viernes, 8 de junio de 2012

Noche de pasión


Aquel fin de semana fuimos a casa de mi tío Fredy de visita. Llegamos el sábado a mediodía y nos quedaríamos ahí hasta la tarde del domingo. Yo pensé que toda mi estadía ahí sería terriblemente aburrida, pero pronto me daría cuenta que me equivocaba.

La primera parte de mi estancia fue bastante amena, leí un poco mientras mis padres charlaban con mis tíos y mis primos jugaban fuera. A las nueve de la noche llegó mi tío Chuchín a la casa. Solo de verlo se me hizo agua la boca. Mi tío había sido mi fantasía por varios años, pues era el más chico de los hermanos de mi papá, alto y delgado como todos en la familia, y basta decir que muy guapo además.

Inmediatamente me disculpé y subí al cuarto de mis primos para escuchar música e intentar olvidarme de mi tío Chuchín. Era un imposible al que no podía anhelar. O al menos eso creía yo.

Poco antes de medianoche nos mandaron a dormir a mis primos y a mí. Como tenían una litera mis dos primos se acostaron en la cama de arriba mientras yo me acostaba en la cama de abajo. No tardé mucho tiempo en quedar completamente dormido.

Me desperté cuando todavía era de noche, miré el reloj y me di cuenta que eran las cinco de la madrugada. En el suelo del cuarto se encontraban mis padres dormidos. Me levanté porque tenía ganas de ir al baño, lugar donde me dirigí. Una vez satisfechas mis necesidades fisiológicas, me puse a pensar que si mis papás se habían dormido en el mismo cuarto que yo, eso significaba que mi tío Chuchín estaba solo en la sala o en el cuarto de mis tíos.

Bajé a ver a la sala y vi que se hallaba dormido en el sillón. Mi pene comenzó a ponerse erecto ante la perspectiva que tenía ante mí. Una sola idea atravesaba mi mente: tener la mejor noche de sexo de mi vida mientras mi tío dormía. Ya lo había hecho un par de veces, y aunque quizás para algunos no tenga ningún chiste tener sexo con una persona dormida la cual con trabajos reacciona y que obviamente no hace gran cantidad de movimientos, para mí tiene su encanto el estarte esforzando con la lengua para lograr que la verga del otro se ponga dura, y me encanta pensar que ése tipo está soñando que se está cogiendo la mujer de sus sueños mientras tú tienes tu boca llena con su instrumento. La sola idea me pone como burro.

Me acerqué lentamente al sillón en el que se encontraba mi tío. Una vez cerca me arrodillé y lo observé atentamente. Estaba tapado con una cobija hasta el pecho. Se la quité lentamente, dejándola del lado contrario donde yo me encontraba, es decir, amontonándola contra el respaldo del sillón. Me di cuenta que estaba desnudo a excepción de la truza de color blanco que llevaba aquel día. Jamás lo había visto de esa manera. No estaba marcado, pero sí justamente como me gustan los hombres, delgado y ligeramente velludo. Era una visión maravillosa, la cual me quedé viendo por un momento mientras mi pene terminaba de ponerse duro y empezaba a soltar líquido preseminal.

Estiré un poco el elástico de su ropa interior, el cual afortunadamente no era muy ajustado, y toqué su pene. Estaba totalmente flácido, pero aún así me encantó tocarlo. Mi tío hizo un ligero movimiento y yo retiré mi mano al mismo tiempo que me ponía de pie de manera silenciosa. Él estiró su mano y jaló la cobija para volverse a tapar. Me le quedé viendo mientras pasaba por mi cabeza la idea de dejarlo así, pero estaba ya tan excitado con la idea y la imagen de mi tío solo en trusa que decidí volver a intentarlo.

Me volví a arrodillar a su lado, y comencé por acariciarle sus piernas por encima de la cobija. Incluso de esa manera se notaba que mi tío tenía unas piernas muy bien trabajadas. Me pregunté si practicaría asiduamente algún deporte. Después de unos minutos de masaje decidí arriesgarme nuevamente y le volví a quitar la cobija. Su pene estaba semierecto y asomaba un poco por el elástico de la trusa. Lo tomé una vez más y empecé a masturbarlo. No era un pene muy grande, debía estar un poco por debajo del promedio del mexicano, unos trece o catorce centímetros; pero llevaba tanto tiempo deseándolo que lo disfruté en grande.

