Soy el cuarto de cinco hermanos, mis padres se casaron jovenes.
Papa fue siempre representante comercial, por ese motivo pasaba varios días a la semana fuera de casa, de vez en cuando, cuando no había colegio se llevaba a alguno de mis hermanos mayores, normalmente a Raúl. Pero aquella vez el elegido fui yo.
Me hizo mucha ilusión acompañarlo en uno de sus viajes. Llagamos ya anochecido a la primera parada del viaje y nos alojamos en su hotel habitual, donde nos echamos a descansar. Me despertó un ruido en la calle, observé que mi padre no estaba en la cama, pero que salía luz por la puerta entreabierta del baño. La curiosidad hizo que me levantase y mirase a través de la puerta llevándome una de las mayores sorpresas de mi vida.
Había visto muchas veces a mi padre afeitarse, pero aquella era la primera vez que lo veía hacerlo completamente desnudo, me sorprendió el grosor de su pene y el abundante vello que lo rodeaba, nada que ver con el que yo empezaba a tener. Iba a marcharme cuando mi padre hizo algo que me retuvo: primero se rascó los huevos, para a continuación, sin soltarse las peludas pelotas, descapullarse despacito el cipote, que fue adquiriendo un tamaño que hizo que se me secara la boca y un cosquilleo me recorriera los huevos y el estomago, como aquella vez, hace dos o tres años, cuando recogimos en la carretera a aquel grupo de soldados, y como no cabíamos todos en el vehículo me tuve que sentar sobre las piernas de uno y al poco rato noté como algo duro y grueso intentaba acomodarse entre mis nalgas, tarde un tiempo en comprender de que se trataba, entonces noté que mi cara enrojecía y que mi pequeño pene tomaba vida. Entonces el puso una de sus manos sobre mi paquete y empezó a sobármelo a través de la tela de mi short, permanecí inmóvil, intentando controlar mi excitación y sobre todo que ni mi padre ni el soldado que iba a mi derecha se diesen cuenta de lo que ocurría.
Pero entonces la otra mano avanzó por mi pernera hasta llegar a mis testículos imberbes a los que empezó acariciar. Cuando llegamos a la estación el soldado se despidió de mí con una palmada en las nalgas, una sonrisa y un guiño. Cuando me pasé al asiento del copiloto procuré que nadie viera la macha en la parte delantera de mi short.
No podía apartar la mirada del cuerpo desnudo de mi padre, sus piernas fuertes, el ancho y velludo pecho, sus testículos peludos y esa verga que a mi me parecía enorme. Entonces se paró, dejó de masturbarse y se giró hacia la ducha, y yo corrí hacia la cama de matrimonio que íbamos a compartir. Mientras permaneció en la ducha, mi mano buscó bajo el elástico de mi calzoncillo un excitado sexo que ahora me parecía realmente pequeño.
Mi padre abandonó el baño con una toalla a la cintura, se dirigió a la maleta y sin quitarse la toalla se colocó un boxer blanco, ajustado y abotonado en su delantera. Simulé estar dormido mientras se acostaba a mi lado, besó con cuidado mi mejilla y se acomodó. Minutos más tardes su respiración pausada delataba que ya se había dormido. Aún así permanecí como media hora sin moverme, pero mis huevos y polla seguían duros y a pesar del nerviosismo estiré mi mano hasta el bulto de su entrepierna. Lo acaricié a través de la tela, mi padre seguía inmóvil, entonces desabotoné y deslicé mi mano por el hueco de la bragueta.
Allí estaba, gruesa, caliente y dormida. Empecé a acariciarla y poco a poco tomo vida…de repente su propietario gimió entre dientes y se volvió de dándome la espalda. El susto hizo que la soltara a tiempo y que me volviera a ocultarme bajo las sábanas. Permanecí inmóvil hasta que me dormí.
Al día siguiente lo acompañe a varias visitas profesionales, cuando regresamos a la habitación del hotel rápidamente se despojo de traje y de nuevo el bulto de su entrepierna me produjo un cosquilleo en los huevos que me obligo a entrar en el baño para que no notara mi excitación, él apareció en la puerta justo en el momento en que me bajaba el calzoncillo y mi erección desafiaba la ley de la gravitación.
