sábado, 20 de octubre de 2012
Gracias por enseñarme
Hola, me llamo Raúl, y ahora tengo 22 años, pero la historia que voy a contar ocurrió cuando estaba chico aunque la recuerdo como si fuera ayer. Todo comenzó un sábado por la tarde cuando mi padre, me propuso salir a correr un rato. Mi madre se fue a visitar a mi abuela, así que sería una tarde padre–hijo.
Nos vestimos cómodos, short (pantalón corto) una camiseta de tirantes y las zapatos tenis y salimos a correr. Lo cierto es que nos corrimos unos cuantos kilómetros hasta que mi padre decidió que ya era suficiente y nos volvimos a casa.
–Raúl, metete a bañar primero y luego yo, que estamos en nuestro propio jugo – dijo mientras buscaba en la cocina agua para tomar.
–Ok pá, estoy muerto… creo que voy a tardar porque voy a llenar la tina del baño de agua caliente y me voy a remojar un rato…
–Muy bien hijo, va!…
Fui al baño, puse el tapón en la tina y abrí las llaves del agua para que se fuera llenando. Me senté en el escusado para quitarme los zapatos tenis, y en esto mi padre toco la puerta.
–Hijo, ¿puedo entrar?
–Si, pá, está abierto.
–¿Y si me baño contigo? a mí también se me antoja estar un rato en el agua, y con tanto sudor no estoy a gusto esperando, y si tú te vas a tardar aprovechemos juntos… además, así ahorramos agua jajaja –rió mi padre–.
–…ok –asentí un poco incomodo –.
Nunca había visto a mi padre completamente desnudo, si acaso, en traje de baño en la playa, y tampoco me había llamado especialmente la atención. Mi padre era un señor de 1,70m de estatura, bastante corpulento a sus 37 años, y era un hombre de pelo en pecho, yo diría que parecía un jugador de futbol americano o un bombero por el tamaño de su cuerpo.
Se quitó los tenis.
–Puffff, pá! Como te rugen los pies! – bromé tapándome la nariz.
–Chamaco cabrón! más respeto pa'tu padre, que las tuyas no huelen a rosas – Contestó con cara de indignado pero relajando la tensión que parecía tener y tenía razón, ambos habíamos sudado bastante y el olor era evidente en el ambiente.
Yo ya me había quitado los tenis y la camiseta y me quedé un poco indeciso. Nunca había visto a mi padre desnudo pero él, a mí tampoco que yo recordará recientemente.
Mi padre se dio cuenta y me miró sonriendo.
–Qué pasa! ¿Te da vergüenza que tu padre te vea desnudo? Si los dos tenemos lo mismo, además somos padre e hijo, así que no tendremos nada muy diferente! – dijo mientras continuaba sin preocupación quitándose la camiseta.
–Ya… pero…
–No pasa nada, me desnudo yo primero y así no te da tanta vergüenza –me dijo sonriendo–.
Acto seguido se bajó el short dejándome ver unos huevos peludos y una verga bastante larga y gruesa que descansaba sobre ellos.
Me quedé con la boca entreabierta y es que la situación me causó impresión, no tanto por el tamaño de sus atributos sino por la escena de ver a mi propio padre desnudo.
El se dio cuenta y me sonrió.
–¿Pasa algo? ¿Nunca habías visto a un hombre desnudo?
–No… es la primera vez
–No te preocupes, cuando seas mayor serás igual que yo.
Mi padre tenía razón, a mis 14 años iba pareciéndome a él, aunque todavía medía 1,60 ya estaba empezando a ser bastante corpulento y el vello empezaba a asomar en mi piel.
–Venga, ahora desnúdate tú.
–Ni corto ni perezoso, me bajé el short que era lo único que me faltaba por quitarme.
Mi padre me miró y sonriendo me dijo
–¿Ves como somos igualitos?
–Si… pero tú tienes más bello y tu verga es más grande –le planteé –.
–Vaya hijo, vaya vocabulario! –Me sonrió–, pero bueno, las cosas como son y cada cosa por su nombre.
Yo mismo me sorprendí de haber dicho esa palabra delante de mi padre, pero su comentario me hizo relajarme.
–Lo del bello se solucionará con el tiempo… y lo de tu verga también, que todavía estás creciendo.
–Volví a mirar los atributos de mi padre, esos huevos peludos y esa verga bien constituida y luego me miré a mi y los comparé. Mis huevos tenían poco vello todavía, pero también eran grandes y mi polla se veía todavía pequeña comparada con la de mi padre.
Ninguno volvimos a darle importancia al asunto.
–Venga hijo, voy primero que soy más grande –dijo mi padre mientras cerraba las llaves del agua–.
La pileta no estaba completamente llena, pero seguro que cuando entráramos los dos se terminaría de llenar.
Mi padre se metió y se sentó con las piernas abiertas y las rodillas semiflexionadas.
–Ahora tú– dijo mientras extendía los brazos como si quisiera abrazarme.
Me metí frente a él en la misma postura con mis piernas por encima apoyadas en las suyas.
