Desde que tengo uso de razón, he sabido que me gustan los hombres, he sido maricón desde pequeñito, además creo que mis padres sin saberlo fomentaron en mi ser un mariquito goloso, porque siempre me enviaron a escuelas de sólo varones y yo ante tantos niños y luego jóvenes pubérticos me dediqué a contemplar sus cuerpos en cualquier oportunidad que tuve, en las duchas después de la clase de educación física miraba sus penes erguidos imponentes que me revolucionaban las hormonas, a veces podía rozar mi cuerpo con el de algún rico compañero, en esos juegos típicos de esa edad cuando todos queríamos demostrar nuestra fuerza jugando a tironearnos y durante los cuales mi verga no podía contenerse ante cualquier contacto físico con otro exponente del sexo masculino.
Me gustan todo tipo de hombres, mi hoyito reacciona ante cualquier contacto con un macho, soy un maricón demasiado caliente para mi gusto, la verdad es que me encantaría poder controlar mis instintos más maracos, pero la mayoría de las veces he tenido que rendirme y llegar a hacer cosas impensables para satisfacer mis deseos más cachondos, me gustan los uniformados, los tiernos, los peludos, los maduritos, he soñado con todo tipo de hombres pero nunca con un albañil y con lo que me pasó la vez que a continuación les contaré.
Todo comenzó hace un año atrás, cuando junto a mi familia, conformada por mis padres, mi hermana mayor y yo, decidimos cambiarnos de casa para vivir en una ubicada en un lugar más céntrico y seguro, llegamos a la casa que actualmente habitamos, pero en un principio se nos hizo muy estrecha e incómoda, fue por esa razón que mi padre decidió ampliarla, para esto contrató a un maestro de construcción de muy buena fama, este era un hombre ya maduro y no me gustó para nada, pero uno de sus ayudantes sí que me gustó, mejor dicho, me encantó, era un hombre demasiado rico, alto, un poco delgado pero con músculos muy pronunciados, de cabello negro medianamente largo, con barba de candado y con una carita tierna y a la vez con cierto toque que le daba la imagen de macho dominante e intenso a la hora del sexo, la primera vez que lo vi era temprano, vestía unos jeans que le quedaban sueltos pero que a veces cuando se inclinaba me mostraban unos glúteos redonditos y un paquete que aunque no me lo crean era enorme. Su nombre era Martín, me lo presentó mi nana, fue cuando después de bañarme en la piscina fui a tomar un jugo a la cocina, me sorprendí al verlo sentado ahí, en una posición muy sensual, con las piernas muy abiertas y sin camiseta, su torso desnudo me fascinó, sus tetillas no eran gordas pero sí menuditas, su cuerpo era largo, sus piernas ocupaban mucho espacio, nos saludamos amablemente y mientras nos dábamos la mano, me apretó muy fuerte, él era poderoso frente a mí, que sólo era un muchachito de 18 años ante él que ya tenía 33. En ese momento me sentí muy frágil y tímido, además trataba de subirme el short, que por el peso del agua se me caía y dejaba ver un poquito de mi blanco culo, al verme sonrió un poco burlesco y dijo:
- NO TE PREOCUPES, TU CULO NO ESTÁ NADA MAL!
Casi me desmayé al oírlo, quise lanzarme al suelo con las piernas abiertas y pedirle, rogarle, suplicarle que me culeara enseguida, sin ninguna clemencia, ahí en medio de la cocina sin importarme nada, pero no, tuve que controlarme y salir corriendo a mi pieza a hacerme una suculenta paja.
Pasaron varios días durante los cuales continuaron los trabajos de construcción. Desde la ventana de mi pieza podía mirarlo detenidamente, qué erótico y lúbrico era verlo vestido con su ropa sucia de trabajo, tan enérgico, tan poderoso y varonil, cargando sacos de cemento, mostrando su torso mojado bajo su camiseta sin mangas, con su pelo atado en una cola, todo un macho rudo, qué delicioso. En una ocasión creo que notó que lo espiaba porque se me quedó mirando fijamente un buen rato y se rió con cierta malicia. Las pajas que me hice en esos días sólo fueron por y para él, en mi mente y mi hoyo no existía otro ser que no fuera él, quería ser suyo por completo y no me importaba nada más, las tardes eran calientes, flojas, tardes con olor a sexo, de esas en que el cuerpo nos exige el calor de un machote que lo haga delirar y gozar al máximo.
