínimo, ello hizo que se animara a bajarme el cierre de la bragueta y sacar afuera mi pene que ya estaba bien erecto y húmedo, con una mano lo empuñó por el tronco realizando lentos movimientos de sube y baja mientras que con la palma de la otra frotaba el capullo.

Inmediatamente busqué con desesperación su pito y repliqué esos movimientos tan placenteros, así estuvimos pajeándonos un buen rato mirándonos fijamente nuestras pijas.

El silencio reinante se interrumpió con los jadeos de Edu cuando su semen salió a borbotones chorreando mi mano, ahí apreté más la verga y aceleré el ritmo de la batida lo más que pude hasta que observé que ya no derramaba ni una gota más de leche, por curiosidad pasé la lengua por los restos de semen que quedaron en mi mano, estaban todavía tibios y tenían gusto salado.

En ese momento mi primo me dijo que era mi turno y se arremangó aún más las mangas de su polera para baquetearme el miembro como nunca antes ni yo lo había hecho, me impresionó su maestría para variar las formas de empuñarlo, sus manos me provocaban un goce sexual nunca experimentado y eso que yo me hacía la paja con frecuencia, pero que te la haga otro era francamente mucho más excitante.

Hice todos los esfuerzos posibles para contener la acabada y prolongar el intenso manoseo.

 Pero la destreza de mi primo fue tal que no pude aguantar más y mi esperma voló por los aires en cantidad. No puedo negar que con el descenso de la temperatura sexual aumentó la vergüenza por lo que habíamos hecho y nos juramos mantenerlo en absoluto secreto por el resto de nuestras vidas. Así, día tras día las sesiones masturbatorias eran mejores, porque fuimos incorporando otras técnicas y otros juegos sexuales, por ejemplo el estímulo visual de los cuerpos desnudos y sobre todo del rico trasero de Eduardo, al cual yo me aferraba y apretujaba cada vez que él me masturbaba.

Me estaba vedado introducir los dedos en su ano que era lo que yo deseaba pero eran las reglas del juego, aprovechándose de ésto mi primo se paraba desnudo dándome la espalda y meneaba sus redondeadas asentaderas rozándome la cara, lo que me ponía muy caliente y sólo me dejaba darle chupones.

Ninguno de los dos se animaba a más, no queríamos asumirnos como verdaderos putos, rompiéndonos el orto el uno a otro y chupándonos la verga para tragarnos la lechada como lo harían dos maricas en celo. Durante las pajas nos susurrábamos al oído historias eróticas plagadas de chanchadas y palabras soeces.

Fue un atardecer cuando escuché de su boca una detallada narración de la furtiva relación sexual de un adolescente con un hombre mayor, el cual desde hacía ya casi un año y dos veces por semana mantenían sexo oral y anal. El chico asumía siempre el rol pasivo, o sea que el hombre mayor le tenía prácticamente por hembra y lo sometía a todos sus lujuriosos deseos, ya que además de hacerle mamar la verga a su antojo, para degenerarlo, corromperlo y hacerlo más vicioso, le metía en el culo objetos tales como zanahorias, pepinos, botellas y juguetes sexuales de los más variados y sofisticados.

Todo eso era detallado con impresionante realismo por mi primo mientras yo no podía contener mis acabadas que se sucedían una tras otra ya que él no cesaba de masturbarme con la perfección que lo caracterizaba. Cada tanto yo también le corría una paja para que se desahogara y eso lo motivaba para contarme aún con más precisión lo que hacían esos ardientes amantes homosexuales.

Bastante cansados y transpirados, quedamos como siempre en vernos al otro día. Fue cuando le rogué que retomara la historia del día anterior mientras presto me sacaba los pantalones y el slip y le ponía a su disposición mi verga para que la pajeara, entonces me confesó que el adolescente de la historia era él mismo, lo que no me sorprendió porque me lo temía, no podía ser que siendo menor que yo supiera tanto de sexo.

Lo que me dejó estupefacto es que el hombre mayor no era otro que su tío Leandro, es decir, mi padre.
Lejos de repugnarme tremenda confesión, por mi mente se sucedían las imágenes de mi primo enculado por mi padre. Lo veía ensartando con su miembro, que debería ser enorme, ese culito mullido y respingón que a mí tanto me deleitaba manosearlo, imaginaba el destrozo que ocasionaba en sus entrañas ese mismo miembro enorme, grueso y erguido, cómo esa cavidad era inundada por semen espeso y caliente que necesariamente buscaba salida cayendo por el anillo de carne exageradamente dilatado entre esas abultadas nalgas abiertas de par en par.

No me cabían dudas que mi primo montaba a horcajadas a mi padre, para enterrarse su verga en el orto y cabalgar sobre ella para que esa pijota serruchara una y otra vez saciando el hambriento orificio anal. No podía dejar de imaginarme el placer de mi progenitor introduciendo su lengua en ese culo joven y lampiño para luego en ensartarlo con un vibrador y observar detenidamente como el esfínter iba cediendo ante los embates del aparato y ver a ese chico contorsionarse de placer al recibir fuertes palmadas en las nalgas.

No podía quitar de mi mente la imagen de mi primo tendido sobre una cama boca abajo con su fantástico trasero elevado, quebrando la cintura, las piernas abiertas y los pies hacia dentro, esperando con ansiedad ser sodomizado mientras succionaba furiosamente el pedazo de mi padre.

El orgasmo más sensacional de mi vida lo tuve en el momento que fijé la imagen en la cual mi padre y yo le dábamos por el orto a mi primo haciendo un trío, donde mientras yo le arremangaba el culo para adentro con mi verga, mi padre se pajeaba en su boca y le llenábamos el estómago y los intestinos con nuestro semen.

No resultó un trabajo difícil convertir esa fantasía en realidad, planear un fin de semana de pesca era la excusa ideal y en la noche después de haber comido y sobre todo bebido alcohol en abundancia era el momento oportuno, nada mejor que toquetear descaradamente el culo de mi primo delante de mi padre para despertar su lujuria, quien se acercó a nosotros y dijo que ya sabía que a Eduardo le gustaba mucho, a la vez que le colocaba la verga en la boca para que se la chupara, mi padre me ordenó que le lamiera el agujero de la cola, entonces desnudé a mi primo y separé con mis manos sus glúteos turgentes. Ahí apareció el ano rosado y bastante arruchado de mi primo, lo llené de saliva y después mi padre me indicó que le frotara con un trozo de manteca que estaba sobre la mesa.

Con la presencia del experto aprendí que un culo es un manjar muy delicado que hay que tratar con mucho cuidado, nunca hay que empujarlo ni forzarlo, hay que apoyar en su boca de acceso previamente lubricada lo que se le quiera meter y el culo sólo empezará a comer.

Fue mi primera verdadera orgía durante dos días, donde la pasamos de maravillas enculando a mi primo en las poses más variadas, a veces entre los dos y otras por separado. Mi pose preferida era hacerlo poner en cuatro patas para ver mejor como le estaba rompiendo el orto, en cambio mi padre elegía la pose de piernas sobre los hombros para cogerlo como a una hembra. Ya conseguí tener algo en común con mi padre, compartimos un putito de ano sumamente complaciente.


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