Acerqué mi cabeza para poder ver mejor el pito que mi tío se cargaba entre sus piernas, con sus huevos peludos y apetitosos. No supe cómo fue que de repente ya tenía su pene entre mis labios. Aquello fue lo más delicioso que había probado en mi vida. Mi tío tenía ese sabor a macho que me vuelve loco, no un macho sudoroso, si no un olor animal que aún así olía a limpio. Saboreé todo aquel pedazo de carne sin dejar un pedazo de su superficie que no tocara mi lengua. Bajé hacia sus testículos y los empecé a lamer. Era sumamente agradable la sensación rasposa que provocaba la mata de pelos que los rodeaban. Subí una vez más hacia su glande y empecé a chuparlo mientras lo embarraba todo de saliva.

Hice maravillas para quitarme el pantalón y los boxers que llevaba sin dejar de chuparlo. Separé mi boca de su pene, y aprovechando un pedazo de sillón que quedaba me subí arriba, con sus piernas entre las mías. Puse mi pene contra el suyo y comencé a masturbarlos en conjunto. Fue una delicia sentir su pene contra el mío.
Estaba perdiendo el control. Las veces que había tenido sexo con gente dormida había tenido gran cuidado, ya que sabía que podían despertar en cualquier momento. Sin embargo, mi tío me enloquecía. Bajé mi cara hasta su pecho y comencé a besarlo. Me encantó recorrer su pecho con mi lengua, especialmente sus tetillas, las cuales estaban duras y sabrosas.

Seguí bajando mi lengua por todo su abdomen hasta llegar nuevamente a su pene. Lo lamí una vez más mientras soltaba toda la saliva de la que era capaz. Había soñado muchas veces con aquello, pero en mis sueños no nos quedábamos ahí. En mis sueños siempre llegaba hasta el final con mi tío.

Me separé un poco de mi tío, intentando tomar una decisión. Miré todo su cuerpo. No, sería muy arriesgado llevar mis deseos al final. El sexo oral es fácil de disimular. Antes de que la persona se despierte del todo puedes fingir que estabas buscando algo y retirarte antes de que se dé cuenta de lo que realmente sucedió. Y luego es improbable que te reclamen, ya que no pueden estar seguros que tú realmente estabas con la boca ahí. Simplemente tienes que soltar el elástico de tal manera que cubra y él llegué a la conclusión de que tenía un sueño erótico. Pero el sexo anal… ¿cómo justificarle a alguien que estás ensartado sobre él? No le veía ninguna oportunidad para retirarte como si nada.

No obstante, al ver el cuerpo de mi tío, con su pene volando encima del elástico de la trusa, moviéndose como si me invitara a darle aún más placer; cualquier precaución se fue al traste. Bueno, no todas. Estiré mi mano y tomé la condonera que colgaba de mi pantalón. Jamás salía de casa sin ella, y mis padres y demás creían que ahí guardaba dinero, así que no había problema. O al menos eso es lo que parecían creer.

Saqué rápidamente el condón que guardaba, lo saqué de su empaque con cuidado y rápidamente gracias a la práctica que ya había acumulado se lo coloqué rápidamente. Tendría que hacer aquello antes de que perdiera la erección. Levanté mis caderas, y volví a sentarme, esta vez sobre él. Normalmente prefería usar lubricante extra, pero aquel día no lo había llevado conmigo y de todas formas estaba tan excitado que bien podría hacer frente a cualquier dolor que hubiera. Sin embargo, no hubo tal, ya que su verga entró con facilidad dentro de mí, y por cada centímetro que se perdía dentro de mi culo sentía que me acercaba al cielo.

Una vez que estuvo totalmente dentro de mí me levanté un poco para que la polla de mi tío saliera, y me volví a sentar para comenzar un ligero mete y saca. Era tan delicioso que me olvidé de todo lo demás y solo me entregué ciegamente al placer que me proporcionaba su pene. Cerré los ojos sin dejar de moverme y lo único que me preocupaba era seguir gozando.

Pasé unos minutos así, hasta que abrí los ojos y me quedé paralizado. Mi tío estaba despierto y me miraba fijamente. Sentí la sangre huir de mi rostro, y también de otro lugar mientras me aterrorizaba. Pensé que la única razón por la que no me había golpeado y quitado de encima mientras me gritaba era porque todavía no se despertaba completamente, pero sentía que aquello sucedería muy pronto.

Aquel momento en el que me quedé totalmente quieto me pareció eterno, hasta que…

-No te detengas. Continúa.

Me quedé anonadado con lo que acababa de oír. No podía creer que mi tío dijera algo como eso. Probablemente me lo había imaginado. Pero comprendí que no había sido mi imaginación y que mi tío sí quería que continuara cuando me puse las manos en la cintura y me empezó a levantar. Yo ni tardo ni perezoso comencé a saltar nuevamente, mientras la sangre volvía al sitio adecuado gracias a la nueva excitación que me producía la situación. Y ahora era aún mejor, porque mi tío empezó a mover sus caderas para lograr un mete y saca más profundo. Si antes había sentido que me acercaba al cielo, en ese momento hubiera jurado que entraba en él. El hecho de que el hombre con quien deseaba tener sexo desde que entré en la adolescencia estuviera de acuerdo con eso multiplicó mi placer.