-“Vaya, tienes una buena herramienta”- dijo sonriendo
La vergüenza me paralizó, pero no puedo evitar que dijera en voz alta lo primero que me cruzo la cabeza: “la tuya es más grande, gorda y con más pelos”. La sorpresa e incredulidad se reflejo en su cara.
- “¿Cuándo has visto la mía?”
Ruborizado baje la mirada temiendo su enfado
- “Contesta”-ordenó
- “Te vas a enfadar” –atiné a decir
- “No, si me dices la verdad”
Entonces le conté lo sucedido la noche anterior y una sonrisa se dibujo en su cara
- ¿Quieres volver a tocarla?- preguntó mientras bajaba su boxer a medio muslo, dejando ver su polla medio erecta ya.
Oía mis propias palpitaciones cuando mi mano se aferró a su sexo
- “¿Ya has pajeado a algún amigo o compañero?”- pregunto de nuevo
- “No”
- ¿A alguno de tus hermanos?
- “A Raúl” – la sonrisa de mi padre se amplió
- “¿También le has mamado la polla a Raúl?”
- “No”
- “¿Quieres probarla?” – preguntó mientras la dirigía hacia mi boca
- “No se hacerlo”
- “Lame el capullo primero, y después te la metes en la boca como si fuera un chupa”
Al principio me costó, tuve arcadas pero al poco tiempo instintivamente estaba lamiendo, absorbiendo, ensalivando aquel pedazo de carne que cada vez parecía mayor. Mi padre empezó a jadear y mover sus caderas al mismo ritmo que yo se la chupaba, de golpe sentí que algo caliente golpeaba mi paladar, intenté tragar la más posible, pero buena parte de su leche se escapó por las comisuras de mi boca. De golpe se apartó de mí, me agarro en volandas, arrojándome sobre la cama y colocándome a cuatro patas. Separó mis nalgas y empezó a refregar su capullo sobre mi culo a la vez que se ordeñaba la verga. Acto seguido acercó su boca a mi agujero y comenzó a recorrerlo con su lengua. Fue una sensación muy agradable, no quería que acabara, que su lengua siguiera jugando con mi culito.
Entonces paró y sentí como introducía uno de sus dedos en mi orificio, mientras su otra mano aferraba suavemente mi pene iniciando una masturbación. A pesar del escozor era una sensación nueva que pasó a ser agradable cuando el dedo empezó a golpear algo en mi interior, que hizo que mis huevos se pegaran a la base de la polla y mis caderas buscaran el compás del movimiento de sus manos. Notaba que mi cara ardía y de mi garganta seca solo salían jadeos y gemidos de placer. De golpe una corriente eléctrica me golpeó los huevos y recorrió la columna vertebral. Aprisioné su dedo con mi esfínter y entre grititos descargue en varios chorros todo el contenido de mis huevos.
Después de abrazarme y besarme, me llevó en brazos al baño, nos duchamos juntos y por primera vez en mi vida, esa noche, dormí completamente desnudo y abrazado a mi padre.
Al día siguiente lo pasamos en el zoológico. Después de comer señaló hacía un rincón del recinto de los chimpancés, donde una pareja practicaba sexo. Un macho grande penetraba de forma compulsiva a una joven hembra que inmovilizada chillaba ante la brutal violación del semental.
-“Observa, esta noche te lo voy hacer yo a ti”- me susurro papa. El cosquilleo en mis huevos fue inmediato
- “No podrás, no me va a caber, me romperás el culo”- contesté entre risas
- “No serás el primer chaval al que le rajo el culo”- fue su contestación
Pasé el resto de la tarde deseando llegase el momento de estar a solas con él. La oportunidad llegó al volver al hotel. Nada más entrar en la habitación me ordenó que me desnudase y me colocase a cuatro patas sobre la cama, mientras tanto él se quitó la ropa, sacó un bote de lubrificante y me embadurnó la hendidura del ano. Introdujo un dedo, mi excitación aumentó, e inició un agradable mete y saca. Sentí un segundo dedo que se abría camino sin apenas dificultad. Giró mi cabeza hasta colocarla a la altura de su polla y empujó el capullo entre mis labios que empecé a lamer, mientras un tercer dedo me taladraba el ojete. Estuvo un rato dilatándome, puso más crema y se echo boca arriba en la cama. Hizo que me sentara sobre verga y empezó a introducírmela. El dolor inicial hizo que intentara escapar, me agarró por las caderas y me empujó hacia abajo. Algo se rompió dentro de mí, se me saltaron las lágrimas y di un pequeño grito.