Nuestra relación comenzó un día viernes, cuando en mi casa mis padres y mi hermana habían salido, sólo estaba yo y los maestros ya se habían ido, pero Martín se quedó hasta un poco más tarde para adelantar un poco el trabajo, nuevamente nos encontramos en la cocina, yo me acerqué más y más a él, tratando de rozarlo y tocar su transpirada piel, iniciamos una tonta conversación durante la cual me comentó del frío que sentía al tener que bañarse con agua helada, entonces yo amablemente le ofrecí el baño de mi dormitorio donde podría bañarse con agua caliente, accedió de inmediato y fue a buscar su ropa, yo esperé nervioso a que llegara, volvió con la toalla colgada al cuello y con su ropa limpia en una bolsa para cambiarse, venía con sus jeans semi-desabrochados dejándome ver un poquito de su slip blanco, le indiqué el camino hacia mi pieza, durante el transcurso hasta allá sentí su pecadora y libidinosa mirada sobre mi culo, entonces paré más las nalgas para complacerlo y calentarlo, llegamos al baño y lo dejé solo para que se bañara tranquilo, lo esperé sentado sobre mi cama conformándome sólo con mirarlo aunque fuera un poquito sin imaginar lo que me esperaba. Después de asearse salió, venía con la toalla en la cintura, su pecho aún estaba mojado y lo más importante y en lo primero en lo que me fijé fue la tremenda erección que lucía descaradamente, mostrándome todo su tamaño, se me acercó y me hablaba de lo confortable que había estado su ducha, la verdad es que yo ni siquiera lo escuchaba, su paquete me dejó loco, mi boca se abrió, mi ano cobró vida y se estremecía a cada minuto, Martín ya no tenía dudas, mis ojos me delataban, lo miraban con tanto fuego que debió haberlo sentido, entonces comenzó a hacer movimientos extraños, hacía su pelvis hacia delante, invitándome a observar con más precisión sobre la toalla su verga recién lavada y totalmente parada, sus huevos peludos que aún debían tener el olor al shampoo. Yo me quedé mudo esperando sólo un poquito de compasión de su parte, deseando que me permitiera por lo menos mirar su verga, pero Martín estaba dispuesto a todo, mi expresión de muchacho caliente y ganoso lo animó y riéndose dijo:
- PARECE QUE TE LLAMA LA ATENCIÓN MI VERGA, ¿VERDAD?, ¿TE GUSTA?,
Yo respondí con una voz muy suave:
- SIIIII, SIII, ME ENCANTA, LA QUIERO TODA PARA MIIIII...
Entonces Martín se quitó la toalla y me mostró su cuerpo enterito, completamente desnudo, húmedo, su verga medía 22 cm. aproximadamente, era larguísima, gorda, sus huevos colgaban como un fruto prohibido que yo estaba dispuesto a comer sin control. Me dijo:
- MIRA, MI VERGA ES TAN POTENTE QUE ME SIRVE HASTA COMO COLGADOR.
Tomó la toalla y la colgó usando su verga como perchero, después también colgó sus pantalones y su camiseta sobre ella, la tenía tan tiesa que hubiera podido soportar cualquier peso, mi impresión era enorme pero no más que mi excitación. Me agaché, quité toda la ropa que colgaba de su verga y me la metí toda en la boca, la tenía muy caliente, me encantó, fue como me la imaginaba, como la había soñado mientras me masturbaba, ahhhh, ohhhhh, maravillosa, se la chupé con reverencia, con verdadero recogimiento, con mi mano acariciaba sus huevos y jugaba con sus vellos, estábamos en lo mejor, yo me comía todo lo que tenía a mi alcance, no escatimé ni ganas ni esfuerzo para hacer feliz al dueño de ese gustoso trozo de verga. Martín gemía, me incentivaba a seguir, me daba animo como si la mamada hubiera sido una competencia que yo debía ganar:
- SIGUEEE, SIGUEEE, ERESSSS EL MEJOR, ERES UN CAMPEÓNNNNN... SIGUEEE, AHHHH, COMO TÚ SABES...
Todo era digno de ser contado en una película porno, pero justo sentimos que llegaban mis padres, nos pusimos muy nerviosos, Martín rápidamente se vistió y salió por la ventana, yo me quedé muy triste tendido en mi cama con el sabor de su verga aún en mi boca y con mi pene duro como un fierro. Esa noche no pude dormir, anhelaba que las horas pasaran rápido para volverlo a ver, mis sábanas se mojaron con mi sudor, fue una noche tormentosa y ardiente a la vez.
