domingo, 12 de agosto de 2012
Revisando la Carrocería
Eran las 8 y 10 de la tarde y me acerqué al taller mecánico con la esperanza de que todavía no estuviera cerrado y pudieran echarle un vistazo a mi viejo coche. Hacía varios días que no arrancaba bien y temía que en cualquier momento me dejara colgado.
La puerta estaba entreabierta y decidí entrar para probar suerte. Había varios coches con la capota abierta pero no se veía a nadie.
- ¿Hay alguien por ahí?
- ¡Ahora voy! .- se escuchó una voz que salía detrás de un coche.
El mecánico se acercó a mí mientras se limpiaba las manos con un trapo. Era un hombre robusto, de unos 40 años. Tenía el pelo corto y un oscuro bigote adornaba su hermoso rostro. Llevaba la cremallera del buzo bajada hasta la barriga y se podía observar que una espesa mata de pelo cubría todo su pecho. Tenía aspecto de hombre rudo pero la sonrisa que se dibujaba en su cara delataba que debía ser un hombre amable.
- ¿Qué es lo que quería?
- Me gustaría que le echara un vistazo al motor de mi coche, porque no arranca demasiado bien. Espero que no sea muy tarde. Si quiere, vuelvo mañana.
- La verdad es que es bastante tarde, pero veremos lo que podemos hacer.- me contestó con resignación.- Levanta la capota y arranca el coche.
Hice lo que me dijo y el mecánico metió la cabeza en el interior del motor y estuvo observándolo durante varios segundos. Al poco rato, levantó la cabeza y se dirigió a mí con un gesto de contrariedad en su rostro.
- ¿Le importa dejar aquí el coche hasta mañana? Me gustaría ver como arranca en frío.
- Está bien. El único problema es que no tengo como volver a casa.
- No se preocupe. Yo mismo le llevaré, si me espera un momento porque me tengo que cambiar.- me contestó mientras me daba una fuerte palmada en la espalda con su poderosa mano.- Serán cinco minutos.
El mecánico se dirigió al pequeño cuarto situado en uno de los rincones del taller. Mientras se alejaba silbando pude observar como se balanceaba su enorme culo, que era como un balcón.
El mecánico entró en el pequeño cuarto, pero no cerró la puerta, por lo que podía ver perfectamente lo que ocurría dentro. Después de limpiarse las manos en un pequeño lavabo, empezó a quitarse el buzo. Su enorme y macizo corpachón quedó a vista. Era muy velludo y tenía un pequeño tatuaje en uno de sus corpulentos brazos. El pequeño slip, única prenda que llevaba, mostraba un voluminoso paquete. Yo estaba cada vez caliente y poco a poco fui acercándome a la puerta, para no perderme detalle. Mientras el mecánico se aseaba pude observar detenidamente su cuerpo. Parecía un auténtico oso, fuerte y peludo.
De pronto, y probablemente porque me vio reflejado en el pequeño espejo, bruscamente se dio media vuelta y una amplia sonrisa se dibujo en su cara.
- Parece que te gusta espiar a los tíos en pelotas., ¿Eh, pillín?.- y mientras me decía esto se acariciaba su enorme paquete.
- Perdona, pero es que no he podido resistirme a admirar un cuerpo tan macizo como el tuyo.
- Tranquilo. Creo que tu y yo vamos a jugar un poquito antes de marcharnos a casa. Ven aquí.
Obedecí sin rechistar y me acerqué a él, mientras no dejaba de sonreírme pícaramente. Para no perder el tiempo, me deshice rápidamente de mi camisa y de los pantalones cortos que llevaba, quedándome en calzoncillos, al igual que el mecánico.
- ¡Tu tampoco tienes una mala carrocería, cabrón! Ven aquí, que quiero hacerle una buena revisión.
