No podía creer lo que me había ocurrido. Un agente me ha había hecho la señal para parar en un control y al intentar estacionar el coche en el poco espacio disponible había “acariciado” el coche de la policía, sin querer. En ese momento me quería morir. Varios policías se abalanzaron sobre mí y me hicieron salir del coche de forma casi violenta. Me colocaron sobre el coche y tras abrirme de piernas, me cachearon. Una vez que comprobaron que era totalmente inofensivo parecieron relajarse, pero en ese momento apareció su jefe, gritando como un energúmeno:
- ¿Se puede saber que cojones le has hecho a mi coche, cabrón?- dijo con su ronca voz. Aunque no podía verle la cara, por su tono de voz estaba claro que había topado con un tipo duro.
- Ha sido sin querer, señor.- le dije tembloroso.- Me he puesto nervioso y no sé lo que me ha ocurrido.
- ¿Te has puesto nervioso al ver a la policía? Eso tendrás que aclarármelo en la comisaría.- Me agarró con fuerza del brazo y me dio la vuelta. Entonces pude comprobar con que clase de mala bestia me enfrentaba. Parecía un auténtico armario. Era un hombre muy corpulento, con unas espaldas interminables. Tendría unos 40 años. Medía por lo menos 1,85 y debía pesar unos 100 kilogramos, bien repartidos. Su rostro estaba curtido por el sol y cubierto por un frondoso bigote que le daban un aspecto todavía más fiero. Mi miró fijamente como si fuera a taladrarme con la vista, y, a continuación, una sonrisa socarrona se dibujó en su cara.
- ¡Vamos, que no tengo tiempo que perder!.- dijo mientras me empujaba al interior del coche.
Cuando se sentó a mi lado pude observar que un enorme bulto sobresalía en el pantalón de su uniforme y sin darme cuenta, me quedé mirándolo boquiabierto.
- ¿Qué pasa? ¿Qué también eres maricón?.- y soltó una sonora carcajada, mientras yo trataba de arrancar el coche.
Durante el trayecto a la comisaría ninguno de los 2 abrió la boca, pero pude darme cuenta que el policía me observaba de arriba a abajo, lo que me ponía bastante nervioso.
Al llegar a la comisaría me ordenó con su voz grave que me sentara en un banco y le esperara. Allí estuve durante un buen rato, pensando en lo que aquel mastodonte enfurecido haría conmigo. A los 10 minutos, el jefe volvió a aparecer. Se había quitado la chaqueta del uniforme y sus poderosos músculos se marcaban claramente debajo de la camisa blanca. Además, por lo que dejaba entrever el cuello de la camisa era un hombre muy peludo.
- ¡Ven conmigo, que te voy a arreglar las cuentas! - ladró con su vigorosa voz.- y me empujó al interior de una pequeña salita. En aquel lúgubre lugar solo había una mesa y una silla.
- ¡Siéntate, mamón!.- volvió a ordenarme y yo le obedecí sin rechistar.
- Bien, ahora explícame que es lo que ha ocurrido.
- Verá. Llevaba mucho tiempo esperando en el atasco y estaba un poco alterado por ello. Por eso, cuando su compañero me ha hecho la señal para detenerme me he puesto un poco nervioso y no he calculado bien la distancia entre los dos coches. Ha sido totalmente involuntario.
- O sea, que los policías te ponemos nervioso..- y mientras decía esto acerco su rostro al mío. Pude notar su aliento, en el que destacaba un fuerte olor a tabaco. Y sin mediar más palabras, acercó sus labios a los míos y me besó con fiereza. Intenté resistirme pero su lengua se introdujo dentro de mi boca y atrapó la mía, entrelazándose vigorosamente. Así estuvimos durante varios segundos, hasta que él apartó su boca.
- Ya que me has jodido el coche, yo te voy a joder a ti.- y agarrándome del cuello me dio otro beso. Después se despojó de su camisa y ante mí apareció un pecho musculoso cubierto de una espeso matorral de pelo. Su vientre era bastante voluminoso pero parecía duro como una piedra. Sin poder aguantarme, recorrí con mi mano aquel frondoso bosque.
- Para empezar me vas a comer el rabo.- Y tras decir esto empezó a desabrocharse el cinturón con parsimonia, mientras se pasaba la lengua por los labios. A continuación empezó a desabrocharse la bragueta del pantalón del uniforme y un descomunal paquete apareció ante mis ojos, envuelto en unos blancos calzoncillos.