Pronto amaneció y como a las 9 de la mañana llegaron los maestros de construcción y junto a ellos Martín, vestía más sensual que otras veces, no sé si por lo sucedido en la noche pero yo lo miraba con otros ojos, con más confianza y deseando terminar lo que había quedado inconcluso, me dediqué a mirarlo a hurtadillas, me fui a la piscina a tratar de refrescarme un poco, traté de acercarme a donde estaban los trabajadores, Martín se percató de mi presencia e hizo como si no me hubiera visto, hablaban de varias cosas pero Martín inició el tema del sexo, unos se reían y otros comentaban sus experiencias, Martín les decía:
- LO QUE ES YO, TENGO UNA NUEVA RELACIÓN, AYER COMENZAMOS, ES UNA PUTITA CALIENTE QUE ME MAMÓ LA VERGA SUPER RICO, SE LA COMIO TODA, AÚN NO SE LA HE METIDO, PERO UN DÍA DE ESTOS SE LA VOY A CHANTAR TODA POR EL CULO, VOY A HACER QUE ME PIDA POR FAVOR QUE SE LA VUELVA A METER UNA Y OTRA VEZ, AHHH! HASTA SE ME PARA CUANDO RECUERDO LO RICO QUE ME LA MAMÓ ¡QUÉ BOQUITA! ¡QUÉ CULITO!
Obviamente se refería a mí y como sabía que yo lo escuchaba lo hizo para jugar conmigo, sabía que me tenía en sus manos, bueno más bien en su verga.
Yo sabía todos sus horarios y durante la tarde lo seguí al patio trasero donde se fumaba un cigarrillo todos los días. Cuando me vio, hizo como si nada, siguió fumando y mirando hacia otro lado, yo me acerqué y quise hablarle, pero me interrumpió bruscamente diciendo:
- ¿QUÉ QUIERES?, ¿NECESITAS VERGA? ¿CREES QUE PUEDES TENERLA CUANDO SE TE ANTOJE?... NO... NO, AQUÍ MANDO YO, Y SI QUIERES TENERLA NUEVAMENTE TIENES QUE PEDÍRMELA... ¡ANDA! PÍDEMELA, RUÉGAME PARA QUE TE LA DE, ¡¡PUTO HAMBRIENTO!!.
Yo, humillándome sin tener ni un poco de orgullo, le rogué, y es que por tenerlo de nuevo hubiera hecho lo que sea, y comencé:
- POR FAVOR, ¡DAME VERGA, LA NECESITO, ES COMO MI PAN DE CADA DÍA, TE LO RUEGO, HAZME MUJER, PENÉTRAME CON FUERZA, COMO TÚ QUIERAS!, HARÉ LO QUE ME ORDENES, PERO MÉTEMELA, MÉTEMELA, POR FAVOR!
Martín se excitó mucho, su cara tomó una expresión de efusión enorme y percatándose que no hubiera moros en la costa me besó en la boca, nos perdimos en ese beso casi rabioso, luego nos separamos y Martín metió su dedo mayor en mi boca, me lo metía y sacaba simulando su verga, me pedía que se lo mamara, se lo llené de saliva y se lo chupé como a él le gustaba, estuvimos un largo rato jugando a excitarnos, manipulé con fuego en mis manos su verga tibia, metí mi mano adentro del pantalón y disfruté de tener ese tremendo instrumento sexual en mi poder. Martín me detuvo y me dijo:
- SI QUIERES QUE TE LA META HASTA EL FONDO DEL CULO, VE A MI CASA ESTA NOCHE, TE PROMETO QUE TE ESPERARÉ CON LA VERGA PARADITA COMO A TI TE GUSTA.
No lo pensé dos veces, en la tarde me preparé para estar muy apetecible para Martín, me perfumé todito y como a las 10 de la noche me fui a su casa, no era una casa, más bien era un cuarto, y bastante pobre, pero para mí era como un palacio y adentro me esperaba mi príncipe vergudo. Cuando llegué entré silenciosamente mirando a todos lados, de repente oí su voz, estaba parado en la puerta de su dormitorio, me miró y sonrió, me llamó para que me acercara, rodeó mi cinturita con sus fuertes brazos, me apretó contra su cuerpo y me dijo al oído:
- ESTABA SEGURO QUE VENDRÍAS, TENGO LA VERGA COMO TE LA PROMETI.
Y agarrando mi mano me la llevó hasta su entrepierna haciéndome tocar su verga extremadamente dura, y con voz jadeante decía:
- TOCA, TOCA LO QUE TENGO PARA TIII, ¡ESTÁS DE SUERTE!, ¡HOY LA HE TENIDO PARADA TODO EL DÍAAA PARA TI, PUTA MIAAA!!!.