Comencé a gemir sin ningún recato ni descaro. Mi tío aparentemente también estaba disfrutando en grande la cogida, ya que él también se puso a gemir, al mismo tiempo que me hablaba.

-Eres un canijo… Te gusta, ¿verdad?… No sé porque no lo habíamos hecho antes… Eres mejor que muchos otros… Muévete más rápido, así… Eres todo un dios… Te adoro… Eres el mejor… Nunca había probado un culo tan exquisito… Síguete moviendo así.

A mí me encantaba oír todo aquello de boca de mi tío, un hombre que había alimentado mis sueños húmedos por mucho tiempo. Eso me producía el placer más grande que había conocido en mi vida.
Un momento después mi tío sacó su pene de mi ano. Se quitó el condón para después proponerme:

-Hagamos un sesenta y nueve.

No me lo tuvo que decir dos veces. Tardó más en hablar que yo en ponerme en posición. No perdí el tiempo y me puse su deliciosa verga en mi boca para poder lamerlo. Sabía algo extraño debido al lubricante del condón, pero sabía que aquel sabor se perdería rápidamente con mi saliva y solo quedaría aquel sabor a hombre que tanto me había enloquecido hacía unos cuantos minutos.

Él también metió mi pene en su boca y comenzó a chupar. Sabía mover la lengua de una manera soberbia, y eso me provocaba un placer máximo. Además, también aprovechaba por mi posición para masajearme las nalgas y meterme un dedo en mi agujero. Yo no podía hacer otra cosa que gozar con todo aquello.

Después de un rato nos separamos, él para quitarse la trusa y yo la playera.

-Chúpamelo -me dijo mientras se sentaba en el sillón.

Yo me arrodillé en el suelo y me acomodé entre sus piernas para poder lamerle el pene a placer. Su pene soltó algo de líquido preseminal mientras lo chupaba, el cual saboreé con avidez.

-Chúpame los huevos -me ordenó.

Bajé por todo su falo hasta sus huevos peludos, los cuales con su sabor me llevaron a la gloria. En aquel lugar no había ni rastro del lubricante del condón. Mientras estaba entretenido pasando mi lengua por aquellas bolas, me dediqué a acariciarle las piernas a mi tío con mis manos.

-Métetelos todos a tu boquita -me dijo.

Abrí la boca lo más que pude y me tragué por completo aquellos dos hermosos huevos. Era maravilloso sentir como sus vellos tocaban mi lengua y mi paladar. Después de un momento saqué uno y me quedé jugando en mi boca con su testículo derecho.

Al cabo de un rato volví a subir hacia su pene y me dediqué a chupar su glande como si fuera un caramelo.

-Métetelo todo putito -me dijo mi tío.

Comencé a introducir su pene en mi boca, lentamente, disfrutando de cada centímetro que se perdía en mi interior. Sin embargo, no alcancé a tragarlo completo. Nunca he sido muy bueno en eso de introducir penes hasta el fondo de mi garganta, ya que me ganan las náuseas.

-Vamos puto -me animó mi tío mientras me jalaba la cabeza-, quiero tener mi pene totalmente en tu boca.

Empujo su pene con fuerza hacia dentro, y yo hice un esfuerzo para que entrara totalmente. Por un momento pensé que las náuseas me ganarían, pero por otro lado el placer que estaba experimentando era aún mayor, así que continué con la boca llena de su miembro.

Poco después desaparecieron las náuseas y ahora solo disfrutaba del sabor de su pene. Le acaricié con una mano sus huevos, y él me empezó a acariciar la cabeza.

-Eso es, lo haces muy bien -me dijo mi tío-. Eres todo un profesional.

Mientras tenía la boca llena de su miembro comencé a bajar la mano hacia su ano. Mi tío abrió involuntariamente (o quizás no) las piernas. Comencé a frotar suavemente con mis deditos la entrada a su interior, y ésta se empezó a dilatar.

-¡Oh, méteme un dedo! -exclamó mi tío.

No tuvo que decírmelo dos veces para que lo intentara. Traté de meter mi dedo índice, pero no hubo forma en un principio.

-Ensalívatelo para que entre mejor -sugirió mi tío.

Retiré mi mano de su culo y mi boca de su pene. Escupí sobre mi dedo y volví a intentarlo. En esta ocasión sí entró, y una vez dentro comencé a mover mi dedo, tocando las paredes de su recto.

-¿Alguna vez te había metido algo por el culo tío? -le pregunté.

