domingo, 5 de agosto de 2012

Mis tíos y yo


Desde muy pequeño pasaba los veranos con mis dos tíos Rolo y Quique, Ellos se habían quedado en el campo de mis abuelos a diferencia de los otros hermanos, entre ellos mi padre que habían ido a la ciudad. Rolo y Quique eran los hermanos menores, cuando yo tenía 15 años, que es cuando comienza esta historia, Rolo tenía 42 y Quique 45. Ambos eran dos verdaderos hombres de campo, dos gauchos. Son altos y fuertes, con todos sus músculos desarrollados y duros por las tareas rurales. Ambos son muy morochos y aun mas en verano, curtidos por el sol. Rolo usa bigotes y Quique no. Los dos son muy peludos, y desde chico, acostumbrado a verlos cuando se cambiaban o salían del baño me había llamado la atención el denso vello negro que cubría su pecho, piernas, culo y en el caso de Quique aun la espalda.

Como dije desde los siete años iba a pasar el mes de enero con ellos, al campo. Ellos eran dos osos cariñosos que se desvivían por su sobrinito. Con ellos aprendí a andar a caballo y hacer las tareas del campo. A los 12 me enseñaron a manejar y a los 14 me sorprendieron con la construcción de una pileta en el jardín cuando supieron que yo había conseguido premios en la natación, para que continúe con mis prácticas durante el verano.

Entre nosotros todo era intimidad, desde que yo era pequeño mis tíos no tenían ningún problema en ponerse en bolas delante de mí y yo los imitaba, e iba desnudo desde mi cuarto al baño y vicevesa y me gustaba cuando entre bromas, los tios me decían:

-¡Mírenlo al galancito!

A medida que iba creciendo yo me pavoneaba delante de ellos con mis cambios físicos. Primero fueron los pendejitos en el pubis, tan negros como los de ellos, seguidos por los pelos en las piernas y los sobacos. Después fue el desarrollo de mi pito y de mis bolas. A los 15 la natación ya me había modelado los músculos, ensanchado la espalda, y encima la herencia genética me había puesto ya pelos negros en el pecho.

Ese verano cuando fui a la pileta con el tio Quique, y me vio con el slip de competición reconoció con asombro y placer lo lindo que me estaba poniendo:

-Se nota que sos sobrino mío. –dijo.

A las dos o tres noches de haber llegado, me pasó algo muy particular. Me desperté a la noche con ganas de hacer pis y cuando pasé frente a la habitación del tio Rolo, sentí ruidos. Pensé que estarían despiertos charlando, y pensé asustarlos, broma frecuente entre nosotros. Pero tuve una increíble sorpresa cuando escondido miré hacia la cama y vi a mis tios en la cama, en pelotas, besándose y acariciándose.

Lo que vi no me disgustó, al contrario, me pareció lógico ya que nunca les había conocido ningún tipo de relación amorosa ni con hombre ni con mujer. Me pareció muy excitante ver a esos hermanos grandotes, bien machos y peludos garchando como locos. Cuando volví a mi cama primero no pude menos de pajearme por la calentura que tenía y segundo quería participar de ese hermoso sexo, aunque no sabía como encararlo…

La oportunidad se presentó sola. Unos días después, el tio Quique se había ido a Buenos Aires por unos días y nos quedamos solos con Rolo. Yo trataba por todos los medios de llamar su atención sobre mi cuerpo ya maduro para el sexo. En la pileta, aprovechando el cerco de ligustrina que la rodeaba, me sacaba la maya y tomaba sol desnudo para que el tio me viese. Tambien lo convencí a él para que tome sol en bolas, e incluso le pase bronceador por el culo, en medio de bromas. Pero la oportunidad vino de la mano de un desperfecto doméstico. La segunda noche que pasábamos solos con Rolo, el ventilador del techo de mi cuarto se rompió y el tío me dijo que con tanto calor no iba a poder dormir que vaya a su cuarto. Ni lo dudé. Conversamos un poco a oscuras y distraidamente nos tocabamos como al descuido: un pie, una mano, un hombro. Finalmente nos quedamos dormidos. Al rato me desperté y haciéndome el dormido, fui acercando mi culito apenas cubierto por un calzoncillito al pubis de mi tio, tambien apenas cubierto por su calzoncillo. De apoco me apoyé y no pudé creer sentir la verga de mi tio en mi cola. Tambien sentía que se le iba poniendo dura. Haciéndonos los dormidos disfutábamos. Después mi tío, paso una pierna por encima de la mia y puso su mano en mi cadera. De alli la deslizó hasta mi pija que estaba durísima. Así me hizo acabar mientras él acababa sobre mi culo. Nos quedamos dormidos.

A la mañana me desperté con un beso del tio. Su boca contra mi boca, su lengua buscando la mia. Le respondí abriendo mi boca y acariciando su culo peludo. El tio bajó su boca por mi pecho besando y chupando mis pezones, mi ombligo hasta llegar a mi pija. Se la puso en la boca y comenzó a chupármela hasta hacerme acabar y se tragó toda mi leche. Al rato empezamos de nuevo. El tío me dio vuelta y me besó el orto. Me lo abría con la lengua, y después con los dedos. Después se subió encima y comenzó a meter su hermosa verga en mi orto. Primero sentí el ardor de su cabeza contra mi orto, cuando había entrado comencé a disfrutar de esa maravillosa cojida. El tipo que más quería y admiraba, me estaba garchando, estaba dentro mio, sentía su pija mas y mas dura gracias al placer que le daba mi culo, y finalmente su acabada, toda su leche.

En los siguientes días experimentamos todo lo que se nos ocurrio, pero lo mejor pasó cuando llegó Quique de Buenos Aires.

Rolo le dijo que esa noche, iba a darle una sorpresa. Y cuando se fueron a la cama, pensando en coger, yo me aparezco, en pelotas y con la pija ya dura y me meto a la cama entre mis dos tios queridos…


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