Después me guió hasta su cama, me ordenó que me desnudara, pero que me dejara puesto el slip, él también se desvistió y se dejó puesto el suyo, del cual se escapaba la puntita de su verga, se le veía rosadita y brillante, sobre la tela se le marcaba todo el contorno de sus magníficos genitales, los tenía presionados, queriendo escaparse de la tela, eran como un racimo de uvas enormes que mis ojos miraban con mucha concentración. Mientras observaba todo esto, me desvestí hasta quedar como él me lo exigió, mi cuerpo se estremeció con todo lo que estaba pasando entre esas cuatro paredes, no lo podía creer, ahí estaba yo, un simple maricón frente a un verdadero hombre dispuesto a hacer lo que se le antojara con mi cuerpo, esto me hacía estar en las nubes, me sentía como drogado con el olor que emanaba de su cuerpo, de su ropa, de su cama que sería testigo de la felicidad que un macho le proporcionaba a un puto y viceversa. Martín me miraba con lujuria, me tomó las manos y me las ató con una corbata, después me ordenó que besara todo su cuerpo, besé con religiosidad sus brazos, sus hombros, sus tetillas, su abdomen, sus pies, sus piernas peludas, sus nalgas blanquitas, hasta que llegué a su paquete, le quité con los dientes el slip, se lo bajé siguiendo el recorrido de su verga pasando mi labio superior por su tronco y luego por sus huevos, bajé por sus piernas, él levantó una para que yo pudiera sacarle su prenda y luego la otra, una vez terminada la tarea de desnudarlo, me abalancé sobre su verga, la miré bien, parecía una escultura, era una verdadera obra de arte hecha para ser admirada por quienes amamos y nos maravillamos con la belleza masculina. La escupí para llenarla de mi saliva, me la zampé, succioné de ella sus diversas secreciones, quería tocarle las nalgas pero la atadura de mis manos me lo impidió, él se dio cuenta pero no me desató, sólo gemía y gemía. De pronto después de tanto chupar, mamar y succionar, Martín se corrió íntegro en mi boca llenándome de suaves y cremosos chorros de semen, descargando tanta delicia de su verga que quedamos exhaustos, descansamos un rato hasta que nuevamente nuestras vergas se erectaron pero ahora era el turno de él, besó por toda mi anatomía, me chupeteó, jugó conmigo, su lengua era extensa y se metió hasta por los rincones más ocultos de mi ser, viajó por las montañas de mi cuerpo, navegó por los siete mares de mi culo y viajando al sur de mi ombligo se internó en la profunda selva de mis vellos púbicos hasta llegar a mi isla de carne, me mamó la verga que aunque es bastante grande, al lado de la de él se veía un poco pequeña, me hizo delirar, no me demoré mucho en implorarle que me desatara, luego de esto Martín se apiadó de mí y me desató, me tendió sobre su cama boca abajo mirando hacia un gran espejo que colgaba de la pared, me untó el hoyito con una crema y luego sentí la calidez y rigidez de su verga que circulaba por los alrededores de mi ano, paseándose primero por mis nalgas hasta que sentí cómo se depositaba lentamente en mi ser, sentí el peso de su cuerpo sobre el mío, su pecho quedó pegado a mi espalda, me tenía ensartado como les había dicho a sus amigos que me lo haría, me había chantado toda la verga como él quería, me la revolvía como queriendo mezclar sus líquidos con los míos en lo más hondo de mí, sus movimientos pélvicos sincronizaban con los míos, fue maravilloso culear con él, hubo un instante en que nuestras miradas se cruzaron un momento en el espejo, él me miró con una expresión diferente, en ella pude leer lo que me quería decir, me decía lo mucho que gozaba al tener su verga toda adentro de mi hoyo, lo mucho que le gustaba poseerme y sentirse dueño de mi cuerpo, yo no pude aguantar más y me volteé para besarlo, fue un beso largo y mientras nuestros labios jugueteaban, sus movimientos se fueron haciendo más rápidos e intensos, su verga se hincho aún más y después de dar un feroz grito dejó salir rebosantes de líquido masculino, inundándome el orto, acabamos casi al mismo tiempo, nos culeamos sin piedad durante toda la noche, fuimos como uno solo, no necesitábamos ni siquiera hablarnos, saciamos nuestro hambre de sexo como dos animales, el cuarto estaba caliente debido al fuego que salía de nuestros cuerpos, fue algo salvaje, primitivo, después de esa noche el hoyo me dolió durante 3 días seguidos.
Fuimos amantes durante 8 ardientes y cachondos meses, ahora sólo lo recuerdo como uno de mis mejores amantes.
FIN
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millalobo357@hotmail.com
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