Mi padre me sonrió, y miró mi entrepierna a través del agua y luego a mi cara.
Con una sonrisa maliciosa me preguntó si había estado ya con alguna chiva.
–Papá!
–No pasa nada hijo, soy tu padre y quiero saber de tí.
–Ok, tienes razón… –respondí tímidamente–. Pues… todavía no he estado con ninguna.
– ¿Y a qué esperas hijo? ya tienes 14 años!
–Ya papá pero es que todavía no me ha gustado ninguna…
–Bueno, ya llegará… pero alguna chaqueta si te habrás hecho ¿no?
–Pero papa!
–Raúl, que no pasa nada, que yo a tu edad también me las hacía…
–Si… a veces en casa de José, cuando no están sus padres. Tiene una película porno y la pone mientras nos masturbamos, aunque todavía no nos sale mucha leche –sonreí tímidamente–.
–Vaya, como viene esta juventud, con video y todo! jeje. Cuando yo tenía tu edad nadie tenía vídeo. Éramos cinco amigos de la escuela secundaria y nos íbamos a una bodega en una zona apartada del pueblo. Teníamos hasta un colchón viejo y una caja en la que guardábamos las revistas porno que habíamos conseguido. Muchas de ellas tenían las hojas pegadas del uso que le habíamos dado jajaja –rió mi padre mientras recordaba–. Íbamos allí, cogíamos las revistas, sacábamos nuestras vergas y jugábamos a ver quién se corría antes, o nos corríamos en un vaso todos para ver cuánto esperma juntábamos, en eso tu padre era un campeón, así que no te preocupes todavía por lo de la leche…, o hacíamos una línea en el suelo, nos poníamos todos detrás y a ver qué lechada llegaba más lejos. Dos de los cinco eran tres años mayores que el resto y siempre ganaban… tremendas vergas que tenían!
Mientras mi padre me contaba esto, a mí sin querer se me empezó a parar la verga bajo el agua. Cuando me di cuenta, mi cara cambió y me empecé a poner nervioso.
Mi padre se dio cuenta del cambio y me preguntó si pasaba algo.
–No, no… no pasa nada –dudé–.
Mi padre miró mi entrepierna y se empezó a reír.
–Pero hijo! si se te paró! jajaja
En ese momento lo único que quería es que me tragara la tierra, mi cara se puso como un tomate.
–No pasa nada mi’jo jajaja, a ver déjame ver.
Y sin ningún tipo de escrúpulo estiro su mano para agarrar mi verga y apretarla suavemente. Yo no sabía cómo reaccionar y dejé que lo hiciera.
Todavía seguía riéndose, después de lo que me contó y el hecho de que me tomara la verga me hizo soltar un gemido que mi padre paso por alto.
Sin soltar mi verga, me bajó el prepucio mientras mi miembro había terminado de pararse. Aquello me estaba empezando a gustar.
–Vaya hijo, sí que está dura sí, y que cabeza tan rosa tienes.
Hizo un par de subidas y bajadas más de prepucio y me soltó. Fue entonces cuando me percaté de que su verga también había empezado a despertarse, entonces mi padre se dio cuenta y se puso un poco más serio y nervioso, y fui yo quien empezó a reírse.
–Jajaja, ¿Qué te pasa apa? ¿A ti también se te paró?
Mi actitud hizo que mi padre se relajara y se empezara a reír también.
–Jajaja, parece ser que sí, pero averígualo tú mismo.
Entonces con su mirada me invitó a sujetar su miembro semierecto que se bamboleaba debajo del agua. Aquella situación me resultó tan excitante que ni corto ni perezoso estire mi mano para introducirla bajo el agua y tomar aquella verga a la que prácticamente se le podría categorizar ya como vergón, tremendo pito tiene mi padre! La tomé suavemente en mi mano y apenas podía abarcarlo del todo.
–Tómala bien, hijo, sin miedo que no muerde.
Entonces la apreté un poco y noté como seguía creciendo y comencé a subirle y bajarle el prepucio suavemente como él había hecho conmigo. Su enorme cabeza dura sobresalía del agua.
Mi padre gimió por un momento y con su mano sujeto mi verga que estaba a punto de estallar, no llegaba todavía a su tamaño. Mi padre me empezó a masajear los huevos y yo hice lo mismo, y en un momento dado levantó un poco sus piernas e hizo que las mías también lo hicieran dejando mi ano a la vista, entonces comenzó a masajear mi esfínter con la yema de su dedo índice. Eso me volvió loco y yo intenté hacer lo mismo con él, pero me dijo que siguiera agarrado a su tronco y masajeándole los huevos.
Yo empecé a dar pequeños gemidos, me pareció increíble el placer que me estaba produciendo mi padre. Fue entonces cuando empezó a usar su otra mano y me empezó a masturbarme lentamente mientras su dedo cada vez se introducía más en mis entrañas.
–Ufffff! mira como me tienes hijo!
Me dijo mirando acto seguido su verga. Yo ya lo había notado, parecía una piedra.
–Papa, esto me está gustando– apenas podía hablar con la vos balbuceante y entre cortada.
–Y a mí, hijo, y a mí.
