De ello hace ya casi dos años. Yo era estudiante. En aquella época sólo deseaba sacar las mejores notas para tener una media que me permitiese entrar en una buena universidad y estudiar la especialidad que me interesaba. ¿Quién me iba a decir que al final decidiría no seguir estudiando? A veces los caminos que decidimos seguir en nuestras vidas no tienen nada que ver con lo que siempre habíamos creído.
Si yo lo hubiese sabido entonces, no hubiera sufrido la peor experiencia de mi vida. Aquel profesor sabía lo mucho que me importaba sacar buenas notas. Lo había tenido el curso anterior y ya tuve con él una discusión sobre una nota que no creía yo la más adecuada para un brillante trabajo que le entregué. Nunca habría luchado por aquella nota de saber lo que aquel hombre haría a raíz de aquello. Su nombre era Antonio. Era quince años mayor que yo. Yo contaba con veinte. Era gordo y muy peludo. No era feo de cara pero siempre la tenía humedecida de sudor, lo cual hacía bastante repulsiva su visión. Sentía algo de asco hacia él.
Pero hasta entonces no sentía antipatía hacia él, todo hay que decirlo. El suceso ocurrió una tarde en la que nos entregó un examen corregido. No se trataba de un examen en el que tuvieses que responder a unas simples preguntas y ya está. Debías justificar tus respuestas, lo cual hacía más fácil la discrepancia sobre la nota entre el profesor y el alumno. Pero aquel examen recuerdo que lo hice muy bien puesto que me lo preparé muy bien. Se acercaba el fin del curso y no podía fallar. Sólo faltaba un pequeño esfuerzo más que yo di. Pero la nota fue un insuficiente. Evidentemente el profesor me había suspendido a propósito. Y no tuve que convencerle de que esa nota no era justa, él mismo solicitó mi presencia tras entregarme el examen.
Fui a su despacho cuando las clases hubieron terminado y de forma tan directa que aún hoy me sorprende, me dijo:
- Crees que la nota no es justa y tienes razón. Te he suspendido a propósito porque sé lo mucho que te importa sacar muy buenas notas.
- No le entiendo -le dije pasando de estar indignado a no entender nada.
- Primero de todo -dijo y prosiguió -, no hay nadie aquí. Nadie nos ve ni nos escucha. No tendría sentido contar a nadie lo que aquí va a ocurrir porque yo lo negaría y tu no podrías demostrar nada.
- Pero...
- No me interrumpas. Esta nota puede cambiar. Puedo subirla hasta un excelente y te aseguro que la nota que le corresponde a este examen no es insuficiente pero tampoco excelente. De momento sales perdiendo pero puedes abandonar hoy la escuela ganando. Comprendí que quería que hiciese algo para ganarme la nota. La posibilidad de sacar un excelente me interesaba. Supuse que deseaba favores sexuales, no soy tonto y... ¿qué otra cosa podría querer, dinero? no.
- ¿Qué debo hacer? -pregunté. Esperaba que quisiese que le masturbase o que me dejase masturbar por él.
- ¿Has estado con un hombre alguna vez?
- No -respondí.
- ¿Sabes que estoy casado?
- Sí, lo sé.
- Hace dos años que no tengo relaciones sexuales. Desde que nació mi hijo. Mi matrimonio no va bien y con un poco de suerte tardaré bastante en volver a practicar sexo con mi mujer, y ni eso es seguro. De todas formas hay cosas que siempre quise que mi mujer me hiciese y nunca me las hizo. En parte por mi culpa. Nunca llegué a pedírselas. Comencé a asustarme. Estaba claro que no quería hacerme nada a mí, sino que yo se lo hiciese a él. Y no parecía desear una simple paja. Temía que quisiese practicarme el sexo anal. Parece que leyó mis pensamiento.
- No hablo de sexo anal, no te preocupes. Hablo de sexo oral. Quiero que me practiques sexo oral. Debí salir de allí en aquel momento. Era mejor suspender a chupársela a aquel gordo. Su cara sudaba más que de costumbre y su camisa estaba empapada de sudor. Él estaba nervioso y quería ocultarlo con fingida serenidad y seguridad. Debí pensar que aquello tenía solución. El examen era bueno. Si se lo hubiese enseñado a otros profesores o al director, ellos habrían visto lo injusta que era aquella nota y lo habrían obligado a rectificar. Pero no pensé en ello y acepté.
