Hola a todos. Para empezar, Soy de Argentina, tengo 18 años, soy algo grandote de cuerpo, morocho de ojos marrones y pelo corto. Todo comenzó una noche de primavera, en una de las reuniones que mi padre hacía cada dos por tres en un salón. A las reuniones solo asistían hombres de entre 35 – 50 años pero yo nunca había ido a una porque no tenía interés en ello. Hasta que un día se me ocurrió ir para ver que tal eran. A mi hacía rato (desde los 14 años) que me atraía un amigo de mi papá, su nombre es Diego. Él es un hombre muy varonil de unos 40 años, buen físico de cabello oscuro corto, ojos marrones, que casi siempre suele vestirse formalmente, casado y con un hijo, del cuál soy amigo. Ese día de la reunión (en la cuál conversan sobre diversos temas mientras cenan y beben) me sentía algo nervioso porque iba a estar en una cena con este hermoso hombre y los demás. Mientras me arreglaba pensaba en él, en que siempre cuando iba a la casa de mi amigo a jugar me quedaba mirándole el bulto al padre sin que éste se diera cuenta de ello. Aquel macho que despertaba mis pasiones más fogosas cada noche mientras soñaba. Llegó la hora de ir a la cena y me preparé. Cuando llegamos ya estaban algunos pero Diego aún no llegaba.
Pasó media hora y empezamos a cenar, hasta que llegó él excusándose de que no conseguía taxis, estaba con un pantalón de vestir color negro, una camisa blanca que la tenía hacia afuera y algo transpirado por haber corrido un taxi. Al verlo allí parado con la camisa hacia afuera, su pantalón el cual siempre marcaba un paquetón inmenso y todo transpirado me puso a mil. Luego se acomodó la camisa y tomó asiento al lado mío, pues era el único libre que quedaba. Me saludó de una palmada en la espalda diciendo: -¡Me da mucho gusto verte, campeón! Mientras yo le sonreía. Me dispuse a seguir comiendo y conversando con todos los demás a medida que pasaba la hora. La cena había comenzado a las 21:00 y para eso de la noche ya era la medianoche. Algunos ya se habían retirado, porque al otro día deben ir a trabajar y la mayoría tiene familia. Solo habíamos quedado 4 personas en aquel lugar, entre ellos estábamos Diego y yo. La mayoría había bebido demasiado por lo que estaban algo ebrios, incluyendo a Diego. A todo esto, mi papá me dijo que se iba a llevar al otro hombre que había quedado junto a nosotros a su casa, por lo que Diego dijo que no se haga problema que nos quedaríamos a ordenar y limpiar todo. Yo asentí con la cabeza y nos miramos firmemente con Diego.
Al irse mi padre con su otro amigo, quedamos él y yo limpiando todo, pero en un momento Diego dice: -¿Me esperas? Debo ir al baño. Pero lo seguí porque yo también tenía ganas de ir. Ambos nos dirigimos hacia los mingitorios, bajamos nuestras braguetas y nos dispusimos a orinar. Mientras orinábamos, yo no me pude resistir a ver que tal era su miembro, pero cuando lo ví, quedé impresionado y atontado. Su pene era mega grande, largo, grueso y bien cabezón. Ese pedazo debe andar por los 20 cm. Pero a todo esto, Diego se da cuenta y mientras se sacudía el miembro me decía con un tono bromista:-¿Qué pasa amigo? ¿Te gusta? Y yo no sabía que decir al respecto, me dio como vergüenza y me hacía el distraído… pero me tomó del brazo y me dijo:-Si te gusta, podés tocarla. ¡Vamos! Sin vergüenza, haz de cuenta que es la tuya. Yo no lo podía creer, tenía una verga monstruosa en mis manos. Le tiraba el prepucio hacia atrás y hacia adelante haciendo que él se excite, su pija comenzaba a crecer más y más mientras él soltaba unos gemidos. De repente me frena y se saca del pantalón los huevos, unos huevos bien gordos, enormes y peludos, llenos de semen rico para mí. Lo seguí pajeando otro rato, esa hermosa cabeza bien roja se asomaba cada vez que jalaba el prepucio hacia atrás. Entonces me frenó y me dijo: -Chupala, chupala bien rico papá. Mi verga por hoy es solo tuya. Al oír esto me puse más hot que nunca. Me arrodillé y comencé a saborear ese enorme mástil de carne, empecé por la puntita hasta meterme la cabezota entera en mi boca, luego seguí y seguí. El me embestía tan fuerte que sus bolas golpeteaban contra mi pera. Cada gemido de placer que emitía mi macho, el que siempre quise, me provocaba más y más. Le pasaba la lengua por toda la verga, le lamía el frenillo, el glande entero, luego el tronco y hasta los huevos. Mientras le practicaba esa súper mamada, él me iba dilatando el ano. Me gritaba:-Mmm, ¡que bien que la chupas, campeón!
Primero me metió un dedo, luego dos y por último tres.
Luego estando los dos completamente excitados y desnudos, me puso en cuatro y apoyó su pene en mi ano, de a poco sentía como ese enorme glande se iba introduciendo en mi ano ajustado. Al principio me dolía un poco y costaba entrar, pero luego de varios intentos pudo penetrarme por completo. Nuestros gemidos nos volvían más rudos, éramos dos machos salvajes en celo. Me cogía más y más fuerte. Su cuerpo sudado contra el mío me ponía más hot todavía. Me daba palmadas en la cola mientras me decía:- ¡Ah, sí! ¡Que putito más lindo, esa cola será solo mía! Mmm.
El sonido de sus bolas golpeteando con las mías me volvía loco.
Después de estar gozando un rato así, me acosté sobre un lavabo mirando hacia el techo, poniendo mis piernas en sus hombros. Ahora podía verle la cara de satisfacción y admirar sus pectorales velludos y varoniles. Lo único que se escuchaba aparte de los gemidos era el golpeteo de sus huevos contra mi culo.
Mientras tanto él me agarraba la verga y me masturbaba, y se deleitaba viendo mi cara, la mezcla de dolor y placer al mismo tiempo lo ponía a mil, hasta que me dijo:-No aguanto más, voy a acabar…
Sacó su verga de mi culo y me la puso en la boca, por lo que comencé a darle una última mamada a mi macho. Al poco rato, Diego comenzó a largar ese néctar de macho delicioso en mi boca y luego en toda mi cara. Al ver esos chorros de leche, trataba de tomarme todo ese líquido, no quería desperdiciar ni una sola gota de ese magnífico semen que venía esperando hacía tiempo.
Luego terminó de pajearme con sus manos y acabé con la ayuda de sus grandes y peludos brazos.
Estuvimos un largo rato entrelazados, con nuestros cuerpos llenos de sudor y semen. Luego nos duchamos, nos vestimos y él se despidió con una piña cariñosa en el brazo y un:-Te veo la próxima, campeón.
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