-Nunca -me contestó-. Y ahora me arrepiento.

-Bueno, aún queda tiempo para recuperar -le dije.

Él sonrió, saqué mi dedo de su culo y volví a escupir, solo que esta vez sobre dos dedos: mi índice y mi medio. Se los metí por su pequeño agujero como pude y él comenzó a gemir.

-¡Oh sí, esto es lo mejor! -exclamó.

Me puse a mover ambos dedos dentro de su culo y él a gemir más fuerte. Cerró los ojos y se dejó llevar. A mí en ese momento se me ocurrió una idea. Afortunadamente a mi condonera le caben dos condones, o no sé que hubiera hecho en ese momento. Sin embargo, eso no hace que me deje de preguntar si no me convendrá comprarme otra que tenga más capacidad.

Me costó trabajo abrir el condón con una sola mano, y me tuve que ayudar con los labios. Pero bajo ningún motivo pensaba desocupar el hermoso agujero que tenía mi tío Chuchín. Una vez que me hube colocado el condón sí saqué los dos dedos que tenía dentro de él, y puse mi glande en la entrada de su ano y lo empecé a penetrar.

-¿Qué? -inquirió mi tío inseguro abriendo sus ojos. Evidentemente había notado el cambio de material.

-Te juro que te va a gustar -le aseguré a mi tío mientras seguía empujando lenta pero firmemente.

Sin embargo, no llevaba ni la mitad dentro cuando mi tío se empezó a quejar.

-No wey, espérate que me duele -me dijo.

-No te preocupes -le respondí mientras comenzaba a frotar su cuerpo con mis manos.

Pasé mis manos por su pecho, su abdomen y su pene. En este último lugar me entretuve a lo grande. De repente le planté un beso que él correspondió magníficamente. Para ese momento mi pene ya estaba totalmente dentro de él.

Sin dejar de besarlo comencé un mete y saca muy lento. Comenzamos a jugar con nuestras lenguas y yo empecé a masturbarlo.
Separamos nuestros labios mientras seguía masturbándolo y aumentando la velocidad del mete y saca. Mi tío empezó a gemir, era obvio que le gustaba. Pasamos un buen rato así, hasta que él me dijo que quería llegar al clímax dentro de mi culito.

-Pero ya no traigo condones -le dije contrariado mientras detenía mi mete y saca.

-¿Te da miedo hacerlo a pelo? -me preguntó.

-Pues sí -le contesté sencillamente mientras le sacaba mi pene de su culito.

Él se puso de pie y se dirigió hacia donde había dejado su mochila al llegar a casa de mi otro tío. Por un momento pensé que él me diría que entonces lo dejáramos así, que quizás había ido por un cigarro o algo así para suplir la falta del orgasmo. Me planteé seriamente la posibilidad de que me cogiera a pelo. Aunque me disgustaba la idea quería llegar al clímax junto a mi tío, o algo me decía que me arrepentiría el resto de mi vida si no lo hacía. Sin embargo, me sentí feliz cuando me di cuenta que mi tío regresaba hacia mí mientras abría un condón con sus manos.

-¿Entonces listo? -me preguntó mientras se lo colocaba sobre su hermoso pene.

Él se volvió a acostar en el sillón, y yo volví a subirme encima de él para meterme su hermosa verga en el culo. Me puso las manos sobre la cintura y yo comencé a saltar. Volví a sentirme en el cielo, aquello era lo mejor que había sentido, con ningún otro amante he experimentado una sensación similar.

Mi tío movió su mano derecha y comenzó a masturbarme. Estuvimos así un rato, hasta que sucedió lo que ambos deseábamos. Yo le llené su pecho y abdomen de leche viscosa mientras yo sentía como el condón se inflaba en mi interior. Me recosté sobre él y lo besé. Fue un beso de lo más apasionado y candente que puede haber, de aquellos en que las lenguas se enredan como si fueran una sola.

Cuando nos terminamos de besar me levanté, recogí mi ropa y volví a subir al cuarto de mis primos. Ya eran las seis de la mañana.

Al mediodía de aquel día, mi tío Chuchín comenzó a despedirse de todo el mundo, ya que tenía otro compromiso. Cuando los demás se distrajeron, se acercó por detrás a mí y me agarró una nalga.

-A ver cuando me las vuelves a dar -me susurró al oído.

-Lo más pronto posible -le contesté yo también en voz baja.

Él me sonrió y yo le devolví la sonrisa. Si no hubieran estado todos los demás, probablemente le hubiera plantado un beso. Pero me tuve que conformar con rozar su pene sobre su pantalón. Mi tío salió y se fue, pero yo me quedé con el recuerdo de aquella noche de pasión.


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