- De acuerdo -dije. Me incliné ante su bragueta.
- Espera -dijo él -. Prefiero que empieces más arriba.
- ¿Más arriba?
- Por el cuello estaría bien. Antonio se sentó en una silla y se quitó la camisa. Puede comprobar que era tan gordo y peludo como yo había imaginado. Su pecho era enorme y caído. Sus pezones grande y rosados. Y todo su cuerpo brillaba a causa del sudor.
- Vamos -dijo él. Comencé a lamerle el cuello. No me gustaba pero ya no podía parar. Sentía aquel asqueroso sabor a sudor y tenía ganas de vomitar pero intentaba aguantar y deseaba que aquello terminase lo antes posible. Entonces posó una mano sobre mi cabeza e hizo fuerza para que fuese bajando. Comencé a lamerle el pecho. Sentía todo aquel vello en mi lengua. Algunos pelos se colaron en mi garganta. Además de asqueroso, aquello era incómodo.
- Los pezones -me dijo. Lamí primero uno y luego otro. Y cuando creía que ya nada podía ser peor, Antonio comenzó a gemir y a decir:
- Sí, así. Muy bien. Sigue. Aquellas palabras me ponían nervioso. Él disfrutaba mientras yo era violado. Mientras sufría el más horrible trauma de mi vida. Entonces levantó un brazo y me obligó a lamerle su peluda y asquerosa axila. El sudor era más abundante y mis arcadas eran más incontrolables. No entendía qué placer podía sacar de todo aquello.
- Ahora el culo -dijo. Se bajó los pantalones y los calzoncillos. Su pene estaba erecto. Era muy grande y estaba húmedo. Antonio estaba completamente excitado. Era peludo por todas partes. También por el culo. Me obligó a introducir mi lengua en su ano y a lamer mientras él seguía gimiendo.
- No tardaré mucho en correrme -dijo, lo cual me sorprendió puesto que todavía no había llegado a estimularle los genitales -. Ahora chupámela. Y entonces me introduje su enorme pene en la boca. Noté el sabor de aquel fluido que había inundado su verga y no sé por qué me lo tragué. Seguí lamiendo. Introducía una y otra vez su pene en mi boca mientras jugaba con mi lengua sobre su glande. Quería hacerlo bien. Me jugaba la nota y ya que tenía que hacer aquello por la nota, no debía hacer nada que hiciese al profesor creer que no merecía el excelente.
- Voy a correrme. No te apartes -me ordenó. Me había obligado a tragar pelos, sudor y también quería que me tragase su semen. Antonio dio un grito de placer y comenzó a descargar su semen dentro de mi boca. Me lo tragué como pude. El sabor era horrible. Deseaba que terminase pero aquella corrida era enorme. Mucho más abundante que las mías. Podría haber llenado una copa entera con todo aquel semen que yo me tragué.
- Déjala limpia. Pasé mi lengua por todo su pene y sus testículos recogiendo con ella todo el semen que no había podido tragar a la primera. Cuando su pene quedó limpio, Antonio cambió su expresión en la cara. Su rostro reflejaba arrepentimiento. Estaba claro que había tenido una fantasía y en vez de hacerse una paja pensando en ello, quiso cumplirla y ahora se daba cuenta de lo horrible que resultaba todo aquello. Yo comencé a llorar.
- No llores -me dijo. Me sentía la persona más miserable del mundo. Me había prostituido por una simple nota escolar. No pude aguantar más las nauseas y vomité en el interior de su papelera.
- Dios, lo siento mucho -me dijo -. Ten por seguro que el excelente lo tienes seguro. Dejé de vomitar. Me limpié con un pañuelo e intenté secarme las lágrimas pero no podía dejar de llorar. La imagen era patética. Yo llorando y él consolándome. Y pareció avergonzarse aún más cuando detuve mi mirada sobre su pene desnudo. Rápidamente comenzó a vestirse. No entendía como una persona que acababa da violarme pudiese sentir vergüenza al estar desnudo frente a mí. Después de llorar comencé a reír.
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