Seguimos así unos minutos y de repente mi padre me sujetó bruscamente de las piernas y me jaló hacia él. Con su mano bajó su verga de tal forma que quedara a la altura de mi esfinter y lo presionó muy suavemente, con una mirada lasciva.
–Papá no! es demasiado grande!
–No te preocupes, confía en tu padre que no te va a doler.
Lo cierto es que se lo trabajó bastante y poco a poco iba presionando un poco más mientras mi ano se iba relajando lentamente. Miré hacia abajo y vi como la mitad de la cabeza de su verga empezaba a entrar y salir de mi culo. Mi padre cada vez presionaba con más fuerza, pero suavemente, y yo seguía mirando impresionado como entraba, cerré los ojos.
La siguiente vez que miré pude ver como la cabeza entera de la verga de mi padre se introducía en mí y me produjo tal placer que gemí echando la cabeza hacia atrás. Miré a mi padre a sus ojos y él me miró a mí. Me gustó mucho esa mirada de complicidad y en su cara podía reflejarse su satisfacción. Esto hizo que me relajara aún más y cuando volví a mirar ya tenía dentro aproximadamente la mitad de su verga. Mi padre seguía bombeando dentro y fuera, dentro y fuera… y al final, el resto de su pito terminó por entrar.
Los últimos centímetros me dolieron bastante y mi padre lo notó, así que me tranquilizó.
–shhhhhhhh, no pasa nada, relájate.
Y paró de bombear hasta que mi culo se acostumbrara a tener aquel monstruo dentro. Cuando mi padre notó que me había relajado prosiguió taladrándome hasta el final y ahí volvió a descansar abrazándome durante un par de minutos.
Fué entonces cuando me cogió por la cintura y empezó a moverme hacia adelante y hacia atrás. Mi padre me estaba cogiendo y era la mejor sensación que había tenido nunca. Así estuvimos unos minutos pero no era fácil hacerlo en el agua, así que la sacó y me dijo que me pusiera a cuatro patas apoyado en el lavabo. Mi padre tomo un poco de aceite corporal que teníamos en el baño y echó un chorro en su mano para embadurnar mi culo y su propia verga. Teníamos un espejo bastante grande encima del lavabo que me permitió ver toda la operación y me puso más caliente aún. Comencé a masturbarme y mi padre me dijo que no lo hiciera que no quería que terminara antes de tiempo. Colocó entonces su pito en mi culo y de una sola embestida me lo clavó entero y se quedó unos segundos hasta que mi culo se volviera a acostumbrar. Entonces empezó a cogerme agarrándome de la cadera mientras notaba como sus huevos peludos chocaban contra los míos. Mis gemidos se estaban empezando a convertir en gritos y mi padre me tapó la boca. Mientras yo miraba con placer y satisfacción como mi padre me cogia a través del espejo. De vez en cuando él me correspondía y me sonreía mientras yo veía reflejada su cara de placer y satisfacción.
–Hijo, no voy a aguantar mucho más, mastúrbate.
Entonces comencé a chaqueteármela y no tardé mucho más en comenzar a venirme. Los espasmos de mi ano hicieron que mi padre también se corriera dentro de mí. Notaba sus chorros de leche caliente invadiendo mi intestino y con cada chorro me introducía su verga hasta el final mientras me sujetaba firmemente por mi cadera. Cuando terminó se apoyó suavemente sobre mí y me susurró al oído.
–Gracias hijo, ha sido la mejor cogida de mi vida.
–Gracias a tí papa por enseñarme a venirme, y realmente había sido así, nunca había echado tanta leche como hasta entonces.
Unos segundos más tarde, mi padre sacó su verga todavía erecta de mi culo y empecé a notar como su esperma todavía caliente salía de mis entrañas y resbalaba por mis huevos hasta caer al suelo. Ahora entendía lo de que nunca había tenido problemas con la cantidad de su leche, realmente dejó un charco enorme en el suelo. Mi padre introducía su dedo en el culo para permitir que la leche saliera mejor.
–Hijo, vaya agujero que te he dejado jajaja.
Una vez que terminó de salir toda la leche, nos abrazamos durante unos instantes.
–Habrá que repetirlo, ¿no?
–Cuando quieras papa.
–Venga, vamos a recoger todo esto y vamos a ducharnos.
–Sí papa.
Y para mi desgracia no hubo repetición, aquella fue la única vez que pasó. Fue mi primera y mejor vez, y desde entonces sigo disfrutando de una buena polla en mi culo… aunque ninguna como la de mi padre!.
Gracias por continuar leyendo nuestro blog, tratamos de mantener las publicaciones constantes, pero quisiéramos en esta ocasión compartirles un blog muy interesante, en el cual encontraras vídeos, ligas a muy buenos relatos, así como fotonovelas, todo lo que no nos es posible agregar a este blog por el actual formato y sus limitantes... espero se den una vuelta a visitarlo, gracias por leernos... un abrazo cariñoso a todos nuestros lectores... sigue la liga
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Muy rico tu relato, y en el agua muy sabroso hasta se me antojó!
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