- ¿Verdad que te gusta, cabrón? Pues es todo para ti.- Y agarrándome la cabeza con sus poderosos brazos, la acercó a su paquetón. Chupeteé con mi lengua aquel inmenso pedazo de carne a través de la tela, y pude percibir como el bulto iba creciendo desmesuradamente. No pude aguantar más y le bajé el calzoncillo para dejar al aire su enorme tranca y sus hermosas pelotas. Era una polla hermosa, circuncidada y bien gruesa, como las que me gustaban a mí. Su sonrosado capullo pedía a gritos que una boca lo devorara. Así que empecé a lamerle la punta con suavidad, lo que hizo soltar los primeros rugidos de placer a aquel toro. Poco a poco, mi boca fue atrapando su tarugo hasta que me lo tragué entero, casi hasta atragantarme. A partir de ese momento empecé a recorrer su rabo atrás y adelante con un vaivén cada vez más intenso. De vez en cuando, me lo sacaba de la boca y me dedicaba a lamer la parte externa. El poli me golpeaba la cara con su tranca y trataba de atraparlo con mi boca hambrienta.
De pronto se dio la vuelta y bajándose los pantalones puso ante mí su descomunal y peludo trasero. Agarré con fuerza aquellas dos inmensas nalgas y las separé en busca de la cueva del placer. Mi lengua empezó a abrirse camino entre aquel matorral de pelo hasta que encontró su sonrosado ojete. En ese momento, y con la ayuda de los dedos, abrí cuanto pude el agujero, para incrustar en él mi lengua. El poli empezó a bramar como un animal en celo. Metí mi cabeza entre sus nalgas y me dediqué a saborear aquel dulce manjar, mientras el poli se retorcía de placer.
- !Me has puesto el agujero a cien! Creo que ha llegado la hora de que tú también disfrutes.
El poli volvió a besarme brutalmente en la boca, mientras de desnudaba lentamente. Tras desabrocharme la bragueta, me agarró el cipote con fuerza, mientras decía:
- Calzas una buena tranca ¡Sí, señor!.
Se agachó delante de mí e hizo desaparecer mi polla entre sus labios ardientes. Creía que se me iba a derretir la polla dentro de aquella boca tan experta. Se sacó la polla de la boca, me la agarró con una mano y mientras hacia movimientos circulares con la misma, se la volvió a meter en la boca. Desde luego, aquel mastodonte sabía como tratar una polla. Después de succionármela durante un buen rato y de haberme comido las pelotas con fruición, se puso de pies y volvió a darme una orden:
- ¡Súbete a la mesa y ponte a cuatro patas!.
Yo obedecí sin rechistar y me subí a la mesa, mientras él me ayudaba con una palmada en el trasero. De pronto, note como su lengua empezaba a abrirse camino entre mis nalgas, con la fuerza de un poseso. Por si esto fuera poco se dedicaba a darme mordiscos en la parte interna de mi entrepierna. Sin poder resistir tanto placer, empecé a gemir sin control e imploré a mi amo:
- ¡Fólleme, señor! ¡Quiero que me folle!
El fornido poli me dio una fuerte palmada en el culo, mientras decía:
- ¡Espérate, cabrón, que aquí soy yo el que manda!.- y siguió comiéndome el culo con mayor ímpetu
De pronto, y sin mediar palabra, me dio la vuelta y me abrió de patas. La hora de la verdad había llegado. El semental dio un bufido y metió su enorme tranca, sin contemplaciones. Creía que iba a morir de dolor y de placer. Una vez que me hubo penetrado hasta el fondo, el animal empezó a bombear como un loco.
- ¿No era esto lo que querías, cabronazo? ¿Qué te follara como a un cerdo?
- Sí, señor. , quiero toda su leche- acerté a decir entre gemidos de placer.
El poli seguía follándome como si estuviera poseído, con un rostro que cada vez parecía más fiero. Yo no podía aguantar más y mi polla estalló en una descomunal corrida. Casi al mismo tiempo el poli empezó a bramar y puede notar como un chorro de leche caliente inundaba mis entrañas. Después de soltar su dulce miel, el semental sacó la polla de mi agujero y la sacudió sobré mi, mojándome con los últimos estertores de su brutal corrida. Una amplia sonrisa se dibujó en su varonil y sudoroso rostro.
- Como has podido comprobar, no se puede jugar con la ley.
- Sí señor y he disfrutado mucho con el castigo recibido.
A continuación, el poli se dejó caer encima de mí y comenzamos a besarnos con pasión.
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