-“Tranquilo, métetela despacito”
cerré los ojos e intenté que penetrara un poco más. Pensé que era imposible que todo aquello cupiese dentro de mí. Entonces él volvió a mover sus caderas y sus peludos testículos golpearon mis nalgas.
Me había ensartado completamente. La presión en mi interior era enorme, creí que me iba a orinar, los huevos empezaron a dolerme a pesar de que ambos permanecíamos completamente inmóviles.
Sin darme cuenta inicié un tímido movimiento de arriba abajo. Papa sonrió y acompasó el movimiento de sus caderas al mío, el dolor había desaparecido y mi pene completamente tieso y enrojecido empezaba a soltar goterones de leche. Mientras mi culo, cada vez más abierto, no quería soltar su presa. Él pellizcaba mis tetillas y buscaba mi boca con la suya. No pude aguantar más y un chorro viscoso y blanco mancho su pecho.
Entonces dijo que me girara despacito, y sin sacármela del culo me puso a cuatro patas, agarró mis caderas y empezó a ensartarme de nuevo. Fue una enculada bestial, nuestros gemidos se mezclaban. Mi sexo, de nuevo empinado, golpeaba mi vientre, los dedos de mis pies se doblaron un segundo antes de volver a arrojar mi leche. Relaje mi cuerpo justo en el momento en el que mi padre derramaba todo el jugo de sus cojones en mi interior.
Cuando me desempaló, no podía moverme, pero lo que me impresionó fue ver su verga cubierta de sangre. Me cogió en brazos y me llevó al baño, donde me aseó e hizo que le levara la polla. Después enrolló una gasa y la colocó taponándome mi maltratado culo.
Dolor y la sensación de tener el culo abierto me duró tres o cuatro días, período en el que me limité a hacerle varias mamadas a mi padre.
De vuelta a casa, pasados unos días un asunto familiar hizo que volviésemos a quedarnos solos y papa me invitó a cenar fuera. Se dirigió a un área de servicio de la autovía, estacionó y me dijo que esperara mientras se dirigía a la cafetería. Fueron pasando los minutos mientras veía como varios camioneros aparcaban y se disponían a cenar o dormir. Pasado u rato volvió acompañado por un hombre corpulento y de mediana estatura, que resultó ser unos de esos camioneros estacionados.
Nos dirigimos a la cabina de su camión, donde entre ambos me desnudaron, ellos hicieron lo propio, el camionero me sentó en la colchoneta y empezó a mamármela. Papa se colocó un condón y lo penetró mientras el seguía chupándomela. No tardé mucho en correrme en su boca, lamió todo lo pudo. Se incorporó:
- “Ahora me toca a mi”- dijo mientras me colocaba a cuatro patas, papa le dio un condón que él se puso (tenía una verga no muy grande pero gruesa). Untó algo entre mis nalgas y encajó su miembro en mi culo, entró con bastante facilidad, y empezó a culearme con ganas. Papa se quitó la goma que cubría su pene, que brilló pringado de líquido preseminal ante mis ojos, agarré sus huevos y lo atraje hacia mi boca, tragándome aquel pedazo de carne que me había descubierto todo un mundo de sensaciones. El camionero jadeaba mientras que con cada una de sus embestidas golpeaba mi próstata, provocando que un hilillo de semen saliera de mis huevos. De momento suspiró y disminuyó sus envestidas, se había venido y se retiró de mi interior poco a poco.
En ese momento papa también se apartó y nos ordenó que nos colocásemos a cuatro patas, uno junto al otro, envistiéndonos alternativamente. A pesar de tener el ojete bien dilatado ya, sentí el tamaño y grosor de su verga haciendo que mi culo se abriera aún más. Haciendo que sintiera mi culo huérfano cuando penetraba al camionero. Entonces me introdujo un par de dedos mientras que con un bramido descargo dentro del camionero que chillaba de placer.
De esto han pasado ya varios años, papa sigue siendo tan atractivo como entonces. Han sido muchos años de placer compartido, pero eso merece ser contado en otra ocasión.
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