Cuando estuve frente a él, no sabía por donde empezar, por lo que decidí fundirme en un intenso abrazo con él, mientras mi boca buscaba la suya. Un fuerte olor mezcla de sudor, aceite y gasolina impregnaba la piel de aquel mastodonte, pero eso no hacía más que aumentar mis deseos de estar con él. Mis manos atraparon sus formidables nalgas y las apretaron como si no las quisiera dejar escapar. Nuestras lenguas se entrelazaron en un interminable beso en el que nos comimos mutuamente. Pero yo quería más y por eso empecé a besarle el bigote, el cuello, la frente, para a continuación mordisquear una de pequeñas pero deliciosas orejas. Mientras yo me dedicaba a devorar cada uno de los rincones de su cabeza, el mecánico metió su poderosa mano en mis calzoncillos y empezó a acariciar mi cipote, que ya estaba duro como una piedra.
Poco a poco fui bajando por su cuello hasta hundir mi cabeza en su peludo pecho. Un auténtico matorral de pelo cubría toda su delantera, desde el cuello hasta el vientre. Mi boca atrapó uno de sus duros y hermosos pezones y tiré de él con fuerza. El mecánico apretó los dientes, pero era demasiado hombre para gritar de dolor. Pero mostró su queja dándome un pequeño cachete en el trasero. Yo estaba tan caliente que no podía parar. Mi lengua recorrió todo su pecho y fue descendiendo hasta el vientre.
- Creo que ha llegado la hora de que saborees mi polla.- gruñó el mecánico.
El mecánico agarró mi cabeza con su poderosa mano y la acercó a su hermosa tranca. Sin tiempo para respirar me tragué el pedazo de carne y empecé a bombearlo dentro de mi boca.
- ¡Dios! ¡Cómo la chupas, cabrón!.- bramó el mecánico mientras se retorcía de placer.
Me saqué la polla de la boca y me dediqué a saborear la punta con unos suaves lametones, mientras acariciaba sus peludas pelotas con mis dedos. El mecánico estaba realmente caliente y su dura polla tenía un delicioso sabor salado.
- ¿Quieres que te folle?.- Me dijo un sudoroso mecánico.
- Lo estoy deseando, jefe.
- Bien, pues date la vuelta y enséñame ese precioso trasero que voy a taladrar.
Obedecí sin rechistar y me puse a cuatro patas, abriendo bien las piernas y dejando el camino libre a aquella mala bestia.
El mecánico rugió de gusto y colocó una de sus enormes manos sobre mi trasero, dándole un suave masaje. A continuación, empezó a hurgar mi agujero con uno de sus dedos. Mi agujero se contrajo ante la presencia de un extraño.
- Creo que esto necesita un poco de aceite.- Y después de darme una fuerte palmada en el culo se dirigió a interior del taller.
Volvió a los pocos segundos con un bote de aceite de coche. Untó uno de sus dedos en el viscoso líquido y a continuación se dedicó a lubricar suavemente mi agujero. Este se relajó y aceptó de buena gana el húmedo masaje que estaba recibiendo.
- Bien, creo que ya estás preparado para recibir mi tranca.
El mecánico golpeó su dura polla contra mi culo y después situó su glande en la entrada de mi cueva. Con un fuerte golpe de riñón lo introdujo hasta el fondo de mis entrañas. En un primer momento sentí un intenso dolor, por la fuerza del golpe, pero en cuanto el semental empezó a bombear dentro de mí, el dolor se transformó en un indescriptible placer.
- ¡No pares cabrón, me estás haciendo gozar como nadie!.- grité entre gemidos
El mecánico no paró sino que siguió bombeando, con más violencia si cabe. Así estuvimos durante varios minutos. Él cabalgándome sin parar y yo recibiendo sus salvajes embestidas. Al rato empezó a bramar como un animal en celo y pude notar como un chorro de caliente leche inundaba mi interior. Yo tampoco pude esperar más y mi polla se corrió entre mis dedos.
El mecánico sacó su polla de mi culo y vació las últimas gotas de su corrida sobre mi espalda. A continuación, nos tumbados en el suelo, extenuados, y comenzamos a besarnos con pasión. Mi coche no estaba arreglado pero el mecánico le había dado un buen repaso a mi carrocería.
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